La inflación (2,3%) marca mínimos de un año y la de los alimentos ya se sitúa en la media
El precio de los comestibles sube un 2,5%, su menor escalada en más de tres años, y la inflación subyacente repunta un 2,7%, el mejor dato desde el inicio de la guerra en Ucrania
Normalización. Esa podría ser la palabra para definir lo que está pasando con la inflación en España, y también en el conjunto de la eurozona. Solo unas horas antes de la reunión del Banco Central Europeo (BCE) en la que se decidirá una nueva bajada de los tipos de interés, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer el dato revisado del índice de precios de consumo. La evolución se acerca ya al objetivo del regulador (2%): el IPC español se situó en el 2,3% en agosto, una décima más que el dato adelantado hace dos semanas, que coincidía con la media de precios entre los países del euro (2,2%).
El dato español es el más bajo desde julio de 2023, y supone un retroceso de medio punto respecto a julio. Entonces, ya se había moderado seis décimas respecto a junio, por lo que el verano ha constituido un alivio de más de un punto, favorecido por el llamado efecto base: en el estío de 2023 se había acelerado la subida de los precios, por lo que la comparación con los datos de hace un año favorece la desescalada.
Este proceso de normalización, que lleva siendo una constante desde el final de la crisis energética, con algunos altibajos, afecta a los principales parámetros que indicaban una situación excepcional. Es el caso de la inflación subyacente, que elimina el efecto de los elementos más volátiles, como la propia energía y los alimentos no elaborados, y que se sitúa en el 2,7%, unos guarismos que no se veían desde antes de la guerra en Ucrania. En otras palabras: la inflación que se pega al tuétano de la economía, que es la que más tienen en cuenta los bancos centrales para decidir su política monetaria, también está en retirada.
Pero el mayor caso de normalización probablemente sea el de los alimentos, que ha representado el mayor quebradero de cabeza para las familias y los políticos desde que la energía empezó a aflojar hace ahora casi dos años. Los comestibles subieron en agosto un 2,5% respecto al mismo mes de 2023, una escalada seis décimas inferior a la de julio. Es el mejor dato en más de tres años, y sitúa a los alimentos en registros muy similares al índice general y al subyacente. En otras palabras: ya no son el principal impulsor de la subida de los precios, sino que se hallan en la media.
Los servicios toman el relevo
De hecho, si se acerca la lupa hacia lo que ha ocurrido en los últimos 31 días, los alimentos ya restan inflación. El IPC mensual se mantuvo estable en agosto, después del retroceso de medio punto en julio, y deja atrás la racha de alzas que había experimentado en la primera mitad del año. Eso significa que la moderación del dato anual no se debe únicamente al efecto base, sino que la vida se está dejando de encarecer, en gran parte gracias al abaratamiento de los comestibles.
Los alimentos cayeron cuatro décimas en los últimos 31 días, principalmente por las frutas, y restaron casi una a la inflación mensual, igual que el transporte, más económico por la caída de los combustibles en pleno retroceso de las cotizaciones del petróleo. En otras palabras: si fuera por la gasolina y los comestibles, hasta hace muy poco las grandes bestias negras de las familias, los precios incluso habrían retrocedido. Y en el dato anual sucede lo mismo: alimentos y transporte han tirado del IPC a la baja, lo que refleja un cambio de patrón en la composición de la inflación.
Si la cifra mensual no ha caído en agosto ha sido por el encarecimiento de la electricidad, ante la ausencia de viento propia de la época —la generación eólica se ha desplomado, así que ha habido que tirar de los ciclos combinados de gas, más caros, para colmar una creciente demanda por las olas de calor—, y el ocio y cultura, principalmente debido a los paquetes turísticos.
Aunque este último es un comportamiento estacional, propio del mes estrella de las vacaciones, refleja hasta qué punto la energía y los alimentos han dejado de ser los principales impulsores de los precios. Durante los últimos meses, el sector servicios ha tomado el relevo, en un contexto de alzas salariales que incrementan los costes y empujan la demanda gracias a la recuperación del poder adquisitivo. De hecho, los hoteles y restaurantes ya son un 4,6% más caros que hace un año. Es la nueva fase de la inflación, que el BCE vigila con atención para tomar sus próximas decisiones.
Normalización. Esa podría ser la palabra para definir lo que está pasando con la inflación en España, y también en el conjunto de la eurozona. Solo unas horas antes de la reunión del Banco Central Europeo (BCE) en la que se decidirá una nueva bajada de los tipos de interés, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer el dato revisado del índice de precios de consumo. La evolución se acerca ya al objetivo del regulador (2%): el IPC español se situó en el 2,3% en agosto, una décima más que el dato adelantado hace dos semanas, que coincidía con la media de precios entre los países del euro (2,2%).