Crónica del gran ajuste: cómo la deuda privada en España cayó a los niveles de Alemania
Empresas y hogares han realizado un ajuste pocas veces visto. La gran incógnita es qué ocurrirá ahora que han llegado a niveles similares a los del país germano
En el año 2010, la deuda privada en España alcanzó el máximo histórico del 224 % del PIB. Esto es, hubiesen sido necesaria dedicar toda la producción de dos años y un trimestre para cancelar este pasivo. El país llegó a esta situación después de los años de burbuja en los que el crédito barato y abundante, financiado con ahorros del extranjero, alimentó una espiral de deuda.
Lo que ocurrió después es bien conocido: escalada de los costes de financiación, aumento de la morosidad y, finalmente, el rescate a España. Desde entonces el país ha registrado profundos cambios sociales, económicos y psicológicos. La crisis financiera fue tan dura y tan larga (aún se sienten sus efectos), que cambió a los españoles. El ahorro pasó a ser una de las prioridades para hogares y empresas.
Los resultados se observan en las estadísticas de deuda privada. El pasivo de hogares y empresas cayó en 2023 por debajo del 129 % del PIB. Se trata de la ratio más baja desde el año 2001.
El ajuste realizado incluso ha acelerado en los últimos años como consecuencia de la subida de los tipos de interés del Banco Central Europeo. Antes de la pandemia, la deuda de los hogares se situaba en el 150 % del PIB, reduciéndose en algo más de 21 puntos porcentuales desde entonces. Y eso, a pesar de que muchas empresas y hogares tuvieron que endeudarse durante el covid para sobrevivir.
El ajuste ha llegado hasta tal punto que la deuda privada en España es ya similar a la que tiene Alemania (del 122 % del PIB). En el pico de la burbuja, el pasivo de hogares y empresas alemanas apenas alcanzó el 133 % del PIB. Desde entonces han bajado su deuda en 12 puntos, mientras que los españoles lo han hecho en 95 puntos del PIB.
Hay otros grandes países europeos que no han realizado este ajuste. El mejor ejemplo es el de Francia, que tenía una deuda privada del 166 % del PIB en 2010 y actualmente supera el 212 %. De hecho, España tiene menos deuda que Países Bajos, Bélgica o Portugal. De los grandes socios de la eurozona, solo Alemania e Italia tienen una ratio inferior, aunque ya no mucho (en Italia es del 101 % del PIB).
El precio pagado
Esta transformación no ha salido gratis, sino que ha requerido de un gran esfuerzo por parte de toda la sociedad. Para empezar, porque una buena parte de esta deuda ha sido asumida por el Estado con los diversos rescates bancarios realizados. Esto es, la deuda ha cambiado de manos, pero aún sigue pesando sobre el país. Eso sí, paga unos tipos de interés mucho más bajos, porque el coste de financiación del sector público es inferior al del privado.
Pero España también se ha apretado el cinturón, renunciando a consumo e inversión. Esto es, reduciendo calidad de vida y crecimiento económico. Si los efectos de la crisis han sido tan perniciosos y duraderos es porque el sector privado todavía sigue con el cinturón apretado, lo que constriñe la demanda.
En el año 2023 el consumo privado per cápita y en precios reales fue un 6 % inferior al del pico de la pandemia. Es más, fue similar al consumo real por persona del año 2003. Esto es, España ha perdido dos décadas completas de crecimiento del nivel de vida.
Este no es un fenómeno común a todos los países europeos, ya que el consumo per cápita del conjunto del área del euro ha seguido creciendo. En la actualidad es un 5 % superior al del pico de la burbuja.
La preferencia por el ahorro no es la única causa de la caída del consumo. La elevada tasa de paro y la precariedad de muchos salarios también está detrás de este pobre comportamiento. La renta de las familias apenas ha crecido en las últimas décadas, lo que supone un freno adicional. El resultado es que los esfuerzos realizados para reducir deuda han tenido un coste considerable para el país en términos de crecimiento y nivel de vida.
Las empresas han hecho lo mismo, en su caso, recortando los niveles de inversión. Si desde 2000 a 2007 las sociedades no financieras dedicaban casi el 29 % de su beneficio bruto a reinvertir, en la actualidad es menos del 23 %. La caída de las tasas de inversión (más allá de los aciertos o fracasos en su distribución) son un freno al crecimiento de la productividad y, por extensión, de los salarios.
Una vez realizado el gran ajuste, ¿qué cabe esperar a futuro? Aunque es imposible predecirlo, la tendencia de los últimos trimestres apunta a un nuevo episodio de ahorro. En el primer trimestre del año alcanzó el 14 % de la renta disponible, el dato más alto desde que existen registros con la excepción de la pandemia. En los años de la burbuja, la tasa de ahorro era similar al 10 % y tras la crisis financiera, se estabilizó por debajo del 7 %.
Esto es, se ha producido un gran repunte del ahorro. Es posible que parte de este movimiento sea la reacción de los hogares a las subidas de los tipos de interés. Por un lado, la rentabilidad que ofrecen los activos financieros es superior y, por otra, las familias endeudadas han amortizado préstamos para rebajar la factura del euríbor. Pero estos datos también siguen evidenciando una preferencia por el ahorro de familias y empresas. Sin embargo, en los últimos meses, los datos del Banco de España apuntan a un aumento del crédito y una intensa retirada de depósitos. Es posible, por tanto, que estemos ante un cambio de tendencia consecuencia de la mejora económica de los últimos años y un cambio de mentalidad tras la pandemia.
En el año 2010, la deuda privada en España alcanzó el máximo histórico del 224 % del PIB. Esto es, hubiesen sido necesaria dedicar toda la producción de dos años y un trimestre para cancelar este pasivo. El país llegó a esta situación después de los años de burbuja en los que el crédito barato y abundante, financiado con ahorros del extranjero, alimentó una espiral de deuda.
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