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Por qué ser economista se ha convertido en un oficio de alto riesgo
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PREVISIONES MACROECONÓMICAS

Por qué ser economista se ha convertido en un oficio de alto riesgo

¿Por qué yerran tanto los economistas? ¿Son culpables los sesgos ideológicos que cada uno lleva dentro? ¿Cómo es posible que casi nadie viera venir la Gran Recesión de 2008? Ser economista se ha convertido en oficio de riesgo

Foto: Reflejo de un hombre frente a un panel con varios índices. (Reuters)
Reflejo de un hombre frente a un panel con varios índices. (Reuters)
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Se dice que los economistas han previsto nueve de las últimas cinco recesiones, pero es mentira: los errores de previsión todavía son mayores. Prever recesiones, de hecho, se ha convertido para algunos economistas y analistas de la realidad en un deporte olímpico. La última hace pocas semanas, cuando la Bolsa de Tokio se desplomó un 12,4 % (la mayor caída desde 1987) y se achacó a que la economía estadounidense podría entrar en recesión porque la Reserva Federal se habría pasado de frenada al no bajar los tipos de interés.

De aquello ya no se acuerda nadie. Hasta el punto de que desde entonces el Nikkei se ha apreciado alrededor de un 7 % y nadie ha vuelto a hablar de recesión en EEUU.

No es, desde luego, el único caso, pero sí es el más reciente, y lo que pone de relieve es que los mercados tienen su propia dinámica al margen de la macroeconomía. Probablemente, porque los analistas financieros –y la Bolsa es el mercado más emblemático– funcionan a partir de expectativas, unas veces infundadas por razones especulativas y otras no, mientras que la economía real –la producción de manufacturas o de servicios– tiene su propia trayectoria que no siempre coincide.

Es verdad que esta discrepancia siempre ha existido. Pero ahora hay un factor adicional que ha convertido el oficio de economista en una profesión de alto riesgo. Las facultades de Económicas (les pasa también a los bancos centrales) tienen serias dificultades para explicar a sus alumnos una materia que se le escapa, la geopolítica, lo que explica en parte que los errores de predicción se hayan disparado en los últimos años. En su favor, hay que decirlo, opera el hecho de que también las incertidumbres y los riesgos están por las nubes, pero en cualquier caso lo que revela es una evidencia, cómo les gusta decir a los científicos sociales: las previsiones económicas hay que cogerlas con pinzas por una razón elemental. Ninguna modelización econométrica puede anticipar la complejidad de los comportamientos sociales o políticos ni, por supuesto, los fenómenos naturales.

Economistas de salón

Y lo que ha ocurrido en los últimos años, en particular desde la pandemia, es el mejor ejemplo. Las desviaciones de las previsiones respecto del dato real están a la orden del día, y no siempre es el Gobierno o el Banco de España, que cuenta con más medios que nadie, quien más se equivoca. The Economist lo achacó en 1997, en pleno éxtasis neoliberal, a que mientras que la mayoría de la población admite su ignorancia sobre la física o la biología, el economista de salón está convencido de que sabe exactamente de lo que está hablando. Es decir, una especie de superioridad intelectual que le anima a hacer predicciones erróneas.

La escuela de negocios Esade viene haciendo desde 2010 una evaluación sobre quién acierta o se equivoca más en las previsiones en tres materias: PIB, inflación y empleo. La herramienta de análisis se llama Diana Esade, y el resultado no puede ser más mediocre. Probablemente, porque no puede ser de otra manera en la medida que prever lo que pasará en los próximos meses es más propio de los magos (y tampoco) que de los economistas. El exministro Carlos Solchaga, en su día, y a la vista de los errores que cometía en sus predicciones, sorprendió a un periodista con una respuesta imaginativa. "En el Ministerio", dijo, "no hacemos previsiones, hacemos estimaciones".

Óscar Arce: "Los cambios estructurales han restado precisión a los modelos cuantitativos en que se apoyan las previsiones"

Era una salida ocurrente, pero en el fondo lo que revelaba eran las limitaciones del análisis económico para entender un mundo extremadamente complejo. El informe de Esade, referido a 2023, por ejemplo, muestra que los 24 institutos de coyuntura analizados se equivocaron en sus previsiones de avance del PIB. Lógicamente, unos más que otros.

La Universidad Loyola, de Sevilla, y CaixaBank Research fueron quienes menos erraron. Y lo que sorprende es la enorme dispersión a la hora de hacer las predicciones. Quien más se equivocó (Oxford Economics) estimó que el PIB de España progresaría un 1 %, pero finalmente avanzó un 2,5 %. Es decir, una desviación de nada menos que de 1,5 puntos porcentuales. Si el análisis se hace observando los tres últimos y no solo un ejercicio –cualquiera se equivoca– el resultado es muy parecido. Mientras que la OCDE, que fue quien menos se equivocó, se desvió 0,43 puntos porcentuales de promedio anual, Ceprede-UAM lo hizo en 2,03 puntos.

Si el análisis se entiende a indicadores como la inflación o la tasa de desempleo, más de lo mismo. En 2023, Funcas dio en la diana y acertó de pleno en cuanto crecerían los precios, mientras que la Universidad de Loyola fue quien más se equivocó: una desviación de 3,4 puntos. En segundo lugar, quedó, hay que decirlo, el Banco de España, que, como todo el mundo sabe, está integrado en el Banco Central Europeo, en cuya hoja de ruta solo hay una preocupación: la inflación. Funcas también fue quien mejor previó la tasa de desempleo, y Repsol, por el contrario, fue quien más se equivocó.

¿Por qué se equivocan los economistas?

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué yerran tanto los economistas? ¿Son culpables los sesgos ideológicos que cada economista lleva dentro? ¿Cómo es posible que casi nadie viera venir la Gran Recesión de 2008? Y, más recientemente. ¿Por qué los bancos centrales no fueron capaces de reaccionar con celeridad a la inflación tras la invasión de Ucrania?

Una primera respuesta la ofrece Óscar Arce, director general de Economía del Banco Central Europeo (BCE) y, por lo tanto, uno de los responsables de las previsiones de la autoridad monetaria. En su opinión, la precisión de unas proyecciones descansa en la estabilidad de dos elementos: los supuestos técnicos y los modelos que recogen el funcionamiento habitual de una economía. Y lo que ha ocurrido es que en los últimos años, desde la pandemia, la estabilidad de ambos elementos se ha visto fuertemente comprometida.

Rafael Doménech: "La realidad no es lineal, sino que se ve sometida a constantes sucesos inesperados como eventos geopolíticos"

Por un lado, asegura, las hipótesis sobre la evolución de los mercados mundiales, los precios del gas y del petróleo, o las condiciones financieras y fiscales se han vuelto muy volátiles y tremendamente difíciles de anticipar con un mínimo de precisión, al estar muy condicionada por una serie de shocks que, a su vez, eran prácticamente imposible de anticipar, como son una pandemia a nivel global que paralizó la economía mundial, una guerra entre Rusia y Ucrania o una restricción muy severa al tráfico de mercancías a través del mar Rojo motivada por conflictos geopolíticos.

Al mismo tiempo, insiste, la magnitud y la persistencia de estos shocks, junto a otras tendencias económicas, tecnológicas y sociales en marcha, hacen que las relaciones entre las variables económicas se están viendo afectadas de forma muy significativa. Cita, en concreto, las nuevas formas de empleo (como el teletrabajo), el rápido desarrollo de nuevas herramientas digitales con poder transformador (como la inteligencia artificial), el comercio (con el auge de los canales online) o el envejecimiento, que tiene implicaciones muy notables sobre cualquier faceta macroeconómica. "Todos estos cambios estructurales", concluye, "restan precisión a los modelos cuantitativos en que se apoyan las previsiones".

Para Rafel Doménech, director de análisis económico del BBVA Research, hay una primera razón. La realidad no es lineal ni predeterminada, sino que se ve sometida a constantes sucesos inesperados como eventos geopolíticos, decisiones políticas, desastres naturales o pandemias, como hemos visto recientemente. "Incluso cuando se anticipan que pueden ocurrir, no sabemos exactamente cuándo, ni con qué intensidad, ni cuál será la respuesta de las autoridades económicas", sostiene.

Daniel Fuentes: "Entre los sesgos de quien hace las previsiones macroeconómicas existe la aversión a alejarse del consenso"

En su opinión, la guerra en Ucrania ha sido otro buen ejemplo de una situación compleja que ha planteado y todavía plantea múltiples incertidumbres. Añade otro argumento. La economía es el resultado de la actuación de innumerables agentes económicos que actúan de manera interdependiente en entornos más complejos y globales. Las economías son cada vez más abiertas y, por lo tanto, dependientes de lo que ocurre en más países. Esta complejidad puede verse acompañada por falta de información precisa sobre desequilibrios que se están produciendo, de los que se desconoce con precisión su alcance y potencial gravedad.

La Gran Recesión fue un ejemplo de ello. Añade un último argumento. Está en marcha una doble transición digital y energética, y eso complica las cosas; sin contar el envejecimiento de la población y otros cambios demográficos. Para Doménech, "aunque sus efectos son, en general, más tendenciales y de largo plazo, con frecuencia algunas de sus dimensiones tienen importantes efectos a corto plazo".

Estadísticas imperfectas

En esta línea se manifiesta Daniel Fuentes, profesor de Teoría Económica de la Universidad de Alcalá. Fuentes, anteriormente en la Moncloa y en el Banco de Francia, reconoce que "la materia prima con la que se elaboran las previsiones no es todo lo fina que sería deseable, por ejemplo porque haya series estadísticas que todavía no se conocen (o de manera imperfecta) en el momento de elaboración de las previsiones".

Añade otra impresión: "Entre los sesgos de quien hace las previsiones existe la aversión a alejarse del consenso. Todos manejan esencialmente la misma información y utilizan el mismo tipo de modelos, de modo que cuando uno se aleja mucho del consenso debe ser capaz de presentar una razón de peso (que los demás no hayan visto)". También puede ocurrir, asegura, que, al trabajar con macroagregados, se estén pasando por alto movimientos micro en algunos sectores. El uso de modelos más sofisticados, concluye, por ejemplo, a partir del uso de tarjetas de crédito o consumo eléctrico en tiempo real, son muy útiles, pero siempre que se disponga de información de alta frecuencia.

Raymond Torres: "Con modelos excesivamente retrospectivos, los bancos centrales fueron incapaces de predecir la inflación"

Para Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, por último, las previsiones se basan en premisas que aproximan el comportamiento pasado de los agentes económicos y son válidas en contextos estables. Estas premisas consisten en teorías (como la ley de la oferta y la demanda, los precios reaccionando a cualquier desequilibrio entre ambas variables), o relaciones empíricas (que miden, por ejemplo, el impacto del paro en los salarios, y de estos en el consumo). Pero el mundo real, sin embargo, es cada vez menos estable.

Lo explica en estos términos. "Perturbaciones puramente exógenas, como la pandemia, no solo cambian el escenario en el corto plazo. También alteran las relaciones empíricas que eran válidas en el pasado: por ejemplo, tras el fin del confinamiento, el turismo se ha disparado más allá de lo que cabía predecir con base en el comportamiento prepandemia". Igualmente, la geopolítica se ha convertido en otra fuente de inestabilidad: de manera creciente, los intercambios, la localización de las empresas, la explotación de recursos naturales o la inversión tecnológica obedecen a decisiones estratégicas, y no necesariamente a la racionalidad económica en la que se basa la previsión.

Finalmente, asegura, la inadaptación de algunos modelos de previsión conducen a errores de política económica. Este es, particularmente, el caso de los ciclos financieros y de deuda, si bien nunca es fácil detectar la formación de una burbuja financiera, menos aún el momento de explosión. "Con modelos excesivamente retrospectivos, la mayoría de los analistas y los propios bancos centrales fueron incapaces de predecir el brote de inflación de estos últimos años", reconoce.

Se dice que los economistas han previsto nueve de las últimas cinco recesiones, pero es mentira: los errores de previsión todavía son mayores. Prever recesiones, de hecho, se ha convertido para algunos economistas y analistas de la realidad en un deporte olímpico. La última hace pocas semanas, cuando la Bolsa de Tokio se desplomó un 12,4 % (la mayor caída desde 1987) y se achacó a que la economía estadounidense podría entrar en recesión porque la Reserva Federal se habría pasado de frenada al no bajar los tipos de interés.

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