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¿Otoño negro? Siempre hablamos de recesión tras las vacaciones, pero al final nunca llega
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LA SERPIENTE DE VERANO

¿Otoño negro? Siempre hablamos de recesión tras las vacaciones, pero al final nunca llega

EEUU ha desatado todas las alarmas, pero España puede estar tranquila: la economía crece a un buen ritmo y no se producirá un frenazo en seco. Si acaso, una desaceleración

Foto: Una terraza en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
Una terraza en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
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La vuelta al cole en El Corte Inglés. El último beso que jamás se repetirá. La casa okupada que advierten las empresas de alarmas. La recesión. Entre los clásicos que nos amargan cada mes de agosto hay algunas realidades y muchos mitos. La crisis económica que nos debe asaltar a la vuelta de las vacaciones, como castigo al despilfarro en camisas hawaianas y chiringuitos, es uno de ellos. La profecía resulta tan antigua como la pandemia. Fruto del aburrimiento de periodistas y brokers, de la interpretación ansiosa de algunos datos coyunturales o, simplemente, de la psicología humana, que tiende a divisar la tempestad después de la calma y la penitencia tras el goce, el otoño negro se ha convertido en la serpiente de verano en España pese al crecimiento ininterrumpido tras el shock del coronavirus.

Esta vez, los más pesimistas no habían aparecido hasta la semana pasada, cuando los datos de paro de Estados Unidos sorprendieron a la baja. El lunes, los miedos se trasladaron a los mercados, pero la sobrerreacción no ha tardado en diluirse. De momento, el debate se ha reabierto, pero España parece a salvo. No, este otoño tampoco llegará la resaca, aunque los expertos destacan que todavía es pronto para asegurarlo al 100%.

La economía española está en un momento dulce, pero en julio ha ofrecido algunas señales mixtas que apuntan a una posible ralentización. No pasa nada: el crecimiento sorprendió al alza tanto el primer trimestre como el segundo, con cifras del 0,8%. Es por ello que un verano más discreto de lo esperado y un otoño de desaceleración no deberían poner en peligro las previsiones para el conjunto del año. Los principales organismos nacionales e internacionales han revisado al alza sus estimaciones, que el consenso del panel de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas) sitúa ya en el 2,4%, igual que el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional. El Banco de España augura un 2,3% gracias al buen primer semestre, pero se ha mostrado más cauto para lo que queda del año.

La temporada alta empieza cada vez más pronto, por lo que los efectos positivos ya se ven en el segundo trimestre, o incluso en el primero

Ahí está la clave. Una cosa es que el llamado efecto arrastre (carry-over, en inglés) obligue a ser más optimistas por puro sesgo estadístico (la inercia de los trimestres anteriores empuja al resto del ejercicio), y otro que se pueda producir una desaceleración. El regulador ya ponía sobre la mesa en su informe de junio que el retraso en la bajada de los tipos de interés —Europa ya ha emprendido una; Estados Unidos, ninguna— podría ralentizar la economía en el segundo semestre, toda vez que el impulso del turismo se diluya. No hay que olvidar que la temporada alta empieza cada vez más pronto, de manera que algunos de los efectos positivos de la llegada masiva de visitantes que antes se veían en el tercer trimestre ahora ya se observan en el segundo, o incluso en el primero (este año la Semana Santa cayó en marzo, alterando los datos).

El dato de afiliaciones a la Seguridad Social de julio conocido hace unos días apunta en esa dirección: en plena temporada alta, España perdió casi 10.000 cotizantes, especialmente por la hostelería y la educación, pero también por el mal desempeño de los sectores de alto valor añadido. La cifra contrasta con las de la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre, que habían reflejado un nuevo récord del empleo (21,7 millones de ocupados), pero va en línea con los PMI, que muestran un enfriamiento de la actividad. En otras palabras: dos de los indicadores más recientes, de los pocos que se conocen sobre el tercer trimestre, dejan dudas.

Manuel Hidalgo, economista del laboratorio de ideas EsadeEcPol y la Universidad Pablo de Olavide, considera que todavía es muy pronto para aventurar si se va a producir el temido punto de inflexión: "Nos faltan indicadores, a finales de agosto y en septiembre se irán concretando". Por ahora, la previsión a tiempo real de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) muestra un espectacular crecimiento del 0,9% en el tercer trimestre, incluso superior al de los dos anteriores, aunque de momento solo incorporan el 14% de la información en este período. Aunque no se les ha dado tanta bola, el consumo de energía eléctrica, las ventas totales de las grandes empresas y el índice de producción industrial han representado sorpresas positivas.

Los pesimistas se equivocan

El pesimismo siempre vende más que el optimismo. La realidad se suele situar en un punto intermedio entre ambos, pero, a la vista de lo ocurrido en los últimos años con la economía española, mucho más cerca de la segunda actitud. ¿Quién no ha escuchado eso de "las terrazas están llenas y la gente está gastando lo que no tiene, ya verás a la vuelta el verano"? Se decía en 2020, ante la segunda ola del coronavirus; en 2021, mientras empezaban a subir los precios de la electricidad; en 2022, cuando Europa sufría una crisis energética e inflacionista brutal. E incluso se llegó a decir el año pasado, ante las constantes subidas de tipos de interés. Al final, el otoño negro nunca llegó: el cuarto trimestre registró crecimientos del 0,2%, el 2%, el 0,5% y del 0,7%, respectivamente, unos datos similares a los de otros períodos de esos años.

La resiliencia del consumo interno, primero por el ahorro embalsado durante la pandemia y después por la progresiva recuperación del poder adquisitivo tras lo peor de la crisis inflacionista, resultó fundamental para la consecución de estos datos. El hecho de que se gastase en verano no significó que las economías familiares tuvieran que apretarse el cinturón en otoño. Al contrario: como recuerda Hidalgo, la actividad de la temporada alta, cada vez más prolongada en el tiempo, genera a su vez un efecto positivo en forma de empleo, que asegura la renta para otras familias. Y, mientras el empleo aguante, no hay motivos para una gran preocupación.

En manos de la demanda interna

Es cierto que, durante los últimos meses, la subida de los tipos de interés ha afectado a los costes de financiación de las familias, retrayendo el gasto en bienes de consumo duraderos. Como ya había ocurrido en la década pasada y en esta antes de que la crisis inflacionista hiciese estragos en la eurozona, el impulso durante lo que llevamos de 2024 se ha basado en el sector exterior, es decir, en las exportaciones de bienes y, sobre todo, de servicios (con el turismo a la cabeza), en medio de una cierta recuperación del pulso económico entre nuestros principales socios y mercados emisores. Ahora, las turbulencias internacionales obligan a volver a mirar a casa.

Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, se muestra pesimista sobre la situación internacional: "Efectivamente, vienen curvas. En primer lugar, porque la economía americana empieza a dar señales de fuerte desaceleración. Además, la locomotora industrial alemana sigue sin levantar cabeza. La política fiscal no reacciona, más bien al contrario: los europeos estamos todos intentando contener los déficits. Y la monetaria apenas ajusta los tipos de interés, por la resiliencia de la inflación y para recuperar credibilidad. Ahora bien, existen contrapesos, de modo que no estamos hablando de una nueva recaída global, sino de desaceleración: los bancos centrales (Fed y BCE) bajarán algo los tipos el mes que viene y el mercado laboral —la clave— es resiliente".

La mayoría de expertos descarta que se produzca una debacle en Estados Unidos, pero la ralentización general parece un escenario cada vez más plausible, como ya reflejó la recaída de las ventas del comercio minorista en la eurozona conocida esta semana. Por suerte, Hidalgo confía en que las bajadas de tipos permitan suplir la pujanza del sector exterior con un impulso de la demanda interna, gracias al consumo de las familias y al dinamismo del mercado laboral —impulsado por la incorporación masiva de inmigrantes— y de la inversión, con el progresivo despliegue de los fondos europeos. "Lo que hay ahora mismo es incertidumbre", indica.

Con la inflación controlada, los riesgos se centran ahora en las turbulencias en los mercados, la situación económica en Estados Unidos —de momento, las previsiones apuntan a un crecimiento del 2% este año— y su posible efecto sobre nuestros vecinos del euro, cuando parecía que por fin se recuperaban: la OCDE estima un repunte de siete décimas para el PIB de la eurozona en 2024, por nueve del FMI. También en lo que pueda pasar con las elecciones en Estados Unidos o con la inestabilidad política y la incertidumbre regulatoria en nuestro país, que podría frenar algunas inversiones. Sin embargo, el índice de confianza empresarial del INE no para de aumentar desde el inicio del año.

La economía española sufre varios problemas, pero entre ellos no están los de crecimiento

El ritmo de la economía española es tan acelerado que un frenazo en seco no parece una opción plausible en estos momentos. "Nosotros vamos de más a menos crecimiento, pero todavía por encima de la media europea", resume Torres. Eso no significa, ni mucho menos, que se avecine la profetizada recesión que al final nunca llega. "A veces los economistas estamos aburridos y tenemos que destacar", concluye Hidalgo. También los periodistas, que deben rellenar periódicos en agosto, o la oposición, que tiene la tarea de criticar al Gobierno. Sin embargo, la realidad es tozuda: la economía española sufre varios problemas (pérdida de poder adquisitivo, baja productividad, elevada deuda pública, paro estructural elevado...), pero entre ellos no están los de crecimiento: un año más, cerrará 2024 a la cabeza de los grandes del euro.

La vuelta al cole en El Corte Inglés. El último beso que jamás se repetirá. La casa okupada que advierten las empresas de alarmas. La recesión. Entre los clásicos que nos amargan cada mes de agosto hay algunas realidades y muchos mitos. La crisis económica que nos debe asaltar a la vuelta de las vacaciones, como castigo al despilfarro en camisas hawaianas y chiringuitos, es uno de ellos. La profecía resulta tan antigua como la pandemia. Fruto del aburrimiento de periodistas y brokers, de la interpretación ansiosa de algunos datos coyunturales o, simplemente, de la psicología humana, que tiende a divisar la tempestad después de la calma y la penitencia tras el goce, el otoño negro se ha convertido en la serpiente de verano en España pese al crecimiento ininterrumpido tras el shock del coronavirus.

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