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José Ignacio Conde-Ruiz: "El que saque las pensiones en campaña pierde las elecciones"
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'LA JUVENTUD ATRACADA'

José Ignacio Conde-Ruiz: "El que saque las pensiones en campaña pierde las elecciones"

El economista explica en su último libro por qué el 23-J ganarán los de siempre: "Un político sabe que hay pocos jóvenes y muchos mayores. Y se pregunta: '¿Qué le interesa a la mayoría?"

Foto: José Ignacio Conde-Ruiz, en una entrevista a El Confidencial en 2021. (Jesús Hellín)
José Ignacio Conde-Ruiz, en una entrevista a El Confidencial en 2021. (Jesús Hellín)
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Seguramente usted, lector de mediana edad, que tiene la hipoteca pagada, un contrato indefinido y la jubilación a la vuelta de esquina, piense que los jóvenes de hoy en día son unos flojos sin interés por nada, que se pasan la vida quejándose. Probablemente repita estos argumentos en las reuniones familiares, en su puesto de trabajo o en la barra del bar, mientras sus contemporáneos asienten. También cuando acude a las urnas para votar a algún partido que le da la razón.

Si usted no está dispuesto a cambiar de opinión, es mejor que continúe leyendo. Puede que le ayude a entender por qué se quejan sus hijos, por qué incluso tengan algo de razón y por qué los motivos que provocan su angustia se van a perpetuar, sea cual sea el próximo presidente del Gobierno. En definitiva, por qué el 23 de julio volverán a ganar las elecciones los mismos de siempre, que son los suyos, porque son los únicos que se presentan.

Si usted sí está dispuesto a cambiar de opinión, es mejor que continúe leyendo y, además, puede que le interese comprar el último libro de José Ignacio Conde-Ruiz. El autor no es un millennial victimista, ni tampoco un veterano escritor irreverente que llame a los jóvenes a indignarse. Ya ocurrió una vez y sirvió de poco. Se trata de un economista del establishment (doctor por la Universidad Carlos III, catedrático en la Complutense, subdirector del laboratorio de ideas liberal Fedea, miembro del Consejo Económico y Social y del Consejo Asesor de la vicepresidenta Nadia Calviño, presidente del foro de expertos del Instituto Santalucía, patrono de Foro de Foros, exintegrante del comité de expertos para la reforma de las pensiones del popular Mariano Rajoy, antiguo director general de Política Económica con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero...), pero que ha decidido levantar la voz contra la espiral de silencio que domina la vida democrática en nuestro país.

El conflicto intergeneracional es tan antiguo como el mito de Edipo, pero se ha convertido en un tabú en la España actual. En ese contexto, Conde-Ruiz, que pertenece a la generación X, lleva años poniendo el debate sobre la mesa de esas cenas donde hasta hace muy poco todos pensaban igual. Desde la legitimidad que le otorgan sus 53 años, se ha sorprendido a sí mismo convenciendo, con argumentos, a muchos interlocutores de su generación. Su mujer, Mónica, lo ha animado a plasmar esas ideas en un libro que este miércoles sale a la venta bajo el sello de Península. El título lo dice todo: La juventud atracada.

PREGUNTA. ¿Atracada por quién?

RESPUESTA. Con el título, quería hacer ver que los jóvenes están siendo atacados por todos, es decir, no por nadie en particular, sino que son víctimas de lo que está pasando. Es lo que me gustaba del título. Hay gente que me ha dicho que es demasiado agresivo, pero yo quería empezar fuerte, con las cartas encima de la mesa. Está siendo atracada porque nada de lo que se hace ahora se hace pensando en los jóvenes. Tiene que ver básicamente con la demografía, que causa efectos sobre la economía y sobre las decisiones que acaban tomando los políticos. Es lo que en este libro hemos llamado demografía política.

"Nosotros tuvimos el dividendo demográfico a favor y hemos vivido apoyados por la política"

Conde-Ruiz habla en plural. Ha escrito el libro junto a su hija, Carlotta, de solo 18 años. Ella lo ha ayudado a traducir el lenguaje económico a una prosa limpia y didáctica, pensada para que todos la entiendan. La retórica del economista, que recibe a El Confidencial en la cafetería de un histórico hotel del centro de Madrid, tampoco deja lugar a dudas.

P. ¿Cómo afecta esta demografía política a los jóvenes?

R. La participación electoral de los jóvenes siempre ha sido más baja, y algunos intentan justificar su posición con eso. No quieren darse cuenta de que generaciones como la mía, y también las anteriores, han vivido en un entorno económico mucho más favorable, porque tenían el dividendo demográfico a favor, siempre hay mucha más gente trabajando que jubilada, y eso permite financiar todo con impuestos más bajos y muchas otras cosas que ahora mismo ya no se van a poder hacer porque el dividendo demográfico es negativo. Eso por un lado. Pero otra cosa importante es que a mí, a mi generación y a las generaciones un poco más mayores que la mía nos ha acompañado la política. No solo nos favorecía la economía, porque el nivel de renta per cápita crecía mucho, etc., sino también la política. Nosotros siempre hemos vivido apoyados por la política.

P. ¿Esto influye, por ejemplo, en cómo se reparten las ayudas públicas?

R. Claro. La idea es que siempre hemos sido un bloque que, aunque votaba menos, era el más numeroso. En unas elecciones, siempre tenías que hacer algo para los jóvenes. Yo creo que la política de vivienda es el ejemplo perfecto. Es una política que se hizo mal en el pasado, pero que gastaba muchos recursos. Seguramente los más jóvenes hoy en día fliparían un poco. Cuando tú les cuentas que sorteaban casas, no se lo creen. Se construyeron muchas viviendas de protección oficial, que si te tocaban, eran tuyas, pero que luego se podían sacar a los 15 años al mercado libre. Se gastaba mucho dinero, más del 1% del PIB. Ahora no llega al 0,5%, y encima no es vivienda para jóvenes, ya que la mayoría se destina a la rehabilitación. Se gastaba mucho dinero entonces, pero se gastaba mal.

"Nuestros jóvenes compiten con jóvenes de otros países que invierten mucho más en educación"

P. Ahora, directamente, no se gasta en los jóvenes...

R. Date cuenta de que nosotros, los mismos que éramos muchos cuando éramos jóvenes, también ahora somos muchos. Cuando somos mayores, la demografía nos acompaña, siempre nos va acompañando. Entonces siempre hemos conseguido y moldeado las decisiones políticas hacia cosas que nos favorecían a nosotros. Y esto, claro, no lo pueden hacer las generaciones de jóvenes actuales o las que nacieron hace 20 años, porque eran pocos. Y siempre serán pocos.

P. ¿Existe una generación tapón que impide el progreso de los que vienen detrás?

R. No creo que exista una generación tapón. Al final, hay jóvenes a los que les va bien. Pero es cierto que lo han hecho con todo en contra. Son gente superbuena, brillante. Yo soy de los que piensan que cada generación es mejor que la anterior. Lo veo en mis estudiantes. El problema que tienen ellos con la educación es que, siendo mejores que los anteriores, ahora no compiten con los anteriores. Antes yo salía al mercado laboral y tenía que competir con la generación que no sabía usar ordenadores. Ahora el mundo está tan globalizado que los jóvenes españoles compiten con los alemanes, con los franceses. Están compitiendo con jóvenes de otros países que están invirtiendo mucho más y mejor en educación que España. La educación se ha convertido en lo más importante y tiene que ser a lo largo de toda la vida. Y, claro, para eso necesitas políticas públicas, una revolución educativa. Y cuesta dinero. Si no hay recursos, difícilmente se va a poder hacer.

"No hay confrontación intergeneracional. Si la hubiera, los jóvenes la habrían perdido"

La economía es la ciencia de la escasez, y Conde-Ruiz no vacila a la hora de presentar el gasto público como una dicotomía en la que hay que priorizar. No todo cabe: si se apuesta por el gasto en políticas públicas para mayores, el coste de oportunidad es un déficit de inversión en los jóvenes. La conversación deriva irremediablemente hacia el conflicto intergeneracional.

P. Usted contrapone en el libro el gasto en educación, que cayó un 0,2% entre 2008 y 2019, con el gasto en pensiones, que aumentó un 5%. ¿Plantear un juego de suma cero no es utilizar la demagogia propia de los discursos populistas?

R. Cuando alguien me acusa de esto, es porque no tiene argumentos. No hay ningún tipo de confrontación intergeneracional, porque si la hubiera, los jóvenes la habrían perdido. Olvídate, no la hay. Siempre existe un coste oportunidad en el uso de los recursos, ojalá hubiera dinero para todos. Cuando se está pidiendo que se reformen las pensiones, yo no estoy diciendo recortar las pensiones de los actuales jubilados, nunca lo he dicho. Lo que estamos diciendo es que cuando tú tienes un sistema de pensiones donde la esperanza de vida está aumentando, tienes que adaptarlo a la nueva situación. Pero si tú dices "me da igual, me voy a seguir jubilando a la misma edad de siempre, porque es lo que he votado", deberías pensártelo un segundo. Lo que estás diciendo es que te da igual que dentro de 20 años, cuando te jubiles, haya 1,5 trabajadores para pagarte la pensión donde ahora hay tres. Lo que le estás diciendo a tu hijo es que cuando sea adulto va a pagar él solo y medio trabajador más una pensión, y lo va a hacer porque ya lo has votado tú hoy. Si tú te empeñas en no adaptar el sistema a la nueva longevidad, pues ya sabes lo que pasa, que todo el margen fiscal se irá ahí, porque cubrir a ese trabajador y medio para pagar las pensiones cuesta dinero. Cuando saco ese argumento, remuevo un poco las conciencias, porque las pensiones no son como la sanidad, en la que tú recaudas hoy para la sociedad de hoy. Es una cosa que cuando la recibes hoy es porque otro la está pagando. Les afecta directamente a los jóvenes, porque yo mi pensión no me la voy a pagar. Eso es lo que la gente no quiere entender, que estamos tomando decisiones que afectan a las generaciones que vienen detrás sin contar con ellos.

Sobre la deuda: "Es el atraco perfecto: todo para mí y me niego a cambiar nada, lo vas a pagar tú"

P. Es lo que ocurrió con el Brexit...

R. Es que es un Brexit. Otra cosa que la gente no sabe es que ni siquiera somos capaces de pagar lo que nos corresponde., Existe un déficit estructural, de cuatro puntos de PIB. Son casi 50.000 millones que incluso alcanzando tu crecimiento potencial con la economía en pleno funcionamiento tienes que financiar emitiendo deuda pública. Les estás diciendo a las generaciones jóvenes: "Esto también lo pagáis vosotros". Es el atraco perfecto: todo para mí y me niego a cambiar nada, lo vas a pagar tú.

Foto: Una manifestación de pensionistas, en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Conde-Ruiz denuncia que esa mayoría demográfica, que en el libro define —fuera eufemismos— como "viejos", se opone a que se le suban los impuestos para financiar el creciente gasto que se dedica a ellos (sanidad, dependencia, pensiones...). En ese contexto, la emisión de deuda que hipoteca el futuro de los jóvenes constituye la única salida.

P. ¿Por qué cree que se produce ese egoísmo en las generaciones más mayores que usted denuncia en el libro?

R. Yo les pido a esas generaciones que reflexionen sobre estas cuestiones y sean más generosas a la hora de tener sus propias preferencias políticas. Pero incluso los que me acaban dando la razón en las sobremesas o cenas con amigos acaban diciendo: "Ya, pero si no me dan el dinero a mí, ¿cómo sé que lo van a usar bien?". Hay una cierta desconfianza, ya que temen que se recorten sus derechos sin que mejoren los de los demás [los jóvenes]. También es verdad que los políticos en el fondo no son mala gente. Ellos lo que quieren es ganar las elecciones y van a hacer todo lo posible para conseguirlo. Si para ganar tienen que proponer determinadas cosas, las van a proponer.

placeholder José Ignacio Conde-Ruiz y su hija Carlotta. (Cedida)
José Ignacio Conde-Ruiz y su hija Carlotta. (Cedida)

P. Ese electorado envejecido está pensando en la pensión que le ingresan en su cuenta a la hora de votar, pero no en que las pensiones sean más sostenibles en el futuro. ¿Los españoles tenemos una preferencia temporal por el corto plazo, como a menudo se asocia al carácter mediterráneo?

R. Hay un poco de desconocimiento, quizá también en el sentido de cortoplacismo. Decir "dame la pensión y luego ya veremos". Los jubilados se manifiestan en cuanto les dices que vas a congelar la pensión, pero cuando salen los malísimos resultados de PISA deberían montar una revolución y no pasa nada. Nadie dice "a ver qué educación les estáis dando a mis nietos". Si lo hicieran, creo que iríamos todos mucho mejor. Pero al final siempre hay un poco de mala conciencia, por eso los políticos siempre hacen alguna cosa, como el cheque cultural o el Interrail gratis. Que no se confunda a la gente: a los jóvenes no los ayudas con estas medidas, los ayudas con todo lo que mejore la productividad y el crecimiento a largo plazo para que sus pensiones sean sostenibles. Y no veo a ningún político que ofrezca un plan de este tipo, por la demografía política que hablábamos antes. Incluso los partidos muy de izquierdas, que dicen favorecer a los jóvenes, hacen prácticamente todas las propuestas para los mayores, porque tienen miedo a perder las elecciones. Si tú les dices que si hacen cosas para los jóvenes ganan, las van a hacer. No se trata de darles todo, se trata de tener un poco de empatía hacia ellos. Para mí, la prueba del algodón es la emancipación. Si los jóvenes se emancipan más tarde, es que están peor, porque no hay un joven en el planeta Tierra que quiera vivir con sus padres. Aquí no hay discusión alguna. Los jóvenes también se tienen que dar cuenta de que algunas de sus frustraciones no son por su culpa, sino de que no hacen nada para ellos.

Foto: José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, SS y Migraciones. (EFE/Kiko Huesca)
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P. ¿Existe un cierto fatalismo entre los millennials y los Z?

R. Es que son pocos. En mi generación, si llegaba tarde a clase, me quedaba sin sitio. Y cuando salíamos por Madrid, ocupábamos todo. Esto se ha mantenido: siempre me ha acompañado mucha gente de mi generación. Ser muchos envalentona, pero ahora son pocos, y siempre van a ser pocos. Tú miras cómo eran las canciones de mi época, de que el futuro lo vamos a cambiar, y las comparas con las de ahora, y es todo lo contrario: no vamos a tener futuro. Son muy pocos y están disgregados, pero son la generación más global y se movilizan mucho por algunas cuestiones que les interesan y que nos benefician a todos, como el cambio climático, el papel de la mujer o la salud mental. Un político sabe que los jóvenes son pocos y los mayores son muchos. Y se pregunta: "¿Qué le interesa a la mayoría?". Es muy sencillo: "Que no me toquen las pensiones y que no me suban los impuestos. Ni se te ocurra". Para un político, hay cosas que no se pueden arriesgar para llegar a los jóvenes.

Una reforma injusta

P. En ese sentido, usted es muy crítico con la última reforma de las pensiones.

R. La reforma de las pensiones es una falta de respeto. El MEI [mecanismo de equidad intergeneracional] es un insulto a los jóvenes. Antes existía el factor de sostenibilidad. Te decían: "Como vas a vivir más años, te tengo que bajar un poco la pensión o tendrás que trabajar un poco más para que tu pensión se mantenga". Esto es realmente justicia intergeneracional: hacer acorde el gasto en pensiones a la esperanza de vida. Por eso, cuando yo participé en el comité de expertos que diseñó este factor, lo llamamos mecanismo de equidad intergeneracional. Ahora se le ha puesto ese nombre a una subida de cotizaciones que básicamente es lo opuesto a la equidad intergeneracional. Les estás diciendo a los jóvenes: "Me da igual la esperanza de vida. Voy a seguir subiendo cotizaciones en un país con una tasa de desempleo juvenil muy elevada". Estas cotizaciones no te dan derecho a más pensión, es un impuesto puro y duro, que distorsiona el mercado laboral. Vas a pagar más y vas a recibir lo mismo.

"Con la subida de las pensiones, se podría aumentar un 29% la inversión en educación para siempre. Se comen todo el margen fiscal"

P. ¿Qué reforma podría hacer el próximo Gobierno sin dilapidar su probabilidad de reelección?

R. El que saque este tema pierde. Yo te digo lo que haría, porque no me presento a las elecciones. Creo que es bueno que no se toquen las pensiones a los jubilados actuales y que no pierdan poder adquisitivo, aunque con una cláusula de salvaguarda. No se pueden subir las pensiones un 8,5%, como ha ocurrido este año, mientras los salarios aumentaban un 3%. Con ese dinero, se podría incrementar la inversión en educación un 29% para siempre. Actualmente, las pensiones se comen todo el margen fiscal. La idea de la reforma que se debe hacer es que los que se jubilen dentro de unos años tendrán que recibir una pensión más baja que los que se jubilan ahora a la misma edad. Además, deberíamos cambiar completamente la forma en que nos jubilamos. Mi padre un día estaba trabajando un viernes 40 horas a la semana y el lunes siguiente, cero horas. Hay que permitir la salida gradual del mercado de trabajo y permitir compatibilizar la pensión con el salario. Pero, ojo, el retraso de la jubilación, aunque sea de forma parcial, debe ser más generoso para los trabajadores con peor salud o en ocupaciones más penosas.

P. La reforma actual va en sentido contrario, y fía la sostenibilidad del sistema al aumento de los ingresos. Pero lo cierto es que tiene el aval de Bruselas. Mientras las cuentas cuadren...

R. Es la única reforma que conozco realizada en el siglo XXI, en cualquier país de la OCDE, que ha dado como resultado un aumento del gasto. A mí me ha decepcionado un poco Europa. La Comisión ha dicho: "Venga, si tú como país te quieres suicidar, subiendo las cotizaciones y perdiendo competitividad... tú lo has decidido". Eso en un programa de estabilidad es normal: hay que cerrar el déficit y cómo lo cierres es tu problema. Pero lo que no puedes es dar dinero a cambio, y menos para unos fondos que se llaman Next Generation. Esto es lo que a mí me ha defraudado. La única explicación que se me ocurre es que haya algunos países del norte que digan: "Fenomenal, le dejamos a España que haga esto y dentro de cuatro años, cuando evaluemos estos fondos y nos planteemos el éxito o el fracaso para continuar dando dinero, no los renovamos". Al final, nos vamos a ver abocados a una reforma radical, mucho más injusta, porque todo el mundo entiende que esta reforma no va a ser sostenible. El próximo Gobierno, muy probablemente, va a tener que hacer una reforma en breve; es inevitable, una cuestión puramente aritmética. Cuando llegue esa reforma radical, habrá que mirar hacia atrás y ver qué se ha hecho mal.

"Nos vamos a ver abocados a una reforma radical, mucho más injusta, porque todo el mundo entiende que esta reforma no va a ser sostenible"

Los damnificados, una vez más, serán los jóvenes como Carlotta, cuyo pesimismo es solo un ejemplo más de lo que les ocurre a muchos españoles que todavía no han llegado a la veintena. "La generación de mi padre soñaba con conseguir una utopía, mientras que nosotros vemos que el futuro se puede parecer a una distopía", comenta por WhatsApp. La coautora del libro considera que, pese a todos los avances tecnológicos y sociales, va a vivir peor que su padre: "La mayoría de las decisiones se toman pensando en el corto plazo. Las personas que deciden las elecciones son los mayores, y parece que no están dispuestos a sacrificar nada por dejarnos un mundo mejor".

Conde-Ruiz lanza una propuesta a los políticos: que por cada euro adicional que se vaya a pensiones se destine un euro adicional a políticas de educación, I+D+i o cambio climático que beneficien a los jóvenes. "Claro que no se va a hacer. Anda que se va a presentar un partido con esta regla fiscal...", se responde enseguida. Al fin y al cabo, se trata de ganar las elecciones... y, pase lo que pase, saldrán victoriosos los de siempre.

Seguramente usted, lector de mediana edad, que tiene la hipoteca pagada, un contrato indefinido y la jubilación a la vuelta de esquina, piense que los jóvenes de hoy en día son unos flojos sin interés por nada, que se pasan la vida quejándose. Probablemente repita estos argumentos en las reuniones familiares, en su puesto de trabajo o en la barra del bar, mientras sus contemporáneos asienten. También cuando acude a las urnas para votar a algún partido que le da la razón.

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