La metamorfosis del mercado de la luz: así explica un día de abril lo que está por venir
La elevadísima producción fotovoltaica hunde la casación al mediodía. Los expertos piden repensar los tramos horarios y la regulación de baterías para evitar el despilfarro de energía
La luz está más volátil que nunca, pero no es algo negativo. A diferencia de lo que ocurrió durante el año que pasado, cuando los récords del gas contaminaron los precios de la electricidad hasta generar una montaña rusa de consecuencias funestas, esta vez las idas y venidas benefician al consumidor, aunque no tanto como podrían llegar a hacerlo. El mercado mayorista está sufriendo una metamorfosis sin precedentes como consecuencia del creciente peso de las renovables, especialmente la solar fotovoltaica. Un día cualquiera de abril ayuda a explicar el escenario que nos espera para los próximos años: precios más bajos e inestables, tramos horarios que nada tienen que ver con los actuales y un despilfarro de energía que obligará a cambiar la regulación para hacerla más eficiente.
Es viernes, día 21 del cuarto mes del año. España aguarda las horas para las primeras lluvias en varias semanas, pero el sol luce en la mayor parte del país y las placas solares producen a buen rendimiento. Superan los 10 gigavatios hora (GWh) en todos los tramos horarios que van desde las 11 de la mañana hasta las seis de la tarde, en los que lideran la generación eléctrica y representan alrededor del 40% de la oferta. La eólica ayuda y le toma el relevo a partir de la hora del té, para tirar del carro hasta el final del día con cifras similares. Solo entre ambas, casi la mitad de la demanda de la jornada queda cubierta, según el balance diario de Red Eléctrica. Si se le suman las demás renovables, la cifra llega al 60%.
Este gráfico de generación, que podría parecer algo excepcional, es la realidad que le espera a España para el próximo lustro, según los expertos consultados por este periódico. Y provocará una notable caída de los precios, al menos durante la primera mitad del año, cuando el viento arrecia, los días son cada vez más largos —la radiación, por tanto, mayor— y la demanda, cada vez más pequeña, a medida que se va superando la temporada de calefacción. A partir del verano, el aumento del consumo de aire acondicionado y la falta de viento y agua limitarán el abaratamiento, que, según avanza el otoño, vuelve a estar muy condicionado por la falta de horas de luz. Es lo que tienen las energías renovables: dependen de las condiciones climáticas. Y por eso crecen las voces que abogan por un cambio de mentalidad para aprovechar al máximo su potencial.
Desde hace un tiempo, el analista Javier Revuelta, responsable sénior de Electricidad de la consultora energética Afry, muestra en sus conferencias un gráfico que incluye dos curvas de precios a lo largo del día. En la primera, correspondiente a 2021 —año de parálisis total de las inversiones renovables por el covid—, se comportaron como toda la vida: bajos por la noche, con un primer pico durante la jornada laboral matutina, una cierta relajación al mediodía y un segundo pico a última hora de la tarde, coincidiendo con el regreso del trabajo. Son, en esencia, los tramos horarios que estableció el Gobierno ese mismo año para fomentar un consumo más eficiente. En la segunda curva, en cambio, los precios se desploman durante las horas centrales del día, incluso más que de madrugada, cuando la demanda cae bajo mínimos.
Pese a que Revuelta plantea este escenario para 2025, lo cierto es que ya se está produciendo. Solo hay que ir a ese día cualquiera, el 21 de abril, para comprobarlo. Según las estadísticas del gestor del mercado ibérico (OMIE), la intensa producción solar, a pesar de las nubes que empezaron a aparecer a lo largo de la tarde por diferentes territorios, desplomó la luz hasta niveles muy bajos a la hora de comer, justo cuando la fotovoltaica superaba los 14 GWh. El intenso viento que empezó a soplar después, a medida que el frente iba penetrando en la península, ayudó a mantener los precios a raya hasta bien avanzada la tarde, incluso durante el inicio de la franja considerada como hora punta.
Más allá de este último matiz, propio del día elegido —y que si hubiera sido otro podría resultar diferente—, emerge una regla que, según el consultor, marcará el mercado eléctrico durante los próximos años: los tramos más baratos coinciden con los de mayor producción, no con los de menor consumo. Es lo que se conoce en el sector como curva del pato, por la figura que se dibuja al unir las barras de precios y la línea de la energía negociada. La prominencia que sobresale en el animal se corresponde con el nuevo valle de la negociación mayorista, que tiene lugar durante las horas centrales del día. Aunque imperfecto, el gráfico del 21 de abril ejemplifica esta nueva realidad.
No se trata, sin embargo, de un hecho aislado. Durante todo el mes, y ya desde marzo, se viene observando este fenómeno, muy determinado por el funcionamiento del mercado marginalista. En el diseño actual, que está en proceso de reforma —aunque la propuesta de la Comisión Europea mantiene las líneas fundamentales del statu quo—, la última tecnología en entrar en el pool, es decir, la que satisface la demanda, marca el precio. Cuando la producción cae y la demanda sube, lo suelen hacer las centrales del ciclo combinado, que usan gas natural. Por eso los precios se dispararon el año pasado, coincidiendo con los récords del hidrocarburo tras la invasión de Ucrania.
En cambio, el aumento de la generación con paneles fotovoltaicos, que es la más barata —los costes variables resultan mínimos—, está provocando que sean las renovables las que establezcan la casación en la mayor parte de los tramos horarios desde hace varias semanas. Solar y eólica prácticamente monopolizan el intervalo que va desde las 10 hasta las 20, por lo que las horas puntas de la mañana y la salida del trabajo se suavizan, y el llano de la hora de la siesta se desploma, dejando la madrugada, cuando no hay producción solar, por encima de la media diaria, pese a que la demanda cae a mínimos.
Como recuerda el consultor energético Ignacio Gistau, lo ocurrido el 21 de abril y en el transcurso del mes no debería sorprendernos: "En otros países con muchas renovables, como Estados Unidos o Italia, el precio es más alto por la noche desde hace años". Las viejas convenciones, que situaban la demanda como la clave de la fijación de precios, se están viendo superadas por la fuerza de los hechos, que otorgan un papel creciente a la oferta. Lejos de circunscribirse al ámbito técnico, las consecuencias de este fenómeno afectarán a la política regulatoria del Gobierno, a las políticas tarifarias de las empresas y, en definitiva, al bolsillo de los ciudadanos.
El riesgo de desperdiciar energía
El primer cambio resulta muy positivo: lo vimos en marzo, que fue el segundo mes más barato desde el inicio de la crisis energética en el verano de 2021, y lo estamos viendo en abril. La volatilidad extrema ha venido para quedarse en el mercado eléctrico, pero esta vez en beneficio del consumidor. Ya no depende tanto de los picos de consumo —como era costumbre en fechas de frío o calor excepcionales— y del precio del gas —como ocurrió desde el estallido de la crisis energética—, sino de los factores climáticos. No solo el primer semestre será más barato que el segundo y los días de sol y viento más económicos, sino que durante la misma jornada habrá grandes oscilaciones. Se puede ver el 21 de abril, con una diferencia de 120 euros/MWh entre el momento más prohibitivo y el más económico. Pero también en el conjunto del mes: las brechas horarias alcanzan los 166 euros, con tramos que en algunos días llegan a cero, y la jornada más cara tuvo un precio medio casi 100 euros superior al de la más barata.
Sin embargo, esta buena noticia esconde una triste realidad: el despilfarro de energía. Los precios nacionales nunca llegan a negativo porque no está permitido —salvo en el mercado de desvíos, que ayuda a ajustar la oferta y la demanda—, pero en otros países sí alcanzan esos extremos con cierta frecuencia. Tiene sentido, indica Gistau: en momentos en que las renovables cubren toda la demanda y el resto de energía no entra en el pool, las grandes centrales contaminantes prefieren seguir produciendo, aunque tengan que pagar por ello, antes que incurrir en los costes de parar y volver a reactivar la generación. En España, añade Revuelta, hasta ahora ha ocurrido lo contrario: "Ha habido horas que ha sido necesario desacoplar renovables del sistema, porque no cabía más".
El exceso de oferta es una realidad cada vez más frecuente, que se detecta cuando los precios caen hasta la nada. Y su consecuencia más directa son los vertidos de electricidad. Con el fin de evitarlos, el consultor de Afry propone adaptar la regulación para favorecer la instalación de grandes baterías de almacenamiento, que permitirían recoger ese excedente cuando sobra energía para soltarlo cuando falta. Esto, además, reduciría la volatilidad, al aumentar la oferta en momentos de precios altos y reducirla cuando están a cero.
No es la única reforma que, según el experto, debe emprender el Gobierno: también urge adaptar los peajes y cargos aplicados en cada tramo horario a la nueva realidad. Hasta ahora, los consumidores no se han beneficiado de la luz más barata al mediodía, porque estos impuestos, que suponen cerca de la mitad de la factura, están pensados para el antiguo modelo, cuando la única hora valle se producía por la noche. Hasta que el Ejecutivo no diseñe unas nuevas franjas para promover el consumo en tramos que empiezan a ser más económicos en la negociación mayorista, la factura regulada no recogerá todo el abaratamiento, y las comercializadoras tampoco adaptarán sus ofertas del mercado libre. Será entonces cuando muchos ciudadanos canten, por fin, victoria: ya no tendrán que poner la lavadora de madrugada. A cambio, dormir la siesta será cada vez más difícil.
La luz está más volátil que nunca, pero no es algo negativo. A diferencia de lo que ocurrió durante el año que pasado, cuando los récords del gas contaminaron los precios de la electricidad hasta generar una montaña rusa de consecuencias funestas, esta vez las idas y venidas benefician al consumidor, aunque no tanto como podrían llegar a hacerlo. El mercado mayorista está sufriendo una metamorfosis sin precedentes como consecuencia del creciente peso de las renovables, especialmente la solar fotovoltaica. Un día cualquiera de abril ayuda a explicar el escenario que nos espera para los próximos años: precios más bajos e inestables, tramos horarios que nada tienen que ver con los actuales y un despilfarro de energía que obligará a cambiar la regulación para hacerla más eficiente.
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