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La mala campaña anticipa que los precios de la alimentación seguirán por las nubes
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CAEN LA PRODUCCIÓN Y LA SUPERFICIE CULTIVADA

La mala campaña anticipa que los precios de la alimentación seguirán por las nubes

El encarecimiento de los alimentos no ha sido flor de primavera. Sus precios han venido para quedarse durante un tiempo prolongado debido a las malas cosechas. El problema es que ni importando se pueden sujetar los precios

Foto: Varias personas hacen la compra en un supermercado en Madrid. (EFE/Alejandro López)
Varias personas hacen la compra en un supermercado en Madrid. (EFE/Alejandro López)
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Malas noticias desde el frente agrario para combatir el alza de los precios de la alimentación. Varios ejemplos. Las primeras estimaciones de aceituna y aceite de oliva para la campaña 2022-23 sitúan la producción un 43,7% por debajo de la pasada. Las entregas de leche de vaca durante el año pasado, igualmente, descienden un 2,2%, mientras que en cítricos, algunas variedades como la satsuma reflejan descensos del 29% en la producción, el doble que en mandarinas híbridas (-15%). A menos producción, como se sabe, precios más altos en los puntos de destino.

Más ejemplos. Los datos de avance de superficie cultivada de cereales de otoño-invierno para la cosecha de 2023 (que se comercializarán un año más tarde) reflejan en su conjunto un descenso del 2% respecto de la campaña precedente. En el caso del trigo blando, la caída es del 6,1%, mientras que la producción de otros cereales híbridos también registra resultados negativos.

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Más ejemplos. Los avances de producción de remolacha total, cosecha 2022, indican un descenso del 16% respecto de la campaña precedente, con una caída en superficie cultivada de la misma cuantía. En otros cultivos, disminuyen el algodón (-30%) y la soja (-25%). La cosecha de tomate, igualmente, cerró el año pasado con un descenso en la producción del 21%, mientras que la campaña de patata ha concluido con una variación del -7%. Los avances de producción de otras hortalizas indican descensos en endivias (-18%), brócoli (-12%), espinacas (-10%) y alcachofas (-7,5%). Entre los cereales de primavera, según el Ministerio de Agricultura, las estimaciones de producción de la cosecha 2022 registran, con relación a la campaña anterior, descensos en arroz (-39%), maíz (-20%) y sorgo (-11%).

La gran sequía

Las adversas condiciones climatológicas, en particular la sequía, además de la reducción de la superficie cultivada, están detrás de lo que está pasando. En el conjunto de España, la superficie cultivada ha caído un 6%, mientras que el descenso total en la producción ha sido equivalente al 26%, lo que da idea de la coyuntura que atraviesa el sector en un contexto especialmente difícil desde el frente de la inflación.

Cabe recordar que 2022 fue un año muy seco, con un valor de precipitación medio que representa el 84% del valor normal entre 1981 y 2010. Fue el sexto año más seco desde el comienzo de la serie en 1961, y el cuarto del siglo XXI. La precipitación acumulada fue inferior al valor normal en prácticamente toda la Península y llegó a ser inferior en nada menos que el 75% en la cornisa cantábrica, norte de Castilla y León, puntos de Aragón y Cataluña, gran parte de Navarra y La Rioja, sur de País Vasco, Guadalajara y mitad occidental de Mallorca.

Estas malas cosechas son las que explican las dificultades en algunos mercados extranjeros para adquirir producción española. En el Reino Unido, por ejemplo, Lidl se ha convertido, según ha publicado Financial Times, en el quinto supermercado en introducir el racionamiento por falta de mercancías. El supermercado de descuento anunció el lunes que "limitaría temporalmente" la compra de pimientos, tomates y pepinos a tres artículos por persona después de la interrupción de la cadena de suministro, atribuida, principalmente, al clima extremo en España y Marruecos. El anuncio de Lidl significa que cinco de los seis grandes supermercados están racionando el suministro de verduras.

Estas malas cosechas son las que explican las dificultades en algunos mercados extranjeros para adquirir producción española

Ante la falta de producción nacional, lo que han hecho España y otros mercados es aumentar las importaciones, pero en el actual contexto eso significa precios más elevados. En algunos cultivos, muy elevados. Aunque España es un gran exportador de productos agroalimentarios —el saldo exterior reflejó el año pasado un superávit equivalente a 12.331 millones de euros—, también es un gran importador. En particular, de productos muy significativos en la cesta de la compra que impactan directamente sobre el IPC.

Desde los años ochenta, por ejemplo, España es un país deficitario en cereales. Mientras que el consumo se sitúa en torno a los 35 millones de toneladas, la producción en 2022 es muy probable que finalice por debajo de los 20 millones. ¿El resultado?, un déficit de cerca de 2.900 millones de euros en 2021, lo que da idea del descalabro.

Cultivos deficitarios

El trigo y el maíz, precisamente, son los cultivos más deficitarios. De hecho, si no fuera por el superávit de frutas, hortalizas y legumbres (14.479 millones de euros), España tendría déficit exterior en productos primarios. Principalmente, por el saldo negativo en productos pesqueros (-3.530 millones de euros). España también importa, de forma muy relevante, semillas oleaginosas, plantas industriales y forrajes, con un saldo adverso de cerca de 1.900 millones de euros.

El problema es que algunos de esos productos son los que más se están encareciendo en los mercados agrícolas internacionales. Es verdad que el índice de precios que elabora la FAO lleva 11 meses consecutivos cayendo, pero todavía se sitúa muy por encima de los niveles de 2021, que es cuando comenzó la crisis inflacionista.

El índice de la FAO, que recoge información de productos como la carne, los lácteos, los cereales, los aceites vegetales o el azúcar, alcanzó un máximo de 159,7 puntos en términos nominales en marzo de 2022 (nivel 100 en 2016), inmediatamente después del comienzo de la guerra, pero en febrero ha bajado hasta los 129,8 puntos. Ese nivel (salvando el año pasado, que fue extraordinario) es el más elevado desde 1975, en pleno choque petrolífero provocado por la guerra del Yom Kipur, lo que da idea de la presión que recibe la inflación desde el lado de los alimentos. El último dato de Estadística, referido a enero, muestra, en concreto, un incremento del 15,4% en términos interanuales, en línea con la zona euro.

La parte positiva es que los técnicos de la FAO prevén que en 2023 la producción mundial de trigo alcance los 784 millones de toneladas, lo que podría constituir la segunda cosecha más alta registrada, aunque inferior a la del año anterior. La causa de este incremento tiene que ver con que los agricultores han incrementado la superficie cultivada en respuesta a los elevados precios de los cereales. No es el caso de España. Menos producción, menos superficies cultivadas y precios más elevados.

Malas noticias desde el frente agrario para combatir el alza de los precios de la alimentación. Varios ejemplos. Las primeras estimaciones de aceituna y aceite de oliva para la campaña 2022-23 sitúan la producción un 43,7% por debajo de la pasada. Las entregas de leche de vaca durante el año pasado, igualmente, descienden un 2,2%, mientras que en cítricos, algunas variedades como la satsuma reflejan descensos del 29% en la producción, el doble que en mandarinas híbridas (-15%). A menos producción, como se sabe, precios más altos en los puntos de destino.

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