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Nicolás Redondo, el hombre que pudo reinar (o no)
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FALLECE EL EX SECRETARIO GENERAL DE UGT

Nicolás Redondo, el hombre que pudo reinar (o no)

Nicolás Redondo pudo ser secretario general del PSOE en lugar de González, pero no está claro. Pero lo que es seguro es que UGT, bajo su mandato, se alejó del partido socialista como nunca lo había hecho en 100 años

Foto: El histórico sindicalista y político Nicolás Redondo (i) junto al secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d). (EFE/Juanjo Mar)
El histórico sindicalista y político Nicolás Redondo (i) junto al secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d). (EFE/Juanjo Mar)

Es probable que la imagen de Nicolás Redondo para quien no lo conociera de cerca sea la del viejo sindicalista aferrado a las ideas más clásicas del movimiento obrero, más propias del periodo de entreguerras que las que se les suponen a un dirigente de los años 80 y 90, periodo en el que el histórico dirigente de UGT ejerció con mando en plaza en el sentido más literal del término. A Redondo, de hecho, nunca le tembló el pulso a la hora de ejercer el poder, aunque fuera a costa de los Garnacho o de los Lito de turno, sus dos principales rivales en el sindicato. Nada más lejos de la realidad, sin embargo.

Redondo se diferenció, en este caso, del PSOE, y se negó siempre a ser una correa de transmisión del partido socialista, y eso es, precisamente, lo que le hizo distinto, y, por lo tanto, diferente al sindicalismo más clásico. Algunos dirán que en ello tuvo que ver el hecho de que alguna vez —en esto hay posiciones enfrentadas— pudo ser la alternativa a González en Suresnes, pero hay razones para pensar que el distanciamiento tuvo más que ver con el ejercicio del poder. Tras llegar a la Moncloa González, el expresidente se dio cuenta de que ya no necesitaba a UGT para gobernar (pese a que el sindicato le ayudó de forma relevante a ser secretario general) mientras que Redondo, por el contrario, sabía que su capacidad de influencia sobre la Moncloa cuando el tándem Felipe-Guerra mandaba de forma absoluta era cercana a cero, lo que les llevó a uno y a otro a abrir sus respectivas trincheras. Nunca llegaron a reconciliarse.

Foto: El histórico sindicalista y político Nicolás Redondo (i) saluda al secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d). (EFE/JuanJo Ma)

Si por algo pasará a la historia Redondo es, precisamente, por haber alejado al sindicato del partido socialista, lo cual no era irrelevante en unos momentos en los que Felipe González acababa de llegar al poder y necesitaba demostrar su autonomía frente a Ferraz (Guerra) y UGT, y, lo que es más importante, pretendía abrir una nueva época tras cerca de un siglo en el que las siglas del PSOE y de la Unión General de Trabajadores se mezclaban hasta el punto de ser lo mismo. Hasta las casas del pueblo tenían el mismo inquilino

El distanciamiento del partido socialista, y no otra cosa, es lo que marca la personalidad política y sindical de Nicolás Redondo. El PSOE había nacido una decena de años antes que la UGT, lo que es una rara avis en Europa, donde primero se creaban los sindicatos —un movimiento lógico durante la segunda revolución industrial— y después los partidos aliados. Redondo quiso dar la vuelta a la tortilla y lo que sucedió fue justamente una ruptura histórica que aún hoy pervive. Entre otras razones porque la política de unidad sindical con CCOO ha quebrado uno de los principios de los sindicatos situados en la órbita de los partidos socialistas: no pactar con sindicatos alineados con el mundo comunista.

Redondo hizo esa travesía no sin pelearse con Carlos Solchaga y, sobre todo con González, a quien siempre consideró que había traicionado a la clase obrera. Su error, sin embargo, fue pensar que podía navegar en solitario con costes marginales, pero lo cierto es que asuntos como la PSV, la promotora inmobiliaria de UGT que acabó en la quiebra, solo se solucionaron años después gracias a la actuación de la Moncloa. Tuvo que aceptar, incluso, el ingreso de CCOO en la CES (Confederación Europea de Sindicatos).

La huelga del 14-D

El escándalo de PSV significó, de hecho, la muerte civil, en lo sindical, de Redondo, que desde entonces no levantó cabeza más allá de acudir a algún acto de la Fundación Besteiro o a la presentación de algún libro amigo. Sin duda, porque para que UGT pudiera emanciparse del PSOE necesitaba recursos de los que no disponía. Aun así, muchas veces con el apoyo de la prensa más cercana a Aznar, logró montar varias huelgas generales a González y construir una de las mejores ejecutivas que ha dado el sindicalismo español con dirigentes como Zufiaur, Apolinar Rodríguez, Antón Saracibar o Alberto Pérez, que fueron capaces de crear por primera vez un sindicato no dependiente de Ferraz. La huelga del 14-D fue su triunfo incontestable, y con ella el Rubicón que acabaría con romper todos los puentes con el PSOE. Ya nada sería igual.

El coste, a lo último, que diría el propio Redondo, fue tan alto que el histórico secretario general de UGT ha vivido en las últimas dos décadas en el ostracismo y hoy cualquier joven sindicalizado lo verá como una reliquia del pasado.

Es mentira que quisiera ser secretario general del PSOE eliminando de la ecuación a González, pero buscó un camino propio

Es posible que su propia personalidad, algo tímida y escurridiza, y, sobre todo, desconfiada, fuera lo que le llevó a tener demasiados enemigos, como el propio Marcelino Camacho, con quien tuvo encontronazos legendarios. “Marcelino, mientes y tú lo sabes”, llegó a decir en TVE en horario de máxima audiencia. O con Carlos Solchaga, de quien dijo que su problema eran los trabajadores, lo cual, al margen de que pudiera ser cierto, solo reveló que los tiempos de UGT como correa de transmisión del partido socialista se habían acabado.

Ese es el principal legado de Redondo. Es dudoso que alguna vez quisiera ser secretario general del PSOE eliminando de la ecuación a González, pero lo que es seguro es que buscó un camino propio. Por eso se le recordará. Tanto la unidad de acción como la autonomía respecto del PSOE son herencia de Redondo. Un hombre honrado.

Es probable que la imagen de Nicolás Redondo para quien no lo conociera de cerca sea la del viejo sindicalista aferrado a las ideas más clásicas del movimiento obrero, más propias del periodo de entreguerras que las que se les suponen a un dirigente de los años 80 y 90, periodo en el que el histórico dirigente de UGT ejerció con mando en plaza en el sentido más literal del término. A Redondo, de hecho, nunca le tembló el pulso a la hora de ejercer el poder, aunque fuera a costa de los Garnacho o de los Lito de turno, sus dos principales rivales en el sindicato. Nada más lejos de la realidad, sin embargo.

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