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La debilidad sindical alimenta la pérdida de poder adquisitivo de los salarios
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INFORME ANUAL DEL BIS

La debilidad sindical alimenta la pérdida de poder adquisitivo de los salarios

Malos tiempos para los salarios. El BIS ha constatado que la debilidad sindical es una de las causas que explican la pérdida de poder adquisitivo. También las desregulaciones y el avance de la globalización durante las últimas décadas

Foto: Obreros. (EFE/Nathalia Aguilar)
Obreros. (EFE/Nathalia Aguilar)
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El análisis lo ha hecho el BIS (Banco de Pagos Internacionales, por sus siglas en inglés) y refleja cómo la debilidad de los sindicatos explica de forma relevante la pérdida generalizada de poder adquisitivo de los salarios que se está produciendo en los países avanzados a causa de la inflación. Los técnicos del BIS utilizan para ello un índice que mide el grado de centralización de la negociación colectiva, y el resultado observado es que desde los años ochenta se ha producido una caída intensa en tres ámbitos.

Por un lado, los salarios de un número creciente de trabajadores han dejado de estar afectados por la negociación colectiva, lo que significa que ha crecido el número de empleados que han individualizado su relación laboral, lo que les hace más vulnerables en una negociación con la empresa. En paralelo, cada vez menos convenios recogen cláusulas automáticas de revisión de los sueldos en caso de que la inflación supere lo pactado. En tercer lugar, se ha observado que en cada vez menos países existe una política de indexaciones.

Hay evidencias, sostiene el BIS, de que a causa de estos tres factores “el vínculo entre salarios y precios se ha debilitado”. En España, por ejemplo, los salarios se actualizan de forma automática a la evolución de la inflación (y no siempre al cien por cien) solo en el 29,1% de los convenios colectivos, mientras que la negociación colectiva afecta a entre 10 y 11 millones de asalariados, cuando existen 16,9 millones de trabajadores por cuenta ajena, según la última EPA.

El debate sobre la indexación de la economía, como se sabe, ha estallado en España por la inclusión en la última reforma de la Seguridad Social de una cláusula que obliga subir las pensiones de forma idéntica a como evolucionen los precios en media anual. Y lo que recuerda el BIS es que las prácticas de indexación tienden a ser más frecuentes en países con un historial de inflación más alto, por ejemplo, las economías emergentes de Latinoamérica. Dicho esto, recuerda que si bien las pensiones no contribuyen directamente a la inflación, ya que no reflejan los costes de producción que soportan las empresas, contribuyen a la evolución de la demanda y, por lo tanto, a la inercia en los cambios de precios. Es decir, alimentan la inflación. Precisamente, cuando los bancos centrales están enfriando la economía, subiendo los tipos de interés para controlar los precios.

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El BIS, igualmente, ha observado que la alta inflación polariza la economía, ya que el reparto de los costes se convierte en un asunto central en el debate político, ya sea por la discusión sobre la cuantía del salario mínimo, por el incremento de las nóminas de los empleados públicos o por el sistema de pensiones. Lo que se recomienda, a la luz de lo que sucedió en la década de los ochenta, es que la moderación salarial se haga por la vía del consenso, lo que puede dar lugar a fenómenos de desinflación, como sucedió en el pasado.

Efecto arrastre

El estudio se ha hecho sobre 53 países, y considera que este “declive secular”, como lo denomina, se debe a muchos factores, como el papel cada vez menos relevante del sector público en la fijación de los salarios del sector privado, el llamado efecto arrastre; una sindicalización “menguante”; una ola de desregulación del mercado laboral para dotarlo de mayor flexibilidad; la apertura gradual de los mercados debido a la globalización, y hasta la demografía, que juega en contra de la capacidad de los trabajadores para lograr un aumento de los salarios.

El BIS, en su informe anual, recuerda que es difícil imaginar que el poder de negociación de los trabajadores, especialmente en las economías avanzadas, pudiera haber permanecido inmune a la entrada de un gran número de trabajadores (predominantemente con salarios bajos) en el sistema de comercio global. China y los exmiembros del bloque soviético son los ejemplos más destacados. Es decir, que la entrada de inmigrantes ha presionado a la baja los salarios, en particular en regiones como Europa tras la ampliación hacia el este, que hizo posible la libertad de movimiento de los trabajadores.

Su conclusión es que, cuando el poder de negociación de los trabajadores es elevado debido a su alto grado de sindicalización, lo que conduce a un sistema negociación centralizado, la sensibilidad cíclica de la inflación a la brecha de desempleo aumenta, lo que refleja un mayor poder de fijación de precios para cualquier grado de estrechez en los mercados laborales. O expresado de otra forma, los trabajadores están en mejor posición para negociar con éxito salarios más altos y lograr que los beneficios obtenidos a partir de los aumentos en la productividad laboral sirvan para recuperar las pérdidas en el poder adquisitivo debido a la inflación pasada.

Se pone como ejemplo lo que sucedió en los años sesenta —periodo de baja inflación— y los años setenta —periodo de alta inflación—, cuando los sindicatos eran fuertes, aunque también influyó en la presión de los precios de forma decisiva el fin del ancla monetaria que proporcionaba el sistema nacido en Bretton Wodds tras la salida de EEUU del patrón oro, en tiempos de Nixon (1971).

Ahora bien, sostiene el BIS, cuanto mayor sea la tasa de inflación, mayor será el incentivo para que los trabajadores se sindicalicen y para que logren centralizar las negociaciones salariales, ya que la tasa de inflación actúa como tractor. Igualmente, cuanto más persistente sea la tasa de inflación, mayor será el incentivo para indexar los salarios y, de manera más general, para reducir la duración de los contratos que se fijan en términos nominales.

Foto: Yolanda Díaz, vicepresidenta y ministra de Trabajo. (EFE/Fernando Alvarado)

En la crisis actual, lo que ha observado el BIS, aunque es extrapolable a otras situaciones análogas, es que cuando el nivel general de precios se convierte en el foco de atención, los trabajadores y las empresas intentarán inicialmente compensar la erosión del poder adquisitivo o los márgenes de beneficio en los que ya han incurrido. Esto puede dar origen a la temida espiral de precios y salarios, aunque solo si las condiciones de fondo son lo suficientemente favorables. A partir de este convencimiento, los agentes económicos intentarán influir en el nivel general de precios, lo que a la larga, dice el BIS, puede erosionar tanto el poder adquisitivo como los márgenes antes de que se puedan renegociar los contratos.

El BIS recuerda la abundante literatura económica que existe sobre lo que sucedió en los años setenta y todavía en los ochenta en EEUU, donde los contratos laborales incluían a menudo ajustes automáticos en función del coste de la vida y prometían subidas independientemente de cuál fuera la tasa de inflación. Se ponen como ejemplo contratos firmados en mayo de 1981 para los mineros que garantizaban un incremento salarial del 11% durante la vigencia de la relación laboral.

El análisis lo ha hecho el BIS (Banco de Pagos Internacionales, por sus siglas en inglés) y refleja cómo la debilidad de los sindicatos explica de forma relevante la pérdida generalizada de poder adquisitivo de los salarios que se está produciendo en los países avanzados a causa de la inflación. Los técnicos del BIS utilizan para ello un índice que mide el grado de centralización de la negociación colectiva, y el resultado observado es que desde los años ochenta se ha producido una caída intensa en tres ámbitos.

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