Cantabria existe: tres semanas de huelga (metal) y solo Yolanda Díaz se ha enterado

Aunque sale mucho en 'El hormiguero', la huelga del metal en Cantabria no la arregló ni Miguel Ángel Revilla ni Pablo Motos. Después de casi tres semanas de huelga general, con cerca de 20.000 trabajadores implicados, la irrupción de la ministra Yolanda Díaz como mediadora, siguiendo la estela de su compañera Reyes Maroto en el conflicto de Siro, ha desbloqueado un conflicto por la renovación del convenio sectorial que no había trascendido más allá de las fronteras de Reinosa.

Este lunes por la noche, se llegó a un principio de acuerdo entre patronal (Pymetal) y sindicatos (CCOO, UGT y USO) que debe refrendarse por los trabajadores en asamblea este martes. La reunión definitiva tuvo lugar en la sede de la Delegación del Gobierno y en ella participó como mediadora Verónica Martínez, directora general de Trabajo y mano derecha de la ministra, dos días después de que Díaz, inmersa en la campaña electoral en Andalucía, manifestara su voluntad de participar.

Solo unas horas antes de la cita de la que salió el principio de acuerdo, el presidente Revilla dudaba de la utilidad del Gobierno en las negociaciones, enquistadas tras 20 días de huelga. Pero, aunque no se desplazó hasta Santander, la mediación de Díaz ha servido para que patronal y sindicatos sellen un acuerdo de mínimos, donde se recogen varios puntos, aunque el más relevante tiene que ver con los incrementos salariales para 2021 (3,5%), 22 (4,5%), 23 (3%) y 24 (3%), según CCOO.

Este lunes por la noche se llegó a un principio de acuerdo entre patronal y sindicatos que debe refrendarse por los trabajadores este martes

Tras 10 intentos previos, fueron necesarias siete horas de negociación para que la huelga, si los trabajadores suscriben el acuerdo, llegue a su fin. Las tres semanas de parón terminaron siendo un verdadero problema para el funcionamiento de la industria del metal en Cantabria, con empresas relevantes como los fabricantes de componentes de automoción SEG Automotive, que redujo turnos, o Teknia, cuyas plantas en Ampuero (con 300 trabajadores) podían perder carga de trabajo.

Con el paso de los días y las semanas, la huelga del sector del metal (con un seguimiento medio del 95%) había derivado ya en altercados en diferentes puntos de la región, con piquetes cortando accesos en diferentes polígonos industriales. Un asunto entre patronal y sindicatos derivó en un problema político, con el presidente Revilla en el ojo del huracán por su falta de compromiso para encontrar una solución y despachar el conflicto con un simple “no es momento para huelgas”.

Esta afirmación inflamó los ánimos de sindicatos y trabajadores al entender que se alineaba de parte de la patronal. El propio presidente de la Federación Cantabria Metal se refirió a la huelga, por la delicada situación de muchas empresas, como “un lujo que no nos podemos permitir”. Sin embargo, antes de declararse la huelga, el convenio llevaba más de un año y medio vencido, antes de que problemas como el precio de la energía, materias primas o transporte estuvieran encima de la mesa.