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Las familias vuelven a ahorrar: España pierde otro de los motores de la recuperación
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Suman 22.000 millones en depósitos

Las familias vuelven a ahorrar: España pierde otro de los motores de la recuperación

El dinero acumulado en depósitos ha aumentado en 22.000 M desde el inicio de la guerra en Ucrania. El consumo real (deflactado) está por debajo de los niveles prepandemia

Foto: La inflación se come el poder adquisitivo de los hogares. (EFE/D. A. Sintes)
La inflación se come el poder adquisitivo de los hogares. (EFE/D. A. Sintes)
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Tres meses después del inicio de la invasión de Ucrania no se avista un final al conflicto. Lo que sí avistan las familias es el deterioro de su situación económica, golpeadas por la subida de todos los precios y la contención de los salarios. En un contexto complicado de pérdida de poder adquisitivo, elevada incertidumbre y tipos de interés al alza, las familias están elevando el ahorro precautorio para cubrirse ante futuros imprevistos. El gasto adicional que están afrontando se limita al coste de la inflación, pero las compras en términos reales llevan congeladas desde el inicio de la guerra. En paralelo, lo que están haciendo es acumular ahorro en forma de depósitos.

Según los datos del Banco de España, los hogares han acumulado algo más de 22.000 millones de euros en depósitos desde el inicio de la guerra. Se trata del mayor incremento del ahorro en depósitos de las familias en un inicio de año de toda la serie histórica si se excluye el año de la pandemia. En total, las familias acumulan 982.000 millones de euros en depósitos, marcando un nuevo máximo histórico. El ahorro precautorio, unido a la subida de los tipos de interés que están pagando las entidades financieras, está provocando que los depósitos vuelvan a ser atractivos para las familias.

Si se compara con el mismo mes de 2021, la tasa de crecimiento del ahorro en depósitos alcanza el 6,1%, el mayor incremento desde que acabó el estado de alarma. Esto significa que los hogares recuperaron su consumo y frenaron su ahorro a finales de la pasada primavera y se mantuvieron con esta inercia hasta finales del año pasado. En ese momento, la subida de los costes energéticos ya empezaba a menguar el poder adquisitivo de los salarios y los hogares respondieron liberando parte de su ahorro. Pero el inicio de la guerra cambió por completo las previsiones económicas, lastrando el crecimiento, impulsando la inflación y generando un entorno de incertidumbre ante el que los hogares están optando por acumular recursos.

Los datos de consumo muestran la otra cara de la misma moneda: si está creciendo el ahorro en una coyuntura inflacionista es porque las familias están sacrificando su demanda. El mejor indicador para analizar el gasto privado se obtiene de la contabilidad nacional, el problema es que los datos son trimestrales. En los tres primeros meses de este año el consumo privado se redujo un 2,3% respecto al final de 2021.

Las cifras mensuales muestran con mayor detalle el pinchazo del consumo, aunque en este caso la estadística se refiere al consumo minorista (no incluye, por ejemplo, la hostelería). El gasto fue casi un 8% superior al del mismo periodo del año anterior, un dato que aparentemente es muy positivo. Sin embargo, este incremento es consecuencia de la inflación: si se deflacta el gasto, esto es, si se observa la cantidad de producto adquirido, la realidad es que fue casi un 3% inferior al de 2021. Esto es, los hogares están comprando menos que en los últimos meses del estado de alarma, aunque el coste que tienen que soportar es muy superior, ya que la inflación en esos meses se situó por encima del 8%.

Foto: Un trabajador en una factoría de casas prefabricadas. (EFE)

Estos datos muestran cómo los hogares están restringiendo su consumo para afrontar el futuro con un colchón de ahorro. Las encuestas de confianza también están revelando las dudas que tienen las familias sobre la evolución futura de la economía y de sus finanzas particulares. Uno de los indicadores más relevantes es el de la confianza del consumidor que publica mensualmente la Comisión Europea. Las entrevistas realizadas en el mes de mayo muestran que los hogares de la Unión Europea tienen ahora un nivel de pesimismo peor al que hubo durante la crisis financiera de 2008 y es levemente mejor que los peores datos de los meses del 'gran confinamiento'.

El conjunto de encuestas de confianza de los consumidores del mes de mayo arroja niveles similares a los de abril. Esto es, están en mínimos desde la pandemia. El impacto de la guerra está siendo acumulativo sobre las finanzas de los hogares. Esto es, aunque el precio del crudo se haya estabilizado y la inflación no sea tan alta como llegó a ser en marzo (el IPC se quedó a dos décimas del 10%), los precios siguen siendo muy elevados y siguen subiendo, aunque a un ritmo más lento.

Foto: Imagen de un supermercado.

Para los hogares, la tregua no llegará cuando se frene la escalada del IPC, sino cuando los precios empiecen a caer. Pero este escenario no está ni en las previsiones económicas más optimistas. La esperanza pasa por una vuelta del IPC hacia el entorno del 2%, pero con precios altos durante varios años.

El aumento de los depósitos previsiblemente ocultará el efecto de la desigualdad sobre los diferentes hogares. Esto es, aunque el ahorro agregado esté creciendo, se concentra en las rentas altas y medias, como ocurrió durante la pandemia. En esta ocasión, las clases bajas se ven afectadas por otro factor: la inflación. La escalada de los precios afecta en un doble sentido a estas familias, por un lado, por la cantidad de renta que dedican al consumo (casi todos sus ingresos se gastan). Y segundo, porque los productos que más se están encareciendo son los que compran estos hogares. Si sus recursos ya eran escasos antes de esta fase inflacionista, la pérdida de poder adquisitivo que están sufriendo hace difícil que puedan ahorrar.

Esto tiene importantes implicaciones económicas, como ha demostrado el Banco de España en su último informe anual. El motivo es que esta demanda embalsada de las rentas altas no se convierte en consumo cuando desaparecen las causas que provocan el ahorro forzoso. Esto es, los hogares con más recursos no utilizan su exceso de ahorro para elevar su consumo, sino que simplemente utilizan sus ingresos corrientes. Al menos esto es lo que ha ocurrido durante el año 2021 tras el final del estado de alarma.

En concreto, lo que ha constatado el Banco de España es que la existencia de una bolsa de ahorro no eleva el consumo de las rentas altas, pero sí de las bajas. Esta diferencia es muy importante, porque significa que si el incremento de los depósitos se concentra en los grupos sociales con mayores ingresos, entonces no se puede esperar un repunte del consumo cuando desaparezca la incertidumbre actual.

Esta coyuntura anticipa una recuperación lenta del consumo de los hogares, que tardará todavía más de un año en volver a los niveles previos a la pandemia. De esta forma, la suma de la inflación, el endurecimiento de los tipos de interés y el desplome de la confianza provoca que la recuperación esté perdiendo uno de los grandes motores previstos para este año, la demanda interna.

Tres meses después del inicio de la invasión de Ucrania no se avista un final al conflicto. Lo que sí avistan las familias es el deterioro de su situación económica, golpeadas por la subida de todos los precios y la contención de los salarios. En un contexto complicado de pérdida de poder adquisitivo, elevada incertidumbre y tipos de interés al alza, las familias están elevando el ahorro precautorio para cubrirse ante futuros imprevistos. El gasto adicional que están afrontando se limita al coste de la inflación, pero las compras en términos reales llevan congeladas desde el inicio de la guerra. En paralelo, lo que están haciendo es acumular ahorro en forma de depósitos.

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