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El mundo camina sobre un campo de minas: los 10 riesgos que ve BlackRock
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El mundo camina sobre un campo de minas: los 10 riesgos que ve BlackRock

La economía importa cada vez menos. Lo relevante ahora es la geopolítica. Es decir, las relaciones entre los Estados. BlackRock, que maneja una cartera de 10 billones de dólares, ha identificado 10 riesgos

Foto: Vladimir Putin y Xi Jinping. (Getty Images/Pool/Kenzaburo Fukuhara)
Vladimir Putin y Xi Jinping. (Getty Images/Pool/Kenzaburo Fukuhara)
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Hubo un tiempo en que la macroeconomía se fijaba, esencialmente, en los fundamentos económicos. Es decir, en la solvencia de las naciones a partir de grandes indicadores agregados (consumo, inversión, sector exterior…), pero ese mundo ha cambiado. Incluso se ha extinguido. Hoy, la clave de bóveda del sistema económico se nutre de un viejo concepto de los tiempos de la Guerra Fría, la geopolítica, que provoca cambios imprevistos que dejan a los gobiernos —también a la economía privada— sin capacidad de reacción. Sin apenas margen de maniobra.

El caso más reciente es la guerra de Ucrania, pero hay muchos más. Tantos como se quieran en un mundo globalizado e hiperconectado que hace que sucesos que ocurren a miles de kilómetros, sin ninguna relación aparente, tengan un impacto crucial sobre las economías domésticas. BlackRock, que maneja más de 10 billones de dólares en activos (ocho veces el PIB de España), ha observado 10 riesgos, aunque podrían ser muchos más.

El primero de todos, lógicamente, pasa por lo que suceda en Ucrania, pero la guerra cibernética es ya el segundo riesgo a nivel mundial. Por encima del desacoplamiento tecnológico global y de los ataques terroristas, que hace no demasiado tiempo eran considerados una fuente de desestabilización del planeta, pero hoy se consideran un riesgo medio, como la crisis de los mercados emergentes. Los problemas económicos (inflación o endurecimiento de las políticas monetarias) siguen preocupando, pero han pasado a un segundo plano.

Foto: Puerto de Valencia. (Reuters/Heino Kalis)

El informe de BlackRock, confeccionado con la información que suministra el rastreo de noticias financieras publicadas en los principales medios de comunicación en función de su frecuencia utilizando la inteligencia artificial, y que es enviado periódicamente a sus clientes, parte de un análisis de carácter general: los mercados “están subestimando los riesgos potenciales”. En particular, los efectos de la invasión rusa que, en opinión de sus analistas, son algo más que preocupantes. “El escenario más probable en nuestra opinión es un conflicto prolongado en Ucrania con un enfrentamiento político, económico y militar a largo plazo entre Occidente y Rusia”. No es de extrañar que califique como ‘riesgo alto’ lo que sucede en Ucrania.

Epidemia de ataques cibernéticos

Tan alto como los ataques cibernéticos, cuyo riesgo ha crecido en vertical. Precisamente, por la guerra de Ucrania. El análisis de BlackRock, que el año pasado registró entrada neta de capitales por más de 540.000 millones de dólares, lo que indica el grado de liquidez que inunda el planeta, no deja lugar a dudas. “Las redes e infraestructuras críticas del Gobierno y del sector privado en todo el mundo son vulnerables a la piratería y el espionaje”, sostiene el documento.

Lo que le preocupa al fondo de Larry Fink, con un sueldo de 36 millones de dólares el año pasado, es que los mercados no tienen en cuenta este riesgo pese a que los ataques han aumentado y EEUU se enfrenta a una epidemia de ‘ransomware’. Los ataques repetidos “podrían causar daños significativos y una interrupción sostenida que podría extenderse a los mercados y a la economía”.

Un tercer riesgo es considerado alto. La competencia tecnológica entre EEUU y China podría introducir una fragmentación del conocimiento en aras de impulsar la autosuficiencia de ambos gigantes. BlackRock cita, en concreto, que las sanciones occidentales sobre las importaciones de tecnología rusa “exacerbarán” la fragmentación y reducirán el número de cadenas de suministro confiables. En EEUU, por ejemplo, el Congreso está avanzando en una política industrial destinada a impulsar la competencia en las tecnologías críticas, lo que incluye nuevos requisitos más exigentes para que puedan operar en el país las empresas chinas. En definitiva, restricciones al uso de tecnología con alcance estratégico.

Algo parecido se ha introducido ya en la legislación española. El Gobierno publicó en el BOE el pasado 30 de marzo un real decreto-ley, que se debe convalidar el próximo jueves, en el que refuerza los controles sobre el uso de la tecnología 5G, lo que afecta, fundamentalmente, a empresas chinas como Huawei o ZTE.

Foto: EC

El propio texto, en su exposición de motivos, lo vincula “a la agresión a gran escala de Ucrania desde Rusia”, de ahí que en el artículo 14 se establece que el Gobierno, mediante acuerdo adoptado en Consejo de Ministros, previo informe del Consejo de Seguridad Nacional y previa audiencia de los operadores 5G y suministradores 5G afectados por un plazo de 15 días hábiles, “podrá calificar que determinados suministradores 5G son de alto riesgo”. Es decir, se aprueba una discrecionalidad inexistente hasta ahora que deja a los operadores de la tecnología más avanzada con una enorme incertidumbre. No en vano, el real decreto-ley deja claro que será el Gobierno quien analizará tanto las garantías técnicas de funcionamiento y operatividad de equipos, productos y servicios de 5G como su exposición “a injerencias externas”.

Un riesgo llamado China

China, de hecho, está en el centro del riesgo geopolítico, y en el informe de BlackRock se recuerda la ambición de Pekín sobre Taiwán, el primer fabricante de microprocesadores del mundo. Aunque en este caso no se observan riesgos inminentes —no parece que se vaya a atacar a la isla en el corto plazo—, sí que podrá aumentar el riesgo a medida que avance la década. Las pruebas nucleares de Corea del Norte, las tensiones en el golfo Pérsico o la posible paralización de la lucha contra el cambio climático, por el regreso a los combustibles fósiles, se ven hoy como factores de menor riesgo, como la fragmentación europea. Ni siquiera está en el grupo de 'honor' el auge de los partidos ultranacionalistas.

Foto: Los presidentes ruso y chino, en un encuentro en 2019. (Reuters/Novozhenina) Opinión
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Los rebrotes del covid en China, en particular en algunas provincias con un importante peso económico en la fábrica del mundo, no se ven hoy tampoco como un riesgo relevante a la altura de los geopolíticos. Ni siquiera pese a que Maersk, el número uno mundial, ha revisado a la baja su previsión de demanda de contenedores, lo que es un indicador adelantado de menor crecimiento del comercio mundial. Un reciente informe oficial chino estimó un avance del PIB del 3,1% interanual en Shanghái, donde se agolpan centenares de buques para descargar, lejos del 4,8% que habría crecido el conjunto del país en el primer trimestre del año.

La inflación, igualmente, fue identificada como un riesgo relevante por el FMI en su reciente informe sobre perspectivas económicas mundiales, como los efectos que tiene para las economías emergentes (muy endeudadas en dólares) el endurecimiento de la política monetaria en EEUU; pero estos indicadores, como la deuda, en un contexto de subida de tipos por parte de los bancos centrales, o los problemas de aprovisionamiento de las cadenas globales, están hoy subordinados a la evolución de las relaciones entre los Estados.

Ha vuelto la guerra fría, si algún día llegó a marcharse. El hecho de que en plena presentación de resultados en EEUU el 80% haya batido previsiones en el primer trimestre ya no importa. Todo es geopolítica.

Hubo un tiempo en que la macroeconomía se fijaba, esencialmente, en los fundamentos económicos. Es decir, en la solvencia de las naciones a partir de grandes indicadores agregados (consumo, inversión, sector exterior…), pero ese mundo ha cambiado. Incluso se ha extinguido. Hoy, la clave de bóveda del sistema económico se nutre de un viejo concepto de los tiempos de la Guerra Fría, la geopolítica, que provoca cambios imprevistos que dejan a los gobiernos —también a la economía privada— sin capacidad de reacción. Sin apenas margen de maniobra.

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