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Cuando la concentración de la riqueza afecta al crecimiento: el inesperado aviso del FMI
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Los problemas de la desigualdad

Cuando la concentración de la riqueza afecta al crecimiento: el inesperado aviso del FMI

El ‘exceso de ahorro de los ricos’ se está convirtiendo en un problema global que, además, coincide con un endeudamiento creciente de las clases bajas

Foto: El expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. (Reuters)
El expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. (Reuters)
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En el año 2005, el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, introdujo la idea del exceso de ahorro global (‘global savings glut’) para explicar por qué los tipos de interés se mantenían persistentemente bajos en los mercados, incluso en contra de la política monetaria. El argumento era que el aumento de los niveles de ahorro por encima del demandado para financiar la inversión estaba detrás de la caída de las rentabilidades en los mercados de deuda. El concepto ha sido recuperado esta semana por el Fondo Monetario Internacional con un matiz importante "de los ricos".

El FMI reflexiona sobre el exceso de ahorro de los ricos en una advertencia sobre los efectos que tiene en la economía. La concentración de la riqueza durante las últimas décadas ha sido una constante, tanto en los países desarrollados como en los emergentes. Esto no solo genera una desigualdad creciente, también dificulta la movilización de ese ahorro para convertirlo en consumo, ya que las rentas más altas no gastan todos sus ingresos y siguen acumulando más capital en forma de activos bloqueados.

Foto: Imagen de un supermercado.

El Fondo señala que esta desigualdad ha provocado un gran distanciamiento de las rentas altas no solo respecto a los pobres, sino también respecto a las clases medias. En los países desarrollados, el 10% más rico tiene más del doble de patrimonio que todas las rentas medias (las personas que van del percentil 60 al 90, esto es, justo por debajo del 10% más rico). Esta acumulación de capital se ha convertido en un problema no solo de desigualdad, también económico.

El FMI argumenta que esta concentración del ahorro en manos de unos pocos estaría en la base de "la caída secular del tipo de interés natural en todo el mundo". Esto es, la depreciación del valor del dinero es consecuencia de la cantidad de reservas que están acumuladas en manos de los más ricos. Esta concentración de riqueza ha llegado a tal punto que las clases más populares tienen ya una riqueza neta negativa, esto es, tienen más deudas que activos. "Este fenómeno coincide con el incremento de la deuda de los hogares concentrada en las familias de bajos ingresos y con un incremento de la desigualdad de ingresos", señala el Fondo.

Si bien es cierto que la inflación se ha mantenido contenida durante la última década (hasta el estallido actual por un problema de oferta), la realidad es que las clases medias y bajas están soportando un gran encarecimiento de su coste de la vida por la subida de la vivienda. El precio de la vivienda no está incluido en los IPC, de modo que ha pasado desapercibida en las estadísticas oficiales de capacidad adquisitiva de las familias, pero la realidad es que han tenido que dedicar recursos crecientes a pagar ‘un techo’. Se ha producido así una intensa extracción de rentas que contribuye a la acumulación de riqueza en las manos más pudientes. En la última década, la política monetaria expansiva de los bancos centrales ha contribuido de forma decisiva a la subida de precios en el sector inmobiliario.

Foto: Foto: CSA.

Según el Informe de la Desigualdad Global 2022, desde el año 1995 hasta 2021 el 1% más rico del mundo capturó el 38% del crecimiento del patrimonio a nivel global. Se genera así una acumulación de rentas, al tiempo que una parte de la población apenas tiene recursos para vivir. En definitiva, una renta que potencialmente se podría convertir en consumo e incremento de la demanda para arrastrar a la oferta se estanca en forma de ahorro, tirando los tipos de interés globales y estancando el consumo y, por extensión, lastrando la inversión.

En la última década, se han registrado tasas de inversión productiva reiteradamente bajas. Y eso incluso a pesar de que el precio del dinero era casi cero, o en algunos casos incluso negativo. Este desinterés por la inversión oculta es, en cierta medida, la atonía de la demanda de los hogares. Este fenómeno ha sido especialmente intenso en los países emergentes y subdesarrollados, ya que la escasez de ingresos y patrimonio de las clases medias y bajas han mantenido la demanda bajo mínimos mientras que la riqueza se acumulaba en unas pocas manos.

En Europa, la desigualdad de riqueza es algo inferior a la del resto del mundo, pero no por ello deja de ser importante. El 58% del patrimonio se concentra en el 10% más rico, mientras que el 50% más pobre posee menos del 5%. Y, si se mira exclusivamente al top 1% más rico, acapara más del 25% de la riqueza. La situación es mucho peor en el conjunto del mundo, donde el top 1% acapara casi el 40% de la riqueza.

La riqueza del sector privado supera ampliamente el 500% de la renta nacional en los países desarrollados

Este es el ‘exceso de ahorro de los ricos’ al que se refiere el FMI en su informe. Además de los efectos macroeconómicos, genera también desafección entre las clases populares y, cada vez más, entre las clases medias. La capacidad del sector público para contrarrestar este fenómeno ha sido limitada y decreciente. En las últimas décadas, se ha producido una competencia a la baja en los impuestos, en especial en el impuesto sobre sociedades, para atraer inversión extranjera. Algo sobre lo que ya ha alertado el FMI. Este camino ha sido rentable para algunas compañías globales, pero ha restado capacidad redistributiva al sector público.

La información recopilada en la Base de Datos de Desigualdad Global (World Inequality Database) impulsada por los trabajos de Thomas Piketty y Emmanuel Saez al inicio de los años 2000, muestra cómo la riqueza se ha acumulado en el sector privado frente al público. De hecho, el patrimonio público en muchos países es negativo porque la deuda pública supera el valor de sus activos. Por el contrario, la riqueza del sector privado supera ampliamente el 500% de la renta nacional en los países desarrollados.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (3i), preside la reunión del Comité Ejecutivo Nacional. (EFE/Emilio Naranjo) Opinión

Si bien es cierto que la riqueza pública no determina la desigualdad entre hogares, también lo es que el menor peso del Estado afecta de forma negativa a su capacidad para adoptar medidas redistributivas. Por ejemplo, un Gobierno muy endeudado tiene que tener mucha cautela a la hora de subir impuestos al patrimonio, porque la fuga de capitales puede provocar una situación insostenible para sus cuentas. Y, en la actualidad, los gobiernos muy endeudados son casi todos, empezando por el de España.

Esta desigualdad está en la base del malestar de las clases populares y, cada vez más, de las medias, en las economías avanzadas. Esto supone un riesgo macroeconómico en sí mismo por el auge de los populismos. Aunque el FMI no entra en este camino, se trata de un fenómeno ampliamente estudiado por la literatura económica y política. De hecho, Europa se juega su futuro con las elecciones francesas ante el riesgo de victoria de la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen.

Lo que sí está haciendo el FMI en los últimos años es solicitar a los países una política fiscal redistributiva que intente proteger a los grupos sociales más vulnerables. Además de los efectos económicos positivos que supone cambiar el ahorro de los ricos por la demanda de los pobres, para los organismos internacionales también es clave frenar el auge de los extremismos. La 'macro' también se la juega.

En el año 2005, el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, introdujo la idea del exceso de ahorro global (‘global savings glut’) para explicar por qué los tipos de interés se mantenían persistentemente bajos en los mercados, incluso en contra de la política monetaria. El argumento era que el aumento de los niveles de ahorro por encima del demandado para financiar la inversión estaba detrás de la caída de las rentabilidades en los mercados de deuda. El concepto ha sido recuperado esta semana por el Fondo Monetario Internacional con un matiz importante "de los ricos".

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