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Los récords de la gasolina por la guerra de Ucrania aceleran la transición hacia el coche eléctrico
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UN 74% DE LOS CONDUCTORES SE LO PLANTEA

Los récords de la gasolina por la guerra de Ucrania aceleran la transición hacia el coche eléctrico

El sobreprecio respecto a los vehículos de combustión se compensa con el menor coste de las recargas. Un turismo eléctrico de gama media ya es más rentable que uno de gasolina a los cuatro años

Foto: Recarga de un coche eléctrico. (Cedida)
Recarga de un coche eléctrico. (Cedida)
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La electricidad bate récords, pero el coche eléctrico sale más barato que nunca. Al menos en términos relativos. Es otra de las paradojas que deja la guerra en Ucrania. La espiral inflacionista ha golpeado a los conductores de motor de combustión, con sucesivos récords para la gasolina y el diésel, y ha aumentado el interés por los coches eléctricos. De hecho, un turismo de gama media que funciona con esta energía ya es más rentable que uno que use súper 95 a los cuatro años.

El precio de las recargas ha aumentado, pero no tanto como el de los repostajes. Y esto, unido al progresivo abaratamiento de la adquisición, ha ido estrechando la brecha que hasta hace no tanto separaba a los eléctricos de los vehículos tradicionales y los convertía en un producto reservado solo para ricos. Los datos más recientes del Ministerio de Transición Energética son ilustrativos: a 30 de marzo —es decir, antes de la rebaja de 20 céntimos en los combustibles—, recorrer 100 kilómetros ya era más barato con electricidad que con gasóleo, y mucho más barato que con gasolina, debido al mayor consumo de estos vehículos. Si, además, se recarga el coche en casa, las diferencias resultan abismales.

El consumo medio del eléctrico con una recarga convencional, en los puntos que cada vez abundan más en las calles y espacios públicos, se sitúa en 6,13 euros por cada 100 kilómetros, una cifra que desciende considerablemente si la recarga se realiza en casa, con un coste medio de 2,53 euros. En este caso, se abarata considerablemente por la noche, durante las horas valle de la tarifa regulada. El incremento de esta ha encarecido las recargas, aunque no tanto como podría parecer, gracias a las rebajas fiscales y de cargos emprendidas por el Gobierno —estos últimos fueron actualizados en el decreto para paliar las medidas económicas de la guerra—, que incluso hacen que las recargas en el mercado libre lleguen, en algunos casos, a salir más baratas que antes de la crisis energética.

Instalar un punto de carga en casa cuesta en torno a 1.000 euros, que pueden ser subvencionados en parte con las ayudas del programa Moves III, vigente hasta 2023. En paralelo, cada vez son más las empresas que ofrecen este tipo de servicio de forma gratuita a sus trabajadores, lo que ayuda a acelerar la amortización del coche eléctrico en comparación a uno con motor de combustión. De hecho, el coste de recorrer 100 kilómetros con un automóvil de gasóleo A asciende a 6,65 euros, mientras que con gasolina 95 es de 9,18 euros. En otras palabras: la recarga doméstica de electricidad cuesta cuatro veces menos que el repostaje con gasolina.

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Como es lógico, los costes de consumo se acaban trasladando al balance final y este, a su vez, a las preferencias de los consumidores. Según un comparador que acaba de lanzar BBVA, un coche de gasolina de gama media, que cuesta 19.600 euros y tiene unos gastos anuales de 4.100 euros, deja de ser rentable respecto a uno eléctrico de la misma gama, que cuesta 27.600 euros (34.219 euros sin subvenciones) y tiene unos gastos anuales de 1.650 euros, a los cuatro años. Esto dependerá del número de kilómetros que se hagan al año: BBVA calcula en torno a unos 40.000.

Crece el interés

En este escenario, el interés por el vehículo eléctrico no ha parado de crecer. Según la patronal de los concesionarios (Faconauto) y la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), las ventas de este tipo de automóviles se han multiplicado por cuatro en los últimos dos años. Su cuota de mercado ya roza el 8% y podría doblarse de aquí a finales de 2022. La crisis energética ha acelerado la búsqueda de alternativas, hasta dejar datos espectaculares en el inicio de año: las adquisiciones de eléctricos acabaron febrero con un crecimiento del 126% respecto al mismo periodo de 2021, y siete de cada diez conductores españoles se plantea que su próximo vehículo funcione con este tipo de energía, según un estudio de la consultora Roland Berger.

Las primeras cifras de matriculaciones tras el estallido de la guerra corroboran la tendencia a favor del eléctrico

Las primeras cifras de matriculaciones tras el estallido de la guerra también corroboran la tendencia: mientras que el dato global se hundió un 30,2% en marzo frente al mismo periodo del año pasado, el de vehículos electrificados (eléctricos e híbridos enchufables) aumentó un 20,7%, de acuerdo con Anfac y Faconauto. Además, las búsquedas en internet se han disparado en paralelo al encarecimiento de los combustibles: un 43% de los que barajan adquirir un eléctrico señalan el precio de la gasolina y el diésel como la primera causa de su preferencia de compra, según la 'I Encuesta de Movilidad' de la empresa de 'renting' Northgate.

Sin embargo, no hay que confundir el largo plazo con la realidad actual. La intención directa de compra de un eléctrico todavía se sitúa en el 15%, cinco puntos más que hace un año, y los híbridos siguen liderando las preferencias de los consumidores, con un 40%. De momento, la tecnología aún tiene mucho margen de mejora, como se refleja en los motivos para no cambiarse al eléctrico que señalan los encuestados por el Observatorio Cetelem en su estudio 'Motor 2022': el precio (66%), la autonomía (55%), el no disponer de un espacio para recarga (41%) y el tiempo de la misma (36%).

Foto: Las primeras experiencias de recarga dinámica han tenido resultados muy positivos. (Renault)

Los dos últimos puntos, sin embargo, son responsabilidad de las autoridades. Y España está especialmente rezagada. El Gobierno quiere que en 2023 haya 100.000 puntos públicos para cargar coches eléctricos, pero de momento solo existen 13.411, según Anfac. La comparación con la Europa avanzada es odiosa: nuestro país dispone de 0,4 puntos por cada 1.000 habitantes de población motorizable, la mitad que en Alemania (0,9) o Francia (0,7).

The International Council on Clean Transportation prevé que la cuota de mercado en el continente supere el 50% a final de la década, pero las diferencias entre países condicionan el cálculo. Las peculiaridades de España, una isla energética con gran producción eléctrica a través de las renovables y unos costes de importación de petróleo desorbitados, la sitúan en una posición privilegiada para aprovechar la ola de cambio acelerada por la crisis energética. Además, el parque móvil nacional es uno de los más envejecidos de los Veintisiete: 13,1 años de antigüedad media, frente a los 10,8 del conjunto europeo.

Ahora que el precio empieza a jugar a favor del eléctrico, falta reforzar las infraestructuras para que sea tan funcional como el resto de vehículos. El 29% de los españoles está a la espera. Según el Observatorio Cetelem, es el porcentaje que está dispuesto a dejar atrás los coches contaminantes debido al elevado precio de los combustibles. En Estados Unidos, esa cifra se eleva hasta el 49%. Todos piensan ya en eléctrico, pero las decisiones de compra van a otro ritmo.

La electricidad bate récords, pero el coche eléctrico sale más barato que nunca. Al menos en términos relativos. Es otra de las paradojas que deja la guerra en Ucrania. La espiral inflacionista ha golpeado a los conductores de motor de combustión, con sucesivos récords para la gasolina y el diésel, y ha aumentado el interés por los coches eléctricos. De hecho, un turismo de gama media que funciona con esta energía ya es más rentable que uno que use súper 95 a los cuatro años.

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