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Lo que el fin de la globalización significará para España (si no deja pasar la oportunidad)
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NUEVO ORDEN MUNDIAL

Lo que el fin de la globalización significará para España (si no deja pasar la oportunidad)

La reorganización del comercio mundial abrirá oportunidades para las economías mundiales, sobre todo de cara al acercamiento de la producción y el cambio al modelo just-in-case

Foto: Puerto de Valencia. (Reuters/Heino Kalis)
Puerto de Valencia. (Reuters/Heino Kalis)
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Durante los últimos 30 años, España se ha beneficiado de la integración de su economía en las cadenas de valor globales, que se ordenaron con base en el modelo ‘just-in-time’, por el que la rentabilidad se impuso a la resistencia. Las conexiones con otras regiones del mundo se incrementaron, y normalizaron que traer o llevar un producto de una punta a otra del globo pareciera fácil —e incluso gratuito— pese a la complejidad de estas grandes redes.

Hace algo más de dos años, la pandemia evidenció las vulnerabilidades de las cadenas de suministro. El bloqueo en el Canal de Suez volvió a subrayar esas grietas, y ahora la guerra en Ucrania está acelerando un proceso que ya estaba en marcha. El riesgo geográfico, y más recientemente geopolítico, está llevando a las economías de todo el mundo a repensar sus estructuras: qué suministros son clave, dónde se concentra su producción, qué alternativas existen, o cuál es el grado de dependencia, explica Manuel Gracia, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de Economía en la UCM. Todo ello con el objetivo de aprovechar las oportunidades que surgirán de la reorganización del comercio mundial, pero sobre todo con el de detectar y disminuir los riesgos que ya se han experimentado.

Durante los últimos meses, las empresas exportadoras españolas han sufrido escasez, retrasos y alzas en el coste del transporte que, en el peor de los casos, han derivado en un recorte de la producción. La mayoría de estos problemas de suministro guardaban una fuerte vinculación con los mercados internacionales, especialmente en el caso del sector automovilístico, tal y como evidencia un informe de la S. G. de Estudios y Evaluación de Instrumentos de Política Comercial.

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Las soluciones a corto plazo han llevado a buscar otros mercados de origen, a cambiar los proveedores o a sustituir los productos por otros alternativos en caso de que fuera posible. ¿A medio y largo plazo? Ya se atisba el esbozo de nuevas políticas industriales y la vuelta del modelo 'just-in-case', que se traduce en priorizar la seguridad sobre los bajos costes: disponer de mayores existencias, diversificar los proveedores, acortar la cadena y acercar la producción, y prestar una mayor atención a la logística y al seguimiento de las exportaciones.

En ese ‘ally-shoring’ o acercamiento de la producción a países aliados, España ofrece un gran atractivo para los inversores extranjeros. La posición de la Península Ibérica es clave como plataforma de negocios hacia otros países europeos, pero también hacia África u Oriente Medio. Así lo recoge el barómetro del clima de negocios del ICEX (2021), y lo suscribe Enrique Fanjul, técnico comercial, economista del Estado y CEO de Iberglobal: “La zona que está recibiendo cada vez más atención por parte de las empresas españolas es la del África Occidental (Senegal, Costa de Marfil, Ghana), incluso antes de la pandemia”. Estos países están más próximos que los asiáticos y han experimentado un gran crecimiento económico y gozado de cierta estabilidad política en los últimos años, explica.

En la oportunidad reside también uno de los principales riesgos para España. Además de las políticas de apoyo a la internacionalización, el gran reto de la captación de inversores extranjeros pasa por mejorar el marco institucional del país: regulaciones, normativa, seguridad jurídica, etc. Si se quiere ser competitivo, los resultados de la encuesta del ICEX a 730 empresas extranjeras implantadas en España muestran que esta es una de las áreas que reciben peor valoración.

¿Y de qué importaciones depende España? Esencialmente de las chinas, que en enero crecieron cerca de un 50% con respecto al año anterior. Aunque también de Estados Unidos, por las compras de gas, petróleo y medicamentos, y de Turquía o Marruecos. Precisamente, Fanjul remarca el dato de China, que ha pasado algo desapercibido, porque el riesgo geopolítico latente tras la invasión rusa de Ucrania ha hecho aumentar la preocupación en torno al futuro de Taiwán con respecto al deseo de reunificación del país liderado por Xi Jinping. Y las empresas españolas se juegan mucho en el ámbito de inversión, e incluso de producción, en el gigante asiático.

Más allá de China, si nos focalizamos en qué áreas son más relevantes estratégicamente para España, se observa que la mayor concentración de riesgos reside en sectores como el de los minerales y combustibles, la maquinaria o los productos químicos, como medicamentos y plásticos. El análisis de la Secretaría de Estado de Comercio muestra las similitudes con el elaborado por la Comisión Europea en 2021, que subrayaba la importancia de los productos químicos para la fabricación de fármacos, componentes y maquinaria, así como de los metales clave para la transición verde y digital.

“La gran esperanza en España son los proyectos concretos [Perte], que se realicen bien, funcionen bien y sean competitivos”, explica Jordi Bacaria, investigador del CIDOB y catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde Bruselas ya se han movilizado 43.000 millones de euros para producir una quinta parte del mercado mundial de semiconductores para finales de esta década, y se ha creado una guía —la Chips Act— para orientar a los estados miembros en su consecución de la tan citada autonomía estratégica. La Unión Europea está tratando de recuperar parte de un mercado muy dominado por Corea del Sur y Taiwán, y Sánchez no se ha querido quedar atrás. A comienzos de mes anunció el que sería el décimo proyecto estratégico puesto en marcha en España y los semiconductores son el objetivo de 11.000 millones de euros financiados con los Next Generation. El plan para microchips, una vez aprobado, se sumará a los ya puestos en marcha para el coche eléctrico, las energías renovables, la industria naval o el sector agroalimentario.

Foto: Robots en fábrica de automóviles.

Tras años de deslocalización industrial a lugares lejanos con bajos costes de producción y mano de obra, es importante pensar en otro modelo productivo, desde la base, que es la formación, hasta la entrada a los mercados donde se pueda ser competitivo, aclara el catedrático. “Hay un gran potencial, pero hay que recuperarlo”, zanja. Y recuperarlo no significa relocalizar toda la producción. La globalización no es eso. “Tenemos que tener más autonomía en los sectores críticos y estratégicos de nuestra cadena de valor, pero al mismo tiempo debemos ser abiertos con los socios en el comercio”, aclara Bacaria.

El entendimiento del mundo actual pasa por entender que la producción en Taiwán no equivale a que las empresas taiwanesas produzcan tus bienes. Garantizar los suministros clave no es traerlos todos de vuelta, sino quizá incrementar la inversión allá donde produzcas para garantizar el abastecimiento, o acercarlo a regiones más próximas. El matiz es importante, señala el investigador de Elcano. Por ejemplo, “esta idea de que todo vuelva a Estados Unidos es, cuanto menos, ingenua, porque la industria no son fichas de un tablero que podemos mover fácilmente de un lugar a otro. Las inversiones industriales son complejas y requieren de un periodo de materialización”.

El modelo se ha caracterizado en las últimas décadas por la fragmentación del proceso de producción, su movilidad geográfica, y por las estrategias de externalización y subcontratación que permitieron "adelgazar" la empresa principal. En ese contexto, aspectos como el ecológico o el laboral quedaron relegados a un segundo plano. La posibilidad de gravar los productos según la huella de carbono de sus procesos y el cambio del modelo productivo, muy marcado por las dinámicas del sector automotriz, abren la posibilidad a que esas tendencias queden revertidas, puntualiza el investigador de Elcano.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Según el CEO de BlackRock, la guerra en Ucrania marcará el fin de la globalización. Según el Índice Elcano de Presencia Global, ya se ha registrado una ralentización de la misma, principalmente en su dimensión económica, y según Jordi Bacaria es mejor hablar de reglobalización. Aún es pronto para estar seguros, pero las tendencias apuntan a que las economías globales están entrando en una etapa comercial más regional. En ella, los fondos de recuperación pensados para la salida de la crisis derivada del coronavirus, podrían cobrar un mayor importancia para afrontar los retos de transformación. Desde la producción de los vehículos eléctricos, pasando por la fabricación de baterías, el mayor gasto en defensa prometido por los países de la OTAN, y la transición energética.

Este último es el sector donde todos los expertos coinciden con mayor seguridad. España está en buena posición para convertirse en el 'hub' energético de Europa gracias a su potencia regasificadora, pero también por su gran potencial en el campo de las energías renovables, como la solar o la eólica. “Las economías europeas, la española incluida, están abocadas a hacer un esfuerzo importante en ese campo para reducir la dependencia energética de los combustibles fósiles y asegurar el suministro”, vislumbra Fanjul.

El futuro no lo conoce nadie, pero la transformación será larga, llevará tiempo y encarecerá aún más los costes; y si se aprovecha la oportunidad, esos costes se verán compensados por las ventajas de una posición estratégica favorable y una mayor seguridad en el suministro.

Durante los últimos 30 años, España se ha beneficiado de la integración de su economía en las cadenas de valor globales, que se ordenaron con base en el modelo ‘just-in-time’, por el que la rentabilidad se impuso a la resistencia. Las conexiones con otras regiones del mundo se incrementaron, y normalizaron que traer o llevar un producto de una punta a otra del globo pareciera fácil —e incluso gratuito— pese a la complejidad de estas grandes redes.

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