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¿Qué come tu comida? El futuro del ganado de carne va desde los insectos a la soja verde
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¿Qué come tu comida? El futuro del ganado de carne va desde los insectos a la soja verde

El ganado consume 38 millones de toneladas de materias primas. Europa está flexibilizando las proteínas de carne y abogando por menos medicamentos, entre otros puntos

Foto: Un cerdo en una granja. (EFE/Craig Lassig)
Un cerdo en una granja. (EFE/Craig Lassig)

Leche vegetal, carne vegana, productos sin azúcar… La industria de la alimentación está cambiando a toda velocidad para acoger las nuevas tendencias de los consumidores. Sin embargo, mientras el foco recae sobre los humanos, a menudo se olvida que también nuestra comida (la carne) tiene sus hábitos de consumo. Este mundo subyacente ha saltado a la actualidad con la guerra de Ucrania —y su consiguiente impacto sobre la importación de trigo y semillas de girasol —. Con todo, la alimentación de nuestros ganados lleva años preparándose para el futuro. Son muchos los frentes abiertos: las proteínas animales, sostenibilidad o la resistencia bacteriana, son algunos de ellos.

El ganado español consume 38 millones de toneladas de materias primas a través de piensos y premezclas, según los últimos datos a cierre de 2019 de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos Para Animales (CESFAC). El 66% son cereales, fuente de fibra para nuestros animales, mientras que el 18% son oleaginosas y productos derivados, fuente de proteína para el ganado. No todos los animales comen lo mismo, y su alimentación varía según la época de su vida en la que se encuentran. No es lo mismo un animal recién nacido que uno en plena gestación.

Foto: Campo de maíz. (Unsplash)

Carne que come carne

¿Quién se acuerda de Parrula? La vaca gallega fue la primera diagnosticada en España con encefalitis espongiforme bovina en el año 2000. Ahí empezó el infierno de las vacas locas, una epidemia que se aplacó entonces con el reglamento europeo 999/2001. Con este, quedó prohibido el uso de proteínas animales para la elaboración de piensos. Es decir, quedaron atrás el uso de restos de animales del matadero que luego se trasformaban en harinas para mezclar en los piensos. De hecho, fue tal el revuelo, que en 2005 la UE también aprobó un reglamento con fuerte foco sobre la trazabilidad y los controles de toda la alimentación animal.

Fue apenas en 2009 cuando la UE aprobó otro reglamento con algunas excepciones, como el uso de harinas de pescado o los hemoderivados – pero las harinas siguieron restringidas para todo animal que luego fuese a ser comido, solo estaba permitido en otro tipo de animales (como los de compañía, por ejemplo). Dos décadas después de aquella primera ley, el verano pasado la UE aprobó un reglamento flexibilizando estos parámetros. Constatando una serie de estudios que confirman que la trasmisión de la enfermedad de las vacas locas es insignificante entre los no rumiantes, Europa abrió la mano a que el ganado pudiese alimentarse de “proteínas animales transformadas de ganado porcino, aves de corral e insectos en el pienso”.

Es decir, una vez traspuesta a los distintos países, la carne comerá carne. Pero no todo vale. El canibalismo sigue estando prohibido (un cerdo no podrá comer restos de cerdo, por ejemplo, solo de otras especies) y los rumiantes continuarán exentos de esta flexibilización. Además, se pone mucha importancia en que todo lo que se utilice. Según explica Mariano Gorrachategui, presidente de la comisión técnica de CESFAC, las materias primas de origen animal son más digestibles, tienen un contenido en proteína más alto, tienen un valor energético alto y contenidos en fósforo altos.Tras la prohibición de las harinas animales en 2001, la fuente de proteína recayó sobre todo en la soja (alimento que se planta en América, ya que las condiciones aquí no son propicias) y la de grasas saturadas en el aceite de palma.

placeholder Dos vacas en una granja. (EFE/Ana Escobar)
Dos vacas en una granja. (EFE/Ana Escobar)

Por otro lado, la UE ya había autorizado en 2017 el uso de insectos en los piensos de animales de acuicultura. Ahora, permite que también las aves de corral y los cerdos puedan comer estos bichos, aunque no enteros, siempre transformados. “De hecho, no todos los insectos están permitidos”, explica Gorrachategui. Un ejemplo de un insecto permitido que está en auge es la mosca soldado negro, concretamente la larva, detalla el experto. “Es muy interesante por su contenido de ácido láurico, con propiedades antimicrobianas”, matiza. La larva se lava, se seca, y por presión se somete a un tratamiento térmico —se separa la grasa y también se puede utilizar lo que queda de proteína animal transformada, que tiene una concentración bastante alta de proteína—.

“Se ha hablado mucho sobre los insectos en la alimentación animal, pero de momento es apenas algo prometedor, ya que son productos tremendamente caros”, zanja Gorrachategui. “La producción no está masificada, por lo que hay un camino por recorrer antes de que el uso de los insectos en la alimentación animal sean significativos. De ahí a decir que los insectos puedan sustituir a la harina de soja en alimentación animal, hay mucha diferencia”, explica.

El auge de lo verde

La sostenibilidad está a la orden del día — también en la alimentación animal —. Son muchos los aspectos en los que minimizar la huella de contaminación y desperdicio entran en juego. Uno de ellos es el de la deforestación. En Europa, la Comisión ha propuesto un reglamento para minimizar la deforestación y la degradación forestal provocadas por la UE. Lo que quiere es “garantizar que únicamente se permitan en el mercado de la UE productos legales y libres de deforestación”. Entre los productos que identifica como causa de la degradación forestal, está la propia carne de vacuno, pero también la soja o el aceite de palma.

Con esta legislación todavía en marcha, el sector ya mueve ficha. Los importadores cuentan con certificadoras de soja como RTRS, para dotar de mayor certeza de que las condiciones ambientales en las que se ha producido la soja. “En torno al 90% de la soja que se importa a España ya cuenta con algún tipo de certificación de sostenibilidad”, explica Miguel Ángel Higuera, presidente de Anprogapor, asociación de la producción porcina, sector en el que España es uno de los líderes mundiales. "Sin embargo, esto reduce el número de proveedores con los que podemos trabajar, no es negativo, simplemente provoca es un incremento de los costes". "La industria porcina considera que es algo que no se tiene que discutir, es una demanda social", matiza el directivo. Como medida de también de sostenibilidad está la aprovechamiento de la materia prima, donde Higuera pone de relieve el uso de los residuos de las granjas de cerdo como fertilizante en la producción de cereales, algo que en España está creciendo por el desarrollo que está teniendo la industria porcina. Esto se da sobre todo en producciones de regadío eficientes, como el maíz (alimento que ahora falta desde Ucrania). Higuera también subraya la importancia de la alimentación de precisión, es decir, tener tan bien medido todo lo que necesita el animal que no se desperdicie nada (incluidas las emisiones de CO2 y huella medioambiental de la producción ganadera).

Foto: Mazorcas de maíz (iStock)

La Unión Europea es una de las regiones más críticas a nivel mundial con los productos de su alimentación. El continente trabaja en una estrategia de producción llamada “de la granja a la mesa”. Sin embargo, con la guerra de Ucrania, los principios de la UE se están viendo comprometidos por la pérdida de un país clave para la producción de maíz y semillas de girasol. En el caso del primero, de hecho, el ministerio de Agricultura ya tomó la decisión hace unas semanas de abrir la mano con ciertos parámetros de los pesticidas incluidos en importaciones de maíz desde Argentina o Brasil. El equilibrio entre sostenibilidad y potencia alimentaria también es un foco importante de la política de producción interna dentro de la UE. Pero a largo plazo, la demanda de carne sigue en auge y preocupa la disponibilidad de recursos para alimentar al ganado. "El consumo de carne España es de más del doble del recomentado por la Organización para la Alimentación y la Agricultura", detalla Gorrachategui. "El uso de la biotecnología es uno de los recursos que tenemos que plantearnos; podríamos producir maíz con más grasa, alimentos con más proteína, soja con menos desperdicio...Tenemos que debatir si queremos autorizar más alimentos genéticamente modificados".

La cruzada constante del sector ganadero es, como explicaba Higuera, aumentar la eficiencia y aprovechamiento, un objetivo que también está alineado con los intereses de sostenibilidad para evitar el desperdicio y las emisiones innecesarias. “Las nuevas tendencias en cuanto a la alimentación del ganado vacuno, dados los costes que se están dando en los precios de las materias primas, están en el uso de la mayor cantidad de forrajes posibles en la nutrición de las vacas de producción de terneros y leche, junto al aprovechamiento de los subproductos de la industria alimentaria”, explican desde Asoprovac. Para el engorde, dadas las infraestructuras que ya se tienen, se está buscando la manera de hacer concentrados donde se usen subproductos para el aporte de proteína. De nuevo, utilizar residuos para alimentar al ganado: pulpa de cítricos procedentes de la extracción de zumos, pulpa de remolacha azucarera, bagazo de cebada de la industria cervecera, vainas de guisantes, pulpa de tomate, verduras que no tienen el tamaño adecuado para elaboración de conservas o congelados… “La economía circular no la han inventado los ganaderos, pero llevan practicándola desde hace siglos”, detallan desde la asociación.

Foto: Bomberos franceses extinguen el fuego de un campo de trigo en Ramillies, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)

“Hay que entender que los bovinos, como rumiantes que son, tienen una gran capacidad en su estómago para digerir hidratos de carbono estructurales de las paredes celulares de las plantas (celulosa y hemicelulosa) que son imposibles de digerir por monogástricos como el ser humano y también pueden producir proteína desde fuentes inorgánicas”, zanjan. De esta manera, con productos que el ser humano no puede usar en su alimentación, conseguimos gracias a la cría de vacuno obtener proteínas de alto valor biológico y nutricional, vitaminas liposolubles esenciales para nuestra salud y, por supuesto, emociones y buenos ratos consumiendo carne, leche y sus derivados. “No obstante, para poder acceder a diferentes materias primas, sería necesario que cambiaran algunas políticas desincentivadoras que se han puesto en marcha desde Bruselas y que muchos estados miembros hemos o han creído ‘a pies de puntillas’”, matizan desde Asoprovac.

La gerencia se refiere al desacoplamiento: "Al no estar las ayudas de la PAC ligadas a la producción, se ha dejado mucho sin labrar". detallan. Según defienden, "tanto las políticas ecológicas como las no ecológicas, lo único que han supuestos son costes para el productor, que no se trasladan a lo largo de la cadena alimentaria y que poco a poco nos han dejado sin producción y con los agricultores y ganaderos españoles descapitalizados".“Quizá, en lugar de cesar en muchas producciones que han elevado el número de tierras abandonadas (ahora que está tan de moda hablar de barbechos), se podría haber estimulado el cultivo de proteaginosas para uso ganadero”, zanjan.

Los medicamentos en la comida

Otro de los frentes abiertos en el futuro de la alimentación animal es cuidar al planeta de la resistencia bacteriana. A menudo se habla del control de uso de antibióticos por parte de los humanos, con controles en la sanidad pública y nuestros hábitos diarios. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aborda estos problemas desde el concepto de One Health: es decir, la salud general no solo se gestiona desde la sociedad humana, sino que también desde el medioambiente y el reino animal. Estamos en una única salud en la que todo aporta. Por eso se controlan cada vez más los medicamentos que entran en la alimentación animal. Toda la legislación que ha estado entrando en vigor en los últimos años “ha cambiado mucho la industria, y las vías de administración de los medicamentos también han cambiado”, explica Gorrachategui. “Si antes la mayoría de medicamentos se administraban por el pienso, más sencillo para el ganadero, ahora las vías son orales, por agua, inyecciones… Es una tendencia que irá a más en los próximos años”.

Foto: Un cerdo en una granja de Alemania. (EFE)

El experto detalla que hay varios hitos significativos en el control de los fármacos en la alimentación animal: en 2006 se limitaron los antibióticos como factores de crecimiento a nivel europeo, en 2009 España lanzó un real decreto que puso mayores requisitos a los piensos medicamentosos, y en 2019 la UE ha sacado dos reglamentos que restringen mucho las posibilidades de fabricación de este tipo de piensos. “Se establecen muchos controles en la contaminación cruzada, ya que las fábricas tendrán que pasar por unos procesos de limpieza entre pienso y pienso muy estrictos, así como exigencias en el transporte, consumo, trazabilidad… para algunas fábricas va a ser inviable cumplir con estos estándares”, describe el experto de CESFAC.

Por otro lado, también existen unos programas voluntarios llamados Reduce, dispuestos a reducir el consumo de antibióticos. Planes arraigados en una declaración de intenciones a nivel europeo que se remonta a 2014, pero que en España ha tenido especial éxito. En concreto, el programa Reduce Colistina, al que se adscribieron las principales empresas de porcino en España, consiguió que el uso de este medicamento pasase de los 54 miligramos por PCU (unidad de peso animal) a los 0,4 miligramos (por debajo de la media de la UE y del objetivo de alcanzar los 5 miligramos). “Esto se ha conseguido sin tener casi que recurrir a otras alternativas como la neomicina y la apramicina”, detalla Gorrachategui. “Apenas el 8% de los piensos son medicamentosos en España, y se reservan para especies muy sensibles (lechones, corderos, conejos…), además de cumplir con unos requisitos estrictos entre las fábricas autorizadas, las prescripciones veterinarios, el uso de una sola molécula, periodos de retirada para garantizar que no quedan residuos…”.

Leche vegetal, carne vegana, productos sin azúcar… La industria de la alimentación está cambiando a toda velocidad para acoger las nuevas tendencias de los consumidores. Sin embargo, mientras el foco recae sobre los humanos, a menudo se olvida que también nuestra comida (la carne) tiene sus hábitos de consumo. Este mundo subyacente ha saltado a la actualidad con la guerra de Ucrania —y su consiguiente impacto sobre la importación de trigo y semillas de girasol —. Con todo, la alimentación de nuestros ganados lleva años preparándose para el futuro. Son muchos los frentes abiertos: las proteínas animales, sostenibilidad o la resistencia bacteriana, son algunos de ellos.

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