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La década que vivimos peligrosamente: cuando la inflación subía un 28% anual
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DEL DESARROLLISMO A LOS PACTOS DE LA MONCLOA

La década que vivimos peligrosamente: cuando la inflación subía un 28% anual

España ha vivido peores épocas en materia de inflación que la actual, pero solo un pacto de Estado consiguió revertir la situación entonces

Foto: Manifestación contra la carestía de vida en Barcelona, 1977. (EFE)
Manifestación contra la carestía de vida en Barcelona, 1977. (EFE)
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El 12 de junio de 1976 tuvo lugar la primera manifestación legal en España en cuatro décadas. En el centro de Madrid, más de 50.000 personas se apiñaron entre la calle Preciados y la plaza de Callao para protestar contra la carestía de vida, como antes se referían las subidas drásticas del IPC. Apenas hacía diez días que se había aprobado la Ley de Reunión y las fuerzas policiales, tan franquistas como desorientadas, disolvieron la manifestación a golpe de porra cuando solo llevaba 22 minutos.

Fue el reencuentro de los españoles con las protestas públicas, aunque no con la inflación, que había empezado una escalada meteórica en el verano de 1969. Los planes de desarrollo, diseñados por los tecnócratas del Opus y bautizados por el régimen como 'el milagro español', consiguieron que España creciese a razón de dos dígitos anuales —solo por detrás de Japón a nivel mundial—, pero empezaban a dar síntomas de agotamiento. Cuando el estancamiento del turismo trajo consigo un frenazo de las inversiones, el modelo mostró sus flancos: el abandono y empobrecimiento del medio rural, esquilmado por la constante demanda de mano de obra en las ciudades, marcó profundas diferencias entre regiones, que aún persisten, más un importante desnivel en la balanza comercial y una inflación que, parapetada en el crecimiento del PIB, había alcanzado picos del 17% sin que apenas lo percibiese el ciudadano.

El milagro económico empezó a ser fuertemente cuestionado a comienzos de los 70. Uno de los más contundentes fue el joven secretario de coordinación del PSOE, Felipe González, cuya línea siempre fue contraria a las medidas tecnócratas: "¿Milagro económico? A más de un millón de españoles pongo por testigo que hicieron posible ese milagro, yéndose a vivir a Europa y enviando las reservas de divisas, cuando no directamente sus ahorros, a España para compensar la balanza comercial. Nuestro milagro nada tenía que ver con el desarrollo auténtico que se estaba viviendo Europa, pues solo recogíamos las migajas de la prosperidad europea en forma de turismo. Así, ni es milagro, ni es desarrollo. Como mucho crecimiento y, en muchas ocasiones, desordenado".

El franquismo logró esconder estas desigualdades bajo el manto del desarrollismo y la España yeyé hasta 1973, cuando la guerra del Yom Kipur provocó un súbito encarecimiento del petróleo. La OPEP cerró el grifo del crudo a los aliados de Israel y el precio del barril se triplicó en una semana. España, cuya energía dependía en dos terceras partes del petróleo, recortó impuestos y subvencionó la importación de barriles hasta la muerte del dictador en 1975, pero ni aún así pudo evitar que la gasolina subiese un 20% y que la inflación se desbocase. En menos de un año, el régimen pasó de pagar a 2 dólares por barril, a más de 30.

El día de la muerte de Franco, la inflación marcaba un crecimiento del 16,2% interanual, siete puntos más que la que hoy nos hace llevarnos las manos a la cabeza, pero diez menos que el pico histórico, 28%, registrado en octubre de 1977. Los precios habían crecido tanto para ese momento que el Gobierno tuvo que hacer un spot de televisión para explicarlo: "La peseta ha sido prácticamente devorada por el continuo encarecimiento de los precios. Desde 1970, antes de la crisis del petróleo, el coste de la vida ha iniciado una escalada terrorífica. Un coche que hace tres años costaba 100.000 pesetas, vale hoy 150.000. Un piso que hace tres años salía por 3 o 4 millones, cuesta en la actualidad 6 o 7. Y 1.000 pesetas de 1970, son hoy (1977) unas 425 pesetas. Con un dinero que vale menos, hay que pagar más".

"Desde 1970, antes de la crisis del petróleo, el coste de la vida ha iniciado una escalada terrorífica"

España recibió este mensaje con sorpresa. El franquismo insistió machaconamente en el milagro económico del turismo, sin dejar espacio al debate público, mucho menos a la crítica. "La economía era algo sobre lo que el franquismo no quería hablar. El tema apenas se trataba en televisión y poco en los diarios, siempre de forma positiva, hablando de los planes de desarrollo y de cómo estaban mejorando las cosas. Era impensable que en el programa de José María Íñigo, por ejemplo, alguien mencionase la palabra "crisis", como mucho se hablaba de la subida del pan en algún momento concreto", dice Juan F. Lamata, doctor en comunicación y fundador de La Hemeroteca del Buitre. Esto generó, entre otros vicios como el rechazo a los impuestos, una incultura económica generalizada. "El ciudadano medio no tenía las mínimas nociones de economía, es un tema que no le interesaba. Saber de economía se consideraba 'snob' y los que querían informarse estaban acostumbrados a comprar prensa extranjera. Es más, entre 1968 y 1977, hubo tres iniciativas de diarios económicos que quebraron en muy poco tiempo, porque no había demanda, hasta que no llegó el Banco de Bilbao y aceptó fundar y mantener a pérdidas 'Cinco Días', no hubo prensa especializada en España".

Los pactos de la Moncloa

En junio de 1977, la situación del país era agónica. El GRAPO y la extrema derecha derramaban sangre en plena calle, no había una Constitución que garantizase la democracia y la inestabilidad dio lugar a una importante fuga de capitales. Adolfo Suárez, tras un año en el cargo, nombró vicepresidente y ministro de Economía al académico Enrique Fuentes Quintana. Dentro de las corrientes económicas de UCD, el análisis de la situación de Fuentes Quintana era el más crítico y, por tanto, los ajustes que proponía, los más duros de todo el catálogo democristiano. "O la democracia acaba con la crisis económica, o la crisis económica acaba con la democracia", decía el economista a Suárez, que apoyaba una línea de acción más directa: aprovechar los contactos del Emérito en Oriente Medio para traer petrodólares a España y equilibrar la balanza comercial. "Si los gastamos según llegan, estaremos en la misma situación y encima tendremos deuda con los países árabes", le respondía el académico.

La irrupción de Fuentes Quintana en la política española se produjo con estrépito. El 8 de julio, solo tres días después de su nombramiento, el nuevo vicepresidente se dirigió al país en 'prime time' para dibujar la coyuntura macroeconómica más oscura que se había visto en Televisión Española desde su fundación. Fuentes Quintana no escatimó adjetivos para dejarle claro a los españoles que lo que estaba por venir no sería agradable: "A los problemas económicos acuciantes derivados de nuestro crecimiento desordenado en el pasado, se ha sumado la crisis del petróleo, que ha supuesto un empobrecimiento automático, instantáneo, súbito y brutal a este país, que no hemos querido ni reconocer, ni aceptar", dijo ante las cámaras. "Si una familia se encuentra con que todo lo que compra ha subido un 25%, pero lo que ella vende no lo ha hecho, lo que no puede hacer es seguir como si nada sucediera. Eso es lo que ha pasado en España".

Dos meses después de acogotar a media España, Fuentes Quintana marchó de vacaciones a La Rábida, en Huelva, y regresó con un contundente paquete de medidas. Se lo presentó a Suárez con la advertencia de que, o se aprobaba, o él saldría del Gobierno. "El presidente me citó un día para que se lo expusiese y me dijo: 'Es el programa más duro que me podía tocar administrar. Y será realmente impopular, pero hay que hacerlo'", explicaba el economista a este diario años antes de fallecer.

placeholder Fuentes Quintana, Fernández Ordóñez y Suárez en el Congreso en 1977. (EFE)
Fuentes Quintana, Fernández Ordóñez y Suárez en el Congreso en 1977. (EFE)

Las medidas planteadas eran tan drásticas que exigían un pacto de Estado, los Pactos de la Moncloa, del que solo se borró Alianza Popular. A nivel económico, Fuentes Quintana limitó el despido libre al 5% de las plantillas, topó el crecimiento de los salarios al 22%, devaluó la peseta y reformó por completo el sistema tributario para generar más ingresos. Además, se ampliaron las libertades de expresión y prensa y se despenalizaron comportamientos que perjudicaban a las mujeres, como los delitos de adulterio o amancebamiento.

Así, el 25 de octubre de 1977 se aprobó el primer pacto de Estado de la democracia. Bajo la amenaza de que era el pacto o el caos, Suárez y Fuentes Quintana convencieron a los cuatro grandes bloques para firmar las reformas con una sola excepción: Fraga se negó a firmar la parte económica a última hora al considerar que perjudicaba a los empresarios. Curiosamente, el PCE de Santiago Carrillo, urgido por las consignas que llegaban del Este y que pedían un Gobierno de concentración con ministros comunistas, opuso menos resistencia que el PSOE, aún de corte marxista, que veía demasiadas concesiones al libre mercado.

"Los Pactos de la Moncloa fueron el gran éxito de Fuentes Quintana, pero sufrió un castigo político tan grande que quedó achicharrado a nivel político", dice Lamata. "No tenía ambiciones políticas y le daba mucha rabia que se clasificase la economía entre izquierdas y derechas, porque él solo veía buenos y malos economistas. Pero los de derechas sí le consideraban un político de izquierdas y, en su propio partido, el ala liberal encabezada por Garrigues Walker, consideraba sus medidas claramente intervencionistas. De hecho, tan claro es que ganó la parte liberal de UCD, que Fuentes Quintana dimite en 1978 y a la vez entra Rodríguez Sahagún, que había fundado la CEPYME".

Las medidas económicas del Pacto de Moncloa sirvieron para romper la espiral inflacionista de forma inmediata. Del 27% se pasó al 16% de 1979 y al 11% de 1984. A partir de ahí, las exigencias de convergencia de Europa encarrilaron el déficit hasta dejarlo en torno al 4%. "Lo que sucede es que se quebraron las expectativas inflacionistas. Fuentes Quintana sentó a todos los partidos, a los sindicatos y a las organizaciones empresariales y les explicó, sencillamente, lo que es una política de rentas en presencia de una inflación de costes", dice el economista de ICADE Ignacio J. Iglesias. "Él me lo contó en diversas ocasiones: les di una clase de cómo funciona, lo entendieron, y desde ese momento se rompieron las expectativas y empezó a caer la inflación".

Una de las medidas que mejor recuerda la sociedad es el distintivo del precio estable, una campaña de 1978 para luchar contra la inflación. A cambio de no subir tarifas en seis meses, el Gobierno ofreció a todos los comercios y productores un sello de garantía que se encargarían de promocionar en la televisión pública. La iniciativa tuvo un éxito moderado, consiguiendo adherir más de 8.000 productos y llenando las principales ciudades con el logotipo del precio estable.

placeholder Portada del diario 'ABC' del 7 de mayo de 1978. (ABC)
Portada del diario 'ABC' del 7 de mayo de 1978. (ABC)

Fuentes Quintana vio el éxito de su programa económico desde la barrera, alejado de la vida política y dolido con el presidente Suárez, a quien siempre reprochó que lo abandonase cuando arreciaron las críticas. Pasados los años, el economista palentino sintió la satisfacción del trabajo bien hecho: "Al final, lo importante es que la situación económica se enderezó y se pudo aprobar una Constitución con consenso. Yo siempre digo que lo más importante de los Pactos fue convencer al país de que había que pagar impuestos", dijo a este periódico.

Sin consenso

El consenso es uno de las principales diferencias entre las crisis de 1977 y la actual. "Es curioso, porque a mediados de los 70 la política no era un teatro. Ahora se sabe que, se digan lo que se digan los diputados en el Congreso, no tienen mayor problema en bromear fuera o tomarse un café", afirma Lamata. "En la Transición las cosas no eran así: el encono de los cuatro bloques (comunistas, socialistas, conservadores y democratacristianos) llegaba a unos niveles exagerados en sede parlamentaria, porque no olvidemos que, a la muerte de Franco, llegan nuevas generaciones políticas, pero los que estaban, se quedan ahí. Esa convivencia es muy tensa. Se podría decir que entonces el consenso se veía tanto o más lejos que ahora".

Una de las figuras clave de los Pactos de la Moncloa fue Ramón Tamames, formado en la London School of Economics y economista de cabecera del PCE. A sus 89 años, cuando echa la vista atrás considera que el país está en mucha mejor situación que en 1977: "Aquella crisis fue mucho peor que esta. España no tenía la mitad de renta que tiene ahora y las cuentas bancarias de los ciudadanos estaban a cero, mientras que ahora hay una capacidad de resistencia considerable", dice a este periódico.

"El crecimiento va a ser muy bajo. Estamos condenados a dos años de estanflación"

No obstante, Tamames está convencido de que no se alcanzará un consenso para los ajustes y que, por muchas medidas que se adopten, la inflación ha venido para quedarse: "Estamos en una fase de estancamiento e inflación. El crecimiento va a ser muy bajo, por los problemas de abastecimiento y la economía de la escasez, lo que permitirá un tremendo auge de los precios", explica. "Esto precisa de unos consensos amplios que no vamos a poder conseguir, de modo que nos limitaremos a poner parches en la gasolina y a intentar topar la energía, cosa que Europa no nos va a permitir mucho tiempo. Si a eso le sumas problemas en la política de rentas y que los sindicatos y los pensionistas van a empezar a pedir que suba lo suyo, entenderás que estamos condenados a, al menos, dos años de estanflación".

El 12 de junio de 1976 tuvo lugar la primera manifestación legal en España en cuatro décadas. En el centro de Madrid, más de 50.000 personas se apiñaron entre la calle Preciados y la plaza de Callao para protestar contra la carestía de vida, como antes se referían las subidas drásticas del IPC. Apenas hacía diez días que se había aprobado la Ley de Reunión y las fuerzas policiales, tan franquistas como desorientadas, disolvieron la manifestación a golpe de porra cuando solo llevaba 22 minutos.

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