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Los últimos inspectores laborales de España: la oposición que nunca cubre sus plazas
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EL 30 SERÁ LA PRIMERA HUELGA

Los últimos inspectores laborales de España: la oposición que nunca cubre sus plazas

Hay una frase que se escucha a menudo en academias de oposición, administraciones o medios de comunicación: los jóvenes ya no quieren ser inspectores de Trabajo

Foto: Carmen, Alejandro y Domingo, tres jóvenes inspectores o en camino de serlo. (Fotos cedidas/Montaje: Raquel Cano)
Carmen, Alejandro y Domingo, tres jóvenes inspectores o en camino de serlo. (Fotos cedidas/Montaje: Raquel Cano)
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Hay una frase que se escucha a menudo en academias de oposición, administraciones o medios de comunicación: los jóvenes ya no quieren ser inspectores de Trabajo. Atendiendo al número de personas que se presentan a cada convocatoria, cabría pensarlo. Pero el malagueño Alejandro López es un testimonio de lo contrario. Aprobó su oposición a inspector de Trabajo a los 28 y hace unos meses ocupó su plaza. Es uno de los contados inspectores menores de 30 en el cuerpo.

“Un inspector de Trabajo me dio la asignatura de Derecho Laboral, nos contó en qué consistía la profesión y me enamoré de ella”, explica. “La vocación tiene que ser muy fuerte para ser inspector, no a todo el mundo le gusta el derecho del trabajo, y ya no te digo seguridad social o prevención”. Es un caso excepcional. La mayoría de sus compañeros ni siquiera se plantearon que pudiese ser una alternativa.

"Comparados con jueces o inspectores de Hacienda, tenemos poca competencia"

Coincide Carmen C., pontevedresa de 28 años Y licenciada en Relaciones Laborales y Recursos Humanos, que lleva casi seis opositando y nunca se ha arrepentido de su decisión. Es quizá la opositora más conocida gracias a su blog o su cuenta de Instagram. “No, no lo cambiaría, lo mío es el derecho laboral, es lo que quiero ser de mayor”, explica en una pausa de estudio. Fue una revelación lo que la llevó a descubrir su futuro: mientras trabajaba en una ETT, donde vio cosas que no le gustaban, a la empresa le cayó una inspección. “Me lo tomé como una señal”.

“Comparados con otras oposiciones como jueces, fiscales o inspectores de Hacienda, somos muy pocos, en ese sentido la oposición es buena, porque tenemos poca competencia”, coincide Domingo J. Borrego, gaditano de 28 años que este mes de mayo cumplirá casi cinco opositando. Es otro inspector vocacional al que le gusta el lado más “policial” de su labor. “Al final, lo que da riqueza a un país es que el entorno laboral esté bien, que las personas puedan desarrollarse profesionalmente sin que existan medios de coacción. A veces le pregunto a la gente cuántas veces ha recibido una visita de la inspección y muchos nunca han visto una”.

Una de las quejas habituales, que conducirá a la profesión a su primera huelga a finales de este mes, es la escasez de efectivos. Según los cálculos de los sindicatos y las asociaciones de inspectores, en nuestro país hay 858 inspectores, 994 subinspectores y 924 efectivos en personal administrativo. El informe anual de la Inspección de Trabajo recogía a principios de 2020 1.015 inspectores y 990 subinspectores.

Sea como sea, la media que los inspectores denuncian es más alta que la del resto de Europa y la recomendada por la Organización Internacional del Trabajo. En algunas regiones, está muy por encima. Según sus cálculos, además, hay 1.459 centros por inspector de Trabajo y 1.491 por subinspector. Como recuerda López, “abarcar todas las irregularidades que hay hoy en el trabajo con los efectivos que existen es imposible”. La mayoría de inspectores (un 60,92%) y subinspectores (un 61,41%) tienen entre 40 y 50 años; las mujeres superan a los hombres como inspectoras (61,62%) y subinspectoras (61,41%).

Sangría en la oposición

Hay buenas razones para que la Inspección de Trabajo, incluso en un momento en el que ha sido elogiada de manera activa y pasiva por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, como el brazo ejecutor de la reforma laboral, esté olvidada. El desconocimiento, la especificidad de la materia, unos temarios en continuo cambio y otras alternativas económicamente más jugosas para los estudiantes de Derecho o Relaciones Laborales son algunas de ellas.

"No es que los opositores sean peores, es que la gente ya no quiere opositar"

“Si antes teníamos 20 opositores por plaza, ahora hay cuatro o cinco”, explica Ana Ercoreca, inspectora y presidenta del Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social (SITSS), que también es preparadora. “No es que sean peores, es que ya no opositan porque las condiciones laborales no son buenas y son oposiciones muy exigentes”. Una de las razones es que, aparte de la amplitud del temario, este se encuentra en constante revisión. Por ejemplo, en los exámenes de este mes de enero ya se preguntaba la reforma laboral aprobada apenas 15 días antes.

Un opositor tarda un mínimo de tres años en aprobarlas con dedicación exclusiva, pero la media es más alta. Domingo, por ejemplo, lleva cinco y volvió a suspender el oral de enero, la “gran criba”. “Es frustrante, porque hay quien aprueba del tirón y otros tenemos que presentarnos una y otra vez”, explica. Es una de las oposiciones más memorísticas que existen. El joven lamenta que muchos de los que se presentan están suficientemente preparados para desempeñar su trabajo, aunque no se refleje en la nota.

placeholder La exministra de trabajo Magdalena Valerio. (EFE/Rodrigo Jiménez)
La exministra de trabajo Magdalena Valerio. (EFE/Rodrigo Jiménez)

La gran paradoja es que al tirar a tantos opositores no han llegado todos los refuerzos que prometió en 2018 la entonces ministra de Trabajo, Magdalena Valerio. “Fue la gran sangría, de 96, entramos unos 36”, recuerda López, que añade que esos puestos no cubiertos no se acumulan para otros años. Por lo general, el número de plazas que salen cada año ronda las 50. En la última década, 265 inspectores aprobaron la oposición y 130 plazas se quedaron sin cubrir.

En el País Vasco, por ejemplo, el Departamento de Trabajo y Empleo cuenta con 54 profesionales, lo que significa que un 19,4% de las plazas está sin cubrir. Solo han entrado cuatro trabajadores más en los últimos años a pesar de haber convocado 10 plazas.

Los inspectores de Trabajo pertenecen a la categoría A1, pero uno de los agravios históricos que sienten es que su salario se sitúa muy por debajo de los de los inspectores de Hacienda, aunque consideran que sus responsabilidades son semejantes. “Eso cambió en cuanto se creó la Agencia Tributaria, pero nosotros aprobamos en 2015 el Organismo Estatal de Inspección de Trabajo y Seguridad Social y aún hay que introducir más cambios. No puede ser que un inspector de Hacienda llegue a cobrar un 50% más”. Una de sus reivindicaciones es reconocer el nivel 27 a todos los inspectores.

La sangría entre los administrativos es continua porque el sueldo "no es competitivo"

La consecuencia es que muchos terminan decantándose por el sector privado. “Saben que las condiciones son más atractivas y las empresas saben que pueden pagar mucho más a los inspectores, que si han aprobado la oposición tienen un buen conocimiento de la materia”, recuerda López. Es mucho más probable que alguien elija ser gestor, notario o registrador si viene de Relaciones Laborales o que termine en la judicatura si ha estudiado Derecho que en la inspección. La sangría en el personal administrativo es continua porque, como explica Ercoreca, “no es competitivo, en otros organismos cobran de media entre 300 y 500 euros más”.

Salvo que se tenga vocación, o se disfrute de algunas de las ventajas que ofrece ser inspector, como la capacidad de organizar tu propio trabajo, el contacto continuo con la gente (que no es apto para todos) o unos sueldos que de entrada son llamativos para un recién licenciado. Lo decisivo, en todo caso, es la estabilidad y la sensación de servicio social.

Una huelga histórica

La lentitud a la hora de paliar la escasez de recursos es la principal razón para que se haya convocado para finales de mes la primera huelga de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. La principal, cumplir las promesas que Yolanda Díaz realizó a los inspectores y que se concretaron en un acuerdo el pasado 7 de julio, donde se reflejaban la equiparación salarial, las mejoras salariales, una carrera profesional o el refuerzo del personal administrativo.

Foto: María Jesús Montero y Yolanda Díaz. (EFE/Moncloa)

Un acuerdo del que no se sabe nada. “Desde agosto, pasan los meses, se aprueba el plan estratégico y nos dicen que tengamos paciencia porque Hacienda está poniendo problemas, pero en ese tiempo se ha aprobado el plan contra los golpes de calor, la reforma laboral o el plan estratégico, que inciden en nuestras competencias”, explica Ercoreca. “Dicen que van a acabar con la temporalidad y la precariedad, pero es imposible si no se refuerza la inspección”.

La huelga del día 30, precedida el 22 por una concentración, ha sido convocada por SITSS junto a otras ocho organizaciones sindicales como CCOO, UGT o CSIF y otros como UPIT (Unión Progresista de Inspectores de Trabajo), Fesess (Federación Estatal de Subinspectores de Empleo y Seguridad Social) o Sislass (Subinspectores Laborales de Seguridad y Salud). Recuerdan que gracias a ellos afloraron 22.383 falsos autónomos, 125.124 empleos y 89.230 infracciones solo en 2019.

"El hecho de saber que puedo ayudar a la gente con sus dudas laborales me basta"

Ercoreca es hija de inspectora, y desea que los que vienen detrás, como Carmen, Domingo o Alejandro, que pronto serán el futuro de la inspección, vivan en mejores condiciones. “Lo que más me gusta es la labor social, ayudar y aconsejar, por ahora no soy nada, pero todo el mundo que conozco me pregunta sus dudas laborales”, concluye la joven gallega. “El hecho de orientar a las personas que no saben ya me basta”. El brazo ejecutor de la reforma laboral puede quedarse en muñón. “Mucha gente no bebe y conduce porque es cívica, otra lo hace porque hay radares; con la Inspección de Trabajo pasa lo mismo, por eso somos necesarios”, concluye Borrego.

Hay una frase que se escucha a menudo en academias de oposición, administraciones o medios de comunicación: los jóvenes ya no quieren ser inspectores de Trabajo. Atendiendo al número de personas que se presentan a cada convocatoria, cabría pensarlo. Pero el malagueño Alejandro López es un testimonio de lo contrario. Aprobó su oposición a inspector de Trabajo a los 28 y hace unos meses ocupó su plaza. Es uno de los contados inspectores menores de 30 en el cuerpo.

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