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El cereal sube un 15% en una semana y pone en estado de alarma la inflación
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CONVULSIÓN EN LOS MERCADOS AGRARIOS

El cereal sube un 15% en una semana y pone en estado de alarma la inflación

El campo vive en estado de agitación. El aumento de los costes ha estrechado los márgenes, pero, al mismo tiempo, ha disparado los precios que paga el consumidor. La convulsión es general

Foto: Girasoles en un campo de trigo. (EFE/Alaa Badarneh)
Girasoles en un campo de trigo. (EFE/Alaa Badarneh)
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La inflación cambia de teatro de operaciones. Si hasta hace pocos días eran las materias primas asociadas a la energía —petróleo, gas o electricidad— las que subían con fuerza (en la última semana, el precio parece haberse estabilizado en niveles muy elevados, aunque con fuerte volatilidad), el crecimiento se ha trasladado ahora con intensidad al mercado de cereales y, en general, a todas las actividades agrarias, pese a que la producción mundial marca niveles máximos no conocidos desde 2012, según el Consejo Internacional de Cereales.

Ucrania y Rusia, como se sabe, son grandes productores de cereales y torta de girasol, materias primas fundamentales en el sector de la alimentación animal, lo que incrementa los costes de producción. Rusia, además, es el principal exportador mundial de fertilizantes, con una cuota de mercado del 15,6%, por encima de Canadá, mientras que el 42% de las exportaciones ucranianas de maíz se destina a la Unión Europea.

En el caso de los fertilizantes, la clave es la correlación que existe en los precios de la energía y la producción de abonos, que se ven influidos de forma determinante por el aumento de los costes energéticos. Hasta el punto de que en un año se han triplicado prácticamente los precios, hasta los 600 euros por tonelada. Y si a todo esto se le une el fuerte aumento de los fletes, un 25% en el último año para la carga de semillas, granos y oleaginosas, el resultado es una convulsión general en el sector primario.

Los precios de la producción de exportación del trigo argentino, por ejemplo, se han encarecido un 53% en el último año, mientras que el de Francia lo ha hecho un 55%. Es más, en su conjunto, los precios del trigo en los mercados internacionales se han incrementado en el último año un extraordinario 78,3%. Por si fuera poco, la huelga de transportistas, en España, está generando problemas de abastecimiento, en particular por falta de pienso para el ganado. La subida de los hidrocarburos, igualmente, está afectando a los precios de los plásticos que se utilizan para las cubiertas de los invernaderos. Su precio, según Asaja, ha crecido un 47% en el último año.

Es decir, existe un grado de agitación hoy en el campo que no se conocía desde hacía décadas. Probablemente, desde la entrada de España en la PAC (política agraria común), en 1986. Como consecuencia de ello, y de cara al consumidor, los precios medios pagados en origen se han encarecido en apenas una semana, del 6 al 13 de marzo, entre un 14% (cebada malta) y un 15,2% (cebada pienso). El trigo blando panificable, por su parte, ha subido un 14,8%, hasta los 385,75 euros por tonelada. Y solo en siete días. En el caso del aceite de girasol, el incremento ha sido de nada menos que del 23% en el refinado convencional y del 63,9% en el refinado alto oleico.

Sin tocar techo

Lo peor, con todo, es que no parece que los precios hayan tocado techo, lo cual mete más presión a la inflación y, con ella, a la renta disponible de los hogares. No en vano, la alimentación es el componente que más pesa en el IPC, un 22,6% incluyendo las bebidas. Tan solo el pan y los cereales suponen el 3,5% del IPC.

Como recuerdan los técnicos del Ministerio de Agricultura, la guerra en Ucrania y la incertidumbre sobre su evolución pueden comprometer también la siembra de cereal de la próxima campaña, lo que provocará un incremento de la volatilidad de los precios e inseguridad en el suministro, que se ve acrecentada por el hecho de que estas materias primas constituyen también el punto de partida para la industria de producción de biocombustibles, de mayor demanda actualmente por el incremento del precio del petróleo. Los biocombustibles, como se sabe, se fabrican a partir de residuos biológicos procedentes de la agricultura, la ganadería, la industria agroalimentaria o los trabajos forestales.

Como consecuencia de ello, se ha producido un fuerte deterioro de la renta agraria debido al aumento del coste de los insumos, que, en el caso de España, según datos del Ministerio de Agricultura, crecen a un ritmo del 12,6%. El principal insumo que explica la subida de los costes es el de los piensos, con una aportación negativa de 6,3 puntos (justo la mitad) a la evolución de la renta agraria. El segundo componente que más ha influido en el deterioro de los ingresos de los agricultores y ganaderos es la energía, que ha restado 2,1 puntos, mientras que los fertilizantes han restado un punto de renta agraria.

Paradójicamente, el aumento de los precios también tiene una cara positiva, y, de hecho, el deterioro de la renta agraria se ha podido compensar parcialmente por el incremento de los precios de los cereales en los mercados internacionales, con una aportación positiva de cuatro puntos. En la misma línea, la recuperación de los precios del aceite de oliva ha permitido compensar el aumento de los costes de producción.

El resultado final es que la renta agraria en términos reales por unidad de trabajo anual cayó el año pasado un 5,2%. Algo que explica las tensiones que vive el campo, que además, como el resto de sectores productivos, tiene que hacer frente al aumento de los costes del gasóleo y de la electricidad. Para el próximo domingo, todas las organizaciones agrarias han convocado una manifestación en Madrid que se presume histórica.

La inflación cambia de teatro de operaciones. Si hasta hace pocos días eran las materias primas asociadas a la energía —petróleo, gas o electricidad— las que subían con fuerza (en la última semana, el precio parece haberse estabilizado en niveles muy elevados, aunque con fuerte volatilidad), el crecimiento se ha trasladado ahora con intensidad al mercado de cereales y, en general, a todas las actividades agrarias, pese a que la producción mundial marca niveles máximos no conocidos desde 2012, según el Consejo Internacional de Cereales.

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