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La agonía de los salarios en España: la brecha con la eurozona marca máximos
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Son ya un 22% inferiores

La agonía de los salarios en España: la brecha con la eurozona marca máximos

El pobre desempeño de la productividad y la elevada inflación han provocado que la única salida para ganar competitividad haya sido la devaluación interna

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La introducción del euro supuso un gran cambio para todos los países que apostaron por este experimento. Durante los más de 20 años de la moneda única, ha habido una constante: Alemania ha marcado la dirección económica que debían seguir el resto de países. En un primer momento, se optó por los tipos de interés bajos para ayudar a Alemania, que atravesó años complicados al inicio de la década de los 2000. Esos estímulos contribuyeron a inflar una burbuja inmobiliaria que explotó en el año 2008.

Desde entonces, la receta ha sido moderación de la demanda interna y crecimiento con base en la competitividad y las exportaciones. Esto explica, por ejemplo, que las reservas del Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales frente al resto de países superara en 2021 el billón de euros después de un aumento de casi 200.000 millones durante la pandemia.

Foto: El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá. (Efe)

Para los países menos productivos de la eurozona, las ganancias de competitividad se han hecho con un intenso ajuste salarial. Es el caso de España, donde la inflación maquilla la realidad de los salarios, aunque parezca que han crecido mucho desde la entrada en el euro, la realidad es que el poder de compra apenas ha aumentado. De hecho, lo que ha ocurrido es que la brecha de salarios respecto al resto de la eurozona ha aumentado intensamente en los últimos años.

En España, el salario por trabajador (incluyendo cotizaciones sociales) fue de 32.400 euros, una cifra que es casi un 22% inferior al del conjunto de la eurozona (19 países). Cuando España entró en el euro, la brecha era de menos de un 20%, lo que muestra cómo los salarios se han comportado peor que en el conjunto de la eurozona. En concreto, el salario por trabajador ha aumentado un 47%, mientras que en la eurozona se ha incrementado un 50%.

Sin embargo, el salario total no es representativo del poder adquisitivo de los trabajadores, ya que la inflación juega un papel clave. Y en España ha sido especialmente intensa desde la entrada en el euro. En concreto, desde el año 1999 hasta 2021, la inflación acumulada en España ha sido del 56% frente al 45% de la eurozona. Una distancia de más de 10 puntos respecto al resto de la eurozona que se suma a la menor revalorización de los salarios.

Para hacer una buena comparativa entre países, es necesario acudir a los salarios en paridad de poder adquisitivo para analizar cuál es la verdadera capacidad de compra que tienen los trabajadores. Cuando España entró en el euro, la brecha salarial con el resto de la eurozona era de apenas un 2,5%, sin embargo, en el año 2022, esta distancia se había ampliado hasta superar el 11%. Esto es, se ha multiplicado por cuatro la brecha respecto a la eurozona.

No solo eso, la distancia del año 2020 fue la más amplia nunca registrada desde la entrada de España en el euro. Esto significa que ni la fase expansiva posterior a la crisis financiera ni la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) han conseguido vencer esta tendencia. España sigue mejorando su competitividad por la vía de la devaluación interna.

Foto: Varias personas pasan ante un escaparate en Madrid. (EFE/Mariscal)

El dato que mejor refleja esta mejora de la competitividad es el de la balanza por cuenta corriente. Este había sido el tradicional punto débil de España, causante de las mayores crisis que ha sufrido el país a lo largo de la historia. Sin embargo, en esta pandemia se ha mantenido el saldo positivo de la balanza exterior, y eso a pesar del brusco encarecimiento de los productos energéticos, que ha obligado al país a hacer un esfuerzo adicional para importar petróleo y gas.

Este superávit exterior permite a España seguir repagando la deuda exterior acumulada durante los años de la burbuja y lo hace gracias a las ganancias de competitividad por la vía de la devaluación interna y a la atonía de la demanda interna.

El objetivo de España cuando entró en el euro no era competir con bajos salarios, sino conseguir una convergencia de productividad con la Unión Europea mejorando el 'stock' de capital. Pero sin inversión será imposible que el país lo logre nunca. Los datos de Eurostat muestran que la atonía de la productividad tampoco ayuda a mejorar los salarios.

En concreto, desde 1999 hasta 2020, la productividad real por trabajador de España apenas aumentó un 4,3%, poco más de la mitad que la eurozona (7,2%). La productividad por hora trabajada ha crecido algo más, ya que las jornadas de trabajo se han reducido por el auge del empleo a tiempo parcial y la reducción de la jornada semanal en el sector público. El aumento ha sido del 17%, pero en la eurozona casi ha crecido un 22%. Esto significa que los salarios en España no solo se han quedado rezagados, también la productividad del factor trabajo. Por este motivo, las ganancias de productividad han tenido que lograrse íntegramente con la contención de los salarios, que ha tenido que ser mayor para compensar el pobre desempeño de la productividad durante las dos últimas décadas.

La introducción del euro supuso un gran cambio para todos los países que apostaron por este experimento. Durante los más de 20 años de la moneda única, ha habido una constante: Alemania ha marcado la dirección económica que debían seguir el resto de países. En un primer momento, se optó por los tipos de interés bajos para ayudar a Alemania, que atravesó años complicados al inicio de la década de los 2000. Esos estímulos contribuyeron a inflar una burbuja inmobiliaria que explotó en el año 2008.

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