Calviño da por hecho que los salarios perderán también poder de compra en 2022
Los salarios volverán a perder este año poder adquisitivo. Esto es lo que estima la vicepresidenta Calviño en el informe mensual que envía a los inversores extranjeros
“Los datos salariales sugieren que los efectos de segunda ronda no están teniendo lugar”. A esta conclusión llega la vicepresidenta Calviño en su último informe a los inversores sobre la situación de la economía española. El documento descarta que el fuerte crecimiento de los precios —un 6,7% en términos anuales o un 3,1% en media anual— se vaya a trasladar a la negociación colectiva.
Economía, para su análisis, echa mano del número de convenios que cuentan con cláusula de revisión salarial, que se activa en caso de que el IPC supere lo pactado entre empresarios y representantes de trabajadores. Ese número se ha desplomado en los últimos años al calor de una realidad. Tras la crisis financiera de 2008, la inflación entró, incluso, en terreno negativo, y eso desincentivó el interés de los sindicatos por incorporar a la negociación colectiva esos mecanismos de protección de los salarios. Hoy, de hecho, solo el 16,7% de los convenios cuenta con garantías de mantenimiento del poder adquisitivo.
En 2021, sin embargo, la inflación ha crecido con fuerza y eso explica la preocupación de las autoridades económicas, que temen una espiral inflacionista si las alzas del IPC se trasladan a los salarios, que suelen ser el agregado más importante de la cuenta de resultados de las empresas.
La recuperación de esas cláusulas es hoy materialmente casi imposible debido a que la duración media de los convenios se sitúa en más de tres años, lo que significa que en 2022 la mayoría de los convenios volverán a perder poder adquisitivo. “La proporción de trabajadores cubiertos por convenios con salario con cláusulas de garantía se mantiene en niveles históricamente bajos, lo que hace más improbable que los salarios se actualicen de acuerdo con la inflación”, como sostiene Economía en el informe que periódicamente envía a los inversores internacionales que compran deuda pública.
El núcleo de la inflación
El otro argumento que maneja Economía para su análisis es la enorme distancia que existe entre la evolución del IPC general, que incorpora todos los bienes, y el subyacente, que excluye los productos más volátiles, como son la energía y los alimentos no elaborados. La distancia es nada menos que de 4,6 puntos porcentuales, lo que sugiere que el crecimiento de los precios no se ha trasladado por el momento al núcleo de la inflación, que es lo más preocupante.
La subida tiene, por lo tanto, un componente temporal vinculado a la evolución de los hidrocarburos (gas y gasolinas) y de la electricidad. Sirva como ejemplo el caso del gas, decisivo en el sistema eléctrico, que ayer en el mercado de futuros Dutch TTF cotizó en el entorno de los 81 euros MWh, muy lejos de los 179 que llegó a costar el 21 de diciembre, aunque todavía muy por encima de valores próximos a los 34 euros registrados en julio del año pasado.
El gas, de hecho, se sitúa hoy en niveles similares a los que existían al final del pasado verano, cuando los operadores comenzaron a engordar sus aprovisionamientos para poder hacer frente a la llegada del invierno en el hemisferio norte y el consiguiente incremento de la demanda. Su evolución, en todo caso, dependerá de las temperaturas medias en la región y de la velocidad de recuperación de las economías, además de la marcha de problemas geopolíticos que generan muchas incertidumbres y que, por lo tanto, son difíciles de evaluar.
En todo caso, parece improbable que los salarios se recuperen en 2022 a la vista de que las presiones inflacionistas seguirán siendo intensas. CaixaBank Research, por ejemplo, estima que el IPC (media anual) se situará este año en el 4,5%. Por lo tanto, tres puntos por encima de lo que crecieron los salarios el año pasado.
Eso quiere decir que los asalariados acumularán dos años consecutivos de pérdida de poder adquisitivo, lo que supone un lastre para la recuperación de la renta disponible de las familias. Este es el caso, por ejemplo, de los perceptores del salario mínimo, cada vez más numerosos, que en 2021 vieron una actualización del 1,5% (la mitad que el IPC medio) y solo durante el último cuatrimestre del año. Solo en 2023 volverán a batir a la inflación si se cumplen las previsiones (2,1%).
Funcas, sin embargo, sitúa la inflación en 2022, también en media anual, en el 2,9%, lo que significa que los salarios deberían subir este año el doble que el anterior para mantener su poder de compra. La inflación, según las previsiones de todas las casas de coyuntura, irá de más a menos durante el conjunto del año.
Recientemente, un documento del Fondo Monetario Internacional ya advirtió de que venían tiempos duros para los salarios. “El poder de negociación de los trabajadores”, sostenía el estudio, “se ha erosionado con el tiempo en muchas economías de la OCDE”, y aunque se podía prever que los salarios se incrementarían para compensar el “papel heroico” desempeñado por los trabajadores esenciales, en particular los del sector sanitario o los empleados de establecimientos de alimentación durante la pandemia, la realidad es que está sucediendo lo contrario, sostenía el Fondo.
El poder de negociación de los sindicatos, aseguraba, se sitúa hoy bajo mínimos, otra cosa es su capacidad de influencia a nivel confederal, lo que significa que los trabajadores no podrán mantener su poder adquisitivo. Su conclusión es que el covid-19 “tendrá un impacto desproporcionadamente adverso en las perspectivas salariales, sobre todo en los deciles de bajos ingresos y reducido nivel educativo”.
“Los datos salariales sugieren que los efectos de segunda ronda no están teniendo lugar”. A esta conclusión llega la vicepresidenta Calviño en su último informe a los inversores sobre la situación de la economía española. El documento descarta que el fuerte crecimiento de los precios —un 6,7% en términos anuales o un 3,1% en media anual— se vaya a trasladar a la negociación colectiva.
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