¿El año de las palomas? 2022 trae un cambio de discurso económico en Berlín y La Haya
Los acuerdos de gobierno en Países Bajos y Alemania, dos de los tradicionales halcones fiscales, indican un cierto cambio de dirección en la Unión Europea
Bienvenidos a 2022, el año de la paloma. La Unión Europea se ha entendido durante la última década lagar de policrisis, la sucesión y superposición continua de emergencias, a través de divisiones: norte y sur, este y oeste, países de llegada de migrantes y países que se negaban a repartirlos entre todos, deudores y acreedores. En economía, la división más oída: halcones, los ortodoxos fiscales de línea dura, y palomas, al otro lado del ring. Todas esas divisiones siguen existiendo y todavía hoy explican buena parte de la política europea. Pero algo se está moviendo.
En 2020 se llegó a un punto de inflexión. Países Bajos lideró un grupo que se bautizó como el de los 'frugales', en el que también se encontraban Dinamarca y Austria. En plena pandemia, con España e Italia llevándose la peor parte, el Gobierno holandés intentó junto a sus aliados bloquear el fondo de recuperación. Con intervenciones a veces agresivas y polémicas por parte de Wopke Hoekstra, ministro de Finanzas. En La Haya sabían que no iban a poder bloquear el paquete de ayuda. Pero sabían que podían conseguir más diciendo que no que intentando negociar constructivamente. Por algo al primer ministro del país, Mark Rutte, se le ha conocido en la burbuja como 'Mr. No'.
Pero con las elecciones holandesas de marzo de 2021 algo empezó a cambiar. Los democristianos de Hoekstra sufrieron un duro castigo en las urnas, mientras los proeuropeos del D66 se convirtieron en la segunda fuerza política del país, por detrás de la formación de Rutte. Nueve meses después, han llegado a un acuerdo de gobierno. Mismos partidos, distinto discurso. Un ejemplo es el cambio en el ministerio de Finanzas, que pasa de Hoekstra a la liberal proeuropea Singrid Kaag.
El nuevo Ejecutivo se compromete con más gasto social, en educación y vivienda, sobre la que se comprometen a invertir 1.600 millones de euros, y también prevé aumentar sus niveles de deuda pública para financiar, entre otras cosas, un gran plan de descarbonización de la economía, superando el 60% del PIB de deuda pública, una de las actuales normas fiscales que se encuentran ahora mismo suspendidas y sobre cuya renovación se negociará en 2022. De hecho, el acuerdo de gobierno señala un compromiso por “modernizar” esas reglas.
Pocos días antes del anuncio de un nuevo Ejecutivo en La Haya, en Berlín se produjo la transición de poder: terminaba la era de Angela Merkel, tras 16 años al frente del país, y comenzaba la de Olaf Scholz, nuevo canciller socialdemócrata del país, liderando una coalición con Los Verdes y los liberales, que acudieron a las elecciones con un discurso de auténticos 'halcones' fiscales, y cuyo líder, Christian Lindner, ha conseguido ser nombrado ministro de Finanzas. Es un puesto muy poderoso, con el objetivo de equilibrar la balanza del lado de los socialdemócratas y verdes. Pero el tono general del Gobierno es distinto al de los últimos ejecutivos liderados por Merkel y su CDU democristiana, el partido conocido como el del 'schwarze null', que significa 'cero negro', en referencia a la estabilidad presupuestaria, eje central de la política económica democristiana.
No hay un cambio de 180 grados. Países Bajos seguirá siendo Países Bajos, pero un poco menos frugal. Alemania seguirá siendo Alemania, como demuestra la elección de un halcón para liderar el Bundesbank, pero hay un cambio de actitud, de objetivos y de discurso en el Gobierno. A los halcones les están saliendo plumas de paloma. Hay, en general, una nueva corriente. En los últimos años, en Bruselas y en algunos círculos de Berlín se había comenzado a hacer una autocrítica respecto a la política de la austeridad y las formas que habían caracterizado la anterior crisis. Esos vientos de cambio fueron los que sirvieron para que la reacción de la UE a la crisis del coronavirus, con el fondo de recuperación, fuera radicalmente distinta a la que se dio hace una década.
Los cambios en ambos gobiernos permiten confirmar que hay un cambio de discurso en general en la Unión Europea, lo que Martin Sandbu, columnista del 'Financial Times', considera el redescubrimiento de la economía social de mercado. Después de que desde 1990 se impusiera una visión en Europa de poca intervención estatal y dar manga ancha a que el mercado hiciera sus trucos, la pandemia ha acelerado que pase a una nueva etapa, de mayor intervención del Estado. No únicamente en Europa, se ve también en Estados Unidos. Pero la cuestión es que la economía social de mercado está, como señala Sanbu, en el ADN europeo. El giro en Países Bajos y Alemania sugiere que, efectivamente, incluso los más frugales, aquellos que lideraban el frente de la austeridad y la ortodoxia fiscal, están adaptándose a esos nuevos cambios.
Si la aprobación del fondo de recuperación ya demuestra un cambio importante en el debate, 2022 presentará nuevos retos, como es por ejemplo la reforma de las reglas fiscales, suspendidas en 2020 para hacer frente a la pandemia y que está previsto que se reactiven en 2023. Ya nadie niega la necesidad de retocarlas, de hacer cambios de mayor o de menor calado. La negociación será enormemente compleja, pero los vientos de cambio estarán soplando a favor de las palomas por primera vez en mucho tiempo.
Bienvenidos a 2022, el año de la paloma. La Unión Europea se ha entendido durante la última década lagar de policrisis, la sucesión y superposición continua de emergencias, a través de divisiones: norte y sur, este y oeste, países de llegada de migrantes y países que se negaban a repartirlos entre todos, deudores y acreedores. En economía, la división más oída: halcones, los ortodoxos fiscales de línea dura, y palomas, al otro lado del ring. Todas esas divisiones siguen existiendo y todavía hoy explican buena parte de la política europea. Pero algo se está moviendo.
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