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La subida de los precios agrarios hace ya estragos en la cesta de la compra
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FUERTES SUBIDAS EN NAVIDAD

La subida de los precios agrarios hace ya estragos en la cesta de la compra

La cesta de la compra comienza a sufrir los efectos de la subida de los costes energéticos. Los precios en origen que monitoriza Agricultura dejan entrever fuertes incrementos

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El aumento de la inflación comienza a hacer estragos en la cesta de la compra. Si hasta ahora el repunte de los precios se concentraba en la energía (petróleo, gas o electricidad), lo que explica la enorme distancia entre el IPC general (4%) y la inflación subyacente (1%), ahora está pasando factura en los alimentos no elaborados. La inflación subyacente, como se sabe, elimina del cómputo del IPC los productos más volátiles: alimentos no elaborados o energía.

La alimentación es la rúbrica de mayor peso en el IPC (un 23,6%, incluyendo bebidas no alcohólicas). Y es, precisamente, la que más afecta a las rentas bajas, toda vez que su propensión al consumo es mayor. En términos relativos, las menores rentas dedican más dinero a consumir alimentación que las más elevadas.

Los incrementos son generalizados desde el 1 de enero —también hay algunas bajadas— y afectan, sobre todo, a productos de primera necesidad de los hogares. Los datos del 'Boletín semanal de coyuntura' que elabora el Ministerio de Agricultura muestran, en concreto, que el trigo blando panificado está subiendo a un ritmo del 31%; el trigo duro, por su parte, se ha encarecido desde que comenzó el año nada menos que un 91,6%, mientras que la cebada para pienso, que posteriormente se traslada a la ganadería y, finalmente, al consumidor, se ha incrementado un 43%. En la misma línea, el maíz de grano aumenta de precio un 31%, mientras que el arroz se encarece un 8,3%, por debajo del 28% del aceite de oliva virgen extra. El pollo, por su parte, ha aumentado de precio casi un 22%.

Foto: Supermercado. (Unsplash)

Los incrementos, lógicamente, tienen que ver con el aumento de los costes, y lo que parecen indicar es la llamada inflación de segunda ronda, que se produce cuando los productores trasladan a sus clientes los aumentos de precios que soportan al no poder interiorizarlos en su cuenta de resultados. Un escenario que afecta, sobre todo, a las pequeñas y medianas empresas, cuya musculatura financiera es menor que en el caso de las grandes, lo que puede conllevar una pérdida de competitividad vía precios frente a las grandes corporaciones.

El caso más llamativo es el de los cereales, con fuertes alzas en apenas una semana, como muestran los datos más recientes del Ministerio de Agricultura, hasta el pasado 17 de octubre. Un 6,7% en el caso del maíz en grano; 4%, la cebada malta; un 3,7%, la cebada pienso; el 3,6%, el trigo blando panificable, y un 2,9%, el trigo duro. Y todo en apenas siete días.

La Navidad y los precios

El repunte es especialmente significativo si se tiene en cuenta que coincide en el tiempo con los aumentos de precios que se producen tradicionalmente en Navidad, lo que puede provocar incrementos adicionales de la cesta de la compra. Funcas, por ejemplo, ya estima que a final de año el IPC acumulado en el conjunto del año se situará en torno al 5%.

La presión de los precios de la alimentación en origen tiene, además, un efecto multiplicador sobre otros componentes del gasto. En particular, en la restauración, cuyo peso en la cesta de la compra también es muy relevante. En concreto, un 11,6%. Agregando las tres rúbricas más directamente relacionadas con las actuales tensiones inflacionistas: alimentación, transportes y restaurantes (incluyendo cafés y hoteles), el resultado es que nada menos que un 47,6% de la cesta de la compra está directamente amenazado por la escala de los precios. Sin contar los efectos indirectos del aumento de la energía en el mantenimiento de la vivienda, gas, electricidad y otros combustibles.

Foto: Una tienda de juguetes en Holanda. (EFE)

Esto explica que en las próximas semanas todos los servicios de estudios —incluido el Gobierno— estarán obligados a revisar al alza sus previsiones de inflación. El último cuadro macroeconómico del Ejecutivo, de hace apenas dos semanas, estimaba, sin embargo, un deflactor del consumo privado (la medida más completa de la inflación) de apenas el 1,9% este año y un 1,3% el próximo.

El Gobierno, en el último informe de situación de la economía española, insistió en que los precios irían “desacelerándose progresivamente” a lo largo de 2021. Por un lado, por el hecho de que los precios de la energía se estabilizarían a medida que se fuera normalizando la recuperación económica, y, por otro, porque con el tiempo se irían diluyendo los efectos base. Su conclusión era que la inflación subyacente iría “recuperando progresivamente sus niveles precovid”. No parece que eso esté ocurriendo.

El aumento de la inflación comienza a hacer estragos en la cesta de la compra. Si hasta ahora el repunte de los precios se concentraba en la energía (petróleo, gas o electricidad), lo que explica la enorme distancia entre el IPC general (4%) y la inflación subyacente (1%), ahora está pasando factura en los alimentos no elaborados. La inflación subyacente, como se sabe, elimina del cómputo del IPC los productos más volátiles: alimentos no elaborados o energía.

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