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De los felices años 20 a los lúgubres 70: la amenaza que acecha a la economía poscovid
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Temor a la estanflación

De los felices años 20 a los lúgubres 70: la amenaza que acecha a la economía poscovid

Los alegres augurios de inicios de año han dado paso en las últimas semanas a inquietudes por la posibilidad de un estancamiento económico aunado con un auge de los precios

Foto: Un trabajador actualiza los precios de los combustibles en Francia. (Reuters)
Un trabajador actualiza los precios de los combustibles en Francia. (Reuters)
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En poco más de lo que dura un verano, la economía mundial ha dado un salto de cinco décadas. Al menos, en lo referente a la búsqueda de modelos históricos que permitan perfilar el futuro de la economía pospandémica.

Durante la primera mitad de 2021, el optimismo desencadenado por la vacunación y el fuerte inicio de la recuperación económica permitió anidar en los pronósticos de los expertos la idea de una reedición de los felices años veinte: el fin de la pandemia sería el equivalente al término de la Primera Guerra Mundial, que desencadenaría una ola de entusiasmo y consumismo, que se vería alimentada por las millonarias inversiones hacia la digitalización y la transición energética, como entonces fueron los planes de recuperación posteriores a la guerra y las innovaciones tecnológicas los que sustentaron la inercia positiva en la economía.

Estas alegres proyecciones, sin embargo, han ido dejando lugar con el paso de los meses a augurios mucho más sombríos, con los expertos cuestionándose si el mundo pospandémico no se estará dirigiendo hacia un periodo más asimilable a los lúgubres años 70: la era de la estanflación. Las señales evidentes de una desaceleración en el ritmo de crecimiento de la economía global, aunadas con el brusco repunte de las tasas de inflación, conducido por el encarecimiento de los precios de la energía, ha venido a suscitar temores de repetición de un periodo en que la debilidad económica coincidió con una fuerte dinámica de crecimiento de los precios que rompió todos los esquemas económicos imperantes.

Foto: Baile inaugural del presidente Herbert Hoover en el Hotel Mayflower de Washington en marzo de 1929, justo antes del final de los felices años 20. (Reuters)

"La Gran Inflación fue el evento macroeconómico definitorio de la segunda mitad del siglo XX. Durante las casi dos décadas que duró, el sistema monetario global establecido durante la Segunda Guerra Mundial fue abandonado, hubo cuatro recesiones económicas, dos graves escaseces de energía y la implementación sin precedentes en tiempos de paz de controles de precios y salarios", explicaba en un artículo fechado en 2013 el economista senior de la Reserva Federal de Atlanta, Michael Bryan.

Lo que Bryan denomina como la Gran Inflación es una larga crisis que se extiende desde 1965 hasta 1982, que tuvo su epicentro en Estados Unidos, donde la tasa de inflación se elevó del 1% a niveles cercanos al 15%, mientras el desempleo superaba el 7,5%, frente al 5% en que se encontraba al inicio del periodo. Aquel episodio, alimentado por una serie de 'shocks' petroleros, tuvo obviamente repercusiones mundiales a las que Europa no fue ni mucho menos ajena.

Fue tras la primera de esas crisis petroleras, la acaecida a partir de 1973, cuando los países árabes se negaron a suministrar crudo a Estados Unidos y sus aliados por el apoyo que brindaban a Israel, cuando tuvo lugar de forma estricta la estanflación que, con frecuencia, se usa para denominar todo el periodo. Entre finales de 1973 y hasta 1975, el PIB real de la economía estadounidense se contrajo un 3,1%, mientras el índice de precios registraba un promedio del 11%, agudizando las dificultades económicas.

La crisis energética iniciada en 1973 disparó la inflación a tasas de doble dígito

"La gente recortó sus gastos porque le preocupaba llegar a fin de mes. En los negocios, la inflación crea incertidumbre y riesgo, lo que dificulta la planificación y disuade a los gestores de contratar, construir fábricas o, a decir verdad, de realizar inversión alguna para crecer. Eso es lo que pasó en 1974: el gasto de capitales básicamente se congeló, lo que agravó mucho más la recesión", explica el expresidente de la Fed Alan Greenspan en su obra 'La era de las turbulencias'.

La inquietud que sobrevuela el mundo económico es si la economía mundial podría estar dirigiéndose hacia un escenario similar. Después de varios trimestres augurando que cualquier repunte de la inflación, en esta primera etapa de recuperación poscovid, sería transitorio y, por ende, inocuo para la estabilidad económica, ya es perceptible cierto viraje en la actitud de los líderes económicos internacionales. Sin abandonar del todo el discurso anterior, el FMI ya advierte en su último informe de la necesidad de estar preparados para contener cualquier amenaza persistente por el lado de los precios y la Reserva Federal de Estados Unidos ha marcado el camino para empezar a retirar sus estímulos monetarios y, tras ello, comenzar a elevar los tipos de interés, tal vez ya el año que viene, antes de lo que se asumía hace apenas unos meses.

Algunos de los factores que hoy en día justifican el repunte de la inflación parecen llamados a resolverse con el tiempo

Estos movimientos se producen en torno a un coro de voces menos comedidas que anuncia el peligro real de que el mundo se encamine hacia un periodo de estanflación. Así lo señalaba recientemente el director de inversiones del fondo Bridgewater, Greg Jensen, y de forma más insistente el conocido economista Nouriel Roubini, quien ha planteado la posibilidad de que el actual sea solo el primero de una serie de 'shocks' inflacionarios que acabarán lastrando el crecimiento económico mundial de forma persistente.

Si bien algunos de los factores que hoy en día justifican el repunte de la inflación parecen llamados a resolverse con el tiempo (especialmente los problemas de suministro por la fuerte demanda posterior al covid), Roubini y sus seguidores apuntan a otras cuestiones llamadas a alimentar la llama de la inflación a largo plazo, entre las que se encontraría el envejecimiento de la población en muchas de las economías desarrolladas, la desglobalización y la relocalización de las cadenas de producción (fenómenos iniciados antes de la crisis del covid y que esta habría venido a agudizar), las tensiones entre Estados Unidos y China o los efectos del cambio climático.

Esta es una de las cuestiones más controvertidas. El reciente avance de la inflación ha estado motivado en gran medida (en un 60% según los cálculos de los expertos de Capital Economics) por la vertiginosa escalada de los precios de la energía, en un momento en que la oferta de gas o petróleo se muestra insuficiente para satisfacer la elevada demanda internacional. El barril de petróleo Brent alcanzó este viernes sus niveles más elevados en los últimos tres años, tras remontar cerca de un 340% en 18 meses, mientras que el gas se mantiene cerca de cotas históricas, tras triplicar su precio desde el inicio del año.

Foto: Una plataforma petrolera. (EFE)

Tras esta situación se esconden cuestiones coyunturales, como el parón de muchos pozos de petróleo y gas durante la crisis, las restricciones de producción de crudo que mantienen vigentes los países de la OPEP y, presumiblemente, otras cuestiones de geopolítica internacional, como las discrepancias entre la Unión Europea y Rusia, que habrían llevado a esta a limitar sus exportaciones de gas a la región.

Pero por debajo de esto subyacen cuestiones más estructurales, ligadas a las políticas de transición hacia una economía neutra en emisiones de carbono, que desincentivan la inversión en combustibles fósiles y encarecen su uso (a través de mecanismos como los derechos de emisión de CO2, culpables de parte de la subida de los precios, con su brusco encarecimiento) en un momento en que las energías renovables se muestran aún lejos de poder suplirlos: según los datos de Eurostat, más del 70% de la energía bruta disponible en la Unión Europea es aún de origen fósil.

Es por eso que firmas como Bank of America advierten de que "los mercados energéticos tensionados podrían persistir durante varios años hasta que el planeta haga la transición a una economía de energía verde". De hecho, el responsable de estrategia de materias primas y derivados del banco norteamericano, Francisco Blanch, advertía en un informe reciente de una serie de factores que podrían impulsar la demanda de crudo en los próximos meses, azuzando la reciente escalada de los precios. "Es posible que estemos a una tormenta del próximo macrohuracán", apuntaba.

Bank of America prevé tensiones en los mercados energéticos durante varios años

Con todo esto sobre la mesa, Gonzalo de Cadenas-Santiago, director de análisis macroeconómico y financiero de Mapfre Economics, admite que hay síntomas que pueden evocar a la situación de los años 70. Pero hecha esta concesión pasa a enumerar una larga lista de factores que alejan el escenario actual de aquel. Entre ellas, se refiere a la convulsa situación monetaria de aquella década, tras la ruptura en 1971 del sistema de Bretton Woods; un escenario económico global más multipolar, a diferencia del de entonces, mucho más dependiente que ahora de las condiciones de Estados Unidos y Europa; o la menor capacidad de los sindicatos para forzar una espiral de subidas salariales en respuesta a la inflación.

Esta última cuestión también es señalada por José Manuel Amor, socio director del área de Análisis Económico de Afi, quien hace referencia igualmente, entre las principales diferencias entre las condiciones de los años 70 y las de ahora, a la menor capacidad de fijación de precios de las empresas, motivada por la transformación tecnológica. Sin estos requisitos, la amenaza de la estanflación parece acotada, porque "ahora estamos en una situación de inflación transitoria, en la que estamos saliendo de una crisis importante y se están produciendo cuellos de botella por el lado de la oferta. Pero para que haya inflación de verdad tiene que darse una dinámica secuencial de subida de precios año tras año y no creo que ese escenario esté cerca", apunta Amor.

Lecciones de los bancos centrales

Otra razón fundamental para descartar una reedición de los lúgubres años 70 es la actitud de los bancos centrales. Como observó en el artículo anteriormente citado Michael Bryan la política seguida entonces por la Fed, guiada por la búsqueda esencialmente por la búsqueda del pleno empleo, resultó contraproducente, al alimentar la subida de los precios sin obtener resultados favorables en el terreno laboral.

"Hoy en día, los bancos centrales comprenden que un compromiso con la estabilidad de precios es esencial para una buena política monetaria y la mayoría, incluida la Reserva Federal, ha adoptado objetivos numéricos específicos para la inflación. En la medida en que sean creíbles, estas metas numéricas de inflación han reintroducido un ancla para la política monetaria", apunta el economista.

Pero los bancos centrales, y especialmente la Fed, han llegado a esta crisis con un mensaje mucho más laxo respecto a la inflación, tras modificar su planteamiento estratégico, para mostrarse más tolerantes con las hipotéticas subidas de precios y poner un mayor énfasis, precisamente, en las condiciones del mercado laboral. La posibilidad de que los banqueros centrales, repitiendo los errores de antaño, perdieran el control de la inflación ha llegado a sobrevolar los mercados. Pero el reciente endurecimiento de los mensajes tanto de la Fed como del BCE parece haber enfriado este riesgo. Y, de hecho, explica que, frente a lo que cabía temer, los inversores no hayan reaccionado de forma negativa a los anuncios que auguran una próxima reducción de los estímulos monetarios.

Foto: EC.
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"Con razón o sin ella, los responsables de la formulación de políticas ya se están poniendo nerviosos; de hecho, hemos adelantado el momento de la primera subida de tipos de interés en varias economías", observa Vicky Redwood, asesora económica senior de Capital Economics, entre las razones por las que prevé que la situación actual no pase de un episodio de estanflación ligera semejante a los ocurridos en 2003, 2008 y 2015 y para nada equiparable a lo experimentado hace ya medio siglo.

"Los bancos centrales han aprendido mucho del pasado, no creo que repitan errores como aquellos", corrobora De Cadenas-Santiago. Pero evitar un escenario de inflación descontrolada no significa que la dinámica de los previos vaya a regresar a la atonía imperante durante la década anterior. Al contrario, el experto de Mapfre Economics sugiere que existen razones para esperar tasas de inflación más elevadas durante los próximos años, por cuestiones como la inoculación en los precios de la energía de las externalidades del cambio climático. "Inflación más alta, seguro; pero estanflación, no lo creo", apostilla.

Los augurios de una crisis similar a la de los años 70 parecen hoy prematuros a gran parte de los expertos, que esperan que estos temores se vayan diluyendo con el paso de los meses. "En 2022 se normalizará el consumo, el efecto base será el contrario, y además es de esperar que se eliminen los cuellos de botella en la producción de algunos sectores (como los semiconductores) a medida que la capacidad productiva vaya subiendo y haya más oferta. Lo mismo se puede decir del petróleo y el gas", argumenta Rosa Duce, economista jefe de Deutsche Bank España.

La clave estará en que este escenario se vaya concretando y ningún nuevo sobresalto azuce las expectativas de inflación del mercado, lo que sería especialmente preocupante. "El riesgo, como ya han comentado varios miembros del BCE, es que suban dichas expectativas y se trasladen a los salarios, lo que provocaría que algo que es temporal se convierta en permanente. Esto sí que sería un freno importante para la recuperación", añade Duce.

En poco más de lo que dura un verano, la economía mundial ha dado un salto de cinco décadas. Al menos, en lo referente a la búsqueda de modelos históricos que permitan perfilar el futuro de la economía pospandémica.

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