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La escasez de mano de obra se generaliza en la UE por los menores flujos migratorios
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AMENAZA A LA RECUPERACIÓN

La escasez de mano de obra se generaliza en la UE por los menores flujos migratorios

La escasez de mano de obra comienza a ser un problema cada vez más serio. No solo para el Reino Unido por el Brexit, también para algunos países europeos. La caída de la inmigración se deja notar

Foto: Banderas de la Unión Europea. (Reuters)
Banderas de la Unión Europea. (Reuters)
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La imagen dio la vuelta al mundo. El presidente Biden, en tono susurrante, y aprovechando que un periodista le había preguntado por la escasez de mano de obra en EEUU, dio un consejo a los empresarios: “Pagadles más”. La frase tuvo indudable éxito mediático, y es más que probable que esa sea la solución más inmediata para atender un incremento de la demanda y no perder clientela, pero más allá de la franqueza en la respuesta hay una realidad que no solo afecta a EEUU, sino a la mayoría de los países avanzados: la escasez de mano de obra en determinadas actividades. En particular, del sector servicios, aunque también en algunas profesiones de alto valor añadido o en la industria. Casi nadie se salva.

Reino Unido, tras el Brexit, ya lo está sufriendo en sus propias carnes en actividades como el transporte, la industria ganadera, la agricultura, el turismo o, incluso, en los restaurantes de comida rápida (McDonald's se ha quedado sin batidos por falta de suministros), pero también la Unión Europea, con una población activa envejecida que hace más difícil casar oferta laboral y demanda de puestos de trabajo. Obviamente, porque muchos de los empleos no reúnen las condiciones mínimas exigibles por el trabajo, o porque existen desajustes entre cualificación profesional y oferta de empleo, pero también por el adelgazamiento de la fuerza laboral, que antes se compensaba con la entrada de inmigrantes. Entrada que hoy se restringe en muchos países por causas de política interna.

Foto: Estudiantes en La Haya, Países Bajos. (EFE)

El resultado no deja lugar a dudas. El número de empleos que se quedan sin cubrir se acerca ya a los niveles precrisis después de haberse hundido durante la pandemia. Pero, si se echa la vista más atrás, resulta que en la última década —cuando empezaron las limitaciones a los flujos migratorios— el porcentaje de vacantes se ha duplicado, y en algunos países, como Chequia, Bélgica y Países Bajos, se ha convertido ya en un problema significativo. En los tres casos, más del 3% de las ofertas laborales quedan insatisfechas. En Chequia, se alcanza el 5%, lo que significa que uno de cada 20 empleos queda vacante.

Partidos contra la inmigración

El caso de Países Bajos, donde el debate sobre la inmigración es muy potente por la existencia de partidos xenófobos con importante representación parlamentaria, es singular porque recientemente la Oficina Central de Estadística reveló que en el segundo trimestre de este año se registró un promedio de 106 puestos de trabajo en oferta por cada 100 desempleados en busca de una oportunidad. Es decir, había más oferta que demanda. Es la primera vez que ocurre esto desde que se inició la serie histórica en 2003.

El problema no está solo en Europa Occidental, que es la región más rica del continente, la escasez también se manifiesta en el este. Según un estudio publicado por Eurofound, un organismo de la UE especializado en cuestiones sociales y del mercado de trabajo, las mayores escaseces se registran en los sectores de fabricación y construcción y servicios en Europa del Este, donde en 2019 el 39% de las empresas de fabricación y el 42% de las empresas de construcción apuntaban a la escasez de mano de obra como un factor que limitaba su capacidad de producción.

Diversos estudios han relacionado los cuellos de botella en el mercado de trabajo con la escasa movilidad interna que existe en la UE pese a tratarse de uno de los principios básicos de la construcción europea. De los más de 500 millones de personas que vivían en la UE en 2018, apenas el 7,8% había nacido en un país distinto al de su residencia, pero es que de estos solo el 3,4% procedía de otro país miembro de la UE. Y esto ocurre pese a los elevados niveles de desempleo existentes en algunos países, como Grecia o España.

En este último caso, hay que tener en cuenta que en España el número de vacantes apenas representa el 0,7%. Solo Grecia, con un nivel de desempleo similar, tiene menos empleo sin cubrir, lo que refleja la situación de su mercado laboral. Ahora bien, sectores como la construcción, con sus diversas ramas, y el turismo, en zonas de alta demanda, están sufriendo ya este desajuste entre oferta y demanda, como han revelado diversas patronales sectoriales. Puestos que antes ocupaban los inmigrantes se quedan sin cubrir porque el perfil profesional de los nuevos demandantes no se ajusta a sus expectativas.

La situación en Europa, como se ha dicho, es más preocupante, lo que hay que vincular necesariamente a la caída de los flujos migratorios ante los problemas demográficos no resueltos. En 2015, en plena crisis de refugiados procedentes de Siria y Afganistán, el número de peticiones de asilo llegó a 1,2 millones de personas, pero en 2020 esa cifra se redujo a 400.000.

Esta última cifra está indudablemente sesgada por las restricciones derivadas por la pandemia, pero, si se observa lo que pasó un año antes, resulta que en 2019 el número de peticiones de asilo cayó a la mitad. No porque se haya normalizado la situación política en los países de origen, sino porque los gobiernos europeos han sido más restrictivos a la ahora de acoger inmigrantes. Los principales destinos, por este orden, son Alemania, España y Francia. Detrás del asilo, como se sabe, hay, además de razones de persecución política por parte de dictaduras o a consecuencia de conflictos armados, mucha emigración económica, cuya capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, según Eurofound, es mayor que en el caso de los refugiados políticos.

A esto hay que añadir el efecto de los cambios demográficos que se vienen produciendo en Europa, que reducen la fuerza laboral. Los datos de OCDE revelan que durante la primera década de este siglo el 47% del incremento de la fuerza laboral empleada en EEUU y el 70% de la europea ha procedido de la inmigración y de ahí su relevancia para aumentar la población activa. En el caso español, por ejemplo, la población en edad de trabajar nacida en España desde el año 2002, según un informe publicado por el Defensor del Pueblo, se ha reducido en más de 860.000 personas, mientras que la nacida en el extranjero ha crecido en casi 3,7 millones.

La imagen dio la vuelta al mundo. El presidente Biden, en tono susurrante, y aprovechando que un periodista le había preguntado por la escasez de mano de obra en EEUU, dio un consejo a los empresarios: “Pagadles más”. La frase tuvo indudable éxito mediático, y es más que probable que esa sea la solución más inmediata para atender un incremento de la demanda y no perder clientela, pero más allá de la franqueza en la respuesta hay una realidad que no solo afecta a EEUU, sino a la mayoría de los países avanzados: la escasez de mano de obra en determinadas actividades. En particular, del sector servicios, aunque también en algunas profesiones de alto valor añadido o en la industria. Casi nadie se salva.

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