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Philippe Aghion y la destrucción creativa: "Sánchez quiere cambiar España de verdad"
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"NECESITAMOS UNA POLÍTICA INDUSTRIAL"

Philippe Aghion y la destrucción creativa: "Sánchez quiere cambiar España de verdad"

Economista con una gran trayectoria (Harvard, London School, Collège de France), Aghion es uno de los expertos que están ayudando a redefinir el sistema tras la pandemia

Foto: El economista Philippe Aghion. (Getty)
El economista Philippe Aghion. (Getty)
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Catedrático en el Collège de France y en la London School of Economics, Philippe Aghion también impartió docencia en Harvard y fue reconocido con el premio 'Frontera del conocimiento' concedido por el BBVA. Es un prestigioso economista cuyas ideas forman parte de un nuevo sentido común que se está abriendo paso tras la pandemia, como demuestra en su último libro, 'El poder de la destrucción creativa', coescrito con Céline Antonin y Simon Bunel (Ed. Deusto).

Lo interesante en el texto de Aghion es que pertenece al marco mental que se perfila como dominante en la Europa de 2021. Muchas de sus propuestas son ampliamente compartidas por los dirigentes continentales, como el de una Europa que impulse la tecnología y la innovación, que tenga presencia en nuevos sectores industriales, que capacite a su población para asumir los retos derivados de una economía del conocimiento, que dé un salto en el sector de la energía verde, que tenga en la salud y en la investigación médica una de sus prioridades y que lleve a cabo esta transformación de un modo inclusivo. Las fórmulas que propone Aghion no se salen de la ortodoxia, pero forman parte de ese corpus de pensamiento que está reenfocando el capitalismo en la época posterior al covid.

placeholder Portada del último libro de Philippe Aghion. (Deusto)
Portada del último libro de Philippe Aghion. (Deusto)

PREGUNTA. En los procesos de destrucción creativa, el primer paso es la destrucción de empleos. Siempre se dice que se acaban creando otros, y que serán mejores, pero la transición está dominada por la incertidumbre.

RESPUESTA. La destrucción creativa significa que siempre habrá nuevas actividades que reemplacen a las existentes, lo que provocará que haya empleos destruidos y creados. Siempre habrá nuevos productos y nuevas actividades que provocarán cambios en el trabajo, por lo que el problema principal es establecer un sistema que maneje bien este proceso. En el libro, en el capítulo once, hemos analizado el sistema danés, que puso en marcha una muy buena red para ayudar a las personas que pierden sus empleos y que las preparan para encontrar nuevas ocupaciones. Es la flexiseguridad, un sistema en el que el Estado ofrece compensaciones generosas, pero al mismo tiempo prepara al trabajador para que pueda recolocarse en el mercado laboral. Dinamarca inventó una forma de hacer que está muy bien para que la destrucción creativa no se traduzca en malas consecuencias para los empleados y su salud. Quedarse en paro en EEUU significa estrés e inestabilidad, y eso explica el crecimiento de la mortalidad. En Dinamarca no, porque tiene un sistema social que acomoda a la gente. La flexiseguridad fue positiva tanto para la innovación como para la protección de las personas.

P. El sistema danés implica una notable inversión pública. Quizá países como Italia, España, Portugal o la misma Francia no puedan realizar esa inversión a causa del elevado endeudamiento público.

R. Es verdad que cuesta dinero, pero hay dos tipos de gasto, los que ayudan al crecimiento y los que no. Va a haber un debate sobre Maastricht en este sentido. La flexiseguridad que ayuda al crecimiento no es mala para la deuda, porque si haces una inversión que incrementa la tasa de crecimiento al final del camino se va a reducir la deuda. Si creces, vas a poder reducir la deuda. Este gasto es bueno, ¿entiendes?

Foto: Varias personas caminan por una popular calle comercial en Zaragoza. (iStock)

P. Yo lo entiendo, lo que no sé es si lo entienden en la Unión Europea y en muchos gobiernos, entre ellos el español.

R. Va a ser un debate. La verdad es que en España la familia tiene un papel muy importante, que no existe en otros países, ya que ayuda mucho cuando se pierde el empleo. Puede ser que haya una transición entre el sistema español actual y el danés. Cuando la tasa de desempleo sea suficientemente baja, en ese momento será posible moverse hacia el sistema danés.

P. La formación como modo de recuperar para el mercado laboral a la población que ha quedado excluida es positivo cuando hay empleo. Cuando la tasa de paro es elevada, como ocurre en España, lo que se consigue es contar con un montón de mano de obra muy preparada que se queda en paro, sale del país en busca de opciones o simplemente es empleada en puestos por debajo de su cualificación. Por así decir, se convierten en la cajera más lista de Mercadona.

R. En Dinamarca lo que hacen es proponerte un empleo equivalente al anterior, y si lo rehúsas dos veces, pierdes tu subsidio. Esa es la manera en la que empujan a la gente a que acepte.

"Si se hace una reforma de las pensiones de modo que la gente trabaje un año más, se podrá pagar una renta universal a los jóvenes"

P. Una de sus propuestas, dentro del marco de la flexiseguridad, es que exista una renta universal para los jóvenes, que se podría financiar con la reforma de las pensiones.

R. Sí, lo he propuesto en Francia. Si, por ejemplo, reformamos el sistema de pensiones francés de tal manera que la gente trabaje un año más, eso va a proporcionar 7000 millones de euros al sistema, y lo que cuesta la renta universal que propongo para mi país son 6000 millones. Por eso, si se hace la reforma de las pensiones, se podrá pagar la renta universal para los jóvenes. La inspiración viene de Dinamarca: allí, si sales de la casa familiar a los 18 años recibes un ingreso condicional. No es automático: si eres estudiante, tienes que aprobar tus exámenes; si decides trabajar puedes ser aprendiz; y si no eres ni estudiante ni trabajador, consigues ese ingreso si estás en un programa de inserción, en el que tienes que trabajar por lo menos 15 horas a la semana o seguir una formación. Hay un seguimiento, realizado por una persona que actúa como tutor del proceso. De modo que cada joven que sale de su casa tiene derecho a ese ingreso, pero ha de trabajar en algún sentido para obtenerlo.

P. La innovación es el centro de ese proceso de destrucción creativa. Pero la Historia también nos enseña que cuando han llegado cambios tecnológicos sustanciales, también han aparecido nuevos modos de poder, en general en forma de monopolios. Esa es también la situación actual, que se nota especialmente en las empresas tecnológicas, pero que afecta a grandes sectores de la economía.

R. Es muy importante tener una política de competencia que permita luchar para que los monopolios sean temporales y no se queden para siempre, para reducir su poder y para que no establezcan barreras que eviten la entrada de nuevas empresas innovadoras. La regulación del capitalismo implica cómo manejar esta contradicción, ya que las rentas de monopolio motivan y generan innovación, pero al mismo tiempo establecen barreras que impiden que otras empresas entren. Esto es un problema, cómo hacemos para que esas empresas poderosas no financien las campañas políticas o evadan la política fiscal. Para manejar esta contradicción tienen que actuar tres pilares: las empresas, el Estado y la sociedad civil. No pueden operar únicamente el Estado y las empresas, porque el Estado puede ser comprado por las empresas, y por eso la sociedad civil tiene que ser fuerte para evitar que haya una colusión entre las empresas y el Estado. Es muy importante ese triángulo.

"Hay que recompensar a las empresas que crean buenos empleos, que son los de largo plazo y los que dan cualificación a los trabajadores"

P. Ese triángulo no parece estar haciendo mucho efecto, tampoco en lo que se refiere a la innovación. Las grandes empresas, y ocurre con las tecnológicas, están muy atentas para comprar cualquier firma que aporte alguna novedad. Las fusiones y adquisiciones se han disparado, lo que tiende a reducir la innovación, y empresas como JP Morgan han adquirido más firmas en este ejercicio que en la última década. La innovación consiste hoy en poner en marcha compañías para venderlas a otras más grandes. Eso es muy negativo.

R. Esa es la razón por la que tenemos que cambiar la política de competencia. Hasta ahora, solo se considera relevante la cuota de mercado. Eso no es suficiente. Cuando se tiene que decidir si se autoriza una fusión o una adquisición es importante saber si se va a reducir la innovación y si va a suponer el establecimiento de mayores barreras de entrada. Es importante que la política de competencia se adapte al entorno digital, porque la cuota de mercado no debería ser el criterio principal para decidir si se autoriza o no una fusión.

P. La idea común es que la innovación crea mejores empleos. Pero a menudo no es así: los empleados de almacén de Amazon o los taxistas de Uber son buenos ejemplos.

R. Pero eso es tan importante la sociedad civil, y por eso son tan importantes los sindicatos. Hay que recompensar a las empresas que crean buenos empleos, que son los de largo plazo y los que dan cualificación a los trabajadores. Las que crean empleo sin estas cualidades deberían ser castigadas. Eso es muy importante. Sabemos también que las empresas más innovadoras crean mejores empleos, eso es así y lo explicamos en el libro. Y hay que recompensarlas. Con Uber, por ejemplo, es esencial que haya derechos para sus trabajadores.

P. Ha señalado la importancia de relocalizar sectores estratégicos, especialmente en el ámbito industrial, y que sería necesario hacerlo a nivel europeo. Pero no parece haber consenso en la UE para que esa relocalización se produzca.

R. No se trata de cerrar empresas que tenemos en China para abrirlas en Francia y España. Se trata de promover empresas nuevas, de favorecer nuevas compañías y cadenas de valor en sectores como la energía, la salud o la digitalización. Necesitamos una política industrial y durante años algunos creían que la política industria no era compatible con la política de competencia. No es así. Por ejemplo, la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency), que se creó en los años 50 en EEUU, y después la ARPA-E Energy, y después la BARDA (Biomedical Advanced Research and Development), a la que debemos las vacunas contra el covid, son maneras muy inteligentes de hacer política industrial compatible con la competencia. Su funcionamiento es clave, porque el dinero viene del Estado, pero son los líderes de los equipos los que deciden qué proyectos empezar, y pueden iniciar tantos como quieran. Unos fracasan y otros triunfan, pero esto permite impulsar una gran innovación. Ha de tenerse en cuenta que esto funciona bien en economías con varios niveles de innovación suficientemente financiados. En EEUU, sin las universidades, sin el ecosistema para financiar la investigación básica, iniciativas como la DARPA no serían útiles. En Europa tenemos el Consejo de Investigación Europeo, que presidió Andreu Mas-Collell, al que, por cierto, tenemos que ayudar. Él contribuyó mucho a la excelencia académica en Europa y también en España. Cierro el paréntesis. Tenemos que hacer mucho en Europa, en investigación básica, en el sector médico y en el de los medicamentos. En EEUU tienen muchos institutos que financian investigación, tienen venture capital muy desarrollado y tienen la BARDA. En Europa tenemos que impulsar todos estos elementos de la cadena de innovación.

"Hay que evitar el proteccionismo. China fue un gran mercado para nuestra innovación. Sin ella, Alemania habría inventado mucho menos"

P. Sin embargo, en Europa, durante la pandemia hemos constatado que, además de innovación, nos faltaba casi todo lo demás, desde mascarillas hasta respiradores, y casi todo estaba en China. ¿Esta relocalización no tendría que producirse en todos los sectores estratégicos, sean o no innovadores?

R. Es esencial no depender de un país solamente, no creo que debamos deshacernos de la globalización, la necesitamos. Hay muchas cosas que tenemos que desarrollar en Europa en el ámbito digital, en salud, energía, pero creo que la globalización debe continuar. Es muy importante evitar el proteccionismo. China fue un gran mercado para nuestra innovación. Sin China, Europa, y particularmente Alemania, habrían inventado mucho menos. Los mercados de exportación son muy importantes para la iniciativa de innovar, porque implican que tenemos más mercado para vender nuestros productos innovadores. El problema de una política proteccionista es que el país contra el que eres proteccionista va a vengarse y va a cerrar su mercado y eso reducirá nuestra innovación. Hay que mantener la globalización, por tanto, pero hay que manejarla bien. Puede ser que China no utilizase bien la OMS, se puede discutir, pero se debe ser cauteloso y no quedarse en el proteccionismo como hizo Trump, que es algo muy corto de miras.

P. Se han dado pasos muy decididos hacia la transición ecológica, que exigen una elevada inversión para alcanzar los objetivos. ¿Quién va a poner el dinero?

R. Parte vendrá de las empresas. Si ponemos un impuesto al carbono, empujaremos a las empresas a hacer innovación verde. Los consumidores empujarán también en esa dirección, porque ahora se informan sobre el contenido de carbono, y no compran, o compran menos, aquellos productos que tienen malas notas en el ámbito ecológico. Ni la acción de los consumidores ni el impuesto al carbono implican inversiones, pero también hay necesidad de inversión y de política industrial verde, y por eso tenemos que crear una ARPA-E Energy europea. Hay maneras de financiar este proceso que no cuestan, como la tasa al carbón o la acción de los consumidores, y otras que cuestan, como la política industrial verde. Cuesta, pero hay que hacerla.

P. Suele ser frecuente que los impuestos a las empresas, también a las que contaminan, en un entorno de concentración, terminen elevando el precio de los productos o de los servicios que estas venden, de modo que al final es el consumidor el que paga ese impuesto. Se exige a los ciudadanos un esfuerzo mayor cuando ya no se pueden hacer muchos más.

R. Para eso, la gente que vive en lugares en los que están obligados a utilizar el coche tendrán que recibir compensaciones. Los ingresos que genere el impuesto tienen que ser trasladados también a la gente que está en una situación difícil. Eso es lo que no hicieron en Francia antes de los chalecos amarillos. Tiene que haber más redistribución para evitar respuestas como las de los chalecos amarillos.

"Con los robots, su efecto en la productividad es más relevante que el efecto de sustitución de mano de obra. No hay que ponerles impuestos"

P. Es favorable a imponer medidas proteccionistas que sancionen a países que utilizan el carbono en exceso.

R. Sí, hay que imponer aranceles, o amenazas de aranceles, a países que se conviertan en paraísos de contaminación, pero tenemos que hacerlo de manera que no sea pretexto para el proteccionismo. Estos aranceles no deben ser impuestos por un país, sino por una comunidad de países que tienen una política climática común. Tiene que ser una amenaza, ejercida por una comunidad de países que se comportan bien contra países que no se comportan bien.

P. ¿Por qué deberían imponerse aranceles a países que hacen dumping climático y no a los que hacen dumping laboral?

R. Podría ser. Yo creo que con los países que practican dumping social debería actuarse de la misma manera.

P. Insiste en que es contraproducente imponer impuestos a los robots, dada la productividad que generan.

R. Hicimos un estudio sobre empresas francesas y lo que descubrimos es que las empresas que automatizan crean más empleo. Se vuelven más productivas, exportan más, crece su cuota de mercado y la consecuencia es que el empleo crece. El efecto de productividad es más relevante que el efecto de sustitución de mano de obra.

P. Esta afirmación…

R. No, no es una afirmación, es un hecho empírico.

P. Bueno, pues esta afirmación, o este hecho empírico, se lo escuché a Macron tal cual hace varios años. Dicen que tiene una muy buena relación con el presidente francés. ¿Hasta qué punto le escucha?

R. Decir que Macron me escucha… Los académicos hacemos estudios y los políticos los utilizan o no. No tengo pretensión de tener influencia… Hay cosas en las que participé, junto con otras personas, pero no te puedo decir que tuve influencia. Eso lo puede decir la Historia, pero yo no.

"Los populistas aparecen cuando no hay protección social ni política industrial"

P. Cuando dice que hay que invertir en salud e innovación, puede entenderse que los europeos seremos médicos y enfermeras, cuidadores, profesores e innovadores. Y, por supuesto, trabajadores del sector servicios y el turismo. ¿Ese va a ser el futuro del empleo en Europa?

R. Puede ser. Salud va a ser un campo en el que habrá descubrimientos muy importantes. Estoy seguro de que haremos grandes progresos en enfermedades como el cáncer u otras, y creo que Europa puede jugar un papel muy importante. En energía, en transporte, que lo estamos hacemos muy bien con Airbus y en el sector digital, Europa podrá hacer cosas importantes. Pero no creo que el futuro de Europa sean los restaurantes y servicios, también en los sectores industriales tenemos que invertir e innovar, porque tenemos una población con mucha formación. Podemos mejorar la educación, pero también tenemos que ser importantes en sectores industriales, Europa no ha sido hasta ahora una Europa de proyectos, ya que tenía la obsesión del déficit y de la competencia. Ahora tenemos que reinventar la política industrial y la política de competencia para que no dejemos toda la economía a EEUU y China. Europa tiene que invertir. Cuando se discute sobre Maastricht, está claro que la UE no puede seguir tratando la inversión en crecimiento de la misma manera que si fueran meras transferencias.

P. Estamos en un momento político importante. Podemos ir hacia más Europa o hacia menos y es un momento de cambio tecnológico y laboral. Cuando este tipo de transformaciones se producen, también hay destrucción creativa en lo político, y no siempre lo que viene después es bueno. ¿Pueden llegar nuevos autoritarismos?

R. Es muy importante que el capitalismo que queremos sea tan innovador como el de EEUU y tan protector como el de Dinamarca, y creo que ambas cosas son posibles. Hay gente que piensa que tiene que escoger, que si quieres el modelo de innovación como EEUU tienes que renunciar a la protección, y viceversa. No es así. Te pongo tres ejemplos. En educación, hay mucha gente que podrían ser Einstein, pero no lo son porque no tienen educación. Si realmente mejoras la formación, es bueno para la innovación y lo es para la protección social. El segundo ejemplo es la flexiseguridad, que ha sido buena para ambas cosas. El tercero es la competencia: si EEUU mejora su política en este campo para luchar contra Amazon y las tecnológicas, va a ser bueno para el crecimiento, va a evitar el estancamiento secular y también tendrá una economía más inclusiva. Es posible conciliar innovación y protección y esta agenda es la manera de responder a los populistas. Los populistas llegan cuando no hay protección social ni política industrial. Yo tengo mucha simpatía por vuestro primer ministro, es un hombre que yo respeto mucho, creo que lo que está haciendo para reconciliar vuestro país es importante. Es muy moderno, realmente quiere cambiar España. En Francia hay partes de nuestra historia que no conseguimos dejar atrás. Sánchez representa para nosotros en Francia el hombre que ha dicho que hay que dejar atrás al franquismo, que ya está, que se acabó. Es un nuevo periodo, vamos hacia una nueva época. Francia ha tardado mucho en pasar la página del colonialismo, de Argelia… Estamos en un nuevo tiempo, y hay que hacer que la innovación sea verde, hermosa e inclusiva.

Catedrático en el Collège de France y en la London School of Economics, Philippe Aghion también impartió docencia en Harvard y fue reconocido con el premio 'Frontera del conocimiento' concedido por el BBVA. Es un prestigioso economista cuyas ideas forman parte de un nuevo sentido común que se está abriendo paso tras la pandemia, como demuestra en su último libro, 'El poder de la destrucción creativa', coescrito con Céline Antonin y Simon Bunel (Ed. Deusto).

Pedro Sánchez
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