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Por qué el plan económico de Franco benefició a Barcelona y Bilbao frente a Huelva
  1. Economía
El efecto del Plan de Estabilización

Por qué el plan económico de Franco benefició a Barcelona y Bilbao frente a Huelva

Las provincias catalanas y vascas obtuvieron una prima de crecimiento gracias al Plan de Estabilización, que elevó su PIB per cápita más de un 80%, casi el doble que la mediana del resto de provincias

Foto: El dictador Francisco Franco, en la batalla del Ebro, 1938.
El dictador Francisco Franco, en la batalla del Ebro, 1938.

En la segunda mitad del siglo XX, España experimentó una profunda transformación que permitió situar el país entre las naciones líderes del mundo en términos democráticos y económicos. Este cambio vino impulsado por dos grandes reformas liberalizadoras: la económica, con el Plan de Estabilización puesto en marcha en 1959, y la política, con la Transición democrática. Ambas reformas conllevaron un cambio del paradigma económico nacional, generando un impulso estructural que todavía perdura. El impulso económico generado no fue homogéneo en todo el territorio, sino que benefició especialmente a las provincias catalanas y vascas, que se beneficiaron de su posición de partida: concentración de capital físico y financiero y situación privilegiada para el comercio con Europa.

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Por primera vez, un estudio analiza en profundidad el efecto que tuvieron estas dos transformaciones sobre la economía de las diferentes provincias. El ‘paper’, publicado esta semana por el Banco de España, está elaborado por los investigadores Alessandro Melcarne, Juan S. Mora-Sanguinetti y Rok Spruk. Lo que hacen los investigadores es realizar un escenario contrafactual para las provincias con países comparables a cada territorio que no experimentaron ninguna de estas dos transformaciones económicas y sociales. De esta forma, los investigadores pueden analizar cuál fue el impacto diferencial sobre la evolución del PIB per cápita de las provincias. El gran punto favorable de este tipo de análisis es que la comparación no se limita a un momento concreto, sino que permite estudiar el efecto de esta transformación a lo largo del tiempo, comparando la evolución de cada provincia respecto al grupo de control. Uno de los países que se repiten en las comparaciones es Polonia, que en esos años no vivió un proceso transformador y liberalizador similar al que vivió España y cuyo punto de partida era similar al de muchas provincias.

Foto: Manifestación en Madrid el 1 de mayo de 1978. Fotografía realizada en la Glorieta de Atocha. La manifestación sube por Delicias y se dirige al Paseo del Prado. (nodo50.org)

El impacto del Plan de Estabilización sobre la economía española fue más intenso que el de la Transición. Es comprensible que así sea, ya que España no solo inició un proceso de modernización de la economía, sino que también dejó de ser una autarquía, lo que permitió al país disponer de dos motores de crecimiento inexistentes hasta entonces y que hoy son claves: la inversión directa extranjera y el turismo. España pasó de situarse al borde de la quiebra en 1957 al ‘milagro económico’ de los sesenta, lo que generó un crecimiento generalizado en todas las provincias.

La Transición democrática no tuvo un efecto económico tan fuerte, en buena medida porque muchos avances ya se habían realizado (efecto base). El gran salto de la democracia se produjo a mediados de los ochenta con la entrada en la Unión Europea. La literatura económica ha mostrado hasta la saciedad el impacto positivo de la entrada en el mercado único, un efecto que posteriormente no se reprodujo con la creación de la moneda común, el euro.

El Plan de Estabilización generó un impulso económico más intenso que la Transición

Además, el impacto por territorios de la Transición no fue siempre positivo. En algunos territorios, entre los que destacan algunos del sur y el este, como Alicante, Granada, Cádiz o Huelva, el impulso económico de la Transición fue casi inexistente. “Las comparaciones provinciales reiteran nuestras nociones teóricas y confirman un impulso de crecimiento intenso y permanente del Plan de Estabilización de 1959 en oposición a un efecto modesto de la democratización”, escriben los investigadores, “la mayoría de las provincias tienen un efecto cercano a cero o negativo en algunos casos” sobre el PIB per cápita tras la Transición.

El impacto territorial

El Plan de Estabilización fue la gran transformación económica del franquismo, paradójicamente diseñada por un economista keynesiano, Joan Sardá. El plan (expuesto en detalle en este artículo de Carlos Sánchez) supuso un gran estímulo para la economía del país, pero, gracias a este estudio, ahora conocemos con datos dónde se concentró el principal impulso económico. Lo explican los investigadores en esta frase: “La evidencia sugiere ampliamente que las provincias catalanas y vascas tuvieron la mayor y más robusta prima de crecimiento del Plan de Estabilización”. El principal objetivo del plan de estabilización era la atracción de inversión privada, tanto nacional como internacional, con la liberalización de sectores y la apertura al exterior. Como consecuencia, las provincias eran las que contaban con más ventajas comparativas en términos de proximidad geográfica, stock de capital y mano de obra.

Las provincias catalanas y vascas tuvieron la mayor prima de crecimiento del Plan de Estabilización

Un traje que, visto con perspectiva, era perfecto para el boom de la economía de las ciudades industriales del País Vasco y Cataluña. Ambas comunidades contaban con la herencia de la industria textil catalana y del acero vasco, de modo que contaban con los mimbres apropiados para exprimir los efectos positivos del Plan de Estabilización. La concentración de capital físico en estas regiones era especialmente evidente en cuestión de infraestructuras de transporte después de décadas de intensa inversión estatal, lo que supuso un importante incentivo a la llegada de inversión productiva extranjera.

Además, su posición geográfica favorecía el establecimiento de fábricas cuyo objetivo era la exportación de manufacturas a los países europeos más ricos, donde los costes de producción eran más elevados, especialmente por la mano de obra. De esta forma, las grandes ciudades industriales del País Vasco, Cataluña y Navarra emergieron del Plan de Estabilización como los territorios más beneficiados, no solo por la inversión pública realizada a partir de entonces, sino por su posición privilegiada para aprovechar el contexto de apertura.

Foto: Planta de Nissan en la zona franca de Barcelona. (EFE)

Esto es: no solo las políticas de inversión favorecieron su crecimiento diferencial con respecto al resto del país, como se ha estudiado habitualmente. También la estrategia de reformas económicas incentivó el crecimiento de estos territorios atrayendo inversión internacional. Según las distintas estimaciones elaboradas por los investigadores, el milagro económico sirvió para que el PIB per cápita en Guipúzcoa, Barcelona y Vizcaya contara con una prima de crecimiento gracias al Plan de Estabilización superior al 80%, casi el doble que la mediana autonómica. Esta cifra contrasta con los datos de Huelva, Granada o Lugo, donde la prima económica a partir de 1949 fue inferior al 30%.

Este estudio destaca también la situación de Tarragona, que pese a ser una provincia catalana se encuentra en los últimos puestos en prima de crecimiento gracias al Plan de Estabilización. El motivo puede estar en que esta no era una provincia industrializada como lo era Barcelona, de modo que no pudo beneficiarse del impulso económico de la liberalización y la apertura de fronteras.

La concentración de capital en torno a las grandes ciudades industriales generaría un gap de crecimiento que todavía es visible a escala nacional. De hecho, la despoblación de las áreas rurales se aceleró durante esas décadas y provocó un nuevo movimiento migratorio que todavía dura hoy: la salida de las pequeñas capitales de provincia hacia las grandes metrópolis. Cataluña y País Vasco recibieron miles de trabajadores de otras regiones durante esos años, primero mano de obra sin cualificación para las fábricas y, a partir de los noventa, trabajadores jóvenes muy formados que pasaron a ocupar puestos de alto valor añadido en los servicios. Este nuevo éxodo urbano hunde sus raíces en el impulso de las grandes capitales como consecuencia de la apertura al exterior de España desde los años sesenta.

Por el contrario, los territorios con menos stock de capital recibieron mucha menos inversión y una de sus fuentes de divisas estuvo precisamente en la migración de sus ciudadanos. Además, dada la situación tan delicada que tenía España a finales de la década de los cincuenta, al borde de la bancarrota y sin divisas para seguir importando petróleo, la redistribución territorial de los beneficios económicos del Plan de Estabilización pasó a un segundo plano. De ahí que durante el segundo franquismo la brecha entre territorios aumentara de forma drástica. Con el paso de los años todas las provincias se vieron beneficiadas gracias al proceso de liberalización de la apertura al exterior, hasta el punto de que el PIB per cápita del conjunto del país recibió una prima de crecimiento superior al 40%. España pasó de compararse a países como Polonia, Líbano o Cabo Verde en materia de renta per cápita, a situarse en niveles próximos a la media de la Unión Europea.

En la segunda mitad del siglo XX, España experimentó una profunda transformación que permitió situar el país entre las naciones líderes del mundo en términos democráticos y económicos. Este cambio vino impulsado por dos grandes reformas liberalizadoras: la económica, con el Plan de Estabilización puesto en marcha en 1959, y la política, con la Transición democrática. Ambas reformas conllevaron un cambio del paradigma económico nacional, generando un impulso estructural que todavía perdura. El impulso económico generado no fue homogéneo en todo el territorio, sino que benefició especialmente a las provincias catalanas y vascas, que se beneficiaron de su posición de partida: concentración de capital físico y financiero y situación privilegiada para el comercio con Europa.

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