El Confidencial

Expectativas vs realidad: la recuperación vuelve a retrasarse

Hace seis meses (casi) nadie dudaba de que a estas alturas de 2021 el crecimiento sería vigoroso. Hoy (casi) nadie duda de que el crecimiento será vigoroso dentro de seis meses. Es el año del choque de expectativas y realidad

Evolución del contraste entre la situación económica y las perspectivas de crecimiento
Texto: Javier G. Jorrín
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Laura Martín Carlos Muñoz
Pablo L. Learte Luis Rodríguez

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a pandemia del coronavirus ha sido una gran cura de humildad para los economistas. Todas las previsiones económicas elaboradas desde el estallido de la crisis han fallado en algún momento, incluso las que concitaron mayor consenso. En el verano de 2020 nadie dudaba de que 2021 empezaría con la recuperación ya asentada y los países se estarían aproximando a los niveles de actividad previos a la crisis. La realidad es que la economía se encuentra en plena recaída y Europa va camino de una segunda recesión. No todos los errores fueron a peor: antes del verano de 2020 no consiguieron anticipar el gran rebote que experimentó el consumo de los hogares, que superó incluso a las perspectivas más optimistas.

En este inicio de 2021 el gran consenso de economistas, empresas y agentes económicos es que la recuperación se desatará a partir del verano gracias al proceso de vacunación. Las esperanzas son tan elevadas que las expectativas están en máximos históricos. Uno de los mejores indicadores de la confianza que se respira en los mercados y las empresas es el de la encuesta mensual del instituto alemán ZEW. En febrero las expectativas se han vuelto a disparar, hasta situarse en el nivel más alto en dos décadas.

El consenso sobre la recuperación es total, pero los datos actuales apuntan a una nueva recesión

Este dato muestra cómo el consenso sobre la recuperación es abrumador. Nadie duda de que en el verano la economía empezará a crecer con fuerza y sentará las bases para volver a los niveles de producción y empleo previos a la pandemia. Estas expectativas conviven con las graves estrecheces que se están viviendo estas semanas y que encaminan a la economía europea hacia una nueva recesión. Las últimas previsiones de la Comisión Europea apuntan a una contracción de casi todos los países de la eurozona en el inicio del año, España incluida, y también opinan lo mismo las principales casas de análisis.

En esta ocasión, el consenso pesimista no se sustenta en las expectativas, sino en los malos datos económicos recopilados en las últimas semanas, ya sean movilidad, de consumo o de creación de empleo. Uno de los indicadores que apuntan en esta dirección es precisamente el de la encuesta de ZEW, pero no el de expectativas, que como se ha visto está cerca de máximos, sino el de situación actual. En definitiva, el de la realidad.

Los inversores dibujan una recaída de la actividad económica en el inicio del año que, aunque no llega hasta los mínimos de los meses de confinamiento, sí se sitúa en niveles bajos en comparación con otras crisis. Europa va camino de la crisis en ‘W’, temida por unos y negada por otros.

En las próximas semanas se resolverá esta disyuntiva actual: economía en plena recaída y expectativas al alza. La clave estará en el proceso de vacunación. Las autoridades europeas y españolas mantienen que su intención es alcanzar elevados niveles de inmunización antes del verano, en el entorno del 70%. Su insistencia sostiene las expectativas tan altas, porque realmente son los gobiernos quienes tienen interlocución con las farmacéuticas y, por tanto, quienes conocen cuál será el ritmo de suministro de las vacunas. El problema es que el ritmo de vacunación ha sido muy inferior al prometido, lo que complica el objetivo. Y lo que es más importante, el margen se está agotando.

La recuperación de España, como la del resto de países del sur de Europa, dependerá en gran medida de la campaña de verano. Es evidente que será imposible recuperar la afluencia de viajeros previa a la pandemia, pero si se repiten los números de 2020, se complicarán gravemente las previsiones de crecimiento. Un dato muestra todo lo que está en juego: en 2020 España perdió 72.000 millones procedentes del turismo extranjero, cifra que es más de la mitad del déficit público del conjunto del año.

Las próximas semanas son clave porque es cuando debería prepararse la campaña turística del verano

Aunque todavía quedan varios meses hasta el verano, la campaña turística empieza a prepararse con semanas de antelación. Por ejemplo, las empresas del sector de la hostelería refuerzan sus plantillas para la Semana Santa y ya mantienen este nivel de empleo hasta septiembre. Los turistas empiezan a planificar sus viajes a partir de marzo, pero dada la incertidumbre actual, han optado por retrasar las reservas de hoteles y billetes de avión, y no las harán hasta que no tengan la certeza de que podrán viajar, lo que implica la apertura de fronteras, de establecimientos, etc.

Todo este proceso se está posponiendo este año. El sector turístico ya contaba con esta dificultad, lo que no esperaba es que hubiese tantos problemas con el suministro de las vacunas. A medida que pasan las semanas sin conseguir un ritmo alto de dosis, las esperanzas de lograr una buena campaña de verano se van apagando. Aunque finalmente se consiga llegar al mes de julio con el 70% de la población inmunizada, si las vacunas se retrasan hasta los meses de mayo y junio, la campaña turística nacerá ya herida de muerte. Hay otro factor adicional: las vacunas que requieren dos dosis tardan casi un mes desde el primer pinchazo hasta generar la inmunidad, de modo que hay que contar con un retraso adicional en la recuperación del turismo.

De esta forma, aunque se consigan los niveles de vacunación prometidos por el Gobierno para el verano, cuestión que está en duda, la campaña turística se la está jugando ya. La importancia de la temporada alta va más allá de estos 70.000 millones de euros que están en el aire. Las actividades del turismo son muy intensivas en empleo, especialmente entre aquellos grupos sociales muy afectados por la crisis: jóvenes y trabajadores sin cualificación. Sin el turismo será imposible sacar de los ERTE a casi medio millón de trabajadores que dependen de la llegada de viajeros foráneos.

Sostener las expectativas

Las altas expectativas de recuperación jugarán un papel clave durante la recuperación, ya que son las que permitirán movilizar todo el ahorro que han acumulado los hogares. En concreto, en los tres primeros trimestres de 2020 las familias acumularon casi 71.000 millones de euros en ahorro gracias al esfuerzo de empresas y Estado por sostener las rentas de los trabajadores y a la caída del gasto forzada por las restricciones. Esta cuantía multiplica por tres el ahorro generado en el mismo periodo de 2019, lo que da buena muestra del consumo potencial que tienen acumulado los hogares.

Este ahorro embalsado es una de las grandes esperanzas de cara a la recuperación futura de la demanda interna. Aunque es imposible saber cuándo se movilizará este dinero, se afirmar que se producirá de forma inmediata cuando se levanten las restricciones a la actividad. El motivo de este optimismo es precisamente las altas expectativas que mantienen las familias, que ahora no están temerosas de perder el empleo, sino que están esperando la vuelta a la normalidad para retomar sus hábitos de consumo y ocio. En el verano de 2020 el brusco repunte del gasto sorprendió a todos los economistas y probablemente este avance se repetirá cuando se recupere la normalidad.

Las expectativas tan elevadas son la gran esperanza de la recuperación pero, al mismo tiempo, son el principal riesgo que tiene la economía. El motivo es que hay muchas empresas y hogares en una situación límite que siguen soportando la crisis ante la previsión de que pronto retomarán sus ingresos. De hecho, a medida que se pospone la recuperación, las previsiones de recuperación también se han ido retrasado, pero en ningún momento se han debilitado. Si el proceso de vacunación fracasa, por el motivo que sea, este escenario cambiará radicalmente y muchos agentes económicos cambiarán su estrategia de asumir pérdidas, provocando una cadena de recortes, impagos y cierres de negocios.

Este optimismo es el que está evitando una crisis más larga. El canal de las expectativas es el que maximiza el impacto de las crisis y en esta ocasión todavía no se ha activado. Ni siquiera en esta segunda recesión. La política monetaria y fiscal están siendo claves para contener el pesimismo gracias a las transferencias de rentas a hogares y empresas. Pero a medida que las pérdidas se acumulan es necesario dar un nuevo impulso a las ayudas. Las administraciones no deben olvidar que ahora más que nunca la economía vive de las esperanzas y que la realidad es una amenaza constante que podría imponerse en cualquier momento.