14-D: la pequeña historia del gran apagón
Aunque muchos no lo crean, el 14-D de 1988 hubo una huelga general. La más grande jamás contada desde la Guerra Civil. Todo empezó con un apagón de RTVE. Así fue el día
Ocurrió hace ahora 32 años, el 14 de diciembre de 1988, pero parece que ha pasado un siglo. Incluso, algo más. Probablemente, porque la demografía y los cambios sociales y económicos que ha vivido este país hacen su trabajo, aunque también porque la memoria es selectiva y se recuerda más lo que pasó hace 80 años que lo que ocurrió hace tres décadas, sin querer comparar ambos acontecimientos. Pero, sobre todo, porque hablar de huelgas es hoy lo más parecido al pleistoceno tardío, aquel periodo geológico en el que los humanos echaron a andar.
Aquel 14-D, sin embargo, significó un punto de inflexión. No solo porque UGT se emancipó del PSOE y dejó de ser su correa de transmisión, lo que supuso la ruptura histórica de una relación que había durado un siglo, sino porque se demostró de forma empírica la influencia que pueden llegar a tener los medios de comunicación en el éxito o el fracaso de una huelga. En particular, la televisión, por entonces en régimen de monopolio. No en vano, cada noche se sentaban alrededor de la caja tonta unos 20 millones de españoles. Y lo que vieron aquella noche, exactamente a las 12, fue un fundido en negro que inmediatamente se convirtió en carta de ajuste.
Los españoles no pudieron ver cómo se fraguó aquel gran apagón exactamente a las 12
Lo que no pudieron ver, sin embargo, fue cómo se fraguó aquel gran apagón que puso en bandeja de plata el triunfo de una huelga convocada inicialmente para derribar un plan de empleo juvenil que precarizaba las condiciones de acceso al mercado laboral, pero que en el fondo afloró un descontento general. No con la situación económica, por entonces el PIB crecía por encima del 5%, sino porque los dividendos del ingreso en la antigua CEE no se repartían de forma equilibrada.
Lo cuenta Jaime Martínez, por entonces responsable sindical de CCOO, en un libro* que es una especie de 'forensic' sobre lo que sucedió en las horas previas al gran fundido en negro. Lo relevante del texto, sin embargo, es el retrato descarnado de las rencillas internas, de los clanes que existían, en una corporación que años antes había conseguido formalmente un estatuto de independencia, pero que en la práctica era el campo de batalla en el que guerristas y renovadores, las dos almas del PSOE de los ochenta, ajustaban cuentas. De hecho, aquella RTVE no se entiende si previamente no se analiza la correlación de fuerzas que había en cada momento en la Moncloa. Calviño llegó cuando Guerra estaba en la cresta de la ola y el nombramiento de Pilar Miró fue la señal inequívoca de que el exvicepresidente estaba perdiendo poder.
Vale la pena tener un Sopena
Aquella RTVE de los ochenta, sin embargo, deslumbraría a las actuales generaciones. No solo porque había programas innovadores que rezumaban libertad a espuertas, sino porque era posible sentar en directo a Solchaga, Cuevas, Camacho y Redondo para tirarse los trastos a la cabeza a la vista de todos, lo cual sería hoy impensable. Pero era también la misma TVE que ganó el referéndum de la OTAN para Felipe González con la ayuda inestimable de José María García o de su director de Informativos, de quien se decía por entonces: "Vale la pena tener un Sopena". O la misma TV, que cada vez que venía un directivo nuevo hacía una limpia para no dejar rastro del anterior, aunque en eso poco ha cambiado la casa en los últimos 40 años.
Conviene no olvidar, en todo caso, como refleja el libro de Martínez, que Pilar Miró nunca hizo nada por limitar el derecho de huelga de los trabajadores. Tampoco los mandos intermedios, lo que creó un clima propicio para que el gran apagón triunfara. Probablemente, por un mal cálculo político de la Moncloa, que debía pensar que un decreto de servicios mínimos era suficiente. “Nosotros respetamos el derecho de huelga, no tratamos de sabotearlo”, llegó a decir Miró antes de ser declarada enemigo público número uno del guerrismo. Y, de hecho, nunca propuso grabar los telediarios para conjurar la posibilidad de que se produjera el apagón; ni se optó por cambiar turnos o por buscar trabajadores dóciles para sustituir a quienes iban a secundar el paro.
Para bien o para mal, RTVE es la historia de España. Como lo es también aquel 14-D
Es más, como recoge Martínez, el éxito del 14-D tuvo que ver con el corte de la señal que llegaba al plató A-1 de Torrespaña, donde está todavía alojado el control central, al igual que en la casa de la radio de Prado del Rey, por aquella época en la planta primera, estaba el de RNE. Los técnicos Alberto Corral y Manolo Molina fueron los 'héroes' anónimos. Lo cuenta Martínez de una forma muy sucinta: "¿Qué pasó?, que el técnico de sonido del control de realización pinchó el ‘mute’ y el vídeo que estaba en antena a las 00:00 horas del 14-D se quedó mudo; que unos segundos después el mezclador de imagen del mismo control dejó la pantalla en negro o el vídeo que estaba en antena se acabó y se fue a negro, fue entonces cuando los técnicos de Navacerrada, donde está situado uno de los múltiples repetidores de la señal, metieron la carta de ajuste".
Fue la sentencia de muerte política de Miró, aunque en realidad ya estaba dictada por Alfonso Guerra un tiempo antes. Después de que el 20 de septiembre de 1988, apenas tres meses antes del 14-D, el diputado Luis Ramallo, por entonces de Alianza Popular, preguntara en el Congreso sobre los gastos en vestuario de Miró. La cineasta, que al final devolvió algo más de dos millones de pesetas (unos 12.600 euros), había comprado los célebres trajes en noviembre y diciembre de 1986, pero alguien guardó las facturas dos años hasta que vio el momento de publicarlas. Y es que RTVE, para bien o para mal, es la historia de España. Como aquel 14-D.
* Jaime Martínez. 'El corte en RTVE. Así arrancó la huelga general 14-D-1988'. El Garaje Ediciones.
Ocurrió hace ahora 32 años, el 14 de diciembre de 1988, pero parece que ha pasado un siglo. Incluso, algo más. Probablemente, porque la demografía y los cambios sociales y económicos que ha vivido este país hacen su trabajo, aunque también porque la memoria es selectiva y se recuerda más lo que pasó hace 80 años que lo que ocurrió hace tres décadas, sin querer comparar ambos acontecimientos. Pero, sobre todo, porque hablar de huelgas es hoy lo más parecido al pleistoceno tardío, aquel periodo geológico en el que los humanos echaron a andar.