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El coronavirus acelera el envejecimiento de España por el parón de la inmigración
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Otro golpe para la Seguridad Social

El coronavirus acelera el envejecimiento de España por el parón de la inmigración

El INE ha recortado las previsiones de llegada de extranjeros en tres millones de personas para la próxima década. España pierde así la llegada de población joven y en edad fértil

Foto: Una mujer, con mascarilla para protegerse del virus. (EFE)
Una mujer, con mascarilla para protegerse del virus. (EFE)

La crisis del coronavirus tendrá un impacto profundo y duradero sobre la población española. Se producirán dos eventos simultáneos que afectarán a la pirámide demográfica del país. El primero de ellos es el aumento de la mortalidad como consecuencia de la pandemia, que afecta especialmente a los mayores. El segundo es el parón de la inmigración como consecuencia de las restricciones a la movilidad en el corto plazo y de la crisis económica en el medio.

Así lo prevé el INE en sus nuevas proyecciones de población, que anticipan una importante aceleración del envejecimiento de la población como consecuencia de la pandemia del coronavirus. "Para estas proyecciones se ha tenido en cuenta la sobremortalidad observada hasta el mes de julio de 2020, así como la disminución experimentada en los últimos meses en la inmigración y en la emigración", explica el INE. El impacto de la crisis sanitaria y económica sobre la inmigración será más intenso y duradero que el aumento de la mortalidad. Sencillamente, no habrá entrada de jóvenes extranjeros que compensen el envejecimiento natural a lo largo de la próxima década. Para el año 2030, la tasa de dependencia de los mayores de 64 años (sobre la población en edad de trabajar) alcanzará el 38%, tres décimas más que en su estimación previa del año 2018.

Foto: Los ministros de Trabajo, Yolanda Díaz, y de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE)

Actualmente, el gran contrapeso que tiene España al envejecimiento de la población es la inmigración. Pero la limitación de la movilidad (forzosa y voluntaria por el miedo al virus) y la crisis económica frenarán en seco la llegada de extranjeros. El INE ha rebajado en casi tres millones de personas la previsión de entrada de inmigrantes en el periodo 2020-2030. De esta forma, aunque la mortalidad como consecuencia del coronavirus aumente en 100.000 personas (el exceso de mortalidad se sitúa en torno a los 50.000 fallecidos), tendrá una incidencia muy reducida sobre la estructura de la población si se comparan con esos tres millones de inmigrantes menos que se esperan.

Si hasta ahora el INE proyectaba que llegarían más de 600.000 personas al año, ahora ha rebajado esta previsión hasta por debajo de 300.000 nuevos inmigrantes cada año hasta 2024, y a partir de 2025 empezaría a recuperarse, pero sin alcanzar el volumen de llegadas previsto anteriormente hasta 2031. Esto significa que el escenario central que maneja el INE apunta a una gran ralentización de la llegada de mano de obra extranjera que compense el envejecimiento de la española. Por ejemplo, para este año 2020, proyecta que llegarán 245.000 inmigrantes, cifra que apenas es un tercio de la registrada en 2019.

La salida de españoles al extranjero también se ralentizará por la pandemia, pero en ningún caso sufrirá la caída de la inmigración. Aunque la movilidad tienda a reducir la salida al extranjero, la crisis económica en España será más profunda que en otros países, de modo que obligará a muchos trabajadores a buscar un empleo en el exterior. La tasa de paro es una de las más elevadas del mundo desarrollado y la crisis está siendo especialmente dura en el país, lo que anticipa situaciones complicadas para muchos parados que no consigan reincorporarse al mercado laboral. El resultado es que seguirán saliendo en torno a 200.000 personas al año hasta 2030.

El saldo migratorio seguirá siendo positivo para España, pero de una cuantía muy inferior. Pasará de ganar 450.000 personas en 2019 a menos de 190.000 personas durante la próxima década. La inmigración no podrá compensar el envejecimiento natural de la población, que se acelerará durante la próxima década, coincidiendo con el inicio de la jubilación de la generación del ‘baby boom’. Noticias preocupantes para la Seguridad Social, que trabaja con unas previsiones de inmigración mucho más optimistas, las que hizo el actual ministro José Luis Escrivá durante su etapa como presidente de la AIReF.

En los últimos años, la llegada de inmigrantes había ralentizado el envejecimiento de la población. Entre 2015 y 2020, el peso de la población mayor de 65 años aumentó en un punto, pasando del 18,6% al 19,6%. Sin embargo, en los próximos cinco años, los más afectados por la pandemia, aumentará casi el doble, en dos puntos, y en el lustro siguiente se disparará en casi 2,5 puntos.

De esta forma, la caída de la inmigración acelerará los problemas que vendrán a mediados de la década de los veinte, cuando empezarán a jubilarse las generaciones del ‘baby boom’. Si finalmente se cumplen estas previsiones del INE, la situación para la Seguridad Social se complicará rápidamente, lo que requerirá de decisiones rápidas y contundentes por parte del Gobierno. En el punto actual de la economía y la movilidad internacional, confiar el futuro a la inmigración parece un escenario muy arriesgado.

Impacto sobre la natalidad

La inmigración genera un efecto directo sobre la fuerza laboral de España, ya que el grueso de la población que llega al país está en edad de trabajar. Pero, además, hay un segundo efecto positivo de la inmigración: la natalidad. Las tasas de fecundidad de las mujeres extranjeras son mayores que las de las españolas. De esta forma, crece la generación de población en edad fértil y aumenta también el número de hijos por familia.

Foto: Foto: EFE.

En un horizonte de baja inmigración, la natalidad será un problema todavía más grave para España. El escenario de proyecciones del INE contempla una leve subida de los niveles de fecundidad en España a lo largo de los próximos años, un escenario que puede ser optimista sin inmigración. Sin embargo, aunque ocurriese, la tasa bruta de natalidad (nacidos por cada 1.000 habitantes) seguirá disminuyendo por la caída de la población en edad fértil. Si en 2019 este indicador se situaba en 7,6 nacimientos por cada 1.000 habitantes, hacia finales de la década se habrá reducido por debajo de siete nacimientos. La mitad de los que había al inicio de la década de los ochenta.

Sin inmigración, la natalidad entra en un círculo virtuoso: la población en edad fértil es cada vez menos numerosa, traspasando así el problema de generación en generación. Solo la llegada de población joven del extranjero puede romper este círculo vicioso en el corto y medio plazo, y era la gran esperanza para recuperar cifras de natalidad aceptables. Pero el coronavirus también está truncando esto y será el legado más persistente de la pandemia.

La crisis del coronavirus tendrá un impacto profundo y duradero sobre la población española. Se producirán dos eventos simultáneos que afectarán a la pirámide demográfica del país. El primero de ellos es el aumento de la mortalidad como consecuencia de la pandemia, que afecta especialmente a los mayores. El segundo es el parón de la inmigración como consecuencia de las restricciones a la movilidad en el corto plazo y de la crisis económica en el medio.

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