31 de agosto, el día más negro: la Seguridad Social perdió 331.142 cotizantes
El 31 de agosto ha vuelto a traer una auténtica sangría del empleo. Pero, en esta ocasión, con mayor intensidad. La Seguridad Social perdió cuatro veces más de empleo que en 2019.
Ya hay pocas dudas de que la recuperación de la actividad económica —tras un trimestre en situación de confinamiento— será lenta. Y, por si quedara todavía alguna, lo acaba de confirmar la Seguridad Social, que ha revelado que el último día de agosto nada menos que 331.142 afiliados se dieron de baja del sistema público de protección social. Es decir, que sus empleadores cortaron su relación laboral, lo que sugiere que sus expectativas de negocio para los próximos meses son muy limitadas.
No es un fenómeno habitual. Para hacerse una idea de lo que significa esa cifra hay que tener en cuenta que el año pasado el último día del mes se dieron de baja 120.360 cotizantes, lo que significa prácticamente la tercera parte de los que lo han hecho este 31 de agosto. Incluso, si se suman las altas que se han producido ese mismo día, 114.907 nuevos cotizantes, el resultado es desolador: 216.235 menos afiliados, casi cuatro veces más que hace un año (-64-779). Las comparaciones, en todo caso, no pueden ser totalmente homogéneas, ya que el último día de agosto del año pasado cayó en viernes, por lo que un número indeterminado de bajas se pudo trasladar al dos de septiembre, primer día laborable. En todo caso, la cifra refleja un movimiento inusual de bajas al acabar agosto.
El secretario de Estado de Seguridad Social y Pensiones, Israel Arroyo, ha señalado que en el primer día de septiembre ya se han recuperado 150.000 trabajadores, aunque no dio las cifras de las bajas, que en muchos casos, como se ha dicho, se retrasan también hasta el primer día laborable.
Detrás de esta evolución se encuentra, como se ha dicho, las expectativas de negocio, aunque también la elevada temporalidad del mercado laboral, que convierte al empleo en una montaña rusa. Muchos trabajadores —principalmente en educación y sanidad, aunque ya, incluso, se ha extendido a actividades manufactureras— son despedidos en determinadas épocas del año para no pagar cotizaciones, que corren a cargo del Estado.
Detrás de esta evolución se encuentra, como se ha dicho, las expectativas de negocio, aunque también la elevada temporalidad del mercado laboral
A este factor hay que sumar las malas expectativas económicas para aquellos sectores, como el turismo, como un fuerte componente estacional. Y lo que ha ocurrido este año es que la temporada turística se ha cerrado prácticamente en agosto, cuando otros años se alargaba hasta las primeras semanas de septiembre.
Fuerza mayor
Un dato lo pone negro sobre blanco. El número de trabajadores acogido a un ERTE (ya sea por fuerza mayor o por otras causas) se situó en agosto —media del mes— en 286.885, incluyendo servicios de alojamientos, comidas y bebidas, lo que significa uno de cada tres que se encuentran todavía en esa situación, y que en total son 894.478 (media mensual). Lo previsible es que esa cifra aumente en los próximos meses con el fin de la temporada, algo que justifica que se esté negociando alargar el plazo del 30 de septiembre como fecha límite de los ERTE.
Entre otras razones, porque la elevada estacionalidad de la economía española significa, igualmente, que el país se enfrenta ahora a los meses más duros desde el punto de vista del empleo. Pero este año con una particularidad, las restricciones a la movilidad tendrán que ajustarse a la evolución de la pandemia, y eso hace que determinadas decisiones de contratación corran el riesgo de retrasarse, lo que explica que muchos empleadores hayan decidido aligerar plantillas al acabar agosto, cuando la demanda en determinadas actividades comienza a reducirse.
El resultado es que, en medias mensuales, que es una medida más representativa que comparar los últimos días de cada mes, la Seguridad Social cuenta hoy con 616.162 cotizantes menos de los que tenía al comenzar el año. Eso quiere decir que el 2,73% que ha caído la afiliación en el último año supone que el número de cotizantes a la Seguridad Social en términos relativos retrocede a niveles de 2012 y 2013, en los peores años de la segunda recesión.
En hostelería, por ejemplo, el empleo ha caído un 16% en los últimos doce meses, periodo que elimina la estacionalidad, mientras que en las actividades recreativas y de entretenimiento —ambas son actividades sociales y, por lo tanto, muy vulnerables a las restricciones de movilidad— el descenso es del 12,2%.
A destacar el comportamiento antagónico de la sanidad y la educación. Mientras que, en el primer caso, en agosto, en media mensual, el número de afiliados ha crecido en 31.795 (incluyendo los servicios sociales), en el segundo se han perdido 34.147 empleos, lo que puede achacarse al fin de las recuperaciones de verano y a la conclusión de determinadas actividades relacionadas con cursos estivales.
El perfil de nuevos afiliados a la Seguridad Social, en todo caso, está muy condicionado por la pandemia, y eso empuja a que las administraciones públicas sean hoy el motor de la creación de empleo, aunque el tirón sea muy insuficiente para dar la vuelta a la situación, En los últimos doce meses, las distintas administraciones han creado 36.306 empleos. Pero mientras que las comunidades autónomas han generado 50.179, los ayuntamientos han destruido 21.417. En el caso del Gobierno central, el avance ha sido de 7.544.
Ya hay pocas dudas de que la recuperación de la actividad económica —tras un trimestre en situación de confinamiento— será lenta. Y, por si quedara todavía alguna, lo acaba de confirmar la Seguridad Social, que ha revelado que el último día de agosto nada menos que 331.142 afiliados se dieron de baja del sistema público de protección social. Es decir, que sus empleadores cortaron su relación laboral, lo que sugiere que sus expectativas de negocio para los próximos meses son muy limitadas.