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¿El verano más caro de nuestras vidas? “Si las subidas de precio salen bien, se mantendrán”
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MIEDO, INCERTIDUMBRE Y POCOS AHORROS

¿El verano más caro de nuestras vidas? “Si las subidas de precio salen bien, se mantendrán”

No son pocos los que tienen la sensación de que la nueva normalidad es aún más cara que la vieja. Es una tormenta perfecta para que el consumidor salga perdiendo este verano

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

El retorno a la normalidad nos ha ayudado a recordar que la vida del consumidor es cara. Y es posible que la del consumidor en el verano del covid lo sea aún más. O tal vez se trate de una razonable sensación subjetiva a partir de una acumulación de factores que, unidos, contribuyen a proporcionar la sensación de que no solo en el confinamiento gastábamos menos (obvio), sino también de que entrar en el nuevo mundo implica gastos adicionales que entran en conflicto con la crisis económica en la que nos estamos zambullendo.

Una reducción al absurdo: bajar a comprar una barra de pan puede salir el doble de caro si le añadimos el coste de la mascarilla, lo que disuade de esos hábitos de pequeño consumo que mantenían muchos pequeños negocios. Aunque el cartel indique 'No se puede entrar sin mascarilla', el panadero hace la vista gorda “porque si no espanto a la clientela”. Hay otros pequeños esfuerzos económicos en prevención (transporte privado o taxis, higiene, acondicionamiento) que antes no existían y ahora son necesarios. Una familia con dos hijos puede gastar fácilmente 120 euros mensuales en mascarillas.

"Los negocios que no tengan competencia pueden subir sus precios, pero los que están en un entorno competitivo no lo van a hacer"

La mayoría de establecimientos han tenido que incurrir en gastos que en ocasiones están repercutiendo en los consumidores. Es el conocido como ‘suplemento covid’, que ha provocado que el precio de algunos productos se dispare de repente o se añadan suplementos adicionales. La OCU, por ejemplo, ha denunciado los “costes abusivos” que llegan hasta 60 euros en servicios de higiene y protección contra el coronavirus en algunas clínicas dentales, peluquerías o talles de reparación de automóviles. Un suplemento que consumo considera abusivo en una nota en la que recuerda que las medidas de higiene y seguridad no tienen que recaer sobre el cliente.

“El empresario que impone un suplemento sin informar de ello está haciendo competencia desleal, entre otras cosas, a otros que sí informan adecuadamente”, explica a El Confidencial Ileana Izverniceanu, portavoz de OCU. “Pensamos que los consumidores van a rechazar este tipo de comportamientos. Va a pagar una vez el suplemento covid una vez. No lo harán una segunda. Lo podrán imponer los negocios que no tengan competencia, los que estén en un entorno competitivo no lo van a hacer. Por eso una vez más recordamos que la competencia debe imperar y el regulador debe estar muy atento ante la posible falta de la misma”.

Como recuerda la organización, este plus, cara más visible de esos posibles sobrecostes a corto plazo, es legal siempre y cuando se anuncie por adelantado al cliente. “El cobro debe ser justificado y, en aras de las buena praxis empresarial, proporcional”, añade Izverniceanu. “Por ejemplo, no sería justificado cobrar un suplemento por limpieza de mesa en un bar. La mesa siempre debe estar limpia. De igual forma una peluquería no puede cobrar tres euros por usar gel, cuando ese es el precio de un bote”.

Esa es la gran pregunta del verano en el sector de la hostelería o el ocio. ¿Un descenso de precios para estimular la demanda o una subida para recuperar el tiempo perdido y la inversión realizada? “Puede haber algún producto que tenga problemas en la cadena de producción que suba precios, y los restaurantes tienen que cubrir los mismos costes con la mitad o 60% de las mesas así que harán algún ajuste porque si no no les van a salir las cuentas”, explica Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los estudios de Economía y Empresa de la UOC.

"La gente no sabe cuánto costaban las cosas el año pasado, así que si las subidas funcionan, es muy probable que se queden"

“Si lo suben pueden ver que no tienen demanda. Pero si la terraza de al lado tiene los mismos precios y los suben, no irá nadie”. Una vez más, la competencia es clave: “Si nos ponemos todos de acuerdo, los precios suben y de ahí no bajan”. Como valora Izverniceanu, “muchos establecimientos se vean obligados a subir precios. Aunque también es probable que muchos otros opten por mantener o bajar (y mucho) dependiendo de las zonas, para atraer a los turistas”.

Ese es otro de los peligros de los meses post-covid. Que se sienten las bases para una subida de precios generalizada en algunos productos o servicios similar a la que tuvo lugar tras la entrada del euro con el famoso redondeo. “Un menú, por ejemplo, no va a volver a bajar salvo que no tenga demanda”, añade la economista. “En algunos casos los restaurantes han sido creativos, por ejemplo, eliminando el menú y diciendo ‘esto es lo que tenemos’, por lo que si funciona, a lo mejor evoluciona a otra clase de menús. La gente se olvida rápido, nadie se acuerda de los precios del año pasado. Se aprovechan mucho de la psicología humana, en estos casos, difícilmente hay bajada de precios posterior”.

¿Está subiendo todo?

Nos encontramos en un peculiar contexto, en el que aunque el IPC baje a causa del descenso del petróleo y la paralización de la actividad, los precios de los productos de primera necesidad de los supermercados aumentaron en el mes de abril un 4,1% respecto al mes anterior. El control de precios de la OCU notó en la segunda mitad de abril la primera subida generalizada de precios.

Otras asociaciones como UCA (Unión de Consumidores de Aragón) han reportado que más de la mitad de los consumidores han detectado subidas de precios. “Esperábamos que los comerciantes intentaran resarcirse de la crisis subiendo los precios inmediatamente, pero no es una cuestión que nos guste”, ha manifestado su secretario general, José Ángel Oliván. También asociaciones de agricultores como La Unió de Llauradors han denunciado que los supermercados han aprovechado la crisis del coronavirus para subir precios.

La evolución de estos, recuerda Juan José Pintado, autor de ‘El economista en casa’ y profesor de Economía en Udima y CEF, está marcada por una gran incertidumbre. Sin embargo, su explicación respecto a la subida de los precios en alimentación tal vez pueda aplicarse a otros sectores. “Hemos sido temerosos y nos ha costado acercarnos a áreas con precios más competitivos, las compras se han desplazado a lugares de mayor proximidad y estos, al ver el aumento de la demanda, han aprovechado para subir precios”, explica. En otras palabras, la reducción de la competencia a través del aislamiento ha podido influir en el aumento de precios.

Algunas alternativas vacacionales pueden subir de precio por las circunstancias excepcionales: “Caravanas ya no quedan”

Por otra parte, hay muchos negocios que por mera reducción de aforo pueden verse obligados a repercutir los costes en el espectador, al mantener determinados costes fijos pero reducir sensiblemente los ingresos, como ocurre con el teatro. Sin embargo, los espectáculos y los cines parecen mantener por ahora los precios habituales. El director general de Cinesa para el sur de Europa, Ramón Biarnés, ha descartado tal posibilidad, y las nuevas ofertas que han aparecido como alternativa en la era del covid como los autocines mantienen precios similares a los de los cines convencionales.

El verano que no tuvimos dinero

Veamos el otro lado de la historia: incluso en el caso de que el precio de todos los productos y servicios se mantuviese igual que en marzo de este año, la cantidad de dinero en el bolsillo de los españoles es mucho más reducida. Un estudio internacional realizado por Open Evidence mostraba que un 36% de españoles ha tirado de sus ahorros durante el confinamiento. Según otra encuesta de OCU realizada a mediados de mayo, el 74% de los hogares han sufrido pérdidas económicas por el coronavirus. En total, alrededor de 23.000 millones de euros, unos 1.258 euros de media por familia. Un 10% tiene dificultades para pagar sus gastos y un 6%, la comida.

El equilibrio habitual de oferta y demanda puede sufrir vaivenes inesperados en algunos sectores que generen distorsiones ocasionales

“El consumidor se encuentra en modo crisis”, recuerda la portavoz de la organización de consumidores. "Eso supone en primer lugar que va a posponer decisiones de consumo (compra de viviendas, de coche y vacaciones). Además, muchas familias son reticentes a irse de vacaciones por la incertidumbre. El mundo será diferente a lo que conocían hasta ahora. Y eso va a influir en la toma de decisiones". Como añade Pintado, “la incertidumbre es la principal característica de este momento y es posible que el ahorro haya subido porque no ha habido en qué gastarlo, además del miedo de que los ERTE se conviertan en ERE”.

En otras palabras, el equilibrio habitual de oferta y demanda en muchos sectores, que determina los precios, puede sufrir vaivenes inesperados que generen distorsiones ocasionales. Como recuerda Ruiz-Dotras, un ejemplo es el de la demanda inesperada en alternativas vacacionales. “Caravanas ya no quedan, están todas alquiladas”, explica. “En las casas rurales pasará lo mismo porque todos vamos a hacer mucho turismo rural u opciones más económicas. Como hay mucha demanda pero la oferta es la misma que la de otros años, los precios subirán. Mientras haya gente dispuesta a pagar...”

Foto: La terraza del Euro Bar de Benalmádena. (Reuters/Jon Nazca) Opinión

Estamos empezando a afrontar el verano con la mente puesta en el otoño. Es decir, ante la posibilidad de que la crisis que venga sea dañina, la cautela se impondrá y preferiremos gastar antes en pequeños placeres, como la caña en la terraza recién reabierta o la carne de calidad un poco mejor que en actividades que se perciben mucho más arriesgadas como los grandes viajes al extranjero. Es decir, un pequeño aumento del gasto cotidiano que puede hacer que, debido al aumento de demanda y como tabla de salvación ante meses de ingresos, provoque pequeños caprichos más onerosos.

“Hay mucha preocupación por no gastarnos todo para prepararnos para después del verano”, concluye Ruiz-Dotras. “De septiembre a diciembre habrá cambios importantes y veremos cómo es esta crisis económica que va a ser peor que la de 2008”. Mientras tanto, tregua en los grandes gastos, terraza y buena mesa, ocio económico y la nada extraña sensación de que el dinero nos cunde bastante menos.

El retorno a la normalidad nos ha ayudado a recordar que la vida del consumidor es cara. Y es posible que la del consumidor en el verano del covid lo sea aún más. O tal vez se trate de una razonable sensación subjetiva a partir de una acumulación de factores que, unidos, contribuyen a proporcionar la sensación de que no solo en el confinamiento gastábamos menos (obvio), sino también de que entrar en el nuevo mundo implica gastos adicionales que entran en conflicto con la crisis económica en la que nos estamos zambullendo.

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