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Las dos paradojas de un mercado laboral distópico
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LAS CIFRAS NO REFLEJAN LA REALIDAD

Las dos paradojas de un mercado laboral distópico

Las cifras de paro mejoran a medida que se abre la economía a nuevas actividades. Pero las cifras oficiales no reflejan la realidad del mercado laboral. Se verá en los próximos meses

Foto: Hombre transportando cajas en Barcelona (EFE)
Hombre transportando cajas en Barcelona (EFE)

El virus ha cambiado de forma drástica muchas cosas. También la presentación de los registros oficiales de paro y afiliación. Y eso explica que, en la actualidad, haya que mirar no solo a lo que dicen, sino, también, a lo que no dicen. Una especie de distopía laboral.

Lo que muestran formalmente es que el paro registrado se situó en mayo en 3,86 millones de personas, lo que supone 26.573 desempleados más que un mes antes. Sin embargo, si se desestacionaliza esta cifra, lo que es mucho más representativo, ya que elimina el efecto calendario, el incremento sería de 122.458 personas. Lo normal cuando entra la canícula. En invierno ocurre lo contrario, el paro real es inferior al que reflejan los registros oficiales.

La cifra real de desempleados, sin embargo, es mucho mayor. A esa cifra hay que sumar los cerca de 3,1 millones de trabajadores que están hoy en suspensión de empleo. Es decir, que se encuentran acogidos a un ERTE, y que, formalmente, no son parados debido a que no han roto la relación laboral con su empresa. Por lo tanto, la cifra real de quienes no trabajan se situaría en el entorno de los seis millones, que es lo verdaderamente relevante en términos de contabilidad nacional -el célebre PIB-, ya que no están en condiciones de aportar su trabajo al crecimiento económico. Obviamente, las horas trabajadas se resienten porque la fuerza laboral ha disminuido de forma muy relevante.

Un par de datos de los que proporciona el SEPE lo ponen negro sobre blanco. El número de demandantes de empleo ha escalado hasta los 8,36 millones, y ahí se esconden los 3,94 millones que tienen una ocupación (ahora suspendida), y que el servicio público de empleo no contabiliza como parados.

Foto: Imagen de una oficina de empleo en Navarra. (Efe)

Es por eso por lo que para ver realmente el número de desempleados hay que fijarse en el pago de las prestaciones a cargo del SEPE. Y lo que dicen las estadísticas es que, si en 2019 el número medio de beneficiarios fue de 1,76 millones, en abril de 2020, cuando todavía no se habían pagado todos los ERTE, esa cifra se había disparado hasta los 4,65 millones, lo que supone un increíble aumento del 163% en términos anuales.

Es decir, se da la paradoja de que hay más trabajadores que cobran la prestación contributiva que trabajadores en paro, lo cual sólo se puede explicar por los ERTE. A nadie se le paga una prestación si está trabajando.

Afiliados y pensionistas

Existe una segunda paradoja todavía más relevante si se tiene en cuenta que, pese a la destrucción de empleo y al aumento del paro, la relación afiliados/pensionistas ha mejorado, hasta los 2,56, un nivel que no se conocía desde 2012.

Esto es así porque los parados con prestación cotizan a la Seguridad Social y, por lo tanto, como hay muchos más desempleados, sube el número de afiliados. Por eso en 2012, un año en negra recesión con casi seis millones de parados, se alcanzaron unas ratios muy positivas. El problema fue que a medida que fueron acabando la prestación, muchos trabajadores dejaron de cotizar, y eso empeoró la relación hasta situarse en 2,25 veces en 2015. Es decir, no siempre es bueno que suba la ratio, salvo que sea por un aumento del empleo.

El mes de mayo., como se sabe, fue el primero de la desescalada, por lo que sus efectos son todavía menores

La noticia buena es que, a medida que el Gobierno ha ido abriendo la mano para que muchas actividades vuelvan al trabajo, la célebre desescalada, un número cada vez más relevante de trabajadores está saliendo de los ERTE, y ello ayudará al avance del PIB. En total, y hasta el pasado mes de mayo, unos 388.000 trabajadores han dejado de estar en suspensión de empleo y han vuelto al tajo.

El mes de mayo., como se sabe, fue el primero de la desescalada, por lo que sus efectos son todavía menores. Cabe esperar que en junio será cuando salga del ERTE un número mucho mayor de trabajadores debido a que todas las CCAA, si no hay sorpresas adversas, estarán ya en la fase 3. Básicamente, por dos razones. La primera es que comienza el verano y con él las actividades relacionadas con el turismo y la hostelería, aunque sean nacionales, pero, sobre todo, porque Madrid y Barcelona irán recuperando ya una cierta normalidad económica, y ambas son muy importantes en términos de empleo. Cataluña y Madrid representan cerca del 38% del PIB de España.

Turismo, turismo

Eso quiere decir, ni más ni menos, que el volumen de empleo dependerá del ritmo de la desescalada, aunque sin olvidar un problema de fondo: uno de los grandes yacimientos de empleo en la economía española, el turismo, seguirá lastrado por el desplome de las visitas de extranjeros (más de 80 millones de turistas al año). Sin perder de vista que mucho empleo que se está creando ahora es público y hay que vincularlo a la pandemia (asistencia sanitaria o cobertura social), por lo que tenderá a extinguirse con el paso del tiempo en función de las disponibilidades presupuestarias. Fundamentalmente, por parte de CCAA y ayuntamientos.

La clave de bóveda, por lo tanto, es conseguir que esos tres millones de trabajadores que están hoy en suspensión de empleo no acaben en extinción del contrato de trabajo, y eso depende de factores que se escapan al mercado laboral español.

Dependerá, por ejemplo, de la apertura de fronteras, de los flujos comerciales o, incluso, de la eficacia de las medidas de política monetaria y económica tomadas por el BCE y la Unión Europea, cuyos fondos, en el último caso, tardarán meses en ser efectivos.

Volver a poner en marcha un motor económico de 1,2 billones de euros, que era el volumen del PIB español antes de la pandemia, no es rápido. Habrá que ver cuántos se quedan en el camino. Mientras tanto, toca analizar las cifras con sordina.

El virus ha cambiado de forma drástica muchas cosas. También la presentación de los registros oficiales de paro y afiliación. Y eso explica que, en la actualidad, haya que mirar no solo a lo que dicen, sino, también, a lo que no dicen. Una especie de distopía laboral.

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