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El impacto del coronavirus en África: una bomba que también amenaza a Europa
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El impacto del coronavirus en África: una bomba que también amenaza a Europa

El continente africano se encamina a su primera recesión en 25 años y una crisis que podría golpear hasta a un tercio de los trabajadores en toda la región, según los expertos

Foto: Trabajos de desinfección en un mercado de Kampala (Uganda). (Reuters)
Trabajos de desinfección en un mercado de Kampala (Uganda). (Reuters)

En su reciente informe sobre la economía mundial, en el que advertía de la mayor debacle global en casi un siglo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) llamaba la atención sobre las pulsiones desglobalizadoras que parece alimentar esta crisis. Se ha repetido hasta la saciedad —y los datos así lo confirman— que la pandemia del Covid-19 no entiende de fronteras, por lo que las políticas basadas en el sálvese quien pueda resultan del todo ineficaces: sin una respuesta conjunta y coordinada que ponga freno a la enfermedad en todos los países nadie podrá sentirse a salvo.

Estas consideraciones, tan oportunas a la hora de valorar las respuestas que debería dar Europa al impacto de la crisis en los distintos países que la componen, cobran una dimensión no menos relevante al abordar la expansión que el virus está registrando en las últimas semanas en el continente africano. Mientras las cifras de contagios en el Viejo Continente empiezan a emitir —si bien es cierto que de forma irregular— las primeras señales de estabilización, en su frontera sur el virus se expande a marchas forzadas, duplicando sus registros en las dos últimas semanas, hasta rondar ya los 20.000 casos. Y esto son solo los datos oficiales.

Esta semana, la Federación de Fútbol de Burundi cedía a la presión y suspendía la que era desde hacía 15 días la única liga continental en disputa, pese a las advertencias en contra. El organismo del pequeño estado de los Grandes Lagos se había aferrado hasta la fecha a la escasa incidencia del virus dentro de sus fronteras: apenas cinco casos confirmados.

El problema radica en que, si los datos de afectados por la enfermedad ya generan controversia en países como España, los números resultan especialmente cuestionables en África, un continente donde la mayor parte de los países carece de las infraestructuras y los medios sanitarios para llevar un control medianamente exhaustivo de la pandemia.

Esta misma semana, la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas advertía de que el Covid-19 podría llegar a ocasionar este año entre un máximo de 3,3 millones de muertes y un mínimo de 300.000 si los gobiernos implementan medidas drásticas de confinamiento de la población. Afortunadamente, una gran mayoría de estados africanos han optado por medidas tempranas para detener la propagación del virus, pero la efectividad de estas se ve limitada por la reducida capacidad de control de la población en muchas zonas de sus respectivos países —principalmente, en zonas rurales— y las dificultades para que un confinamiento severo no se traduzca en ellos en problemas para acceder a los bienes más necesarios.

Sin apoyo financiero, algunos países podrían precipitar la retirada de las medidas de contención necesarias, agravando el riesgo de propagación

En cualquier caso, y al margen del drama sanitario al que se arriesga un continente con unas capacidades de atención médica infinitamente inferiores a las de Occidente —se calcula que cuenta, de media, con 1,7 camas de UCI por 100.000 habitantes, 17 veces menos que Estados Unidos—, la crisis del Covid-19 representa ya una amenaza de calado sobre la frágil estabilidad económica del continente. Las últimas previsiones del FMI proyectan una contracción del 1,6% en la África subsahariana en 2020, en lo que supondría la primera recesión en un cuarto de siglo.

Más alarmantes todavía resultan los datos desplegados por la consultora McKinsey, que calcula que hasta un tercio de los trabajadores africanos podrían llegar a verse golpeados por los efectos económicos de la pandemia. Según los cálculos de la firma, en África existen actualmente unos 140 millones de empleos formales, de los que hasta 18 podrían desaparecer a causa de la crisis, mientras que otros 35 estarían expuestos a recortes salariales. Asimismo, hasta 100 millones de los 300 millones de empleos de la economía informal estarían bajo amenaza.

placeholder Controles de temperatura a un hombre protegido con una mascarilla, en Sudáfrica. (Reuters)
Controles de temperatura a un hombre protegido con una mascarilla, en Sudáfrica. (Reuters)

Para la economía de África el del Covid-19 representa un 'shock' de triple escala: por un lado, los bloqueos decretados por los distintos gobiernos suponen un freno inusitado a la actividad, al estilo del que se experimenta en Europa o Estados Unidos, pero agravado por las debilidades en términos generales de las redes asistenciales en la región; por otro, un endurecimiento de las condiciones financieras internacionales, que se traduce en la retirada de inversiones de aquellos mercados considerados de mayor riesgo, como sería el caso de la mayoría de los africanos; y, por último, con un impacto aún más directo en las condiciones de estos países, está la brusca caída que ha experimentado el precio de las materias primas (desde el petróleo al cacao o el café), por la interrupción del comercio internacional, que amenaza la que es la principal fuente de ingresos para muchos de estos estados.

"El colapso de las estructuras de apoyo financiero podría llevar a una sociedad ya empobrecida a la indigencia", advierten los expertos de Oxford Economics en un informe en el que subrayan el elevado coste que tienen para la región los bloqueos de la actividad. Un aviso que expone la doble dimensión del riesgo al que se enfrenta África por el impacto del coronavirus: una crisis económica de dimensiones dramáticas y una gestión de la misma inadecuada desde el punto de vista sanitario por la ausencia de recursos —McKinsey calcula que el continente tendrá que destinar 5.000 millones de dólares a su sistema de salud en apenas 100 días— y por minimizar los propios daños económicos. De hecho, países como Tanzania, Zambia o Etiopía aún se resisten a decretar medidas generales de confinamiento.

Esta doble dimensión que amenaza con convertir a África en una bomba social y económica con repercusiones mucho más allá de sus fronteras. Para Europa, la visión de una catástrofe colosal al sur de sus fronteras debería ser vista como una emergencia propia no solo por cuestiones humanitarias sino también por propio interés.

Foto: Un trabajador desinfecta los alrededores de una residencia en Sudáfrica. (Reuters)

Si un continente en el que antes del golpe del coronavirus se concentraban ocho de las quince economías de mayor crecimiento del mundo y ya arrojaba hacia el Viejo Continente unos flujos de migrantes de difícil gestión, es de suponer que ante un revés como el que se pronostica a causa del Covid-19 la búsqueda de asilo se multiplique, con consecuencias económicas, además de políticas —avivando los discursos populistas y xenófobos— y sociales. Si a eso se añade el peligro de que esos flujos de inmigrantes traigan consigo de vuelta un virus hipotéticamente controlado en territorio europeo, el cóctel puede resultar fácilmente explosivo.

Es por eso que cada vez son más las voces que advierten de la necesidad de prestar un rápido auxilio a África, para que pueda sufragar sus programar de asistencia sanitaria y planes de reactivación económica, indispensables, para tratar de amortiguar el golpe. Los llamados de, entre otros, el presidente francés, Emmanuel Macron, a aliviar, cuando no condonar, la deuda de los países africanos aúnan cada vez más apoyos y organismos como el FMI lideran los reclamos de una ayuda internacional millonaria para mitigar "una crisis económica y de salud sin precedentes que amenaza con descarrilar la progresión de la región, revertir el progreso del desarrollo de los últimos años y desacelerar las perspectivas de crecimiento de la región en los próximos años".

Aunque no faltan quienes advierten del riesgo moral y esgrimen anteriores episodios de ayuda financiera que fue mal empleada, los defensores de una nueva cooperación con África cuentan con un argumento difícilmente rebatible en tiempos del coronavirus. Si Europa viene esgrimiendo desde hace semanas el argumento de que el virus no entiende de fronteras, confiar la seguridad de su borde sur a países tan vulnerables puede poner en riesgo los logros que con tan elevado coste se persiguen en la región.

En su reciente informe sobre la economía mundial, en el que advertía de la mayor debacle global en casi un siglo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) llamaba la atención sobre las pulsiones desglobalizadoras que parece alimentar esta crisis. Se ha repetido hasta la saciedad —y los datos así lo confirman— que la pandemia del Covid-19 no entiende de fronteras, por lo que las políticas basadas en el sálvese quien pueda resultan del todo ineficaces: sin una respuesta conjunta y coordinada que ponga freno a la enfermedad en todos los países nadie podrá sentirse a salvo.

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