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El MoU no es diminutivo de Mourinho. Es la mejor medicina contra la corrupción
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UNANIMIDAD PARA LA PRESIDENCIA DE LA AIREF

El MoU no es diminutivo de Mourinho. Es la mejor medicina contra la corrupción

El MoU no es el diminutivo de Mourinho. Es la mejor medicina contra el descontrol de las cuentas públicas. Gracias al documento firmado con Bruselas, se creó la AIReF

Foto: La nueva presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero. (EFE)
La nueva presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero. (EFE)

Fue Ortega quien sostuvo que todo lo mejor que le había sucedido a España siempre había venido de Europa. El filósofo se refería a los años de ostracismo de este país frente al mundo, lo que explicaría el histórico atraso español, y que un buen número de historiadores económicos ha vinculado al fracaso de la revolución burguesa.

Es de sobra conocido que la adhesión de España a la Unión Europea (UE), hace ahora casi 35 años, cambió el signo de la historia. Hasta el punto de que hay un antes y un después desde que en 1986 se cumplieran los sueños de muchas generaciones de españoles que, como Ortega, siempre habían visto en Europa la solución de muchos problemas alimentados por nuestras miserias internas.

La Gran Recesión de 2009 alentó muchas frustraciones. Pero tuvo que ser la Unión Europea, de nuevo, la que sacara a España del atolladero. El 'Memorándum de entendimiento' (MOU) suscrito por España en julio de 2012 fue el comienzo de la salida del averno. Gracias al MoU, España rompió un círculo vicioso: la contaminación mutua entre deuda pública y sistema bancario, cuya espiral llevó a la prima de riesgo a situarse por encima de los 600 puntos básicos respecto del bono alemán.

Foto: Foto: Reuters.

Ese memorándum, sin embargo, no solo abría una línea de crédito a España de “hasta 100.000 millones de euros”, sino que, además, introducía normas sensatas de gobernanza en áreas del espacio público, como las cajas de ahorros, que habían sido el festín de muchos políticos desde que al comienzo de la Transición el sector comenzó a competir con la banca. El resultado es muy conocido.

Aquel MoU, igualmente, metía mano a un problema estructural de España, las cuentas públicas. Y, en particular, cuestionaba la ausencia de disciplina presupuestaria a la hora de establecer un equilibrio entre ingresos y gastos. Fruto de esa preocupación nació la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que no fue un invento del anterior Gobierno, sino que fue una exigencia. En el texto se dice textualmente (traducción oficial): “Se exige también a España que establezca una entidad presupuestaria independiente que se ocupe de actividades de análisis y asesoramiento y supervise la política fiscal”.

Mirar para otro lado

En otros países ya existían organismos similares, pero España, que para eso es muy suya, prefería mirar para otro lado cuando los déficits se acumulaban, ya fuera por una caída de los ingresos o por un aumento desorbitado del gasto público.

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La penuria de medios con que nació la AIReF fue clamorosa, y por eso tardó en arrancar. Alojada en unas novísimas oficinas del patrimonio del Estado sin apenas mobiliario y en las que estaba todo por hacer, hay que agradecer a Cristóbal Montoro, sin embargo, que confiara en un economista ajeno a la política, José Luis Escrivá, procedente del ámbito de Jaime Caruana, el exgobernador del Banco de España y por entonces director general del BIS, una especie de banco de los banqueros centrales.

La elección de Escrivá es clave, porque un ministro de Hacienda, Montoro, era capaz de meter a la zorra en el gallinero de las cuentas públicas, lo que dice mucho en favor del exministro de Hacienda, que no hizo lo que es habitual en la Administración española, colocar subalternos fieles con el jefe, lo que sin duda ha estado detrás de muchos casos de ineficiencia administrativa, y lo que es peor, ha cobijado casos de corrupción por el hecho de que muchos altos cargos no actuaron con la diligencia que se presume a la función pública.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE) Opinión

Los enfrentamientos entre Hacienda y el expresidente de la AIReF, de hecho, han sido numerosos, e incluso han llegado a los tribunales, lo cual es una rareza en España, donde los subordinados (aunque formalmente se denominen independientes) se pliegan sin más a los designios del jefe de turno.

Esa independencia de criterio de la AIReF, nutrida en los puestos clave de funcionarios procedentes del Banco de España, explica que el gran evaluador de las cuentas públicas haya ganado en pocos años una credibilidad que para sí quisieran otros organismos públicos, donde se refugian expolíticos, compañeros de pupitre o, simplemente, advenedizos cuyo único mérito es ser amigos del baranda. Aunque ninguna organización es perfecta, y la AIReF tampoco lo es, hay pocas dudas de que ha atesorado un enorme capital en los últimos años, lo cual no es frecuente en la Administración española.

El resultado es llamativo. La comisión de Hacienda del Congreso eligió ayer por unanimidad de todos los grupos a Cristina Herrero presidenta de la AIReF, anteriormente número dos del ahora ministro Escrivá. No es fácil encontrar una votación parecida en un país políticamente tan crispado y que tiene paralizados decenas de nombramientos en puestos clave del Estado, como el Poder Judicial, el Constitucional, RTVE o la CNMC, lo que da idea del escaso apego que tiene el sistema político por la independencia de criterio en órganos que mejoran la calidad de la democracia. A lo mejor es necesaria otra crisis para que desde Europa impongan cordura.

Fue Ortega quien sostuvo que todo lo mejor que le había sucedido a España siempre había venido de Europa. El filósofo se refería a los años de ostracismo de este país frente al mundo, lo que explicaría el histórico atraso español, y que un buen número de historiadores económicos ha vinculado al fracaso de la revolución burguesa.

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