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Una falacia recorre España: por qué Madrid ha adelantado a Cataluña
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EL OCASO DE LA INDUSTRIA CASTIGA A CATALUÑA

Una falacia recorre España: por qué Madrid ha adelantado a Cataluña

Madrid ha adelantado a Cataluña en el volumen de PIB. La explicación no tiene nada que ver con la política fiscal, sino con el ocaso de la industria y la eclosión de los servicios

Foto: 'Skyline' de Madrid (i) y Barcelona.
'Skyline' de Madrid (i) y Barcelona.

Milton Friedman sostenía que la libertad era una planta “rara y delicada” a la que había que mimar. Es probable que al rigor económico le suceda algo parecido. Es un bien -a veces escaso- que habría que proteger de sus detractores. Sobre todo, cuando se cruza por medio la propaganda disfrazada de política, lo que explica, por ejemplo, las interpretaciones que se han hecho en los últimos días sobre el sorpaso que ha realizado la Comunidad de Madrid a Cataluña en términos de contabilidad regional.

Es decir, el instrumento que utilizan los economistas para medir el volumen de riqueza generado por un territorio durante un periodo determinado, normalmente, un trimestre o un año.

Como se sabe, el Instituto Nacional de Estadística ha estimado que en 2018 el PIB de Madrid se situó en 230.794 millones de euros, lo que supone el 19,2% del conjunto de España. Es decir, por encima de los 228.682 millones de euros de Cataluña, cifra que equivale al 19% del PIB del conjunto del Estado. Desde 2013 no sucedía algo parecido, que Madrid, con casi un millón de habitantes menos, fuera más grande que Cataluña en términos económicos.

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Este sorpaso, que es inferior al 1% entre ambos territorios, se ha interpretado como una consecuencia lógica del dinamismo de Madrid, que crece más que Cataluña (atrapada en el bucle del ‘procés’) por su política de bajada de impuestos o por su estrategia liberalizadora, que hace que muchas empresas prefieran instalarse en la capital de España o en sus ciudades adyacentes. Se argumenta, incluso, que la fuga de empresas a raíz del 1-0 ha influido en el sorpaso. ¿Es eso cierto?

Lo primero que hay que decir es que los datos agregados (el PIB) incorporan un ‘efecto composición’. Es decir, el crecimiento depende de aquellas variables que lo impulsan. Si una economía está volcada al turismo, por ejemplo, Egipto, sufrirá más si un grupo terrorista ataca El Cairo provocando el pánico entre turistas. Lo mismo sucede con la industria. Si una economía basa su crecimiento en la producción de manufacturas, parece lógico pensar que su economía, en un contexto difícil para las exportaciones, tendrá más dificultades para crecer y crear riqueza.

Una economía de servicios

Este es el caso, por ejemplo, de Alemania, que ha coqueteado con la recesión porque tanto la guerra arancelaria de Trump como las nuevas normas medioambientales castigan su industria, que es principalmente exportadora. Es lo mismo que le sucede a Cataluña, que es, con diferencia, la comunidad autónoma que más exporta y, por ello, la más expuesta a una crisis manufacturera.

¿Qué ocurre con Madrid? Pues justamente lo contrario. Madrid está volcada al sector servicios, que es, precisamente, el que menos está sufriendo la ralentización económica, hasta el punto de que hoy es el que realmente está tirando de la economía. Entre otras cosas, por su enorme peso en el PIB: alrededor de dos terceras partes son servicios.

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Algunos datos ilustran estas diferencias. Mientras que en Cataluña la industria representa el 23,5% de su estructura productiva (en términos de valor añadido bruto), en Madrid apenas supone el 12,1% del PIB regional. Es decir, casi la mitad. Por lo tanto, si sufre la industria (que es lo que sucede cuando se ponen restricciones a la exportación) sufren más las economías más expuestas a ese modelo de crecimiento.

No hay que olvidar que el 26,3% de las exportaciones españolas tiene su origen en Cataluña, mientras que en Madrid las ventas al exterior apenas representan el 10,9% del total nacional. Por lo tanto, bastante menos de la mitad, lo que significa que está más protegida cuando vienen mal dadas para las exportaciones. La especialización productiva, de hecho, es determinante sobre la evolución del PIB.

Envejecimiento

Otro dato ayuda a comprender el sorpaso. Mientras que los servicios representan un 74,8% del pib en el conjunto de España, en la Comunidad de Madrid, volcada al sector terciario, supone el 84,9%. Por lo tanto, si crecen más los servicios, con una tendencia claramente ascendente de la mano de factores como el envejecimiento o los avances tecnológicos, también aumentarán más las economías más vinculadas a su evolución.

Habrá quien piense que los problemas de la manufactura catalana para exportar tienen que ver con la situación política interna. Pero no dicen eso las estadísticas. Así, por ejemplo, como acaba de poner de relieve el Banco de España, el valor añadido bruto de la industria manufacturera en el área del euro ha pasado de crecer a tasas interanuales por encima del 4% a principios de 2018 a contraerse cerca de un 1% en el segundo trimestre de 2019, mientras que el ritmo de crecimiento de esta variable en el sector servicios solo se ha reducido en 1 punto porcentual (pp) —del 3% al 2%— durante este período.

Foto: Imagen del 'skyline' de Madrid (Reuters).

Es decir, que Madrid se está beneficiando claramente de un contexto exterior que perjudica a la industria (mayores salarios y mayor productividad) y favorece a los servicios (peores salarios y productividad más baja). El drama para Madrid, sería, como ha advertido el Banco Central Europeo (BCE), que los servicios se contaminaran de la crisis industrial. Entonces, comenzaría a correr la misma suerte que Cataluña.

La industria o los servicios, sin embargo, no lo son todo a la hora de explicar las diferencias regionales. Los salarios juegan también un papel importante en el volumen de PIB de cada región. Y no es lo mismo trabajar en el sector público (donde las nóminas son más elevadas) que en el privado. Máxime cuando en los últimos 40 años se ha producido una explosión del gasto público, que era muy reducido durante el franquismo y hoy representa el 40% del PIB. O el 20% si se tiene en cuenta solo el consumo público.

¿Qué dicen las estadísticas? Pues, ni más ni menos, que mientras en Cataluña el 15,3% de los asalariados trabaja para un organismo público, en Madrid se alcanza un 17,7%. Entre otras cosas, por razones de capitalidad. La Administración General del Estado está en Madrid. Y no hay que olvidar que, según el INE, el salario medio bruto en el sector público alcanzó los 2.654 euros en 2018, mientras que en el sector privado se situó en 1.772 euros. Es decir, hay una diferencia de nada menos que el 50%.

Salarios públicos

Aquí hay, de nuevo, un efecto composición. No es que se pague menos (que también), sino que las diferencias del salario medio responden a la diferente estructura ocupacional. Es decir, se debe tanto al mayor peso de los trabajadores en el sector público con estudios superiores, a la menor proporción del empleo a tiempo parcial y a la mayor antigüedad en el sector público. Y si hay salarios más altos, lógicamente, el tamaño de una economía tiende a crecer más.

El factor capitalidad tampoco es ajeno a esta evolución. En una economía cada vez más terciarizada y globalizada, los servicios de intermediación financiera son cada vez más relevantes. Y la realidad es que los grandes fondos de pensiones, de inversión, aseguradoras o banca prefieren estar cerca de donde se toman las decisiones político-administrativas. Sin duda, respaldados por una Administración más propensa a bajar impuestos. Precisamente, para atraer inversión extranjera.

También los despachos de abogados u otras instituciones buscan aprovechar las ventajas de estar cerca del ‘poder’. No ocurría eso en los años 70 y 80, cuando las multinacionales preferían Barcelona porque eran fundamentalmente manufactureras y, por lo tanto, menos dependientes del BOE. Hoy, por el contrario, los servicios financieros o los servicios de no mercado, cada vez más relevantes en el PIB, han sustituido a la industria. Y en eso, haya o no ‘procés’, Cataluña tiene todas las de perder.

Milton Friedman sostenía que la libertad era una planta “rara y delicada” a la que había que mimar. Es probable que al rigor económico le suceda algo parecido. Es un bien -a veces escaso- que habría que proteger de sus detractores. Sobre todo, cuando se cruza por medio la propaganda disfrazada de política, lo que explica, por ejemplo, las interpretaciones que se han hecho en los últimos días sobre el sorpaso que ha realizado la Comunidad de Madrid a Cataluña en términos de contabilidad regional.

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