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Europa pone en marcha la máquina de la deuda contra la desaceleración
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La respuesta ante la brusca ralentización

Europa pone en marcha la máquina de la deuda contra la desaceleración

Las autoridades han aprendido de los errores de la última crisis y no quieren volver a tropezar en la misma piedra. El BCE quiere impulsar el crédito, y los gobiernos, aumentar el déficit

Foto: El presidente del BCE, Mario Draghi. (Reuters)
El presidente del BCE, Mario Draghi. (Reuters)

En los últimos días, la OCDE y el BCE han reconocido el frenazo que está sufriendo la economía europea desde la segunda mitad de 2018 y han encendido las alarmas sobre la evolución futura de la actividad en la región. Ambas entidades han realizado el mayor recorte en sus previsiones de crecimiento desde 2009, lo que muestra la magnitud de la incertidumbre actual.

Pero esta vez, al contrario que en 2008, las autoridades han optado por aplicar políticas expansivas que contrarresten la desaceleración. El objetivo es contrarrestar la desaceleración provocada por las dudas del comercio mundial con mayor demanda interna. Para lograrlo, la eurozona ha puesto en marcha el mecanismo del crédito, la inversión pública y las transferencias sociales.

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La reacción del Banco Central Europeo a la desaceleración ha sido sacar toda su artillería, que cada vez tiene menos potencia. En concreto, anunció que no subirá los tipos de interés hasta 2020 y que lanzará una nueva ronda de liquidez a la banca con préstamos de corto y largo plazo. El objetivo es mantener unas condiciones favorables en los mercados de deuda para estimular un crédito cuantioso y barato. Y, sin duda, lo está consiguiendo, ya que la rentabilidad exigida a los bonos está en el entorno de los mínimos de 2016.

Con estas medidas, el BCE busca un doble objetivo: minimizar la factura financiera y estimular la concesión de créditos. Todo con el objetivo de aumentar el consumo y la inversión de los hogares y las empresas, y así contrarrestar la desaceleración. El presidente del eurobanco, Mario Draghi, explicó que precisamente uno de los factores que pueden sostener el crecimiento en el corto plazo es el incremento del crédito.

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En los últimos meses, la base monetaria (medida como M1) de la eurozona ha ralentizado su crecimiento. Si en septiembre avanzaba a ritmos próximos al 10%, ahora se ha frenado hasta el 6,2% interanual. Si bien es cierto que este cambio de tendencia viene influido por el fin de las compras de activos del BCE, también responde a una desaceleración del crédito. Esto es justo lo que quiere evitar el eurobanco, de ahí la batería de medidas anunciada.

Pero los líderes de la eurozona no solo quieren aumentar el crédito al sector privado, también han puesto en marcha políticas de estímulo fiscal para elevar el déficit público. Según las últimas estimaciones del BCE, el déficit del conjunto de países de la eurozona se elevará este año hasta el 1% del PIB, el doble que en 2018. Si finalmente se confirman estos datos, supondrá el primer incremento del déficit público en la eurozona desde el año 2009, hace una década.

Italia, Francia, Alemania o España ya han puesto en marcha políticas de gasto y transferencias (por ejemplo, la subida de las pensiones en España) que van encaminadas a elevar el gasto de las administraciones públicas. Esta reacción a la desaceleración también es diferente a la que ocurrió en 2008, cuando Bruselas impuso la austeridad contra la crisis.

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Si bien es cierto que este aumento del déficit se traducirá en más deuda, también es cierto que la cuantía es muy limitada y, en cualquier caso, inferior al crecimiento, lo que no supone un riesgo para la sostenibilidad de las cuentas públicas. Sin embargo, el aumento del déficit no será homogéneo en todos los países, ya que Italia, por ejemplo, sí elevará su endeudamiento como consecuencia de su recesión. Lo que es indudable es que se trata del primer aumento en el déficit público en una década que responde a un cambio de política en la eurozona.

A pesar de todos los esfuerzos por estimular la demanda interna, tanto el consumo como la inversión se frenarán este año. Así lo estima el BCE, que apunta a un crecimiento del consumo privado del 1,3%, cuatro décimas menos de lo que esperaba en diciembre, y la formación de capital fijo crecerá un 2,1%, muy lejos del 3,3% previo. Solo el consumo público se acelerará, con un crecimiento del 1,7% a lo largo del año.

Un escenario diferente

Cuando estalló la crisis económica de 2008, la situación financiera del sector público y privado era muy diferente a la actual. En líneas generales, el sector público tenía una posición más sólida, con un nivel de endeudamiento inferior al 70% del PIB, mientras que el sector privado (empresas y hogares) había alcanzado unos niveles preocupantes, superando el 160% en el conjunto de la eurozona.

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En ese momento, el sector privado ya había agotado todo el margen financiero durante la crisis y la única opción que le quedaba era desapalancarse. Por el contrario, el sector público comenzó la crisis asumiendo una parte de la deuda de las empresas y aumentando las transferencias a los hogares. El resultado ha sido un desapalancamiento del sector privado compensado con un importante incremento de la deuda pública.

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Actualmente, el margen de los países para elevar su déficit es muy pequeño. Solo las políticas expansivas del BCE mantienen los tipos de interés en mínimos. Pero con una deuda pública próxima al 90% del PIB para el conjunto de la eurozona, los países apenas podrán realizar políticas expansivas en los próximos años. Los hogares también siguen con la tendencia al desapalancamiento y solo las empresas tienen verdadera capacidad para tirar de la demanda interna. Sin embargo, los datos de inversión son muy bajos y la mayor parte del presupuesto nuevo se destina a subidas salariales o de plantilla.

En este contexto, el potencial de las medidas de estímulo de la deuda, tanto en el sector público como en el privado, es muy reducido. Sin embargo, el BCE no está dispuesto a tirar la toalla sin intentarlo. Siempre le quedará el alivio de haber establecido unas condiciones financieras tan laxas que permitieron reducir la factura financiera y refinanciar todos los vencimientos de bonos y préstamos.

En los últimos días, la OCDE y el BCE han reconocido el frenazo que está sufriendo la economía europea desde la segunda mitad de 2018 y han encendido las alarmas sobre la evolución futura de la actividad en la región. Ambas entidades han realizado el mayor recorte en sus previsiones de crecimiento desde 2009, lo que muestra la magnitud de la incertidumbre actual.

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