Ya no es solo cosa de camareros: lo que esconde el 'viernes negro' del empleo
El mercado laboral ha batido todos los récords de altas en mayo y todos los récords de bajas en agosto. De la TV a la enseñanza, trabajar por temporadas llega a todos los sectores
Celia es operadora de cámara y está muy contenta. Por segunda vez en los trece años que lleva trabajando en televisión disfruta de un contrato garantizado hasta junio. Su programa, un 'late night' deportivo, seguirá al menos dos años más, pero ella no aspira a un contrato de larga duración. Y en estos meses su acuerdo con la productora será por obra y servicio. "Estoy satisfecha con las condiciones que tengo ahora. Sé que julio y agosto no los cobraré, pero tendré ingresos fijos hasta el verano y después me volverán a contratar".
Celia no se llama así, ni tampoco quiere que se sepa para qué productora o programa trabaja. Es consciente, como el resto en su sector, que si levanta la voz dejarán de llamarla. Lo ha visto en demasiadas ocasiones, incluso con compañeros amparados por un sindicato. "Lleva décadas sucediendo, pero todos los que se han quejado por las condiciones laborales acaban en la calle. Es un sector pequeño en el que nos conocemos todos", confiesa.
La alegría de Celia se justifica porque procede del inframundo laboral. Lo normal, explica, es que la contraten a través de una empresa de trabajo temporal por un máximo de 180 días, el límite que estipula la ley: "Son contratos de acumulación de horas. Trabajamos un máximo de seis meses y después nos vamos a lo que llamamos 'la nevera', que es un periodo de carencia en el que un compañero ocupa tu puesto con las mismas condiciones y después lo relevas", explica. "Es muy habitual: en cualquier programa de televisión hay un pequeño porcentaje, en torno al 30% del equipo, que tiene un contrato fijo. El resto estamos por obra y servicio, como fijos discontinuos o con contratos temporales".
Guionistas, técnicos de sonido, cámaras, operadores de grúa… de Sálvame a El Hormiguero, de 'La que se avecina' a Ana Rosa Quintana y de informativos a magacines: no importa la ideología o el formato del programa, prácticamente cualquier contenido que se emite en televisión tiene detrás un puñado de historias de precariedad y estacionalidad. Hasta hace unos meses lo habitual era que se forzase a los trabajadores a darse de alta como autónomos pero, durante el último año, las productoras han buscado nuevas fórmulas para contratar sin tener que pagarle las vacaciones de verano a sus plantillas.
Esta vez la televisión sí que es un espejo de lo que está ocurriendo en el resto de la sociedad: como las parrillas de la pequeña pantalla, el mercado laboral español va temporada a temporada. La estacionalidad, uno de los grandes clásicos de nuestro país, sigue engullendo trabajos y salpicando sectores donde no estaba antes. El martes supimos que el mes de agosto se saldó con la destrucción de más de 200.000 empleos, la cifra más alta en una década. Tres meses atrás, en mayo, se batía otro récord, pero en dirección contraria: el paro bajaba 83.738 personas y se creaban 237.207 empleos, la mejor cifra de mayo de la historia. Es la estacionalidad lo que nos lleva de un extremo a otro: pasamos de las mejores cifras a las peores porque en España unos meses se trabaja y otros no.
Hay otras formas de verlo con números. Entre mayo y julio se incorporaron más de 360.000 personas a la Seguridad Social. Pero al cierre de agosto había 75.000 afiliados menos que en el mes de mayo. Y antes de la crisis no era así: hasta 2007 el total de afiliados al final del período estival era siempre ligeramente superior al de su comienzo. Se notaba la estacionalidad, pero una parte de los que se incorporaban al mercado laboral conseguían quedarse. En los últimos diez años, sin embargo, esa realidad ha vuelto a repetirse solo en dos ocasiones y por poco margen: en 2014 y en 2016. En los otros ocho, agosto se ha cerrado con menos afiliados que mayo, con la guinda final de este 2018: el viernes negro de este 31 de agosto.
La idea se ha convertido en el mantra de los sindicatos. "La estacionalidad es claramente la tendencia que ha tomado el mercado laboral español", dice Lola Santillana, secretaria de Empleo de Comisiones Obreras. "La economía de este país siempre ha estado movida por campañas y es cíclico que el paro suba en agosto y en diciembre, pero en los últimos años se ha intensificado. La gran creación de empleo desde la reforma laboral de 2012 ha significado más trabajo precario. Donde antes había contratos temporales con duración de varios meses, ahora hay contratos de una semana o un mes".
Isabel Araque, secretaria confederal de UGT, tiene un discurso parecido. Y subraya que la temporalidad, antes circunscrita fundamentalmente al campo y el turismo, va cobrándose terreno en todos los sectores. "Este año, por ejemplo, el turismo ha tenido menos incidencia. Lo que está pasando es que el país funciona a un ritmo durante el verano y a otro a partir de septiembre". Y parece que se están asentando prácticas extremas. "Por ejemplo los contratos de lunes a viernes, de empleados que acumulan en un año 217 días trabajados, igual que una persona con un contrato indefinido, pero sin trabajo los fines de semana". Ofrece dos datos: "La temporalidad sigue significando el 90 por ciento de los contratos que se hacen mes a mes y, dentro de esa temporalidad, existe una elevada parcialidad, en torno al 35 por ciento".
Desde la óptica liberal, el diagnóstico puede resultar correcto —cada vez hay más empleo estacional—, pero no lo es la cura propuesta por los sindicatos. Álvaro Lodares, economista y autor de varios libros donde critica la rigidez del mercado, dice que "la estacionalidad es un problema recurrente en el mercado laboral español". El problema, en su opinión, es que "no nos hemos preocupado de hacer una reforma laboral seria que rompiera con algunas de las muy antiguas rigideces que arrastramos y que vienen del franquismo”.
Tenemos que romper con la dualidad de trabajador fijo o temporal
Para Lodares, el problema es que la legislación "no anima" al empresario a realizar contratos fijos, de modo que suele preferir la temporalidad. "Hemos de romper con la dualidad del mercado, con ese relato del trabajo fijo y el trabajo temporal. Tenemos que conseguir que al empresario le dé igual una modalidad que otra y, lo que es más importante, que cuando caiga su negocio no se vea empujado a despedir". "Al ser un mercado tan rígido", continúa, "con cada crisis económica inmediatamente se viene abajo el empleo". Y contrapone el caso español con otros países de nuestro entorno, "no tan distintos a nosotros", donde la tasa de paro nunca se eleva por encima del 10%.
"Una posibilidad", propone, "sería bonificar los contratos fijos, quizá a través de las cotizaciones a la Seguridad Social, o igualar el despido de forma que sea igual de fácil o de difícil prescindir de un trabajador fijo que de uno temporal". Y continúa: "Tenemos que librarnos de la acción sindical en el trabajo, cuya presencia es demasiado abultada. La reforma del Partido Popular iba en la buena dirección en algunos aspectos, pero la que ahora se está planteando desde el PSOE es una vuelta atrás, son las rigideces que ya hemos comprobado que no funcionan".
Los trabajadores, por su parte, no siempre hacen lo que tienen en su mano por destapar situaciones que bordean la legalidad. "El 80% de los contratos temporales y por obra y servicio son fraudulentos. Para mí, junto con las horas extra, son los dos mayores problemas del mercado laboral español", dice Alejandra Gútiez, socia abogada laboralista del bufete A&E de Madrid. "Hay mucho desconocimiento. La mayoría no se paran a valorar la naturaleza del contrato que les ofrecen, creen que es lo que hay. Solo recurren a un abogado cuando han sido despedidos de mala manera. Es una situación que me genera mucha impotencia", relata. "El contrato eventual está pensado para campañas concretas, de navidad o de verano, pero no para completar la plantilla con empleados más baratos. Detrás de estas prácticas está siempre una motivación económica".
La mayor parte de las denuncias por contratos estacionales no llegan a juicio
La parte positiva, dice, es que quienes demandan suelen ganar, porque las empresas nunca quieren llegar a un juicio. "El empresario casi siempre espera al día del juicio para acceder a las reclamaciones, porque nadie quiere una sentencia contra su empresa, que son públicas, y, sobre todo, no quieren que el resto de la plantilla se entere de que pueden llevar a su jefe a los tribunales con las garantías de ganar. Además, estas resoluciones suelen implicar una sanción del ministerio de Empleo". Muchos trabajadores creen que Empleo no actúa contra estos fraudes, pero la abogada tiene otra versión: "En mi experiencia, Empleo hace su trabajo y es efectivo, pero hay que ponérselo fácil. Es importante que la denuncia esté bien fundamentada, que tenga una carga probatoria potente para que el inspector pueda armar una acusación contra la empresa. En cualquier caso, hay gabinetes jurídicos muy hábiles que consiguen evitar las sanciones".
Vacaciones de estudiante para los profesores
El viaje hacia la estacionalidad ha empezado a gangrenar sectores aparentemente estables, como la educación. Rosa tiene 32 años, es profesora de un colegio privado de Madrid, y se ha acostumbrado a trabajar así: "Me contratan en septiembre y me despiden cuando acaba el curso. Los meses de verano cobro el paro, pero no cotizo, ni sumo antigüedad. En el sector público tengo muchos compañeros igual", dice. De hecho, la educación perdió cerca de 110.000 ocupados en julio y otros 60.000 en agosto, cuando acaba la temporada de las academias de verano y las sustituciones estivales. En septiembre muchos de esos empleos se volverán a recuperar. Y vuelta a empezar.
En agosto había 230.796 profesores y maestros menos que en mayo afiliados a la Seguridad Social. Jorge Azón, profesor y portavoz de la Plataforma de Empleados Temporales e Interinos, lo ha vivido primera persona: "A los interinos siempre nos han hecho contratos de doce meses, pero ya durante la crisis empezó a ser normal que nos hicieran contratos de septiembre a junio". Hace cuatro meses que el Tribunal Supremo consideró ilegal esta práctica, pero aun así el educativo es cada vez más un sector de temporeros: en agosto de este año se han registrado un 22% de afiliados en menos que en mayo, eso es, más de 230.000 personas.
Santillana, de CCOO, asegura que esto está ocurriendo prácticamente en todos los sectores. "Está pasando en la industria manufacturera, en las industrias cárnicas, incluso en la construcción, donde este año se ha vuelto a notar mucho porque durante la crisis no se movía… En el comercio también hay una alta rotación y temporalidad: supermercados y franquicias se han especializado en perfiles de gente muy joven que contratan por horas, semanas o meses. Y hay muchos sitios a los que los sindicatos no llegamos porque la precariedad y la temporalidad impiden que surja la representación sindical", insiste.
Muchos jóvenes españoles, incorporados al mercado laboral después de la crisis, no conocen otra realidad. Javi tiene 27 años y siempre ha trabajado así. "He estado en negro en una pizzería, con empleos de tres meses en logística, en una fábrica de vidrio donde me llamaban para hacer turnos de la noche a la mañana y me hacían contratos por horas, con una ETT. En verano he hecho la campaña de camarero y la de socorrista, en invierno he trabajado montando las luces de eventos los fines de semana". La mayoría de las empresas por las que ha pasado, dice, tienen actividad todo el año. "Simplemente les sale más barato y ventajoso utilizar la mano de obra así".
Autónomos falsos y contratos cortos
La estacionalidad también se refleja en las altas y bajas por cuenta propia, sobre todo por la proliferación de la figura del falso autónomo. El RETA ha perdido 18.000 afiliaciones en agosto respecto de julio. Pero según un breve informe elaborado para El Confidencial por la Unión de Autónomos (UATAE) "esta caída no es, ni muchísimo menos, una novedad respecto al mismo mes de años anteriores: en 2017 se perdieron 16.765 autónomos y en 2016 se perdieron 13.330… La tendencia los primeros meses del año es crecer y, a partir de agosto, empieza a decaer.
La estacionalidad se sirve principalmente de tres tipos de fórmulas: contratos temporales, contratos por obra y servicio y contratos fijos discontinuos. Volvemos al caso de la televisión. "La mayor parte de los veranos", detalla Juanjo, guionista de un popular programa de Telecinco, "ni siquiera nos quieren pagar las vacaciones que nos corresponden por contrato. Nos despiden el día 15 de junio pero nos dan de baja en 26, de modo que se ahorran darnos finiquitos". El guionista explica que en alguna ocasión ha tenido que retrasar su incorporación a otra empresa ya que seguía dado de alta en la anterior.
"Los jefes dicen que los gastos de un programa son demasiado grandes como para que los asuman las televisiones, y que así pueden trabajar con más gente, pero todos sabemos, sobre todo los que llevamos varios años en un mismo espacio, que la única razón es ahorrarse dinero". Juanjo afirma que los contratos fijos son un "caramelo" que les ponen a los empleados, algo por lo que tienen que luchar varios años: "Tienes que dejarte la vida, y hablo de trabajar diez o doce horas diarias, para poder ser fijo, y aun así nada te garantiza que lo consigas".
Nadie da la cara
En un mercado laboral cada vez más frágil, pocos se atreven a dar la cara para que se la partan. Y la televisión es, una vez más, un reflejo de todo lo demás. Samanta Villar es una de las pocas caras conocidas, si no la única, que ha expresado en público su malestar por la situación de su sector. En más de una ocasión, dice en declaraciones a este periódico, ha convencido a la productora de que necesitaban trabajar todo el verano para evitar que su equipo fuese despedido y recontratado en septiembre.
Este verano mi equipo vuelve a disfrutar de las vacaciones pagadas y estoy muy orgullosa de ello. Espero que empecemos a hablar de esto pronto, pero lo tengo mal, porque todos los directivos del sector a día de hoy están disfrutando de sus vacaciones, esas sí, pagadas.
— samantavillar (@samantavillar) 31 de julio de 2018
Para la periodista, popular en España por su formato '21 días', es crucial que las caras conocidas, los que tienen poder para negociar con la empresa o con la televisión, den un paso al frente. "En este aspecto somos demasiado cobardes, yo la primera. No es normal que estas empresas, que cotizan en el Ibex y tienen beneficios millonarios, se valgan de figuras como el fijo discontinuo para abaratar sus costes", comenta.
"Entiendo que un programa que acaba de empezar y no sabe si le van a renovar recurra a contratos temporales. Pero el caso es generalizado: sucede en todos los programas, productoras y televisiones que yo conozco", sigue. "No comprendo que no se pague las vacaciones a tu equipo. Son unos derechos laborales que conquistamos hace décadas y que ahora damos por perdidos casi sin luchar". Villar apunta que muchos periodistas y técnicos de plató se ponen en contacto con ella porque se ha extendido la voz de que su productora paga las vacaciones: "¿Cómo puede ser que las vacaciones de un trabajador que va a continuar en septiembre las pague el INEM? ¿Cómo puede ser que, por adelantar trabajo en primavera, te quedes sin sueldo en verano? Esto que sucede en televisión, y desgraciadamente no es el único sector, solo se puede calificar de fraude de ley".
También en el sector público
La escasez de oposiciones ha disparado las tasas de temporalidad en el sector público. Los contratos para cubrir bajas o ausencias han alcanzado su récord en el último trimestre (un 11% del total), tras superar la barrera del 10% en 2017 por primera vez desde que existen datos.
Marisa trabaja en los hospitales del área de Vigo desde 1998, cuando se licenció en enfermería. Tiene 41 años y su vida laboral ocupa 19 páginas en las que se alternan cientos de contratos temporales con el Servicio Gallego de Salud. "Siempre tuve contrato de enero a enero, aunque la situación empezó a cambiar poco antes de 2008", relata esta especialista del área de Urgencias.
Fue entonces cuando la Xunta empezó a convocar menos plazas y a abusar de los contratos de acumulación de tareas, pensados para cubrir plazas que no tuvieran dotación presupuestaria a pesar de ser necesarias. "Te llaman un día, para llenar un hueco para esa misma noche, incluso solo para trabajar unas pocas horas. Cinco días después, firmas el contrato", relata.
Casos como el suyo, de contratos temporales encadenados durante décadas, reflejan un problema estructural. En palabras de Fabián Valero, abogado en Zeres Abogados y especialista en derecho laboral, "evidencian que existen necesidades estructurales de personal que se cubren irregularmente con contratos temporales".
La consecuencia es un aumento de la precariedad: "Al tener a trabajadores temporales para cubrir necesidades permanentes, sucede que si alguien se pone de baja no tienes que seguir pagándole y contratar a un sustituto: esa persona se queda sin empleo y se coge a otro de la lista. Y muchos temporales acumulan menos experiencia, tardando así más tiempo en generar trienios".
Celia es operadora de cámara y está muy contenta. Por segunda vez en los trece años que lleva trabajando en televisión disfruta de un contrato garantizado hasta junio. Su programa, un 'late night' deportivo, seguirá al menos dos años más, pero ella no aspira a un contrato de larga duración. Y en estos meses su acuerdo con la productora será por obra y servicio. "Estoy satisfecha con las condiciones que tengo ahora. Sé que julio y agosto no los cobraré, pero tendré ingresos fijos hasta el verano y después me volverán a contratar".