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Por qué lo que es bueno para la economía es malo (casi siempre) para Wall Street
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A WALL STREET SE LE ATRAGANTAN LOS BUENOS RESULTADOS MACROECONÓMICOS

Por qué lo que es bueno para la economía es malo (casi siempre) para Wall Street

La fiesta va por barrios. Los buenos datos de la economía de EEUU en inflación, paro y beneficios han disparado las alertas. Los tipos pueden subir más rápido de lo previsto

Foto: La Bolsa de Nueva York afronta el día después de su mayor caída en puntos de la historia. (EFE)
La Bolsa de Nueva York afronta el día después de su mayor caída en puntos de la historia. (EFE)

Solo hay un mercado en el que las buenas noticias coticen a la baja. Y no es otro que el mercado de valores, donde la creación de empleo, la subida de la inflación hasta niveles razonables (2%) y las ganancias del poder adquisitivo, como ha sucedido en EEUU en los últimos trimestres, han sentado como un tiro. ¿La razón? Ni más ni menos que si la economía vuelve a la 'normalidad' —lo que significa el fin progresivo de los estímulos monetarios—, el mercado de valores pierde parte de su atractivo frente a la renta fija (más segura y casi sin riego en el caso de los bonos soberanos). Algo que explica que las posiciones de venta se hayan impuesto con fuerza a las de compra en los últimos días.

O dicho de otra manera, los mercados estiman que si se consolidan las buenas noticias de coyuntura, la Reserva Federal acelerará la subida de tipos prevista para este año (tres revisiones). Sin descartar, aunque es mucho menos probable, que la intensidad sea mayor: medio punto en lugar de un cuarto.

Hay que partir de la alta sensibilidad de la economía norteamericana a los tipos de interés, toda vez que las compañías se financian mayoritariamente en el mercado, y no a través de las entidades financieras. De ahí que se considere poco probable que la Fed tome decisiones precipitadas a menos que haya un riesgo inflacionista inminente, algo que, hoy por hoy, está descartado (el petróleo ha vuelto a caer hasta los 67 dólares barril).

Pese a ello, el indicador de volatilidad de la bolsa americana, el VIX, ha subido en pocos días del 10% al 36%, casi el doble que su media histórica (19%). Al aumentar la volatilidad, como recuerda Arcano, se venden más acciones, ya que empeora el entorno de riesgo, generándose, a veces, un proceso técnico vicioso por causas tecnológicas.

Y es que la economía norteamericana marcha nominalmente —casi— como la seda. El último dato conocido es el que refleja la encuesta ISM para sectores no manufactureros, que sorprendió al alza en enero. Hasta el punto de que marcó un nuevo máximo en el ciclo, probablemente, según Bankia Research, impulsado por los efectos de la reforma fiscal de Trump.

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Más noticias positivas. La economía creó 200.000 empleos netos en enero, mejorando los registros anteriores. La mayor parte se produjo en los servicios privados, pero tampoco en el público las cosas empeoraron pese al fugaz cierre de la Administración (el acuerdo de mínimos finaliza este jueves) por el desacuerdo presupuestario.

Un fuerte dinamismo

La tasa de paro, de hecho, se mantuvo en enero estable por cuarto mes consecutivo, en el 4,1%, nivel mínimo desde el año 2000. Como sostiene Bankia Research, el buen dato de empleo se une a la señal fuertemente expansiva de la encuesta ISM para el sector manufacturero, de tal manera que los dos primeros indicadores relevantes disponibles de enero “coinciden en prolongar el dinamismo de finales de 2017 hacia el principio de este 2018”. Algo que no solo sucede en EEUU, sino también en China (6,9%) y la Unión Europea (2,6%).

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Las tres áreas suponen en conjunto las tres cuartas partes del PIB del mundo, lo que se traduce en un fuerte dinamismo en el conjunto del planeta. Y lo que no es menos importante: sin presiones inflacionistas. Pese a ello, los índices de volatilidad de las acciones se han disparado y la aversión al riesgo tiende a crecer, aunque todavía desde niveles mínimos.

La economía de EEUU terminó el año pasado con un aumento de los precios (medidos por el IPC) del 2,1% anual. Es decir, en línea con el objetivo de política monetaria de la Reserva Federal, que en 2012 siguió al BCE y se puso como referente el 2%. La inflación subyacente, que elimina los componentes más volátiles (energía y alimentos sin elaborar) se mantiene, igualmente, en el 1,5%; aunque anualizando esa tasa respecto de lo que ha sucedido en el último trimestre, el nivel habría llegado al 1,9%. Algo que hace decir a los analistas de Arcano que la Fed “se está quedando con menos munición” de la que pensaba en el pasado reciente para ejecutar una subida gradual de tipos.

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En la eurozona, cuyo ciclo es más retrasado, el IPC se sitúa en el 1,3%, todavía por debajo del 2% que se considera compatible con la estabilidad de precios. Y nada indica un repunte a corto plazo. Entre otros motivos, porque la tasa de desempleo en la eurozona se sitúa todavía en el 8,7%, lo que aleja presiones salariales (la célebre curva de Philips). De hecho, la inflación apenas ha crecido pese a que los bancos centrales, como recuerda Arcano, han inyectado 150.000 millones de dólares mensuales en los últimos 10 años. Una ingente cantidad de dinero que ha elevado los precios y hundido las rentabilidades, desplazando los recursos hacia mercados más volátiles, como la renta variable.

Los costes laborales

La consolidación de la recuperación se refleja en un dato incontestable. Después de años de moderación salarial (incluida la pérdida de poder adquisitivo y en un entorno muy competitivo por la globalización y los avances tecnológicos), se observan solo incipientes presiones al alza sobre los salarios. Las ganancias por hora trabajada han aumentado hasta ritmos del 2,9% interanual frente al 2,6% anterior, lo que no parece una aceleración muy significativa. El índice de costes laborales, por su parte, mantiene una tendencia al alza (2,7% interanual en el cuarto trimestre del año pasado frente al 2,2% de 2016).

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Es decir, la economía tira con fuerza y los salarios comienzan a recuperarse, lo que para los analistas de los principales bancos de inversión es una amenaza a corto plazo: la Fed subirá tipos más rápido de lo previsto. Entre otras cosas, porque el nuevo presidente de la Reserva Federal, Jay Powell —que no es un halcón— puede tener la tentación de marcar el terreno desde el primer día. Y aunque la primera reunión de la nueva Fed no se producirá hasta el 21 de marzo, las presiones ya han comenzado sobre este republicano de centro, que es el primer presidente de la Reserva Federal que no es economista (es politólogo) desde los lejanos tiempos de Paul Volcker.

La buena salud de la economía de EEUU se manifiesta, igualmente, por la solidez de los resultados empresariales. Y como recuerdan los analistas de Deutsche Bank España, un 82% de las compañías del S&P que han revelado sus cifras lo han hecho por encima de lo esperado, lo que supone el porcentaje más alto desde 2007.

Las perspectivas de beneficios para 2018 son, igualmente, muy positivas, con una revisión al alza de las mismas del 6% tras la aprobación de la reforma fiscal Trump. Una reforma que favorece, además, las operaciones de recompra de acciones, mayores dividendos o movimientos corporativos. Como sostienen los analistas de Banca March, la mejora macroeconómica y los buenos resultados empresariales hacen prever que se trate de movimientos cortos que no se prolongarán en el tiempo.

Solo hay un mercado en el que las buenas noticias coticen a la baja. Y no es otro que el mercado de valores, donde la creación de empleo, la subida de la inflación hasta niveles razonables (2%) y las ganancias del poder adquisitivo, como ha sucedido en EEUU en los últimos trimestres, han sentado como un tiro. ¿La razón? Ni más ni menos que si la economía vuelve a la 'normalidad' —lo que significa el fin progresivo de los estímulos monetarios—, el mercado de valores pierde parte de su atractivo frente a la renta fija (más segura y casi sin riego en el caso de los bonos soberanos). Algo que explica que las posiciones de venta se hayan impuesto con fuerza a las de compra en los últimos días.

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