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La crisis hundió el beneficio de las empresas españolas y su rentabilidad cayó a la mitad
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Las pymes fueron las peor paradas

La crisis hundió el beneficio de las empresas españolas y su rentabilidad cayó a la mitad

Antes del estallido de la burbuja, las firmas españolas competían con las del centro de Europa en rentabilizar sus recursos, pero el estallido de la burbuja arrasó los márgenes

Foto: Juan Rosell, presidente de la CEOE. (EFE)
Juan Rosell, presidente de la CEOE. (EFE)

La crisis económica y financiera arrasó a las empresas españolas y hundió la rentabilidad de todo el sector productivo del país. Antes de la crisis, las compañías nacionales generaban un beneficio bruto equivalente al 6,5% de su activo, un nivel que situaba a las empresas españolas en la media de los países centrales del euro: Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia y Países Bajos. Sin embargo, la doble recesión que vivió el país cercenó los resultados de las empresas, lo que desplomó la rentabilidad del activo a menos de la mitad. En 2012, apenas alcanzaba el 3% del activo. En otras palabras, por cada 100 euros de activo en su balance, el resultado bruto (antes de pagar los intereses financieros) era de tres euros.

En apenas cinco años, la estructura de beneficio de las empresas españolas pasó de parecerse a los países centrales de la eurozona a asemejarse al resto de la periferia (Irlanda, Grecia, Italia y Portugal). Así lo pone de manifiesto el Banco de España en su último informe, 'La evolución económica y financiera de las empresas no financieras españolas durante la crisis'. Según este estudio, la rentabilidad de las firmas españolas se mantuvo en línea con los países periféricos también durante el inicio de la recuperación y no fue hasta 2015 (último año analizado) cuando se percibe un salto cuantitativo que vuelve a acercar a España al centro de Europa.

Pero el camino para volver a la situación de 2005, cuando las empresas españolas competían 'de tú a tú' con los países punteros de la eurozona, será muy largo. La rentabilidad de las empresas de los países centrales se situó en 2015 en el entorno del 6,5%, mientras que en España se quedó en el 4,5%. Para cerrar esta brecha de rentabilidad de dos puntos porcentuales, es necesario que las firmas españolas tengan un comportamiento diferencial del 45%.

El problema de las pymes

Como es bien sabido, la peor parte se la llevaron las pymes. Este estudio del Banco de España sirve para poner cifras concretas y son alarmantes: la rentabilidad de las pequeñas y medianas empresas españolas cayó incluso por debajo de la de los países periféricos. El resultado bruto de estas empresas se redujo a doble dígito durante cinco años consecutivos, lo que provocó que el retorno del activo se hundiera hasta el entorno del 1% en 2012, el peor año de la crisis.

Antes del estallido de la burbuja, las pymes españolas conseguían una rentabilidad superior al 5%, por lo que en estos cinco años se hundió más de un 75%. Las empresas grandes sortearon mejor la crisis gracias a su proyección internacional. La caída a doble dígito de sus beneficios se limitó a dos años: 2008 y 2009, y aunque siguieron reduciendo sus ganancias hasta 2014, nunca fue a un ritmo tan acusado como en el caso de las pymes.

La rentabilidad de las grandes compañías españolas cerró 2015 en el entorno del 5,2%, a medio camino entre las sociedades de los países centrales, donde alcanzó el 6,5%, y de los periféricos, donde se situó en el 4%.

Hasta aquí, los datos que se han repasado excluyen del cálculo los intereses financieros, pero no se pueden obviar a la hora de analizar la situación que atravesaron las empresas durante la crisis. La restricción del crédito fue un grave problema que profundizó en las consecuencias de la pérdida de actividad y obligó a cerrar a muchas empresas que eran viables.

Antes de la crisis, las pymes españolas destinaban un 15% de su resultado bruto (incluyendo beneficios financieros) a pagar los intereses de su deuda. Este porcentaje se multiplicó por dos en 2008, año en que alcanzó el 30%, y en 2012 marcó su máximo, en el entorno del 35%. Esto significa que de cada 100 euros que generaban las pymes (una vez descontados los costes de producción), 35 tenían que dedicarlos al pago de la factura financiera. En el caso de las pymes de la periferia europea, este porcentaje nunca llegó a superar el 27%, lo que refleja que las pequeñas y medianas empresas españolas atravesaron momentos muy complicados durante la crisis.

No fue hasta la llegada de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo (BCE) cuando las pymes empezaron a respirar. Desde el año 2012 la situación ha mejorado, pero en 2015 estas empresas tenían una carga financiera equivalente al 16% de su resultado bruto, mejor que los países periféricos y en línea con lo que tenían antes de la crisis.

En el caso de las grandes empresas, la factura financiera también se incrementó, pero en ningún momento llegó a los niveles anteriores. Antes de la crisis, el coste de los intereses se situaba en el entorno del 15% de su beneficio bruto, y en el peor momento de la recesión no llegó a superar el 20%. En el año 2015, esta factura volvió a caer hasta situarse nuevamente por debajo del 15%.

La crisis económica y financiera arrasó a las empresas españolas y hundió la rentabilidad de todo el sector productivo del país. Antes de la crisis, las compañías nacionales generaban un beneficio bruto equivalente al 6,5% de su activo, un nivel que situaba a las empresas españolas en la media de los países centrales del euro: Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia y Países Bajos. Sin embargo, la doble recesión que vivió el país cercenó los resultados de las empresas, lo que desplomó la rentabilidad del activo a menos de la mitad. En 2012, apenas alcanzaba el 3% del activo. En otras palabras, por cada 100 euros de activo en su balance, el resultado bruto (antes de pagar los intereses financieros) era de tres euros.

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