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Confesiones del banquero Juan María Nin, del rescate al suicidio de España
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JUAN MARIA NIN, EXCONSEJERO DELEGADO DE CAIXaBANK

Confesiones del banquero Juan María Nin, del rescate al suicidio de España

Juan María Nin ha sacado un libro. Su conclusión es que en España somos autodestructivos. Las cosas van mejor de lo que se cuenta. "Somos suicidas", sostiene

Foto:  Juan María Nin.
Juan María Nin.

Revela Juan María Nin (Barcelona, 1953) que en 2012, en pleno descenso a los infiernos de la economía, la canciller Merkel lo llamó a Sao Paulo (donde se encontraba en viaje de negocios) para ver qué se hacía con el sistema financiero. Merkel tiró de tópico y reconoció en aquel encuentro que no debía ser fácil para Rajoy “doblegar el orgullo español”. Algo que, en su opinión, explicaba las resistencias del Gobierno —también del anterior— para aplicar la terapia de choque que el país necesitaba en forma de rescate, aunque fuera parcial

Nin, que es un banquero formado a la luz de la Escuela de Salamanca, construida en torno a las relaciones entre moral y dinero, reconoce que esa visión de Merkel no es del todo equivocada. Probablemente, porque en España “tendemos a pegarnos un tiro en el pie”, en parte por el orgullo. Su reflexión no deja lugar a dudas.

Cuando salgo fuera”, sostiene,lo que veo es que el holandés [se refiere a Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo] dice que nos hemos gastado el dinero en putas y en alcohol y nadie dice nada. ¿Quién es el culpable? ¡Nosotros!”, exclama alzando la voz por encima de su pulcra imagen de banquero que mira para atrás asombrado de cómo ha cambiado este país en los últimos 40 años. “Tú crees que los italianos van a permitir hablar mal de su banco central. O los alemanes, a quienes solo les ha quedado el Deutsche y lo han salvado de milagro. O los británicos…”.

Nin ha escrito un libro. Se titula 'Por un crecimiento racional'*, una especie de oxímoron, y lo más singular es que, pese a ser banquero —ya fuera de la primera línea—, aborrece el actual orden monetario, basado en el dinero fraccionario, lo que significa, lisa y llanamente, que los gobiernos pueden crear dinero a su antojo. Ni que decir tiene que Nin bebe de la escuela austríaca y que, como dijo Hayek cuando le dieron el premio Nobel, se nutre, a su vez, de los grandes economistas del siglo XVII. De esa jesuítica Escuela de Salamanca que tanto añora. Tal vez por eso, mira lo que ha sucedido en la economía con ojos morales.

“No ha habido fraude. El dinero que se ha invertido en los años del 'boom' está en España. Está en aeropuertos o está en carreteras... Se puede discutir la utilidad de algunas inversiones. O los retornos de dicha inversión, pero lo que es indiscutible es que no ha habido fraude, como dice el ministro holandés de Economía”.

Y es que, en su opinión, “nuestro sistema institucional es serio, nuestra Administración es seria”, asegura. Es más, sostiene, el Banco de España, como institución, “es mucho mejor que otros bancos centrales europeos, que han visto cómo quebraba su sistema financiero”.

No parece, sin embargo, que esa sea la percepción de muchos españoles. No son pocos quienes piensan que ha sido la codicia y la inmoralidad de los banqueros lo que ha llevado a España a su peor crisis desde el Plan de Estabilización (1959). Su respuesta tampoco deja lugar a dudas:

“La gente lo piensa así por culpa nuestra”, asegura. “Una cosa son actuaciones concretas, la parte patológica del sistema, y otra muy distinta es actuar a modo suicida, como hacemos los españoles. Este es un país que ha tenido en los últimos 40 años un sistema institucional y público de los mejores del mundo, y un desarrollo de primer nivel. Podría poner mil ejemplos. Lo que se está produciendo es una destrucción sistemática de nuestras instituciones a partir de casos concretos. Estamos entrando en una zona de riesgo moral y económico altísimo. Un país que no respeta sus instituciones y que cabalga sobre anécdotas termina generando la percepción de que los españoles nos gastamos todo en alcohol y mujeres. En este país se trabajan nueve o 10 horas al día…”, vuelve a elevar el tono de voz para dejar claro que no tenemos nada que envidiar.

Los altos niveles de corrupción política. O, incluso, la intensidad de la crisis, parecen desmentirlo. Pero Nin vuelve a su discurso de la moral poniendo el ventilador.

"La autocrítica es muy necesaria, pero no es aceptable la extensión de la crítica a todas las instituciones. ¿Ha habido corrupción? Sí. Pero no todo el sistema político es corrupto. La mayor parte del sistema financiero ha tenido un comportamiento intachable, al contrario de lo que ha sucedido en Alemania, Reino Unido, Italia u Holanda. Aquí han caído unas cuentas cajas, no todas. Pero Unicaja, está ahí; las cajas vascas, están ahí; Ibercaja, está ahí, y, por supuesto, mi Caixa querida.

Su conclusión es que no hay que confundir “algunos gestores” con todo el sistema financiero. E insiste en que lo que no se puede hacer es asimilar Caja Madrid al Santander, al BBVA o al Sabadell. “Todas las decisiones del Banco de España han sido acertadas, como en la crisis del 92”.

¿Todo se ha hecho bien? En el libro, Juan María Nin revela un error de bulto. En 2009, se propuso al Gobierno Zapatero crear un banco malo con 100.000 millones que hubieran prestado los mercados —todavía abiertos— para enterrar la ruina inmobiliaria y devolver el dinero en 30 o 40 años. No se hizo, lo que explica, en parte, la intensidad de la crisis. No parece, por lo tanto, que todo se hiciera bien. Ni siquiera medianamente bien.

"Tienes toda la razón”, asegura. ”Lo que pasa es que la asignación de culpas” —de nuevo una concepción moral de la economía— “tiene que ser medida y proporcional. En el año 2009, un banco malo hubiera evitado la contaminación que se produjo en 2012. Lo que no tenía sentido es que un edificio en el Paseo de Gracia valiera cero euros. Se cometieron errores, pero no debemos demonizar a todo el sistema. Hay que aprender del error. Pero no podemos decir que todo fue una catástrofe, porque tras la peor crisis de la historia, ahí están el Santander, BBVA, Sabadell, Bankinter... El Banco de España lo ha hecho muy bien. Yo soy muy vendedor, y es de gilipollas, en un mundo muy competitivo, presentarte fuera y dar pie al ministro holandés a decir que te lo has gastado en alcohol y mujeres, cuando habría que decirle que en su país solo quedó en pie el Rabobank”.

¿Tiene eso que ver con el prestigio del pesimismo? Su respuesta es contundente.

"Este es un país que ha desarrollado una fuerza autodestructiva, como decía Bismarck. España es un país que compra la autodestrucción, y eso sucede desde el imperio", asegura.

El imperio español cayó. En buena medida, debido a esa gran burbuja que se creó al calor del dinero que venía de América. Y desde entonces, las burbujas forman parte del ADN de la economía. Hasta el punto de que el mundo parece que avanza a fuerza de burbujas creadas por los bancos centrales. Nin lo cree así. La economía es cada vez más artificial:

—Yo creo mucho en los ciclos económicos, y creo que habrá más fenómenos burbujeantes. Hoy, el potaje ha empezado a hervir con la política monetaria. El inmobiliario ha vuelto a dispararse, el valor de la deuda se ha disparado. También las acciones en relación al ebitda u otros multiplicadores. También algunas materias primas... Los valores actuales claramente te indican que son burbujeantes. Esas burbujas te permiten ganar tiempo, pero comienzan a ser demoledoras. Hay una riqueza artificial.

Hay una burbuja de la que cada vez se habla más. Y es la desigualdad. Y Nin tiene una opinión, al menos, singular para un moralista como es él.

"La desigualdad, por sí misma, es un problema económico, pero no sé si moral. No sé a partir de qué nivel la desigualdad es un problema moral. Lo que sí sé que es un problema es el mileurismo. Eso sí es desigualdad. Lo que no parece razonable es pensar que si alguien gana 133 veces más que otra persona trabajando en la misma empresa, hace daño al conjunto de la economía. Eso es irrelevante desde el punto de vista económico. Eso tiene más que ver con las bajas pasiones. Lo que habría que preguntarse es: ¿cuántas de sus necesidades no se cumplen porque otros tengan mucho dinero?”. Su conclusión es que “solo puede pasar en España que alguien ataque a Amancio Ortega por donar dinero”.

¿Y qué le preocupa ahora al banquero Nin? Pues básicamente, y aunque parezca una paradoja, el volumen de deuda y el sueldo de los mileuristas.

"Lo digo de forma bestial. Nos hemos apropiado de parte del futuro de nuestros hijos con un Estado de bienestar que forma parte de un Estado social de derecho. Lo que de verdad trasciende al futuro, y a mí eso me acongoja, es el mileurismo. ¿Cómo se va a pagar esa deuda cuando las empresas tienen que curvar los salarios? Hemos condenado a los salarios a no tener futuro. Yo puedo comprender que un becario cobre 1.000 euros, pero lo que nos está pasando es que como la salida de la crisis se está demorando, no hay horizonte para muchos. Estamos condenando a muchos jóvenes mileuristas”.

Es curioso pero, pese a ello, muchos dicen que los españoles han vivido por encima de sus posibilidades. Nin tiene una respuesta: "Los que peinamos canas somos los que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hemos acumulado una deuda enorme".

Lo achaca, en parte, a un problema de fondo que tiene que ver con el comportamiento de los mercados.

"Funcionamos como una manada de bisontes. La manada son los nacionalismos, los populismos, igual que en los años treinta. Trump se va a cargar todo. Está con los populistas de derechas y de izquierdas. Ninguno quiere el comercio. Como Franco".

* 'Por un crecimiento racional'. Juan María Nin. Editorial Deusto 2017.

Revela Juan María Nin (Barcelona, 1953) que en 2012, en pleno descenso a los infiernos de la economía, la canciller Merkel lo llamó a Sao Paulo (donde se encontraba en viaje de negocios) para ver qué se hacía con el sistema financiero. Merkel tiró de tópico y reconoció en aquel encuentro que no debía ser fácil para Rajoy “doblegar el orgullo español”. Algo que, en su opinión, explicaba las resistencias del Gobierno —también del anterior— para aplicar la terapia de choque que el país necesitaba en forma de rescate, aunque fuera parcial

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