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La inflación ha muerto, ¡viva la inflación!
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INFORME DEL BIS SOBRE LOS PRECIOS

La inflación ha muerto, ¡viva la inflación!

La inflación ha dejado de ser un problema. Lo que preocupa es, justamente, lo contrario. El BIS acaba de sacar un informe que revela los problemas de España con los precios.

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Sucedió en 1921. En Austria. La inflación se situaba, por entonces, por encima del 300%, y ante tal coyuntura el ministro de Hacienda le pidió consejo a un economista amigo para atajar la dramática situación. El economista le respondió con franqueza que lo mejor era que ambos se reunieran a las 12 del mediodía del día siguiente junto a la entrada de la Casa de la Moneda. Justo en el momento de mayor actividad fabril. Y así se hizo.

A la hora convenida, se encontraron ambos, y el ministro le preguntó sin esperar un minuto más: “¿Cómo podemos detener la inflación?” El economista pegó una mano a su oreja y la acercó a una de las fachadas del viejo caserón. A continuación, le respondió mirándole fijamente a los ojos: “¿Oye ese ruido? Pues acabe con él". El economista se llamaba Ludwig Von Mises.

Von Mises, uno de los padres de la escuela austríaca, tendría hoy pocos consejos que dar al atribulado ministro de Hacienda. Al menos, en materia de inflación. La espiral inflacionista es el pasado y hoy, precisamente, lo que preocupa es lo contrario. La falta de inflación. O lo que es lo mismo, no alcanzar la estabilidad de precios, que muchos economistas sitúan en el entorno del 2%.

Las economías avanzadas -incluso algunas de las emergentes- corren el riesgo de caer en presiones deflacionistas. Algo que explica las ingentes cantidades de dinero que han puesto en circulación los bancos centrales para ahuyentar el fantasma de la deflación. Es decir, la maquina de hacer billetes que tanto chirriaba a Von Mises y que hoy funciona a tiempo completo.

El actual repunte de los precios, parece obvio, tiene más que ver con un fenómeno coyuntural (el efecto escalón que se produce al comparar los actuales precios del petróleo con los del año pasado) que con un cambio estructural, como lo demuestra la debilidad de la inflación subyacente (sin energía ni alimentos no elaborados), que es la más relevante, ya que tiene un carácter estructural. Apenas un 0,8% anual en los últimos doce meses en el caso español. Es decir, la misma tasa que en la Eurozona.

No parece mucho teniendo en cuenta que la economía española crece con fuerza, un 3,2% en tasa interanual. Precisamente, y aquí está la paradoja, por la expansión del consumo privado. Como se ve, los ingentes estímulos monetarios están haciendo poca mella en los precios..

¿Es una caso español o estamos ante un fenómeno del conjunto de las economías? Pues a tenor de un reciente informe del Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), el resultado de esa política monetaria ultraexpansiva -Friedman demostró que la inflación es un fenómeno fundamentalmente monetario- algo más que modesto. Incluso, preocupante. Es decir, la inflación no crece pese a que el balance del BCE -la liquidez puesta en circulación- se ha triplicado desde el comienzo de la crisis (hasta representar tres veces el Producto Interior Bruto de un país como España).

Sesenta años de inflación

El BIS recupera en su trabajo series históricas de inflación largas. Muy largas (la del Reino Unido comienza en 1830). Y en el caso español arranca en 1955, cuando el IPC se situó en el 3,8% anual. Desde entonces, en tres ocasiones -2009, 2014 y 2015- la economía española ha tenido inflación negativa. Y en dos de esos años (los últimos), precisamente, con la máquina del dinero a todo trapo. Por lo tanto, nada de 'estanflación', el viejo fantasma de los años 70, cuando el mundo desarrollado tuvo que hacer frente a dos choques petrolíferos.

La baja inflación, de hecho, es un fenómeno casi extraordinario en nuestra reciente historia económica. Lo que revelan las series del BIS es que en 15 de los últimos 60 años (la cuarta parte), España ha tenido una inflación que se ha situado por encima del 10%, lo que da idea de los problemas estructurales que ha tenido España para domar el aumento de los precios. En esas seis décadas, en apenas nueve años (la mayoría en recesión), la inflación se ha colocado por debajo del 2% -el objetivo de estabilidad del BCE- y de esos años, en tres, como se ha dicho, el IPC ha acabado en negativo. Como se ve, un pobre historial en materia de lucha contra el alza de los precios.

Un dato refleja la impotencia del BCE para impulsar los precios hasta el umbral que se considera razonable (ese 2%). Con base 100 en 2010, el IPC de la Eurozona se ha situado en apenas 107,7 puntos al acabar el segundo trimestre de este año. Países como España, incluso, han tenido una inflación inferior (106,3), un nivel similar al de Francia (106 puntos), Alemania (107,1) o, incluso, Italia, un país tradicionalmente inflacionista.

Solo EEUU y el Reino Unido, entre las grandes naciones, que fueron los primeros países que lanzaron programas de liquidez, han soportado un nivel de precios algo mayor: por encima del 110%; pero, en todo caso, el IPC avanza de forma muy moderada pese al helicóptero Draghi.

La baja productividad, la globalización, la apertura de los mercados, las restricciones salariales… Algo está cambiando en el mundo de la economía.

Von Mises podría seguir escuchando el martilleo de la máquina de hacer dinero a las puertas de la Casa de la Moneda. Pero la inflación no está, ni se la espera más allá de los movimientos histéricos del barril de crudo.

Sucedió en 1921. En Austria. La inflación se situaba, por entonces, por encima del 300%, y ante tal coyuntura el ministro de Hacienda le pidió consejo a un economista amigo para atajar la dramática situación. El economista le respondió con franqueza que lo mejor era que ambos se reunieran a las 12 del mediodía del día siguiente junto a la entrada de la Casa de la Moneda. Justo en el momento de mayor actividad fabril. Y así se hizo.

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