España aprende (lo malo) de Japón: la década perdida ya está aquí
La década perdida ya está aquí. Eurostat ha certificado que el PIB avanzó un 0,4% en los últimos 10 años. Incluso por debajo de Japón. El peso de la industria sigue cayendo
Cuando México suspendió pagos en 1982, no solo arrastró a la economía del país hacia el abismo. Aquella bancarrota puso en circulación la expresión 'década perdida'. No solo en México, también en el conjunto de Latinoamérica.
Desde entonces, este concepto se aplica a todas aquellas regiones o países que sufren un periodo largo de su historia económica en términos de crecimiento o de PIB per cápita.
Este es el caso de Japón, aunque también de la mayoría de los países de la Unión Europea (UE). Y de España. Los datos que acaba de hacer públicos Eurostat —la agencia estadística de la UE— revelan que la economía española creció entre 2005 y 2015 en media anual apena un 0,4%. Ese periodo, como se sabe, incluye periodos de alto crecimiento (en cuatro años, el PIB avanzó por encima del 3%: 2005, 2006, 2007 y 2015) y de intensa recesión derivada del estallido de la burbuja de crédito.
Eso significa que el producto interior bruto creció en España menos que en la eurozona (0,8%) e, incluso, por debajo de un país como Japón, al que habitualmente se le compara con el 'estancamiento secular' del que hablaba Larry Summers, y que tanto éxito ha tenido en el mundo académico tras rescatar el exsecretario del Tesoro de EEUU una expresión de los años treinta. Pues bien, Japón ha crecido en los últimos 10 años un 0,5%, una décima más que España.
Los economistas suelen decir que trabajar con series largas permite un análisis más ajustado a la realidad. Y en este sentido, los datos de Eurostat reflejan con precisión quiénes han sido los ganadores y los perdedores de los intensos cambios económicos (globalización) y tecnológicos registrados en los últimos años entre los países avanzados.
Los perdedores han sido, claramente, Grecia, Italia y Portugal, cuyo PIB es hoy inferior al que tenían en 2005. Pero también media docena de países europeos cuya riqueza nacional apenas ha avanzado menos del 0,5% en el último decenio. Entre ellos España.
Los ganadores, por el contrario, han sido países como Irlanda, Polonia o Eslovaquia, con crecimientos superiores al 3% durante la última década. Pero, sobre todo, China, con un avance medio anual del PIB del 9,8% entre las grandes naciones emergentes.
¿Y qué ha pasado con las naciones ricas europeas? Pues ni más ni menos que el crecimiento ha sido moderado. O, incluso, muy moderado en algunos casos. Alemania, el paradigma de la productividad y de la sostenibilidad de su modelo económico, apenas creció un 1,4% en los últimos 10 años. Exactamente lo mismo que EEUU. Mientras que Francia solo ha crecido un 0,9%. En todo caso, el doble que España y en línea con la media de la eurozona.
Avances de la productividad
Los escasos avances del PIB suelen relacionarse con la ralentización en el aumento de la productividad. Y esta está determinada de forma relevante por el patrón de crecimiento. En particular, por la industria. Y lo que dice Eurostat es que el peso de la industria, en el caso español, ha continuado descendiendo en los últimos 10 años. Desde luego, en mayor medida que en la eurozona.
En concreto, el peso de la industria se situaba el año pasado en el 17% del PIB, casi tres puntos menos que hace una década. Por el contrario, en los países del euro apenas ha bajado en siete décimas, mientras que en Alemania, incluso, ha crecido. Hasta el 25,9% (25,5% en 2005), en un contexto de fuerte crecimiento de los países emergentes.
El lento declive de la industria tiene su contrapartida en los servicios. Y según Eurostat, este sector representa ahora nada menos que el 73,9% del valor añadido bruto total de la Unión Europea a Veintiocho, por encima del 71,9% de 2005. Como sostiene la agencia estadística de la UE, la importancia relativa de los servicios es particularmente elevada en Luxemburgo, Chipre, Malta, Grecia, Reino Unido, Francia, Países Bajos, Bélgica, Portugal, Dinamarca y España, donde se contabilizan al menos tres cuartas partes del valor añadido total.
Como recuerda Eurostat, el cambio estructural es, al menos en parte, resultado de fenómenos como las transferencias tecnológicas, la evolución de los precios relativos, la externalización y la globalización, que ha significado la deslocalización industrial hacia otras regiones del planeta con menores costes laborales. Algo que se ha traducido en una transferencia de rentas de los países 'ricos' a los emergentes, lo cual ha afectado de forma negativa a los avances del PIB europeos. La UE, de hecho, ha crecido solo un poco más que Japón en la última década, aunque con gran disparidad en función de los territorios.
Cuando México suspendió pagos en 1982, no solo arrastró a la economía del país hacia el abismo. Aquella bancarrota puso en circulación la expresión 'década perdida'. No solo en México, también en el conjunto de Latinoamérica.