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El destierro de las subidas de los tipos: cuando lo bueno es síntoma de lo malo
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El mercado, otra vez pendiente de la fed

El destierro de las subidas de los tipos: cuando lo bueno es síntoma de lo malo

A los bancos centrales les encantaría poder subir los tipos. Eso significaría que la recuperación es robusta y saludable y confirmaría que de la crisis sólo queda un mal recuerdo. Pero no pueden elegir

Érase una vez un planeta en el que los bancos centrales subían los tipos de interés... De tan lejanos que suenan los aumentos de los tipos parecen pertenecer a un pasado remoto y a otra parte del universo. Es otra de las huellas de la crisis, que primero ha forzado unas intensas rebajas de los intereses y luego, ante la persistencia de las consecuencias, está impidiendo que los banqueros centrales vuelvan sobre sus pasos.

Como tantas otras cosas de la economía, esta situación, la de que las subidas de los tipos hayan caído en el olvido y prácticamente hayan sido desterradas, genera una sensación agradable, cuando en realidad debería transmitir preocupación. Porque sí, unos intereses como los actuales, en mínimos históricos y muy cerca del 0% en la Eurozona, abaratan lo que los hogares pagan por sus hipotecas, lo que las empresas pagan por sus préstamos y los que los estados pagan por sus bonos. Pero no todo es tan sencillo, y los matices, una vez más, así lo certifican.

Primero, porque si los tipos están en mínimos históricos y llevan años ahí, sin que los banqueros centrales los suban, no es por capricho, sino por obligación. En unos casos, como el de la Reserva Federal (Fed) estadounidense o el del Banco de Inglaterra, porque no se fían de la solidez de la recuperación de sus respectivas economías, con lo que no se arriesgan a subir los tipos por sí la arruinan. Y en otros, como el del Banco Central Europeo (BCE) o el Banco de Canadá, porque los peligros económicos aún son demasiado evidentes como para ni siquiera pensar en encarecer el precio del dinero en estos momentos.

El comportamiento de estas dos últimas entidades es paradigmático. Han figurado entre las más temerarias de la crisis, puesto que las dos se han atrevido a elevar los tipos, el BCE en 2008 y 2011 y el Banco de Canadá en 2010, pero luego no les ha quedado otro remedio que dar marcha atrás, revirtiendo esos aumentos previos. Es más, actualmente todavía están pensando en potenciar sus estímulos monetarios.

A los bancos centrales les encantaría poder subir los tipos. Eso significaría que la recuperación es robusta y saludable. Pero no lo es. Y entonces no pueden elegir

O dicho de otro modo: a los bancos centrales les encantaría poder subir los tipos. Eso significaría que la recuperación es robusta y saludable y confirmaría que de la crisis sólo queda un mal recuerdo. Pero es que no pueden elegir. Si no pueden subirlos es porque no se cumple ninguna de estas premisas: ni la recuperación es robusta, ni es saludable, ni la crisis es pasado. En resumen, es lo que hay, de modo que unos tipos tan bajos tienen sus ventajas, en forma de esos menores costes para los hogares, las empresas y los estados y de la sensación de que hay alguien -los banqueros centrales- que son sensibles a la realidad y están dispuestos a actuar, pero sin olvidar las razones que obligan a tenerlos tan bajos.

Y segundo, por los efectos secundarios que pueden derivarse de un periodo tan largo de tipos de interés tan reducidos. Entre esos efectos sobresalen dos. Por un lado, el riesgo de cebar nuevos excesos, desequilibrios y burbujas en el mundo financiero, en el que las decisiones de inversión están muy condicionadas precisamente por las actuales políticas de los bancos centrales. Y por otro, el peligro de incrementar la adicción de la economía y las finanzas a las extraordinarias políticas monetarias actuales, hasta el punto de que se olviden de que los tipos también pueden subir, de que es conveniente que en algún momento suban y de que es preciso estar preparado para convivir con esos aumentos.

Todos estos ingredientes estarán presentes cuando, la próxima semana, la Fed se reúna para decidir si se decide a elevar los tipos de una vez. El mercado da por hecho que no lo hará. Que su veredicto, que se conocerá el miércoles a las 19 horas -en el horario español-, será el de las últimas citas: dejar los tipos como están, en el 0-0,25% en el que se encuentran desde diciembre de 2008. Ya habrá tiempo para subirlos. O no.

Érase una vez un planeta en el que los bancos centrales subían los tipos de interés... De tan lejanos que suenan los aumentos de los tipos parecen pertenecer a un pasado remoto y a otra parte del universo. Es otra de las huellas de la crisis, que primero ha forzado unas intensas rebajas de los intereses y luego, ante la persistencia de las consecuencias, está impidiendo que los banqueros centrales vuelvan sobre sus pasos.

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