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Llega 'La madre de todas las batallas': estos serán los nuevos amos del mundo
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NUEVO LIBRO DE dANIEL lacalle

Llega 'La madre de todas las batallas': estos serán los nuevos amos del mundo

Estamos más cerca de lo que creemos de un nuevo orden mundial, de un nuevo régimen energético que otorgará a los países mayor igualdad de oportunidades

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Estamos más cerca de lo que creemos de un nuevo orden mundial, de un nuevo régimen energético que otorgará a los países mayor igualdad de oportunidades a la hora de buscar la prosperidad. Daniel Lacalle, economista y colaborador deEl Confidencial, analiza en su último libro (La madre de todas las batallas, Ediciones Deusto) las fuerzas motrices que marcarán el futuro del mercado de la energía y el papel de la misma como nuevo árbitro del orden global. Una lucha que, inevitablemente, dejará ganadores y perdedores. Este diario adelantahoy el cuarto capítulode la obra, titulado "La geopolítica:Las dos caras de la moneda de la seguridad energética".

El arma del petróleo

Tuve ocasión de visitar Bagdad en los años noventa, mientras Saddam estaba en el poder. Todos la presentaban como laciudad más occidental del mundo árabe, y tenían razón. Sin embargo, cualquiera que pasara unos días allí y hablara con lagente se daba cuenta de que algo fallaba. "No queremos los valores occidentales, queremos nuestros propios valores", medijo uno de mis guardaespaldas. "El petróleo es nuestra arma —prosiguió—, el arma del pueblo, no de un gobernante." Éstefue el mayor ejemplo de "libertad de expresión" de que fui testigo en mi viaje al Bagdad de Saddam. Recuerdo que en aquelmomento pensé: "Esto no puede durar mucho".

Pero, curiosamente, la iniciativa de utilizar el "arma del petróleo" contra Israel y sus aliados occidentales surgió delnorte de África, que aunque apenas representa el 5 por ciento de la producción mundial, aprovechó los estrechos lazosideológicos con el mundo árabe para crear un conflicto que cambiaría el mundo de la energía para siempre.

Tras dos intentos fallidos, el arma del petróleo fue detonada con éxito en 1973 y llevó el escenario geopolítico a unnivel hasta entonces desconocido. La segunda crisis del petróleo de 1979 resultó en una subida estratosférica del preciode la energía que contribuyó a la inflación galopante y a la recesión global de los años ochenta.

Pero el mercado y los consumidores se defendieron.

Por un lado, la "mano invisible de la oferta". La primera crisis del petróleo de 1973, y el miedo a posibles carenciasfuturas, incentivó la exploración y el desarrollo de nuevos yacimientos, que lo largo de los años ochenta resultó en unincremento importante de la capacidad de producción en todos los continentes, fuera de la Organización de los PaísesExportadores del Petróleo (OPEP). Desde Alaska, pasando por México, el mar del Norte, Egipto, Angola, Malasia, e inclusoChina incrementaron de forma significativa su producción. El mar del Norte, que en 1975 no tenía producción, en 1983suministraba más petróleo que Argelia, Libia y Nigeria juntas.

Las subidas de precio también incentivaron importantes desarrollos tecnológicos en los procesos de exploración,producción, y transporte, como por ejemplo un incremento de la capacidad de los oleoductos procedentes de Alaska, hastaalcanzar los 2,1 millones de barriles al día. La oferta respondía.

Por otro lado, la "mano invisible de la demanda". Los altos precios provocaron una reducción cíclica y temporal dedemanda derivada de la recesión, pero también se produjeron pérdidas importantes y permanentes derivadas de lasustitución, en particular en el sector de la generación eléctrica. La cuota de mercado del petróleo crudo descendió del53 por ciento en 1978 al 43 por ciento en 1985. Como consecuencia de las dos crisis, el petróleo crudo perdió una cuotaimportante de mercado en el sector de la energía.

Por otro lado, la "seguridad energética" y la "independencia energética" pasaron a ser objetivos prioritarios en laagenda de los países consumidores. En Estados Unidos, la "mano visible de los gobiernos y la regulación" introdujo en1975 una nueva legislación que exigía doblar la eficiencia media de combustible de los automóviles nuevos en EstadosUnidos desde los 11,6 kilómetros por litro. Se estima que en 1985 el impacto combinado de estas medidas se tradujo en unareducción neta de 2 millones de barriles al día respecto a 1973, mejorando en un 25 por ciento un 32 por ciento elconsumo de petróleo. Y el caso de Estados Unidos no era único: a lo largo del mismo período Japón mejoró un 31 por cientosu eficiencia energética, y un 51 por ciento en relación con el petróleo.17 El ahorro energético se convirtió en unode los principales factores de destrucción de demanda.

La otra cara de la moneda geopolítica: los consumidores se defienden

En 1986, el efecto combinado de la mano invisible del mercado, de la mano visible del gobierno y de la regulación, fueuna reducción de la demanda de 10 millones de barriles anuales.

Por primera vez en la historia la producción de los países de fuera de la OPEP superaba la producción de la OPEP.

Al igual que ocurrió en los años sesenta, el petróleo volvía a ser accesible y abundante. La sobrecapacidad excedía los10 millones de barriles al día a nivel mundial, el equivalente al 20 por ciento del consumo mundial. Inicialmente, laOPEP respondió cortando los niveles de producción para defender el precio. Pero la presión se mantenía y los preciossiguieron bajando. El coste de defender los precios empezó a ser demasiado alto para la OPEP, pues suponía un recorte dela producción, de los ingresos, y de su cuota de mercado.

Para empeorar aún más la situación, los países productores de petróleo se habían embarcado en ambiciosos programas degasto y desarrollo, pero el descenso de los ingresos dejaba a los gobiernos en una situación de déficit presupuestarioy descenso de las reservas de divisas.

La situación continuó deteriorándose hasta que Arabia Saudita dijo "basta" y pasó de una política de "defensa del precio"a una política de "defensa del volumen". En su punto más bajo, Arabia Saudita llegó a producir tan sólo 2,2 millones debarriles al día, apenas el 20 por ciento de lo que producía unos años antes. El país introdujo medidas agresivas pararecuperar cuota de mercado y seguridad de la oferta, a costa de provocar una guerra de precios sin cuartel, en unapolítica parecida a la de Rockefeller cuando "hacía sudar" a sus competidores en los años veinte. La creciente presióndel coste marginal no bastó para contener una espiral negativa que hizo bajar el precio hasta los 10 dólares por barril.

Los exportadores competían entre ellos por cuota de mercado, "todos contra todos". El mundo parecía ahogarse en petróleo.Los consumidores disfrutaban de mayor flexibilidad y oferta de lo que los productores habían previsto. El problema de la"seguridad de la demanda" (encontrar mercados donde vender el petróleo) se convirtió en un problema tan importante (omás) para los productores como había sido el de la "seguridad de la oferta" (encontrar mercados para comprar petróleo)para los consumidores.

¡Cómo habían cambiado las cosas en tan sólo seis años!

Recuerdo un viaje a Venezuela en 2013 que coincidió con la muerte del presidente Chávez. La televisión estaba tomada porla propaganda y los mensajes de apoyo al líder, pero en medio de un "debate" entre jóvenes revolucionarios escuché unafrase reveladora: "Nosotros, el pueblo revolucionario, debemos entender que el petróleo ya no es un arma para nosotros".Los tiempos en que un recorte de oferta tenía un impacto en los países consumidores habían quedado atrás.

El arma del petróleo va perdiendo pólvora. En agosto de 2014, los precios del Brent se situaban por debajo del preciomínimo requerido por la mayoría de productores para equilibrar sus presupuestos. Y eso en medio de enormes conflictos enIrak y Ucrania. La prueba de un mercado bien abastecido.

El arma del gas natural

La geopolítica no es sólo cosa del petróleo.

El 1 de enero de 2006, en mitad del frío invierno y tras meses de negociaciones frustradas, Rusia decidió cortar elsuministro de gas natural a Ucrania. Se suponía que el corte debía afectar únicamente a Ucrania, pero también se dejósentir por toda Europa central.

La crisis se resolvió en apenas unos días, pero el impacto del "arma del gas natural" tendría repercusiones duraderas,que se tradujeron en una campaña de diversificación por ambas partes.Por un lado, Rusia decidió rodear Ucrania y Polonia con una serie de gasoductos nuevos.

Por otro lado, Europa decidió incrementar sus fuentes de suministro de gas fuera de Rusia a través de nuevos gasoductos ycapacidad de gas licuado.

Resulta evidente que en el actual enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, incluida la anexión de Crimea en marzo de 2014,hay más en juego de lo que parece a primera vista. La "batalla de la energía" que se libra entre bastidores tieneimportantes implicaciones económicas y estratégicas. Ucrania, Rusia y Estados Unidos lo saben mejor que nadie.

Y cuanto mayor es la crisis, mayor es también la reacción... por ambos lados.

Rusia ha empezado a expandirse agresivamente hacia el este, hacia China en particular.

Europa es ahora menos dependiente del gas de Rusia, y sin duda seguirá invirtiendo agresivamente en fuentes alternativasde gas y de energía.

El resultado será una mayor opcionalidad y sobrecapacidad por ambas partes. El impacto sobre los consumidores y losproductores tiene el mismo efecto a largo plazo, ya que en ambos casos se trata de poderosas fuerzas aplanadoras.

El nacionalismo de las reservas crea barreras de entrada

La geopolítica también ha tenido un impacto estructural, en la medida en que los gobiernos de los países productores nohan impedido de forma directa o indirecta el desarrollo de los recursos existentes y conocidos en Oriente Medio y elresto del mundo.

Pero uno de los casos más extremos ha sido Irán e Irak. Sus considerables reservas de gas y petróleo son bien conocidas,pero se encuentran infradesarrolladas e infraexplotadas por varias razones. Para empezar, ambos países se han vistoenzarzados en conflictos constantes: desde los problemas con los ductos en 1973, la revolución iraní de 1979, la guerraentre Irán e Irak en 1980, la invasión de Kuwait por Irak en 1991, la guerra del Golfo en Irak en 2003, o el embargoiraní de 2012 por la proliferación nuclear. Todos esos conflictos han causado daños en la infraestructura existente y hanlimitado la inversión y el desarrollo de nueva capacidad productiva. La curva de oferta actual podría ser muy distinta siIrán e Iraq no hubieran sufrido todos esos conflictos.

O pensemos en el caso de México, un país con enormes reservas energéticas donde la industria del gas y el petróleo haestado literalmente cerrada a la inversión extranjera desde los años cuarenta, cuando el gobierno dio el mandato a Pemexde preservar las reservas para el consumo interno.

En parte por la política de impedir la inversión extranjera, y un claro problema burocrático, la producción de Pemex caíaen 2014 hasta los 2,5 millones de barriles al día, el noveno año consecutivo de reducción de producción.

Por casualidad yo me encontraba en México D.F. cuando el nuevo gobierno mexicano presentó una propuesta de ley dirigidaa poner fin a los setenta y cinco años de monopolio en el sector del petróleo y el gas. Había anuncios sindicales en latelevisión reclamando que "nuestro tesoro nacional" siguiera en manos del gobierno, pero la eficiencia y las iniciativascomerciales conjuntas se abrían paso de manera imparable. Era una respuesta a los cambios que se habían producido en todoel mundo tras la revolución de la energía en Norteamérica, una respuesta que viene a sumarse a las fuerzas aplanadoras yal mismo tiempo podría contribuir a incrementar de manera sustancial la inversión extranjera directa (IED), reforzar lasbalanzas fiscales y comerciales del país, y elevar su potencial de crecimiento y empleo.

Todas estas barreras nacionalistas han incentivado la exploración y el desarrollo de recursos externos a la OPEP, que seañaden así a los grandes recursos conocidos de la OPEP y refuerzan la capacidad aplanadora a largo plazo de lageopolítica.

La madre de todas las batallas(Ediciones Deusto), se publica el día 13(17,95 €; 9.99 € en e-book).

Estamos más cerca de lo que creemos de un nuevo orden mundial, de un nuevo régimen energético que otorgará a los países mayor igualdad de oportunidades a la hora de buscar la prosperidad. Daniel Lacalle, economista y colaborador deEl Confidencial, analiza en su último libro (La madre de todas las batallas, Ediciones Deusto) las fuerzas motrices que marcarán el futuro del mercado de la energía y el papel de la misma como nuevo árbitro del orden global. Una lucha que, inevitablemente, dejará ganadores y perdedores. Este diario adelantahoy el cuarto capítulode la obra, titulado "La geopolítica:Las dos caras de la moneda de la seguridad energética".

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