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La otra milla de oro de Madrid
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EN TRES AÑOS HAN SURGIDO CASI 1.000 TIENDAS DE COMPRAVENTA DE JOYAS EN ESPAÑA

La otra milla de oro de Madrid

Como moscas a la miel. En la puerta del Monte de Piedad de Bankia en la madrileña plaza del Celenque se concentran cada día más compradores de

Foto: La otra milla de oro de Madrid
La otra milla de oro de Madrid

Como moscas a la miel. En la puerta del Monte de Piedad de Bankia en la madrileña plaza del Celenque se concentran cada día más compradores de oro, que esperan ansiosos para cazar al cliente que acude a empeñar. Este establecimiento es el que más préstamos concede a personas que entregan sus joyas como prenda para arañar unos euros con los que llegar a final de mes. Ahora La Caixa ha abierto una delegación de su monte de piedad muy cerca, en la calle Alcalá. Hay negocio, las tiendas de compraventa de oro lo saben y desde 2009 han conseguido comer buena parte del pastel a los establecimientos de las cajas con una agresiva estrategia comercial de asalto al cliente y el reclamo del “pago máximo”.   

La sala del Monte de Piedad de Bankia, donde los clientes esperan su turno para que tasen sus joyas y formalizar el empeño, se parece a las amplias estancias de la Agencia Tributaria o de la Seguridad Social, espacios donde decenas de personas aguardan en filas de sillas de plástico con un ticket en la mano a que su número aparezca en las pantallas electrónicas de la pared. Un día entre semana, a las diez de la mañana, la sala está a rebosar. Sin embargo, reina el silencio. “Y cuanta más gente viene a dejar sus joyas, más compradores hay aquí en la puerta”, reconoce uno de los vigilantes. “Cuanta más crisis, más de estos", dice mientras señala a los representantes de las casas de compraventa. 

La nueva casa de empeños de La Caixa en la calle Alcalá está todavía vacía. “Lleva muy pocos días haciendo publicidad, pero ya vendrá la gente. Éstos han abierto en el momento justo”, explica un comprador de oro apostado a la puerta de la sucursal. Para “el que solo quiere el dinero es mejor venirse a la tienda, damos más. Y somos legales, que hay muchos que estafan”, afirma con un taco de tarjetas listas para repartir en la mano.  

Estos créditos de los montes de piedad se han convertido en el salvavidas para llegar a final de mes para muchas familias. El perfil de quien empeña, reconocen los empleados de estos establecimientos, ha cambiado y ahora es más variado, hay gente de todas las edades y con situaciones muy diversas, aunque siguen predominando las mujeres y hay un porcentaje elevado de inmigrantes.

La diferencia es la esperanza

“Soy autónoma y ahora mismo estoy haciendo un trabajo que no me van a pagar hasta agosto, pero yo tengo que pagar el alquiler y el coche, que lo uso para trabajar… Como tampoco he podido ahorrar hasta ahora, necesito algo para ir tirando y antes me podían ayudar más mis padres, pero se han jubilado y les queda menos con la pensión. Me han dejado ellos las joyas, cuando me paguen en agosto puedo recuperarlas. Y bueno, en el monte me da más confianza de que todo es seguro y de que no habrá luego problemas para que me las devuelvan. No es lo mejor, pero es para unos meses. Y pagas menos que si vas a pedir dinero al banco”, asegura una joven de treinta y pocos que ha acudido a la plaza del Celenque. ¿Qué hace? “Ahora doy clases de alemán, pero lo que me salga”.  

La diferencia entre el cliente de una tienda de compraventa de oro y la de un monte de piedad es la esperanza en recuperar las piezas que se empeñan, la perspectiva de que en unos meses se volverá a tener dinero para rescatar las reliquias familiares. Además, quienes acuden a los servicios de las cajas de ahorro se fían más de estos organismos. La principal diferencia entre las condiciones de ambos son los intereses que debe pagar el cliente. En el monte de piedad oscila entre el 5 y el 10% (frente al 20% que se suele exigir en las tiendas a quien quiere recuperar la joya). Si no consiguen devolver el dinero en el plazo de un año, pueden prorrogar el crédito o renunciar a la joya, que se subasta y el dinero extra que consiga el monte de piedad sobre lo que prestó se entrega al cliente (solo se subastan en torno al 5% de las piezas entregas en prenda, el resto se recupera).

La mayoría de la gente prefiere no hablar, esquivar la conversación. “A algunos les da vergüenza, normal”, dice uno de los empleados. Una señora de pelo blanco y con abrigo rojo espera en la primera fila, agarra con ambas manos su pequeño bolso negro. “Hay necesidad”, dice mientras se encoge ligeramente de hombros y vuelve a mirar la pantalla de números. Dos hombres de aspecto desaliñado esperan de pie y susurran entre ellos. A la salida les esperan decenas de compradores de oro, dispuestos a recuperar las joyas que acaban de empeñar. 

“Sí, compramos las papeletas también, lo que sea, lo que sea compramos”, explica uno de estos hombres con chaleco fosforito y acento sudamericano. “Mira, vente, tasamos la papeleta y te decimos cuánto te damos. Entonces, te acompañamos al monte con el dinero, sacamos la joya y nuestro tasador te la mira y te da un precio. Y te damos el dinero. Damos más que en el monte, claro. Ven, ven y te decimos cuanto”, intenta convencer el hombre. 

Competencia creciente

Con sus tácticas, los compradores de oro han conseguido ganarle clientes a los montes de piedad y eso a pesar de que ni sus básculas ni sus tasaciones son fiables, según sendos informes de la OCU y de la Secretaría de Industria. La organización de consumidores alertó en enero de que las variaciones de precios entre unos locales y otros eran del 400% y de que en el 97% de los casos sus básculas dieron peses inferiores al real. El documento de Industria desvelaba que el 60% de las balanzas eran imprecisas. “Eso no son todos, solo algunos de los que han abierto, también hay tiendas serias”, defiende uno de los comerciales de un establecimiento de compraventa. El reclamo de “pagamos más” tiene mucho atractivo en tiempos de necesidad. 

De acuerdo con la OCU, en los últimos tres años han abierto unos 1.000 establecimientos de compraventa del metal precioso en nuestro país y España ha pasado a ser el principal exportador europeo de oro de reciclaje. La compra se hace para fundir las joyas y hacer lingotes, un negocio en alza dado que la crisis ha disparado la inversión en esta materia prima como refugio.

Los montes de piedad, que existen desde hace tres siglos y son el origen de las cajas de ahorro, alcanzaron el récord de clientes en 2009, tras una década de bajadas continuas del número de empeños. En 2011 –hasta junio no se publica el informe de la CECA correspondiente a 2012- se llevaron a cabo un total de 348.226 préstamos, un 6,1% menos que el año anterior, por un valor de 216,9 millones, lo que supone un descenso anual del 1,2%. El número de clientes nuevos también ha descendido, un 11% hasta los 35.000. Los compradores de oro hacen un trabajo agresivo en la puerta de la oficina de Madrid. Es la que mayor número de préstamos concede en España. 

La caída del volumen en euros en las operaciones de los montes de piedad ha sido inferior por el incremento del precio del oro en los últimos años, que ha provocado que la cantidad que se paga por cada transacción aumente. La cantidad media por préstamo es de 690 euros, aunque hay gente que acude a pedir poco más que 50 euros. El precio del oro se ha disparado en los últimos  cuatro años. Hasta el segundo semestre de 2009 no superó los 1.000 dólares por onza. Ahora cotiza por encima de los 1.500 tras marcar su máximo histórico el 22 de agosto de 2011 en 1.888 dólares.

Como moscas a la miel. En la puerta del Monte de Piedad de Bankia en la madrileña plaza del Celenque se concentran cada día más compradores de oro, que esperan ansiosos para cazar al cliente que acude a empeñar. Este establecimiento es el que más préstamos concede a personas que entregan sus joyas como prenda para arañar unos euros con los que llegar a final de mes. Ahora La Caixa ha abierto una delegación de su monte de piedad muy cerca, en la calle Alcalá. Hay negocio, las tiendas de compraventa de oro lo saben y desde 2009 han conseguido comer buena parte del pastel a los establecimientos de las cajas con una agresiva estrategia comercial de asalto al cliente y el reclamo del “pago máximo”.