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El pelotazo de los González, la familia que soñó Eurovegas
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SON LOS PRINCIPALES PROPIETARIOS DE SUELO DE ALCORCÓN

El pelotazo de los González, la familia que soñó Eurovegas

La familia González está cada vez más cerca de salirse con la suya. Las garantías de que saliera adelante su atrevido sueño están a punto de concretarse casi

Foto: El pelotazo de los González, la familia que soñó Eurovegas
El pelotazo de los González, la familia que soñó Eurovegas

La familia González está cada vez más cerca de salirse con la suya. Las garantías de que saliera adelante su atrevido sueño están a punto de concretarse casi cinco años después. Poco antes de que el boom inmobiliario terminara de explotar, esta saga de empresarios de Alcorcón hizo la maleta para volar hasta EEUU y reunirse con Sheldon Adelson, uno de los magnates del mundo del juego y los casinos. A través de una carambola de contactos, los hermanos Pablo y Jaime tuvieron la posibilidad de ofrecer al empresario de origen judío una réplica de Las Vegas en el sur de Europa. Ellos tenían el suelo, ya clasificado como urbanizable, y él manejaba la maquinaria para hacer girar la ruleta.

La idea no era original. Durante los últimos años de la burbuja, España había visto cómo distintas multinacionales del ocio adulto habían elegido inhóspitos secarrales de la Península para promover majestuosas ciudades del juego. Acudían al reclamo de intrépidos promotores locales que en aquellos años dorados del ladrillo, cuando el dinero crecía del suelo, conseguían adornar inmensos terrenos rústicos con desarrollos residenciales y de ocio gracias al gancho del juego. Primero fue El Reino de Don Quijote, en la provincia de Ciudad Real, de cuyo sueño ahora sólo queda un aeropuerto infrautilizado. El segundo tuvo por destino el desierto aragonés de Los Monegros, que murió de sed antes de ver el primer euro. 

Aquella visita furtiva, sin ninguna garantía de éxito, fue macerando a lo largo de los años. La familia González necesitaba dar uso a una parte de su reserva de suelo en el municipio madrileño, incluida en el Desarrollo Norte de Alcorcón, donde el sueño del edil socialista Enrique Cascallana de promover 26.000 viviendas de uso social había quedado abortado por el veto de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Esperanza Aguirre. La posterior crisis se encargó después de que ni aquellos desarrollos low cost ni cualquier otro proyecto pudiera siquiera plantearse. Millones de metros cuadrados seguirían siendo pasto de la nada a la espera de tiempos más prósperos.

Todos bajaron los brazos. Sólo los hermanos González perseveraron en el proyecto, a pesar de que a medida que la crisis avanzaba su capacidad de negociación ante Adelson era más débil. Con el país al borde la quiebra, el suelo de la familia de Alcorcón era tan sólo un commodity. El valor lo ponían los casinos made in Las Vegas. Una situación en la que el magnate del juego fue consciente de que jugaba con todas las cartas a su favor para sacar adelante aquella propuesta que le ofrecieron llevar al sur de Europa unos años antes. Fue entonces cuando la maquinaria echó a rodar y el rumor comenzó a extenderse entre los más activos intermediarios de suelo de Madrid. 

El sí quiero de Adelson desató una fiebre inmobiliaria en medio del desolador páramo del ladrillo. Sólo unos pocos bien informados y relacionados comenzaron a suscribir opciones de compra sobre distintos suelos en los alrededores de Madrid (Paracuellos, Valdecarros…). Pero muy pocos conocían los planes de los hermanos González, dueños de medio Alcorcón y de un imperio en la sombra que bajo el nombre de Grupo Urtinsa abarca negocios tan singulares como el de corte y confección de trajes militares (El Corte Militar), la hostelería (El Retablo), los eventos corporativos (carpa10), la ingeniería (EME), las naves industriales, las residencias de ancianos (Valdeluz), la construcción (Arpada) y, como no, la promoción inmobiliaria (Valdevera).

Reservados y prudentes, los González gozan de gran fama en Alcorcón a pesar de su deliberado anonimato. Aprendieron el olfato para los negocios de su padre, José Manuel González, de quien también heredaron millones de metros cuadrados. El origen de esa fortuna se remonta a principios de siglo, según fuentes oficiales del consistorio alcorcoleño, gracias a la pericia de un antepasado, administrador de las propiedades y bienes de los Marqueses de Valderas, linaje aristocrático que da nombre a una de las zonas del municipio madrileño, que tuvo la opción de comprar las grandes extensiones de terreno baldío a sus administrados y convertir a sus descendientes en los nuevos señores del suelo de Alcorcón.

Esta versión oficiosa coincide en algunos pasajes con la ofrecida por los descendientes del Marquesado de Valderas. Según los herederos del linaje, el origen del patrimonio urbanístico se remonta a la figura del militar José Sanchiz de Quesada, destacado en el acuartelamiento de Cuatro Vientos a comienzos de siglo XX. Este capitán del regimiento de artillería estaba casado con Isabel Arróspide y Álvarez, tercera marquesa de Valderas, a quien quiso corresponder con un hogar digno de su condición en los entonces lejanos terrenos de Alcorcón que había ido adquiriendo. Y allí mandó construir un singular castillo de corte sajón que convirtió en residencia familiar y epicentro de sus dominios en el incipiente municipio.

Marqués de Valderas por vía marital y marqués del Vasto, conde de Piedrabuena y Villaminaya por méritos ante la Corona, el matrimonio convirtió Alcorcón en la base de su fortuna, motivo por el que se convirtieron en una especie de mecenas del municipio y de cuyo pasado queda presente el nombre que han dado a uno de los desarrollos urbanísticos. Sin embargo, parte de esa fortuna, en lugar de seguir en manos de sus descendientes, cambio de titular, según la versión familiar, cuando una de sus hijas, Jacinta Sanchiz Arróspide, vendió los terrenos que le habían tocado en herencia. Los millones de pesetas y de euros que décadas después amasaron otros, como los González, ya no pertenecían a ninguna saga aristocrática.

Quién iba a decir que cien años después, las fincas compradas por el intrépido capitán de artillería serían el emplazamiento de un gran complejo de casinos, hoteles y centros de convenciones. Ni siquiera que ninguno de los herederos de los marquesados de Valderas ni del Vasto participarían del pelotazo inmobiliario que los González Rodríguez (seis hermanos) han cerrado con el magnate del juego Sheldon Adelson, que el sábado de madrugada anunció que el proyecto de Eurovegas se ubicará en Madrid. Resolvió por fin el duelo entre la capital y Cataluña, aunque todavía no ha desvelado donde asentará su proyecto. Si nada lo impide, Alcorcón tendrá nuevos castillos modernos, pero erigidos al mundo del juego. 

La familia González está cada vez más cerca de salirse con la suya. Las garantías de que saliera adelante su atrevido sueño están a punto de concretarse casi cinco años después. Poco antes de que el boom inmobiliario terminara de explotar, esta saga de empresarios de Alcorcón hizo la maleta para volar hasta EEUU y reunirse con Sheldon Adelson, uno de los magnates del mundo del juego y los casinos. A través de una carambola de contactos, los hermanos Pablo y Jaime tuvieron la posibilidad de ofrecer al empresario de origen judío una réplica de Las Vegas en el sur de Europa. Ellos tenían el suelo, ya clasificado como urbanizable, y él manejaba la maquinaria para hacer girar la ruleta.