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Primer encontronazo Merkel-Hollande: el Pacto Fiscal no es negociable
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CONFUSIÓN EN EUROPA SOBRE HACIA DÓNDE DIRIGIR LAS POLÍTICAS DE CRECIMIENTO

Primer encontronazo Merkel-Hollande: el Pacto Fiscal no es negociable

Antes de las elecciones presidenciales francesas de este domingo, Europa se debatía entre optar por políticas de crecimiento o por políticas de austeridad. Ahora, y tras

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Primer encontronazo Merkel-Hollande: el Pacto Fiscal no es negociable

Antes de las elecciones presidenciales francesas de este domingo, Europa se debatía entre optar por políticas de crecimiento o por políticas de austeridad. Ahora, y tras el triunfo de François Hollande, los analistas se preguntan cómo hacer para que la economía crezca. Y la respuesta que da el economista Daniel Gross es clara: “Simplemente, muy poco”.  

El Nobel Paul Krugman da una respuesta más contundente: que los países más afectados por la crisis abandonen el euro. Según sus palabras, la respuesta a ese dilema pasa por fracturar la moneda única y que países como España o Grecia vuelvan a la peseta o al dracma para recuperar competitividad.

Y eso es, precisamente, lo que se ventila ahora en Grecia, donde el vencedor de las elecciones, el conservador Andonis Samarás, anunció ayer el fracaso de sus contactos para formar Gobierno, lo que conduce al país a nuevos comicios dentro de algunas semanas. Ni siquiera apuró los tres días que le concedió el presidente de la República para negociar, lo que da idea de la inestabilidad que le espera al euro en las próximas semanas. Grecia continúa necesitando fondos de la UE para sobrevivir.

El propio Krugman, en un artículo en el NYT de Nueva York, admite que la posibilidad de que Grecia vuelva al dracma no tiene ninguna posibilidad de salir adelante. Entre otras cosas porque Alemania ve con horror que se puede producir un movimiento en cadena similar a una partida de dominó. Y en aras de ese objetivo -evitar la ruptura del euro- la canciller alemana aceptó que el Banco Central Europeo (BCE) pusiera en marcha un plan extraordinario de liquidez a tres años (cerca de un billón de euros) a cambio de que los 27 firmaran  el Pacto Fiscal.

Sólo Reino Unido y la República Checa no lo hicieron, y eso es lo que ahora recuerdan los asesores de Merkel. El Pacto Fiscal ha venido para quedarse y no se modificará. Tampoco Hollande lo va a reclamar de forma inmediata. Básicamente porque su estrategia pasa por mantener a toda costa el eje franco-alemán, aunque sea sobre unas bases distintas; y en este sentido, el próximo inquilino del Elíseo mandó ayer un mensaje clarificador. Tomará posesión el día 15 de mayo, e inmediatamente después se entrevistará con Merkel (hablaron por teléfono la misma noche electoral).

La canciller, sin embargo, no quiere componendas. Y ayer dejó bien claro que recibirá “con los brazos abiertos” a Hollande, pero el Pacto fiscal “no es negociable”. Como no lo es, dijo, ningún otro tratado europeo tras unos comicios en un país. De ser así, aseguró Merkel,  “no se podría trabajar en la Unión Europea”.

Alemania, sostuvo la canciller, trabajará con Hollande "intensamente" en busca de una fórmula para "lograr a la vez una consolidación presupuestaria y un crecimiento sólido", ya que "lo uno no va sin lo otro".

Discurso del crecimiento

Esto quiere decir que el discurso del crecimiento se ha asimilado ya con toda naturalidad en Europa, pero nadie dice cómo conseguirlo. Y desde luego, con la boca pequeña por parte de Alemania hasta que en el segundo semestre de 2013 se celebren elecciones generales. Hasta entonces, wait and see, que dicen los mercados. Aunque Merkel se vea castigada por cada una de las elecciones regionales que faltan hasta esa fecha.

Aunque Hollande cuestione la estrategia alemana, Merkel ya ha tejido un cuidadoso acuerdo con Mario Monti para que Italia respalde sus políticas a cambio de mayor acceso a los fondos estructurales de la UE, la próxima batalla en Bruselas. En la Unión Europea se ha impuesto el bilateralismo, y Francia es la que tiene que tener cuidado para no quedar aislada.

Alemania, como se sabe, no está sola. Países como Holanda, Austria o Finlandia no se separan un ápice de su estrategia. Ni, por supuesto, la España de Rajoy, que tiene pendiente renegociar el calendario de reducción del déficit (3% a finales de 2013). Mientras que el Reino Unido no quiere saber nada de las cuitas del euro. 

Lo que por el momento están sobre la mesa, son medidas inconexas que van en la misma dirección, pero desconectadas unas de otras: un nuevo paquete de liberalizaciones en línea con la Directiva Bolkestein, la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para ampliar su línea de fuego, el rediseño de las políticas de cohesión para favorecer a los países más atrasados o el lanzamiento limitado de eurobonos para fomentar la actividad en determinados sectores, como la energía o el transporte.

También la integración bancaria europea -una vieja asignatura pendiente- o la unión fiscal mediante la armonización del impuesto de sociedades o el embrión del futuro Tesoro Público europeo.

¿Pero cómo hacer para que el dinero europeo llegue a las  pequeñas y medianas empresas? Se habla del BEI, pero esta institución no puede conceder préstamos directamente a las pymes. Lo tiene que hacer a través de los grandes bancos, y éstos ya han recibido suculentos fondos del BCE que los han destinado a comprar deuda pública y no a conceder créditos. Produciéndose, además, una paradoja. Los países más afectados por la crisis soberana son, precisamente, los que han recibido mayor inversión pública en los últimos años (de ahí su alto endeudamiento), y sería un contrasentido abordar ahora esa especie de Plan Marshall del que se habla.

Hay acuerdo, por lo tanto, en que hay que imponer políticas de crecimiento, pero nadie sugiere en qué dirección.

Antes de las elecciones presidenciales francesas de este domingo, Europa se debatía entre optar por políticas de crecimiento o por políticas de austeridad. Ahora, y tras el triunfo de François Hollande, los analistas se preguntan cómo hacer para que la economía crezca. Y la respuesta que da el economista Daniel Gross es clara: “Simplemente, muy poco”.  

Angela Merkel