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¿Reforma del Estado de bienestar? No, cierre total
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LO QUE DICE LA IZQUIERDA SOBRE EL OCASO DE LAS PRESTACIONES SOCIALES

¿Reforma del Estado de bienestar? No, cierre total

“¿Quiere conservar el Estado del Bienestar? Pues dígame usted cómo lo hacemos”. Con esta frase resume el economista Pedro Schwartz la inevitabilidad de hacer recortes en

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¿Reforma del Estado de bienestar? No, cierre total

“¿Quiere conservar el Estado del Bienestar? Pues dígame usted cómo lo hacemos”. Con esta frase resume el economista Pedro Schwartz la inevitabilidad de hacer recortes en un sistema de protección que, afirma, resulta demasiado caro. Pero su intención va más allá de cuestionar que haya o no dinero para conservar los actuales niveles de prestación, apuntando hacia el cambio en la  misma concepción del Estado. “Nos hemos acostumbrado a que nos den todo hecho y a que todo sea gratis. No queremos pagar por la comida que nos sirven cuando estamos en el hospital pero sí por la comida que nos dan cuando estamos de vacaciones en Alicante. Pues ese sistema de incentivos no funciona. Está claro que tendremos que tener menos vacaciones y pagar más por la salud”.

Así las cosas, y aunque todas las instancias políticas aseguren que el Estado del bienestar no peligra, lo cierto es que para cuando se terminen de realizar los recortes que se propugnan, lo que quede va a parecerse muy poco al tipo de Estado social que se implantó en España y menos aún al que conoció en Europa en las décadas centrales del siglo XX.  Pero es algo totalmente necesario, señala Schwartz, “porque la sanidad está quebrada (incluso lo ha afirmado públicamente el portavoz de CIU en el congreso, Josep Antoni Durán i Lleida) y aunque funcione muy bien y su calidad sea muy alta, no se puede pagar; a las pensiones se les ha tenido que poner un parche para poder sostenerlas, pero sólo es un parche; la ley de dependencia, que es lo primero de lo que debería ocuparse el Estado del bienestar, de atender a los enfermos de larga duración y a los mayores, no se ha podido poner en marcha porque no hay dinero;  y la educación es gratuita pero nos cuesta mucho y no está dando buenos resultados, como se nota en la grandísima tasa de abandono escolar y en la gran cantidad de analfabetos funcionales existentes”.

Y eso sin entrar, asegura Rafael Pampillón, Director de Análisis Económico de IE Business School, en las disfunciones de gasto que nuestra arquitectura institucional está generando. “Hay que recortar gasto público suntuario e innecesario, empezando por las embajadas de las Comunidades Autónomas y siguiendo por ese montón de observatorios que han puesto en marcha (el de la mujer trabajadora, el de la mujer maltratada, etc) o por esos tribunales de la competencia que han creado en lass CCAA. Además tenemos 3000 empresas públicas en los ayuntamientos y unas 1000 en las CCAA. Ahí hay un campo importante para meter el hacha”.

Pero eso no bastaría, afirma Pampillón, ya que las reformas deberían dirigirse, como apuntaba Schwartz, al núcleo de las prestaciones del Estado social, las pensiones, la sanidad y la educación. “Hemos de hacer muchas cosas en ese campo, porque ¿qué sentido tiene que un peruano que está trabajando de cajero en un hipermercado tenga que pagar con sus impuestos la educación de los ricos? ¿Por qué tiene ese hombre que financiar la matrícula universitaria del nieto de Botín, por poner un caso?”. Por supuesto, señala Pampillón, en asuntos como la sanidad hemos de ir hacia el copago. “La hora de médico de la sanidad pública es muy cara, y si pones incentivos para que la gente sólo vaya cuando tiene que ir, se reducirá el número de horas por médico y con ello el coste de la sanidad”. Schwartz coincide en la necesidad de la medida, subrayando que “en Alemania se pagan diez euros todos los trimestres para ir al médico general y los franceses pagan cuando van al médico, aunque luego se lo devuelvan. Así evitas abusos”.

Pero el asunto no debería agotarse en las reformas para abaratar costes. “Tiene que darse en la sociedad un cambio cultural que nos haga ser conscientes”, asegura Schwartz, “de que debemos responsabilizarnos de nosotros mismos en lugar de esperar que el Estado venga a resolvernos los problemas”. Como afirma Pampillón, “cada vez hay más gente que entiende que debe pagarse su sanidad, su educación y la de sus hijos y sus fondos de pensiones. Lo cual es muy positivo, además, porque la intervención del Estado para resolver estos problemas tiene un coste de intermediación tremendo”.

Pero si todos estos cambios se llevan a efecto, como ya está ocurriendo en países como Holanda o Gran Bretaña, donde los gobiernos están acometiendo reformas severas, nos encontraremos también con un nuevo panorama político. Entre otras cosas, asegura Francisco Herrero, Científico titular en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC) y autor de La ideología y la práctica. La diferencia de valores entre izquierda y derecha (Libros de la Catarata), porque estaremos tocando la más importante de las bases ideológicas de la izquierda parlamentaria, el Estado de bienestar. “Hablamos de la construcción de un modelo de estado que fue creado gracias a la izquierda y que está en el núcleo de su ideología. El Estado social garantiza a través de la redistribución los valores de igualdad comunidad y libertad que la izquierda defiende”, por lo que se trata también de una exigencia a la que difícilmente van a renunciar las formaciones socialdemócratas.

Pero además de la defensa ideológica, también está la electoral. “Si la izquierda parlamentaria favorece los recortes, es más que posible que parte de sus bases se alejen de ellos. Máxime cuando los recursos que proporciona el Estado del bienestar suelen ir destinados a sus electores, esto es, a esas clases populares que suelen resultar favorecidas en respecto de las prestaciones sanitarias, educativas, etc. Si hay reformas profundas, es lógico pensar que ese apoyo popular a la izquierda puede deteriorarse, salvo que logren convencer a sus electores de que, aun siendo necesarios  los recortes, van a defender un núcleo en pensiones, educación, y sanidad, y que están haciendo las reformas justo para preservar ese núcleo”.

En otro caso, lo más probable es que las tensiones políticas vayan en aumento. Cuando la derecha ha hecho las reformas, como parece que será el caso a partir de las próximas elecciones generales,  suele encontrarse con mayor oposición social que cuando las hicieron los partidos socialdemócratas. Y a esa probable contestación social se le va a sumar el desafecto de una población, que como se ha visto en las movilizaciones del 15-M comienza a no creer en el sistema, por lo que el aumento de la tensión política parece inevitable, asegura Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense. Si bien Herrero cree que, “a pesar de todos los recortes que se han dado en el Estado del bienestar, las desigualdades no están aumentando demasiado (hay países con Gran Bretaña donde sí ha ocurrido, pero en otros países se ha dado en grado menor, como en Francia o Alemania) y está por verse que aumenten los próximos años”, para Monedero es claro que el choque social va a existir y  va a ser de notable intensidad. “Estamos en un instante en que el capitalismo, que está en crisis, ha de decidir el camino que va a seguir, optando por reinventar el modelo, o por recuperar la tasa de ganancia empresarial sobre las espaldas de la gente.

La élite económica puede entender el salario como un ingreso social, manteniendo así los elementos del estado social, o puede optar por mantener la tasa de beneficios reduciendo los salarios al máximo y desmantelando las prestaciones sociales, ahorrando así costes a las empresas en manos de obra y de impuestos”. Para Monedero, esta segunda posibilidad, que es la más probable, “nos llevaría a una situación de dualización, forjando una sociedad tipo China que no es acorde con lo que han sido los estándares y patrones europeos” e implicaría cambios políticos de notables dimensiones. En ese caso, los partidos de la izquierda socialdemócrata perderían el apoyo social que poseen, “y dado que hablamos de formaciones que están paralizadas por su propia lógica institucional, la gente saldría a la calle, como está haciendo ya, a decir, que si los partidos no les entienden, tendrán que buscarse alguien que les entienda”. Es decir, que acabaríamos por vivir dos legalidades, la institucional y la de la calle. La gente está cansada de esta retórica económica que se ha convertido en un arcano ininteligible. No entiende lo que se les dice, pero saben que se están quedando sin trabajo y sin casa. Por eso, concluyen Monedero, “esto no ha hecho más que empezar”. Un buen ejemplo está en Madrid, pero también en Atenas. “Allí tienen que privatizar medio país para pagar el rescate. ¿Y qué van a hacer? ¿Le van a vender el Panteón a McDonalds? Para Monedero, “esta divergencia entre política institucional y realidad nos está dirigiendo a un contexto muy similar al que vivió la Europa de entreguerras”.

“¿Quiere conservar el Estado del Bienestar? Pues dígame usted cómo lo hacemos”. Con esta frase resume el economista Pedro Schwartz la inevitabilidad de hacer recortes en un sistema de protección que, afirma, resulta demasiado caro. Pero su intención va más allá de cuestionar que haya o no dinero para conservar los actuales niveles de prestación, apuntando hacia el cambio en la  misma concepción del Estado. “Nos hemos acostumbrado a que nos den todo hecho y a que todo sea gratis. No queremos pagar por la comida que nos sirven cuando estamos en el hospital pero sí por la comida que nos dan cuando estamos de vacaciones en Alicante. Pues ese sistema de incentivos no funciona. Está claro que tendremos que tener menos vacaciones y pagar más por la salud”.

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