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Una tormenta de champagne a bordo, la última excentricidad en los yates de multimillonarios
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Una tormenta de champagne a bordo, la última excentricidad en los yates de multimillonarios

Las excentricidades del dinero no conocen límites. La mejor forma de conocer hasta qué punto puede llegar la extravagancia de los mil millonarios es parándose en

Foto: Una tormenta de champagne a bordo, la última excentricidad en los yates de multimillonarios
Una tormenta de champagne a bordo, la última excentricidad en los yates de multimillonarios

Las excentricidades del dinero no conocen límites. La mejor forma de conocer hasta qué punto puede llegar la extravagancia de los mil millonarios es parándose en algunos de los detalles de sus mega yates.

Son verdaderos palacios flotantes y es que existe una competición no escrita por ver quién tiene el más grande y mejor. Son muchos los encargos especiales que hacen los propietarios de este tipo de barcos, aunque el último en ponerse de moda ha sido el sistema RainSky para las duchas, después de que Roman Abramovich fuera el primero en instalarlo, según explica Spiegel.de.

Se trata de simular la lluvia natural en el cuarto de baño. Para ello se instala una ‘alcachofa’ del tamaño de un capó de coche de 18.000 euros la pieza a 2,40 metros de altura.  Si el techo fuera inferior, no pasa nada, se tiran las cubiertas hacia arriba por unos cuantos millones. Además, cuenta con un sistema de control del tamaño de las gotas, la intensidad de la caída y si la ducha es de agua o de champagne. El gasto de agua con este sistema es de 40 litros el minuto, por lo que el mayor problema es la instalación de la nave de tanques de agua dulce superiores a los habituales.

El caso es que uno de los clientes más excéntricos de los astilleros alemanes, que han superado ya a los italianos y holandeses, es el oligarca ruso propietario del Chelsea. Abramovich encargó hace seis años al fabricante de Hamburgo Blohm & Voss el barco de recreo más grande del mundo, de 163,5 metros de eslora y nueve cubiertas para que estuviera acabado antes del mundial de Sudáfrica. El astillero firmó el contrato por 340 millones de euros.

Pero cuándo el Eclipse estaba todavía construyéndose, el competidor de Blohm, Lüssen, recibió el encargo de un magnate árabe de 180 metros de eslora, superando al de Abramovich. En ese momento el ruso decidió que si su juguete no iba a ser el más grande del mundo sí sería el más lujoso. El astillero no llegó a los plazos y la entrega se realizó el pasado mes de diciembre por un precio final de 800 millones de euros. Entre los caprichos del oligarca, un helipuerto, un minisubmarino, monitores de 3D en lugar de televisores de plasma en todas las habitaciones.

Otra de las peticiones del millonario consistía en grifos imitando plantas entrelazadas que finalmente fueron cambiados por manivelas de platino gracias a la insistencia de su diseñador personal.

No obstante, Abramovich no es el único es hacer este tipo de peticiones que traen de cabeza a los constructores, ingenieros y decoradores. En el caso del Roma, la mujer del propietario pidió que absolútamente todos los pomos de puertas y muebles estuvieran cubiertos de cristales de Swarovski, algo bastante normal, y que -aquí va lo extravagante- todos los revestimientos de los armarios fueran de piel de raya.

Las excentricidades del dinero no conocen límites. La mejor forma de conocer hasta qué punto puede llegar la extravagancia de los mil millonarios es parándose en algunos de los detalles de sus mega yates.

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